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En la otra relación, muy católico Señor, hice saber a vuestra majestad cómo al tiempo que los indios me desbarataron y echaron la primera vez fuera de la ciudad de Temixtitán se habían rebelado contra el servicio de vuestra majestad todas las provincias sujetas a la ciudad y nos habían hecho la guerra, y por esta relación podrá vuestra majestad mandar ver cómo habemos reducido a su real servicio todas las más tierras y provincias que estaban rebeladas, e por qué ciertas provincias que están de la costa de la mar del Norte a diez y quince y a treinta leguas, dende que la dicha ciudad de Temixtitán se había alzado ellas estaban rebeladas, y los naturales dellas habían muerto a traición y sobre seguro más de cien españoles, y yo, hasta haber dado conclusión en esta guerra de la ciudad, no había tenido posibilidad para enviar sobre ellos; acabados de despachar aquellos españoles que vinieron de descubrir la mar del Sur, determiné de enviar a Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor, con treinta y cinco de caballo y docientos españoles y gente de nuestros amigos, y con algunos principales y naturales de Temixtitán, a aquellas provincias, que se dicen Tatactetelco y Tuxtepeque y Guatuxco y Aulicaba; y dádole instrucción de la orden que había de tener en esta jornada, se comenzó a aderezar para la hacer.

En esta sazón el teniente que yo había dejado en la villa de Segura de la Frontera, que es en la provincia de Tepeaca, vino a esta ciudad de Cuyoacán y hízome saber cómo los naturales de aquella provincia y de otras a ella comarcanas, vasallos de vuestra majestad, recibían daño de los naturales de una provincia que se dice Guaxacaque (1), que les facían guerra porque eran nuestros amigos, y que demás de ser necesario poner remedio a esto, era muy bien asegurar aquella

(1) O Huaxacac, hoy Oaxaca.

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provincia de Guaxacaque, porque estaba en camino de la mar del Sur, y en pacificándose sería cosa muy provechosa, así para lo dicho como para otros efectos de que adelante haré relación a vuestra majestad; y el dicho teniente me dijo que estaba muy particularmente informado de aquella provincia, y que con poca gente la podría sojuzgar, porque estando yo en el real sobre Temixtitán él había ido a ella porque los de Tepeaca le ahincaban que fuese a hacer guerra a los naturales della; pero como no había llevado más de veinte o treinta españoles, le habían fecho volver, aunque no tanto despacio como él quisiera. E yo, vista su relación, dile doce de caballo y ochenta españoles, y el dicho alguacil mayor y teniente se partieron con su gente desta ciudad de Cuyoacán a 30 de octubre del año de 521. Y llegados a la provincia de Tepeaca, ficieron allí sus alardes, y cada uno se partió a su conquista; y el alguacil mayor, dende a veinte y cinco días me escribió cómo había llegado a la provincia de Guatuxco, y que aunque llevaba harto recelo que se había de ver en aprieto con los enemigos, porque era gente muy diestra en la guerra y tenían muchas fuerzas en su tierra, que había placido a nuestro Señor que habían salido de paz; y que aunque no había llegado a las otras provincias, que tenía por muy cierto que todos los naturales dellas se le vernían a dar por vasallos de vuestra majestad; y dende a quince días hobe cartas suyas, por las cuales me hizo saber cómo había pasado más adelante y que toda aquella tierra estaba ya de paz y que le parecía que para la tener segura era bien poblar en lo más a propósito della, como. mucho antes lo habíamos puesto en plática, y que viese lo que cerca dello debía hacer. Yo le escribí agradeciéndole mucho lo que había trabajado en aquella su jornada en servicio de vuestra majestad, y le hice saber que me parecía muy bien lo que decía acerca del poblar, y enviéle a decir que ficiese una vi

lla de españoles en la provincia de Tuxtebeque y que le pusiese nombre Medellín, y enviéle su nombramiento de alcaldes y regidores y otros oficiales, a los cuales todos encargué mirasen todo lo que conviniese al servicio de vuestra majestad y al buen tratamiento de los naturales.

El teniente de la villa de Segura la Frontera se par- see tió con su gente a la provincia de Guaxaca con mucha gente de guerra de aquella comarca, nuestros amigos; y aunque los naturales de la dicha provincia se pusieron en resistirle y peleó dos o tres veces con ellos muy reciamente, al fin se dieron de paz, sin recibir ningún daño; y de todo me escribió particularmente, y me informó cómo la tierra era muy buena y rica de se

minas, y me envió una muy singular muestra de oro dellas, que también envío a vuestra majestad, y él se quedó en la dicha provincia para hacer de allí lo que le enviase a mandar.

