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de la armada. Díjose misa en aquel altar el día siguiente, y asistieron á ella, mezclados con los españoles, el cacique y mucho número de indios con un silencio que parecia devocion; y pudo ser efecto natural del respeto que infunden aquellas santas ceremonias, ó sobrenatural del mismo inefable misterio.

Así ocuparon el tiempo Cortés y sus soldados, hasta que pasados los ocho dias que llevó de término Diego de Ordaz para esperar á los españoles que estaban cautivos en Yucatan, volvió á la isla sin traer noticia de ellos ni de los indios que se encargaron de buscarlos. Sintiólo mucho Hernan Cortés; pero en la duda de que le hubiesen engañado aquellos bárbaros por quedarse con los rescates que tanto codiciaban, no quiso detener su viage ni dar á entender su recelo al cacique; antes se despidió de él con urbanidad y agasajo, encargándole mucho la cruz y aquella santa imágen que dejaba en su poder, cuya veneracion fiaba de su amistad, entretanto que mejor instruido pudiese abrazar la verdad con el entendimiento.

CAPITULO XVI.

Prosigue Hernan Cortés su viage, y se halla obligado de un accidente á volver á la misma isla recoge con esta detencion á Gerónimo de Aguilar, que estaba cautivo en Yucatan, y se da cuenta de su cautiverio.

Volvió Cortés á su navegacion con ánimo de seguir el mismo rumbo que abrió Juan de Grijalva, y buscar aquellas tierras de donde le retiró su demasiada obediencia. Iba la armada viento en popa, y todos alegres de verse ya en viage; pero á pocas horas de prosperidad se hallaron en un accidente que los puso en cuidado. Disparó una pieza el navío de Juan de Escalante ; y volviendo todos á mirarle, repararon al principio en que seguia con dificultad, y despues en que tomaba la vuelta de la isla. Conoció Hernan Cortés lo que aquellas señas daban á entender; y sin detener en el discurso la resolucion, mandó que toda la armada volviese en su seguimiento. Fue bien necesaria la diligencia de Juan de Escalante para escapar el bajel; porque se iba llenando de agua tan irremediablemente, que llegó á la isla en términos de anegarse, aunque tardaron poco los que venian en su socorro. Desembarcó la gente; y acudieron luego á la costa el cacique y algunos de sus indios, que al parecer no dejaban de estrañar con algun recelo la brevedad de la vuelta; pero luego que entendieron la causa ayudaron con alegre solicitud á la descarga del bajel, y asistieron despues á los reparos y á la carena de que necesitaba; siendo en uno y en otro de mucho servicio sus canoas, y la destreza con que las manejaban.

Entretanto que esto se disponia, fue Hernan Cortés acompañado del cacique y de algunos de sus soldados, á visitar y reconocer el templo; y halló la cruz y la imágen de nuestra Señora en el mismo lugar donde quedaron colocadas: notando con gran consuelo suyo

algunas señales de veneracion que se reconocian en la limpieza y perfumes del templo, y en diferentes flores y ramos con que tenian adornado el altar. Dió las gracias al cacique de que se hubiese tenido en su ausencia aquel cuidado; y él las admitia, y se congratulaba con todos, encareciendo como hazaña de su buen proceder aquellas dos ó tres horas de constancia.

Digno es de particular reparo este accidente que detuvo el viage de Cortés, obligándole á desandar aquellas leguas que habia navegado. Algunos sucesos, aunque caben en la posibilidad y en la contingencia, se hacen advertir como algo mas que casuales. Quien vió interrumpida la navegacion de la armada, y aquel navío que se anegaba, pudo tener este embarazo por una desgracia fácil de suceder; pero quien viere que aquel mismo tiempo que fue necesario para reparar el navío, lo fue tambien para que llegase á la isla uno de los cautivos cristianos que estaban en Yucatan, y que se hallaba este con bastante noticia de aquellas lenguas para suplir la falta del intérprete, y que fue despues uno de los principales instrumentos de aquella conquista, no se contentará con poner todo este suceso en la jurisdiccion de los acasos, ni dejará de buscar, á mayores fines superior providencia.

