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te caso, por el que el indio era castigado con ocho días de trabajo en alguna obra pública ó en su defecto trasquilado, mientras que al negro por igual delito, se le condenaba á 200 azotes si era esclavo, y á destierro perpetuo si era libre.

Los negros cimarrones eran perseguidos por cazadores españoles á quienes se les abonaba de 5 á 25 pesos por cada uno, y si no se les podía dar alcance, era lícito matarlos y bastaba presentar la ca⚫ bezo del negro al Cabildo para tener opción al premio ofrecido.

Los negros ó negras, libres ó esclavos, estaban prohibidos de comprar á los indios ó españoles verduras ó frutas para revenderlas, so pena de azo

tes.

No debe estrañare que á estos desgraciados se les diera tan mal trato, cuando hubo Papa que para justificar ese inícuo procedimiento se atrevió á decir que los negros no tenían alma.

Los indios no eran mejor tratados que los negros, por lo que el Marqués de Mancera, compadecido; pero impotente para redimirlos se expresa asì en su Memoria:

<Tienen por enemigos estos pobres indios, la <codicia de sus corregidores, de sus curas, y de sus <caciques, todos atentos á enriquecerse de su su<dor; era menester el celo de un virrey para cada

«uno».

Como se vé pues, el enemigo del indio no ha desaparecido hasta hoy, pues sigue siendo explotado por los mismos de ayer.

PIRATAS

El puerto del Callao, fuè en varias ocasiones, atacado por los piratas, antes de su fortificación.

El primer hecho de esta clase, que se recuerda, es la entrada del audaz marino Sir. Franc Drake, en la noche del 13 de febrero de 1579 quien con sus dos buquecitos de 200 toneladas á lo más, apoderóse de los que estaban fondeados en la bahía, cuyo número no era menos de 12 y después de trasbordar á sus naves todo lo mas valioso que encontró, procediò á hundir unos y soltar al garete

otros.

Drake permaneció fondeado todo el día sin ser molestado, por que el puerto no esperaba esta clase de sorpresas, y estaba abandonado de toda defensa.

Los buques de Drake enarbolaban la bandera inglesa.

Muchas fueron las piraterías que cometió Drake en el Pacifico, antes de regresar á su país, viaje que hizo por el cabo de Buena Esperanza.

Este marino fué posteriormente Almirante de la Gran Bretaña.

En 1594 el pirata Hawkins, con su Linda, único buque armado que traía con bandera inglesa. también vino á las costas del Perú, y quizá hubiera intentado llegar hasta el Callao, si una flota de tres buques «La Almiranta», «La Capitana» y un «Patache» que salió del puerto al mando de don Beltran Castro de la Cueva no le detiene en Paracas en donde hubo un encuentro naval, el primero en estas costas, en el cual salió tan mal librada la flota española, como que á su regreso «La Almiranta» quedó rezagada para pontón, y «La Capitana y el Patache sufrieron una buena refección, después de la cual salieron á la mar nuevamente en persecución de la «Linda».

Sorprendiéronla á la sombra de los Arrecifes de Atacama, en donde tuvo Beltran, mejor suerte, pués consiguió la rendición de Hawkins.

En 1615, se presentó en las costas del Sur, de Chile una flota holandesa al mando de Jorge Spitberg, compuesta de cinco buques: «Gran Sol», «Luna», «Venatoria», «Eolo», «Laro» y «Amsterdan»,

Al tener conocimiento de esto el Virrey del Perù Marqués de Montesclaros envió en su persecuciòn cuatro navíos, al mando del almirante Pulgar, quién se encontrò con las naves enemigas frente á Cerro Azul.

En esta ocasión resultaron también mal traídos los buques españoles, pues el nuevo buque Almirante» quedó sepultado en las aguas, el «Patache» fué capturado. Los buques «Capitana» y «Gobierno» consiguieron escapar, llegando al Callao perseguidos por la flota holandesa que penetró hasta el fondeadero de los buques mercantes, entre los cuales se habían refugiado los perseguidos.

En esta época, el puerto ya estaba artillado, y esto evitó que Spitberg consumara su obra. Retiróse á la Isla de San Lorenzo, en donde se mantuvo ocho dias reparando las averías que sufrieron

sus naves.

Después de este hecho, Spitberg. se ausentó con su flota de las aguas del Pacífico.

Posteriormente y durante el Gobierno del Virrey, Marqués de Guadalcazar, se presentaron en el puerto once buques al mando del Almirante holandés Jacobo Heremite Clerk, más conocido por Heremite; tenía á sus órdenes 1637 hombres y 274 cañones, por lo que se supone que se propuso saquear el Callao.

Esta flota había sido armada y equipada por el príncipe Mauricio de Orange quien dispuso esa invasión, en su deseo de llevar la guerra que Holanda hacìa á España, hasta las colonias de ésta. Salió la escuadra, de Gorce, el 29 de Abril de 1623, llegando frente al Callao, sin hacer alto más que en la Isla de Juan Fernández para refresco de su gente, á fines de febrero del siguiente año, habiendo pasado por el cabo de Hornos el 2 de ese mes.

En esta aflictiva situación, en el puerto sólo habían la «Loreto» y la «San Bartolomé», como buques de defensa marítima, pero la prudencia aconsejó á sus jefes encerrarlos entre parapetos de maderos, protegidos además por las chatas y galeras artilladas.

Como el puerto estaba defendido del lado de tierra, pues en esta época la ciudad se hallaba atrincherada, Heremite no consiguió su objeto y sólo bloqueó el Callao, tomando la Isla de San Lorenzo, como centro de sus operaciones, desde donde envió expediciones á la costa, desde Pisco á Guayaquil.

I

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