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que aquella armada traía, y que holgaba que fuese él, porque tenía otro pensamiento, viendo que los mensajeros que yo había enviado no venían; pero que pues él sabía que yo estaba en esta tierra en servicio de vuestra alteza, me maravillaba no me escribiese o enviase mensajero haciéndome saber de su venida, pues sabía que yo había de holgar con ella, así por él ser mi amigo mucho tiempo había, como porque creía que él venía a servir a vuestra alteza, que era lo que yo más deseaba; y enviar, como había enviado, sobornadores y cartas de inducimiento a las personas que yo tenía en mi compañía, en servicio de vuestra majestad, para que se levantasen contra mí y se pasasen a él, como si fuéramos los unos infieles y los otros cristianos, o los unos vasallos de vuestra alteza y los otros sus deservidores; e que le pedía por merced que de allí adelante no tuviese aquellas formas, antes me hiciese saber la causa de su venida; y que me habían dicho que se intitulaba capitán general y teniente de gobernador por Diego Velázquez, y que por tal se había hecho pregonar y publicar en la tierra; e que había hecho alcaldes y regidores y ejecutado justicia, lo cual era en mucho deservicio de vuesta alteza y contra todas sus leyes; porque siendo esta tierra de vuestra majestad, y estando poblada de sus vasallos, y habiendo en ella justicia y cabildo, que no se debía intitular de los dichos oficios ni usar dellos sin ser primero a ellos recibido, puesto que para los ejercer trujese provisiones de vuestra majestad. Las cuales si traía, le pedía por merced y le requería las presentase ante mí y ante el cabildo de la Veracruz, y que dél y de mí serían obedecidas como cartas y provisiones de nuestro rey y señor natural, y cumplidas en cuanto al real servicio de vuestra majestad conviniese; porque yo estaba en aquella ciudad, y en ella tenía preso a aquel señor, y tenía mucha suma de oro y joyas, así de lo de vuestra alteza como de los de mi compañía y mío, lo cual yo no osaba dejar, con temor

que salido yo de la dicha ciudad la gente se rebelase y perdiese tanta cantidad de oro y joyas y tal ciudad, mayormente que perdida aquélla, era perdida toda la tierra. E asimismo di al dicho clérigo una carta para el dicho licenciado Ayllón, al cual, según después yo supe, al tiempo que el dicho clérigo llegó había prendido el dicho Narváez y enviado preso con dos navíos.

El día que el dicho clérigo se partió me llegó un mensajero de los que estaban en la villa de la Veracruz, por el cual me hacían saber que toda la gente de los naturales de la tierra estaban levantados y hechos con el dicho Narváez, en especial los de la ciudad de Cempoal y su partido, y que ninguno dellos quería venir a servir a la dicha villa, así en la fortaleza como en las otras cosas en que solían servir, porque decían que Narváez les había dicho que yo era malo, y que me venía a prender a mí y a todos los de mi compañía y llevarnos presos y dejar la tierra, y que la gente que el dicho Narváez traía era mucha y la que yo tenía poca. E que él traía muchos caballos y muchos tiros y que yo tenía pocos, y que querían ser a viva quien vence. E que también me facían saber que eran informados de los dichos indios que el dicho Narváez se venía a aposentar a la dicha ciudad de Cempoal, y que ya sabía cuán cerca estaba de aquella villa; y que creían, según eran informados del mal propósito que el dicho Narváez contra todos traía, que desde allí venía sobre ellos y teniendo de su parte los indios de la dicha ciudad; y por tanto me hacían saber que ellos dejaban la villa sola por no pelear con ellos; y por evitar escándalo se subían a la sierra a causa de un señor, vasallo de vuestra alteza y amigo nuestro, y que allí pensaban estar hasta que yo les enviase a decir lo que ficiesen. E como yo vi el gran daño que se comenzaba a revolver y cómo la tierra se levantaba a causa del dicho Narváez, parecióme que con ir yo donde él estaba se apaciguaría mucho, porque viéndome los indios

presente no se osarían a levantar. Y también porque pensaba dar orden con el dicho Narváez cómo tan gran mal como se comenzaba cesase. E así, me partí aquel mismo día, dejando la fortaleza muy bien bastecida de maíz y de agua y quinientos hombres dentro della y algunos tiros de pólvora. E con la otra gente

Fig. 2.-Portada de la Carta segunda de relación de Hernán Cortés, en la edición de Zaragoza de

1524.