Cuatro dias tardaron en el aderezo del bajel; y el último de ellos, cuando ya se trataba de la embarcacion, se dejó ver á larga distancia una canoa que venia atravesando el golfo de Yucatan en derechura de la isla. Conocióse á breve rato que traia indios armados, y pareció novedad la diligencia con que se aprovechaban de los remos, y se iban acercando á la isla sin recelarse de nuestra armada. Llegó esta novedad á noticia de Hernan Cortés, y ordenó que Andrés de Tapia se alargase con algunos soldados hacia el parage donde se encaminaba la canoa, y procurase examinar el intento de aquellos indios. Tomó Andres de Tapia puesto acomodado para no ser descubierto; pero al reconocer que saltaban en tierra con prevencion de arcos y flechas, los dejó que se apartasen de la costa, y los embistió con la mar á las espaldas, porque no se le pudiesen escapar. Quisieron huir luego que le descubrieron; pero uno de ellos, sosegando á los demas, se detuvo á tres ó cuatro pasos, y dijo en voz alta algunas palabras castellanas, dándose á conocer por el nombre de cristiano. Recibióle Andrés de Tapia con los brazos; y gustoso de su buena suerte le llevó á la presencia de Hernan Cortés acompañado de aquellos indios, que segun lo que se conoció despues, eran los mensageros que dejó Diego de Ordaz en la costa de Yucatan. Venia desnudo el cristiano, aunque no sin algun género de ropa que hacia decente la desnudez: ocupado el un hombro con el arco y el carcax, y terciada sobre el otro una manta á manera de capa, en cuyo estremo traia atacadas unas horas de nuestra Señora, que manifestó luego, enseñándolas á todos los españoles, y atribuyendo á su devocion la dicha de verse con los cristianos: tan bozal en las cortesías, que no acertaba á desasirse de la costumbre, ni á formar cláu.

sulas enteras, sin que tropezase la lengua en palabras que no se dejaban entender. Agasajóle mucho Hernan Cortés; y cubriéndole entonces con su mismo capote, se informó por mayor de quien era, y ordenó que le vistiesen y regalasen; celebrando entre todos sus soldados como felicidad suya y de su jornada el haber redimido de aquella esclavitud á un cristiano; que por entonces solo se habian descubierto los motivos de la piedad.

Llamábase Gerónimo de Aguilar, natural de Ecija: estaba ordenado de Evangelio; y segun lo que despues refirió de su fortuna y sucesos, habia estado cerca de ocho años en aquel miserable cautiverio. Padeció naufragio en los bajos que llaman de los Alacranes una carabela en que pasaba del Darien á la isla de Santo Domingo; y escapando en el esquife con otros veinte compañeros, se hallaron todos arrojados del mar en la costa de Yucatan, donde los prendieron y llevaron á una tierra de indios caribes: cuyo cacique mandó apartar luego á los que venian mejor tratados para sacrificarlos á sus ídolos, y celebrar despues un banquete con los miserables despojos del sacrificio. Uno de los que se reservaron para otra ocasion (defendidos entonces de su misma flaqueza) fue Gerónimo de Aguilar; pero le prendieron rigurosamente, y le regalaban con igual inhumanidad, pues le iban disponiendo para el segundo banquete. ¡Rara bestialidad, horrible á la naturaleza y á la pluma! Escapó como pudo de una jaula de madera en que le tenian, no tanto porque le pareciese posible salvar la vida, como para buscar otro género de muerte y caminando algunos dias apartado de las poblaciones, sin otro alimento que el que le daban las yerbas del campo, cayó despues en manos de unos indios que le presentaron á otro cacique enemigo del primero, á quien hizo menos inhumano la oposicion á su contrario, y el deseo de afectar mejores costumbres. Sirvióle algunos años, esperimentando en esta nueva esclavitud diferentes fortunas; porque al principio le obligó á trabajar mas de lo que alcanzaban sus fuerzas; pero despues le hizo mejor tratamiento, pagado al parecer de su obediencia, y particularmente de su honestidad; para cuya esperiencia le puso en algunas ocasiones menos decentes en la narracion, que admirables en su continencia : que no hay tan bárbaro entendimiento donde no se deje conocer alguna inclinacion á las virtudes. Dióle ocupacion cerca de su persona, y en breves dias tuvo su estimacion y su confianza.

Muerto este cacique, le dejó recomendado á un hijo suyo, con quien se hizo el mismo lugar, y le favorecieron mas las ocasiones de acreditarse; porque le movieron guerra los caciques comarcanos y en ella se debieron á su valor y consejo diferentes victorias: con que ya tenia el valimiento de su amo y la veneracion de todos, hallándose con tanta autoridad, que cuando llegó la carta de Cortés pudo fácilmente disponer su libertad, tratándola como recompensa de sus servicios, y ofrecer como dádiva suya las preseas que se le enviaron para su rescate.

Así lo referia él y que de los otros españoles que estaban cautivos en aquella tierra, solo vivia un marinero natural de Palos de Moguer, que se llamaba Gonzalo Guerrero; pero que habiéndole manifestado la carta de Hernan Cortés, y procurado traerle consigo, no lo pudo conseguir porque se hallaba casado con una india bien acomodada, y tenia en ella tres ó cuatro hijos, á cuyo amor atribuia su ceguedad: fingiendo estos afectos naturales para no dejar aquella lastimosa comodidad que en sus cortas obligaciones pesaba mas que la honra y que la religion (1). No hallamos que se refiera de otro español en estas conquistas semejante maldad indigno por cierto de esta memoria que hacemos de su nombre; pero no podemos borrar lo que escribieron otros, ni dejan de tener su enseñanza estas miserias á que está sujeta nuestra naturaleza, pues se conoce por ellas á lo que puede llegar el hombre, si le deja Dios.