Habiendo dado orden en el despacho destas dos conquistas, y sabiendo el buen suceso dellas, y viendo cómo yo tenía ya pobladas tres villas de españoles y que conmigo estaban copia dellos en esta ciudad de Cuyoacán, habiendo platicado en qué parte haríamos otra población alrededor de las lagunas, porque desta había más necesidad para la seguridad y sosiego de todas estas partes, y asimismo viendo que la ciudad de Temixtitán, que era cosa tan nombrada y de que tanto caso y memoria siempre se ha fecho, pareciónos que en ella era bien poblar, porque estaba toda destruída; y yo repartí los solares a los que se asentaron por vecinos, y hízose nombramiento de alcaldes y regidores en nombre de vuestra majestad, según en sus reinos se acostumbra; y entre tanto que las casas se hacen, acordamos de estar y residir en esta ciudad de Cuyoacán, donde al presente estamos; de cuatro o cinco meses acá, que la dicha ciudad de Temixtitán se va reparando, está muy hermosa, y crea vuestra majestad

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que cada día se irá ennobleciendo en tal manera, que como antes fué principal y señora de todas estas provincias, que lo será también de aquí adelante; y se hace y hará de tal manera que los españoles estén muy fuertes y seguros y muy señores de los naturales de manera que dellos en ninguna forma puedan ser ofendidos.

En este comedio, el señor de la provincia de Tecoantapeque, que es junto a la mar del Sur, y por donde la descubrieron los dos españoles, me envió ciertos principales, y con ellos se envió a ofrecer por vasallo de vuestra majestad, y me envió un presente de ciertas joyas y piezas de oro y plumajes, lo cual todo se entregó al tesorero de vuestra majestad, y yo les agradecí a aquellos mensajeros lo que de parte de su señor me dijeron, y les di ciertas cosas que le llevasen, y se volvieron muy alegres.

Asimismo vinieron a esta sazón los dos españoles que habían ido a la provincia de Mechuacán, por donde los mensajeros que el señor de allí me había enviado me habían dicho que también por aquella parte se podía ir a la mar del Sur, salvo que había de ser por tierra de un señor que era su enemigo; y con los dos españoles vino un hermano del señor de Mechuacán, y con él otros principales y servidores, que pasaban de mil personas, a los cuales yo recibí mostrándoles mucho amor; e de parte del señor de la dicha provincia, que se dice Calcucín, me dieron para vuestra majestad un presente de rodelas de plata, que pesaron tantos marcos, y otras cosas muchas, que se entregaron al tesorero de vuestra majestad; y por que viesen nuestra manera y lo contasen allá a su señor, hice salir a todos los de caballo a una plaza, y delante dellos corrieron y escaramuzaron; y la gente de pie salió en ordenanza y los escopeteros soltaron las escopetas, y con el artillería fice tirar a una torre, y quedaron todos muy espantados de ver lo que en ella se hizo y de ver co

rrer los caballos; y hícelos llevar a ver la destrucción y asolamiento de la ciudad de Temixtitán, que de la ver, y de ver su fuerza y fortaleza, por estar en el agua, quedaron muy más espantados. E a cabo de cuatro o cinco días, dándoles muchas cosas para su señor de las que ellos tienen en estima, y para ellos, se partieron muy alegres y contentos.

Antes de ahora he hecho relación a vuestra majestad del río de Pánuco, que es la costa abajo de la villa de la Veracruz cincuenta o sesenta leguas, al cual los navíos de Francisco de Garay habían ido dos o tres veces, y aun recibido harto daño de los naturales del dicho río, por la poca manera que se habían dado los capitanes que allí había enviado en la contratación que habían querido tener con los indios. E después yo, viendo que en toda la costa de la mar del Norte hay falta de puertos, y ninguno hay tal como aquel del río, e también porque aquellos naturales dél habían de antes venido a mí a se ofrecer por vasallos de vuestra majestad y ahora han hecho y hacen guerra a los vasallos de vuestra majestad, nuestros amigos, tenía acordado de enviar allá un capitán con cierta gente y pacificar toda aquella provincia; y si fuese tierra tal para poblar, hacer allí en el río una villa, porque todo lo de aquella comarca se aseguraría; y aunque éramos pocos, y derramados en tres o cuatro partes, y tenía por esta causa alguna contradicción para no sacar más gente de aquí, empero, así por socorrer a nuestros amigos como porque después que se había ganado la ciudad de Temixtitán habían venido navíos y habían traído alguna gente y caballos, hice aderezar veinte y cinco de caballo y ciento y cincuenta peones, y un capitán con ellos, para que fuesen al dicho río. Y estando despachando a este capitán me escribieron de la villa de la Veracruz cómo allí al puerto della había llegado un navío, y que en él venía Cristóbal de Tapia, veedor de las fundiciones de la isla Española, del cual

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