Imatges de pàgina
PDF
EPUB

criados míos en la canoa que aquellos españoles traían,) para que fuesen al pueblo de los españoles con una carta mía en que les hacía saber de mi venida y que yo me iba a poner al paso del río, y que les rogaba mucho allí me enviasen todo el aderezo de barcas y canoas, en que pasase; e yo me fuí luego con toda mi compañía al dicho paso del río, que estuve tres días en llegar a él, y allí vino a mí un Diego Nieto, que dijo estar allí por justicia; me trujo una barca y una canoa, en que yo con diez o doce pasé aquella noche al pueblo, y aun me vi en harto trabajo, porque nos tomó un viento al pasar, y como el río es muy ancho allí a la boca de la mar, por donde lo pasamos estuvimos en mucho peligro de perdernos, y plugo a nuestro Señor de sacarnos a puerto. Otro día hice aderezar otra barca que allí estaba y buscar más canoas y atarlas de dos en dos, y con este aderezo pasó toda la gente y caballos en cinco o seis días.

La gente de españoles que yo allí hallé fueron hasta sesenta hombres y veinte mujeres que el capitán Gil González de Avila allí había dejado, los cuales los hallé tales que era la mayor compasión del mundo de los ver, y de ver las alegrías que con mi venida hicieron, porque, en la verdad, si yo no llegara, fuera imposible escapar ninguno dellos; porque demás de ser pocos y desarmados y sin caballos estaban muy enfermos y llagados y muertos de hambre, porque se les acababan los bastimentos que habían traído de las islas y alguno que habían habido en aquel pueblo cuando lo tomaron a los naturales dél; y acabados no tenían remedio de donde haber otros, porque no estaban para irlos a buscar por la tierra, y ya que los tuvieran, estaban en tal parte asentados que por ninguna tenían salida, digo que ellos supiesen ni pudiesen hallar, según se halló después con dificultad; y la poca posibilidad que en ellos había para salir a ninguna parte, porque a media legua de donde estaban poblados jamás habían

salido por tierra, y vista la gran necesidad de aquella gente, determiné de buscar algún remedio para los sostener en tanto que le hallaba para poderlos enviar a las islas, donde se aviasen; porque de todos ellos no había ocho para poder quedar en la tierra ya que se hobiese de poblar; y luego, de la gente que yo truje envié por muchas partes por la mar en dos barcas que allí tenían y en cinco o seis canoas, y la primera salida que se hizo fué a una boca de un río que se llama Yasa, que está diez leguas deste pueblo, donde, yo hallé estos cristianos hacia el camino por donde había venido, porque yo tenía noticia que allí había pueblos y muchos bastimentos; y fué esta gente, y llegaron al dicho río, y subieron por él seis leguas arriba, y dieron en unas labranzas asaz grandes, y los naturales de la tierra sintiéronlos venir y alzaron los bastimentos que tenían en unas caserías que por aquellas estancias había, y sus mujeres y hijos y haciendas, y ellos se abscondieron en los montes; y como los españoles allegaron por aquellas caserías, dicen que les hizo una grande agua, y recogiéronse a una gran casa que allí había, y como descuidados y mojados, todos se desarmaron y aun muchos se desnudaron para enjugar sus ropas y calentarse a fuegos que habían hecho; y estando así descuidados, los naturales de la tierra dieron sobre ellos, y como los tomaron desapercibidos hirieron muchos dellos, de tal manera que les fué forzado tornarse a embarcar y venir de donde yo estaba sin más recaudo del que habían llevado. Y como vinieron Dios sabe lo que yo sentí, así por verlos heridos y aun algunos dellos peligrosos, y por el favor que a los indios quedaría, como por el poco remedio que trujeron para la gran necesidad en que estábamos.

Luego a la hora, en las mesmas barcas y canoas torné a embarcar otro capitán con más gente, así de españoles como de los naturales de Méjico que conmigo fueron, y porque no pudo ir toda la gente en las dichas