que allí tenía, que
serían hasta setenta
hombres, seguí mi
camino con al-
gunas personas
principales de los
del dicho Muteczu-
ma. Al cual yo,
antes que me par-
tiese, hice muchos
razonamientos, di-
ciéndole que mira-
él era vasa-

se que
llo de vuestra al-

teza y que agora
había de recibir
mercedes de vues-
tra majestad por

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los servicios que le había hecho, y que aquellos españoles le dejaba encomendados con todo aquel oro y joyas que él me había dado y mandado dar para vuestra alteza, porque yo iba a aquella gente que allí había venido, a saber qué gente era, porque hasta entonces no lo había sabido, y creía que debía ser alguna mala gente, y no vasallos de vuestra alteza. Y él me prometió de los hacer proveer de todo lo necesario, y guardar mucho todo lo que allí le dejaba puesto para vuestra majestad, y que aquellos suyos que iban conmigo me llevarían por camino que no saliese de su tierra, y me harían proveer en él de todo lo que hobiesen menester, y que me rogaba, si aquella fuese gente mala,

que se lo ficiese saber, porque luego proveería a mucha gente de guerra para que fuesen a pelear con ellos y echarlos fuera de la tierra. Lo cual todo yo le agradecí, y certifiqué que por ello vuestra alteza le mandaría hacer muchas mercedes, y le di muchas joyas y ropas a él y a un hijo suyo, y a muchos señores que estaban con él a la sazón. Y en una ciudad que se dice Chururtecal, topé a Juan Velázquez, capitán que, como he dicho, enviaba Quacucalto, que con toda la gente se venía, y sacados algunos que venían mal dispuestos, que envié a la ciudad, con él y con los demás seguí mi camino, y quince leguas adelante de Chururtecal topé aquel padre religioso de mi compañía que yo había enviado al puerto a saber qué gente era la del armada que allí había venido. El cual me trujo una carta del dicho Narváez, en que me decía que él traía ciertas provisiones para tener esta tierra por Diego Velázquez; que luego fuese donde él estaba a las obedecer y cumplir, y que él tenía hecha una villa y alcaldes regidores. E del dicho religioso supe cómo habían prendido al dicho licenciado Ayllón y a su escribano y alguacil, y los habían enviado en dos navíos, y cómo allá le habían acometido con partidos, para que él atrajese algunos de los de mi compañía que se pasasen al dicho Narváez; y cómo habían hecho alarde delante dél y de ciertos indios que con él iban de toda la gente, así de pie como de caballo, y soltar el artillería que estaba en los navíos y la que tenían en tierra, a fin de los atemorizar; porque le dijeron al dicho religioso: «Mirad cómo os podéis defender de nosotros, si no hacéis lo que quisiéremos. E también me dijo cómo había hallado con el dicho Narváez a un señor natural desta tierra, vasallo del dicho Muteczuma, y que le tenía por gobernador suyo en toda su tierra de los puertos hacia la costa de la mar; y que supo que al dicho Narváez le había hablado de parte del dicho Muteczuma y dádole ciertas joyas de oro, y el

y

dicho Narváez le había dado también a él ciertas cosillas; y que supo que había despachado de allí ciertos mensajeros para el dicho Muteczuma y enviado a le decir que él le soltaría, y que venía a prenderme a mí y a todos los de mi compañía, e irse luego y dejar la tierra; y que él no quería oro, sino, preso yo y los que conmigo estaban, volverse y dejar la tierra y sus naturales della en plena libertad. Finalmente, que supe que su intención era de se aposesionar en la tierra por su autoridad, sin pedir que fuese recibido de ninguna persona; y no queriendo yo ni los de mi compañía tenerle por capitán y justicia en nombre del dicho Diego Velázquez, venir contra nosotros y tomarnos por guerra; y que para ello estaba confederado con los naturales de la tierra, en especial con el dicho Muteczuma, por sus mensajeros; y como yo viese tan manifiesto el daño y deservicio que a vuestra majestad de lo susodicho se podía seguir, puesto que me dijeron el gran poder que traía, y aunque traía mandado de Diego Velázquez que a mí y ciertos de los de mi compañía que venían señalados que luego que nos pudiese haber nos ahorcase, no dejé de me acercar más a él, creyendo por bien hacelle conocer el gran deservicio que a vuestra alteza hacía y poderle apartar del mal propósito y dañada voluntad que traía; e así, seguí mi camino, y quince leguas antes de llegar a la ciudad de Cempoal, donde el dicho Narváez estaba aposentado, llegaron a mí el clérigo dellos, que los de la Veracruz habían enviado, y con quien yo al dicho Narváez y al licenciado Ayllón había escrito, y otro clérigo y un Andrés de Duero, vecino de la isla Fernandina, que asimismo vino con el dicho Narváez, los cuales, en respuesta de mi carta, me dijeron de parte del dicho Narváez que yo todavía le fuese a obedecer y tener por capitán y le entregase la tierra, porque de otra manera me sería hecho mucho daño, porque el dicho Narváez traía muy gran poder y yo tenía poco; y de

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