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gente de guerra. Y estando con mucho deseo espet rando la sucesión de este negocio, a 4 de marzo deste mismo año recibí cartas del dicho Pedro de Albarado, en que me fizo saber cómo él había entrado en la provincia y que tres o cuatro poblaciones della se habían puesto en resistirle, pero que no habían perseverado en ello; y que habían entrado en la población y ciudad de Tatutepeque y habían sido bien recibidos, a lo que habían mostrado; y que el señor, que le había dicho que se aposentase allí en unas casas grandes suyas que tenían la cobertura de paja, y que porque eran en lugar algo no provechoso para los de caballo no habían querido sino abajarse a otra parte de la ciudad que era más llano; y que también lo había fecho porque luego entonces había sabido que le ordenaban de matar a él y a todos desta manera: que como todos los españoles estuviesen aposentados en las casas, que eran muy grandes, a media noche les pusiesen fuego y los quemasen a todos. Y como Dios le había descubierto este negocio, había disimulado y llevado consigo a lo bajo al señor de la provincia y un hijo suyo, y que los habia detenido y tenía en su poder como presos, y le habían dado veinte y cinco mil castellanos, y que creía que, según los vasallos de aquel señor le decían, que tenía mucho tesoro, y que toda la provincia estaba tan pacífica que no podía ser más, y que tenían sus mercados y contratación como antes, y que la tierra era muy rica de oro de minas, y que en su presencia le habían sacado una muestra, la cual me envió; y que tres días antes había estado en la mar y Tatutefi tomado la posesión della por vuestra majestad, y que en su presencia habían sacado una muestra de perlas, que también me envió; las cuales, con la muestra del oro de minas, envío a vuestra majestad.

Como Dios nuestro Señor encaminaba bien esta negociación y iba cumpliendo el deseo que yo tengo de servir a vuestra majestad en esto de la mar del Sur,

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por ser cosa de tanta importancia, he proveido con mucha diligencia que en la una de tres partes por do yo he descubierto la mar se hagan dos carabelas medianas y dos bergantines: las carabelas, para descubrir, y los bergantines, para seguir la costa; y para ello he enviado con una persona de recaudo bien cuarenta españoles, en que van maestros y carpinteros de ribera y aserradores y herreros y hombres de la mar; y he proveído a la villa por clavazón y velas y otros aparejos necesarios para los dichos navíos, y se dará toda la priesa que sea posible para los acabar y echar al agua; lo cual fecho, crea vuestra majestad que será la mayor cosa y en que más servicio redundará a vuestra majestad después que las Indias se han descubierto.

Estando en la ciudad de Tesaico, antes que de alli saliese a poner cerco a la de Temixtitán, aderezándonos y forneciéndonos de lo necesario para el dicho cerco, bien descuidado de lo que por ciertas personas se ordenaba, vino a mí una de aquellas que era en el concierto, y fízome saber cómo ciertos amigos de Diego Velázquez que estaban en mi compañía me tenían ordenada traición para me matar, y que entre ellos habían y tenían elegido capitán y alcalde mayor y alguacil y otros oficiales; y que en todo caso lo remediase, pues veía que, demás del escándalo que se seguiría por lo de mi persona, estaba claro que ningún español escaparía viéndonos revueltos a los unos y a los otros; y que para esto no solamente hallaríamos a los enemigos apercibidos, pero aun los que teníamos por amigos trabajarían de nos acabar a todos. E como yo vi que se me había revelado tan gran traición, di gracias a nuestro Señor, porque en aquello consistía el remedio. E luego hice prender al uno, que era el principal agresor, el cual espontáneamente confesó que él había ordenado y concertado con muchas personas, que en su confesión declaró, de me prender o matar y tomar la gobernación de la tierra por Diego Veláz

quez, y que era verdad que tenía ordenado de hacer capitán y alcalde mayor, y que él había de ser alguacil mayor y me había de prender o matar; y que en esto eran muchas personas, que él tenía puestas en una copia, la cual se halló en su posada, aunque hecha pedazos, con algunas de las dichas personas que declaró él había platicado lo susodicho; y que no solamente esto se había ordenado allí en Tesaico, pero que también lo había comunicado y puesto en plática estando en la guerra de la provincia de Tepeaca. E vista la confesión deste, el cual se decía Antonio de Villafaña, que era natural de Zamora, y cómo se certificó en ella, un alcalde y yo lo condenamos a muerte, la cual se ejecutó en su persona. Y caso que en este delito hallamos otros muy culpados, disimulé con ellos, haciéndoles obras de amigos, porque por ser el caso mío, aunque más propriamente se puede decir de vuestra majestad, no he querido proceder contra ellos rigurosamente; la cual disimulación no ha hecho mucho provecho, porque después acá algunos desta parcialidad de Diego Velázquez han buscado contra mí muchas asechanzas y de secreto hecho muchos bullicios y escándalos, en que me ha convenido tener más aviso de me guardar dellos que de nuestros enemigos. Pero Dios nuestro Señor lo ha siempre guiado en tal manera que sin hacer en aquéllos castigo ha habido y hay toda pacificación y tranquilidad; y si de aquí adelante sintiere otra cosa, castigarse ha conforme a justicia.