barcas hiceles pasar de la otra parte de aquel gran río que está cabe este pueblo, y mandé que se fuesen por toda la costa y que las barcas y canoas se fuesen tierra a tierra junto con ellos para pasar los ancones y ríos, que hay muchos, y así fueron y llegaron a la boca del dicho río donde primero habían herido los otros españoles, y volviéronse sin hacer cosa ninguna ni traer recaudo de bastimento más de tomar cuatro indios que iban en una canoa por la mar; y preguntados cómo se venían ansí, dijeron que con las muchas aguas que hacía venía el río tan furioso, que jamás habían podido subir por él arriba una legua, y que creyendo que amansara habían estado esperando a la baja ocho días sin ningún bastimento ni fuego, mas de frutas de árboles silvestres, de que algunos vinieron tales que fué menester harto remedio para escaparlos. Vídeme aquí en harto aprieto y necesidad; que si no fuera por unos pocos de puercos que me habían quedado del camino, que comíamos con harta regla y sin pan ni sal, todos nos quedáramos aislados; pregunté con la lengua a aquellos indios que habían tomado en la canoa si sabían ellos por allí a alguna parte donde pudiésemos ir a tomar bastimentos, prometiéndoles que si me encaminasen donde los hobiese que los pondría en libertad, y demás les daría muchas cosas, y uno dellos dijo que él era mercader y todos los otros sus esclavos, y que él había ido por allí de mercaduría muchas veces con sus navíos, y que él sabía un estero que atravesaba desde allí hasta un gran río, por donde en tiempo que hacía tormentas y no podían navegar por la mar todos los mercaderes atravesaban, y que en aquel río había muy grandes poblaciones y de gente muy rica y abastada de bastimentos, y que él los guiaría a ciertos pueblos donde muy cumplidamente pudiesen cargar de todos los bastimentos que quisiesen, y por que yo fuese cierto que él no mentía, que le llevase atado con una cadena, para que si no fuese así yo le mandase dar la pena que mere

ciese; y luego hice aderezar las barcas y canoas y metí en ellas toda cuanta gente sana en mi compañía había, y enviélos con aquella guía, y fueron, y a cabo de diez días volvieron de la manera que habían ido, diciendo que la guía los había metido por unas ciénagas donde las barcas ni canoas no podían navegar, y que habían hecho todo lo posible por pasar y que jamás habían hallado remedio. Pregunté a la guía cómo me había burlado; respondióme que no había, sino que aquellos españoles con quien yo le envié no habían querido pasar adelante; que ya estaban muy cerca de atravesar a la mar a donde el río subía, y aun muchos de los españoles confesaron que habían oído muy claro el ruido de la mar, y que no podía estar muy lejos de donde ellos habían llegado. No se puede decir lo que sentí el verme tan sin remedio, que casi estaba sin esperanza dél, y con pensamiento que ninguno podía escapar de cuantos allí estábamos, sino morir de hambre; y estando en esta perplejidad, Dios nuestro Señor, que de remediar semejantes necesidades siempre tiene cargo, en especial a mi inmérito, que tantas veces me ha remediado y socorrido en ellas por andar yo en el real servicio de vuestra majestad, aportó allí un navío que venía de las islas harto sin sospecha de hallarme, el cual traía hasta treinta hombres, sin la gente que navegaba el dicho navío, y trece caballos y setenta y tantos puercos y doce bitas de carne salada, y pan hasta treinta cargas de lo de las islas. Dimos todos muchas gracias a nuestro Señor, que en tanta necesidad nos había socorrido, y compré todos aquellos bastimentos y el navío, que me costó todo cuatro mil pesos, y ya yo me había dado priesa a adobar una carabela que aquellos españoles tenían casi perdida y a hacer un bergantín de otros que allí había quebrados, y cuando este navío vino ya la carabela estaba adobada, aunque al bergantín no creo que pudiéramos dar fin si no viniera aquel navío, porque vino en él hombre que, aunque no era

carpintero, tuvo para ello harta buena manera; y andando por la tierra por unas y otras partes se halló una vereda por unas muy ásperas sierras, que a diez y ocho leguas de allí fué a salir a cierta población que se dice Leguela, donde se hallaron muchos bastimentos; pero como estaba tan lejos y de tan mal camino, era imposible proveernos dellos.

De ciertos indios que se tomaron allí en Leguela se

supo que Naco es el pueblo donde estuvieron Falaise shall

co de las Casas y Cristóbal de Olid y Gil González de Avila, y donde el dicho Cristóbal de Olid murió, como ya a vuestra majestad tengo hecha relación y adelante diré; también de ello yo tuve noticia por aquellos españoles que hallé en aquel pueblo, y luego hice abrir el camino y envié un capitán con toda la gente y caballos; que en mi compañía no quedaron sino los enfermos y los criados de mi casa y algunas personas que se quisieron quedar conmigo para ir por la mar, y mandé a aquel capitán que se fuese hasta el dicho pueblo de Naco y que trabajase en apaciguar la gente de aquella provincia, porque quedó algo alborotada del tiempo que allí estuvieron aquellos capitanes, y que llegado, luego enviase diez o doce de caballo y otros tantos ballesteros a la bahía de San Andrés, que está veinte leguas del dicho pueblo; porque yo me partiría por la mar con aquellos navíos, y con ellos todos aquellos enfermos y gente que conmigo quedaron, y me iría a la dicha bahía y puerto de Sant Andrés, y que si yo llegase primero esperaría allí la gente que él había de enviar, y que les mandase que si ellos llegasen primero también me esperasen, para que les dijese lo que habían de hacer.

Después de partida esta gente y acabado el bergantín, quise meterme con la gente en los navíos para navegar, y hallé que aunque teníamos algún bastimento de carne que no lo teníamos de pan, y que era gran inconveniente meterme en la mar con tanta gente en

« AnteriorContinua »