CAPITULO XVII.

Prosigue Hernan Cortés su navegacion, y llega al rio de Grijalva, donde halla resistencia en los indios, y pelea con ellos en el mismo rio, y en la desembarcacion.

Partieron segunda vez de aquella isla en cuatro de marzo del mismo año de mil quinientos diez y nueve; y sin que se les ofreciese acaecimiento digno de memoria, doblaron la punta de Cotoche, que, como vimos, está en lo mas oriental de Yucatan ; y siguiendo la costa llegaron al parage de Champoton, donde se disputó si convenia salir á tierra: opinion á que se inclinaba Hernan Cortés por castigar en aquellos indios la resistencia que hicieron á Juan de Grijalva, y antes á Francisco Fernandez de Córdoba: y algunos soldados de los que se hallaron en ambas ocasiones, fomentaban con espíritu de venganza esta resolucion; pero el piloto mayor y los demas de su profesion se opusieron á ella con evidente demostracion, porque el viento que favorecia para pasar adelante era contrario para acercarse por aquella parte á la tierra; y así continuaron su viage y llegaron al rio de Grijalva, donde hubo menos que discurrir, porque el buen pasage que hicieron á su armada los indios de Tabasco, y el oro que entonces se llevó de aquella provincia eran dos incentivos poderosos que llamaban los ánimos á la tierra. Y Hernan Cortés condescendió con el voto comun de sus soldados, mirando á la conveniencia de conservar aquellos amigos, aunque no pensaba detenerse muchos dias en Tabasco, y siempre llevaba la mira en los dominios del príncipe Motezuma, cuyas

(1) En tiempo de Solís podia mirarse como una maldad el que un hombre no abandonase á su muger y sus hijos por irse con los cristianos. En el siglo presente no puede reputarse así. Guerrero obedeció en aquel acto á la naturaleza y á la religion: ni se desentendió de esta, puesto que la guardó en su alma, que es el verdadero templo de Dios.

noticias tuvo Juan de Grijalva en aquella provincia: siendo su dictámen que en este género de conquistas se debia ir primero á la cabeza que á los miembros, para llegar con las fuerzas enteras á lo mas dificultoso.

Sirvióse de la esperiencia que ya se tenia de aquel parage para disponer la entrada y dejando aferrados los navíos de mayor porte, hizo pasar á los que podian navegar por el rio, y á los esquifes toda la gente prevenida de sus armas, y empezó á caminar contra la corriente, observando el órden con que gobernó su faccion Juan de Grijalva. Reconocieron á breve rato considerable número de canoas de indios armados, que ocupaban las dos riberas al abrigo de diferentes tropas que se descubrian en la tierra. Fuese acercando Hernan Cortés con su fuerza unida, y ordenó que ninguno disparase ni diese á entender que se trataba de ofenderlos: imitando tambien en esto á Grijalva, como quien deseaba sin vanidad el acierto, y sabia cuanto se aventuraban los que se precian de abrir sendas, y tiran solo á diferenciarse de sus antecesores. Eran grandes las voces con que los indios procuraban detener á los forasteros y luego que se pudieron distinguir, se conoció que Gerónimo de Aguilar entendia la lengua de aquella nacion, por ser la misma ó muy semejante á la que se hablaba en Yucatan : y Hernan Cortés tuvo por obra del cielo el hallarse con intérprete de tanta satisfaccion. Dijo Aguilar que las voces que se percibian eran amenazas, y que aquellos indios estaban de guerra; por cuya causa se fue deteniendo Cortés, y le ordenó que se adelantase en uno de los esquifes y los requiriese con la paz, procurando ponerlos en razon. Ejecutólo asi, y volvió brevemente con noticia de que era grande el número de indios que estaban prevenidos para defender la entrada del rio; tan obstinados en su resolucion, que negaron con insolencia los oidos á su embajada. No quisiera Hernan Cortés dar principio en aquella tierra á su conquista, ni embarazar el curso de su navegacion; pero considerando que se hallaba ya en el empeño, no le pareció conveniente volver atrás, ni de buena consecuencia el dejar consentido aquel atrevimiento.

Ibase acercando la noche, que en tierra no conocida trae sobre los soldados segunda obscuridad; y así determinó hacer alto para esperar el dia y dando al mayor acierto de la faccion aquel tiempo que la dilataba, dispuso que se trajese la artillería de los bajeles mayores, y que se armase toda la gente con aquellos escaupiles ó capotes de algodon que resistian á las flechas; y dió las demas órdenes que tuvo por necesarias sin encarecer el riesgo ni desestimarle. Puso gran cuidado en esta primera empresa de su armada, conociendo lo que importa siempre el empezar bien; y particularnente en la guerra donde los buenos principios sirven al crédito de las armas y al mismo valor de los soldados: siendo como propiedad de la primera ocasion el influir en las que vienen despues, ó el tener no sé qué fuerza oculta sobre los demas sucesos.

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