Después que se tomó la ciudad de Temixtitán, estando en esta de Cuyoacán, falleció don Fernando, señor de Tesaico, de que a todos nos pesó, porque era muy buen vasallo de vuestra majestad y muy amigo de los cristianos; y con parecer de los señores y principales de aquella ciudad y su provincia, en nombre de vuestra majestad, se dió el señorío a otro hermano suyo menor, el cual se bautizó y se le puso nombre don Carlos; y según dél hasta ahora se conoce,

lleva las pisadas de su hermano y aplácele mucho nuestro hábito y conversación.

En la otra relación hice saber a vuestra majestad cómo cerca de las provincias de Tascaltecal y Guajocingo había una sierra redonda y muy alta, de la cual salía casi a la continua mucho humo (1), que iba como una saeta derecho hacia arriba. E porque los indios nos daban a entender que era cosa muy mala y que morían los que allí sobían, yo hice a ciertos españoles que subiesen y viesen de la manera que la sierra estaba arriba. E a la sazón que subieron salió aquel humo con tanto ruido, que ni pudieron ni osaron llegar a la boca; y después acá yo hice ir allá a otros españoles, y subieron dos veces hasta llegar a la boca de la sierra do sale aquel humo, y había de la una parte de la boca a la otra dos tiros de ballesta, porque hay en torno cuasi tres cuartos de legua; y tiene tan gran hondura, que no pudieron ver el cabo; y allí alrededor hallaron algún azufre de lo que el humo expele. Y estando una vez allá oyeron el ruido grande que traía el humo, y ellos diéronse priesa a se bajar; pero antes que llegasen al medio de la sierra ya venían rodando infinitas piedras, de que se vieron en harto peligro; y los indios nos tuvieron a muy gran cosa osar ir a donde fueron los españoles.

Por una carta mía hice saber a vuestra majestad cómo los naturales destas partes eran de mucha más capacidad que no los de las otras islas, que nos parecían de tanto entendimiento y razón cuanto a uno me dianamente basta para ser capaz, y que a esta causa me parecía cosa grave por entonces compelerlos a que sirviesen a los españoles de la manera que los de las otras islas; y que también, cesando aquesto, los conquistadores y pobladores destas partes no se podían sustentar. E que para no constreñir por entonces a los

(1) Véase tomo I, página 67.

indios y que los españoles se remediasen, me parecía que vuestra majestad debía mandar que de las rentas que acá pertenecen a vuestra majestad fuesen socorridos para su gasto y sustentación, y que sobre ello vuestra majestad mandase proveer lo que fuese más servido, según que de todo más largamente hice a vuestra majestad relación. E después acá, vistos los muchos y continuos gastos de vuestra majestad y que antes debíamos por todas vías acrecentar sus rentas que dar causa a las gastar, y visto también el mucho tiempo que habemos andado en las guerras, y las necesidades y deudas en que a causa dellas todos estábamos puestos, y la dilación que había en lo que en aqueste caso vuestra majestad podía mandar, y sobre todo la mucha importunación de los oficiales de vuestra majestad y de todos los españoles y que ninguna manera me podía excusar, fuéme casi forzado depositar los señores y naturales destas partes a los españoles, considerando en ello las personas y los servicios que en estas partes a vuestra majestad han hecho, para que en tanto que otra cosa mande proveer, o confirmar esto, los dichos señores y naturales sirvan y den a cada español a quien estuvieren depositados lo que hubieren menester para su sustentación. Y esta forma fué con parecer de personas que tenían y tienen mucha inteligencia y experiencia de la tierra; y no se pudo ni puede tener otra cosa que sea mejor, que convenga más, así para la sustentación de los españoles, como para conservación y buen tratamiento de los indios, según que de todo harán más larga relación a vuestra majestad los procuradores que ahora van desta Nueva España; para las haciendas y granjerías de vuestra majestad se señalaron las provincias y ciudades mejores y más convenientes. Suplico a vuestra majestad lo mande proveer y responder lo que más fuere servido.

Muy católico Señor: Dios Nuestro Señor la vida y

HERNÁN CORTES: CARTAS. -T. II.

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