Imatges de pàgina
PDF
EPUB

chos dias el altar, cuidando de su limpieza y adorno los mismos sacerdotes de los ídolos. Así lo refiere tambien Antonio de Herrera, y se aparta de los dos, añadiendo algunas circunstancias que pasan los límites de la exornacion, si esta puede caber en la retórica del historiador porque describe una procesion devota y armada, que se ordenó para conducir las santas imágenes al adoratorio : pone á la letra, ó supone la oracion recta que hizo Cortés delante de un crucifijo; y pondera un casi milagro de su devocion, animándose á decir, no sabemos de qué orígen, que se inquietaron poco despues los mejicanos, porque faltó el algua del cielo para el beneficio de sus campos que acudieron al mismo Cortés con principios de sedicion, clamando sobre que no llovian sus dioses, porque se habian introducido en su templo deidades forasteras que para conseguir que se quietasen les ofreció de parte de su Dios copiosa lluvia dentro de breves horas, y que respondió el cielo puntualmente á su promesa con grande admiracion de Motezuma y de toda la ciudad.

:

No discurrimos del empeño en que se puso, prometiendo milagros delante de unos infieles en prueba de su religion, que pudo ser ímpetu de su piedad; ni estrañamos la maravilla del suceso, que tambien pudo tener entonces aquel átomo de fé viva con que se merecen y consiguen los milagros. Pero el mismo hecho disuena tanto á la razon, que parece dificultoso de creer en las advertencias de Cortés, y en el genio y letras de fray Bartolomé de Olmedo. Pero caso que sucediese así el hecho de arruinar los ídolos de Méjico en la forma y en el tiempo que viene supuesto, siendo lícito al historiador el hacer juicio alguna vez de las acciones que refiere, hallamos en esta diferentes reparos, que nos obligan por lo menos á dudar el acierto de semejante determinacion en una ciudad tan populosa, donde se pudo tener por imposible lo que fue dificultoso en Cozumel. Corríase bien con Motezuma : consistia en su benevolencia toda la seguridad que se gozaba: no habia dado esperanzas de admitir el evangelio; antes duraba inexorable y obstinado en su idolatria: los mejicanos, sobre la dureza con que adoraban y defendian sus errores, andaban fáciles de inquietar contra los españoles. ¿ Pues qué prudencia pudo aconsejar que se intentase contra la voluntad de Motezuma semejante contratiempo? Si miramos al fin que se pretendia, le hallarémos inútil y fuera de toda razon. Empezar por los ídolos el desengaño de los idólatras: tratar una esterioridad infructuosa como triunfo de la religion: colocar las santas imágenes en un lugar inmundo y detestable : dejarlas al arbitrio de los sacerdotes gentiles, aventuradas á la irreverencia y al sacrilegio: celebrar entre los simulacros del demonio el inefable sacrificio de la misa. Y Antonio de Herrera califica estos atentados, con título de faccion memorable. Júzguelo quien lo leyere, que nosotros no hallamos razon de congruencia política ó cristiana para que se perdonasen tantos inconvenientes ; y dejando

en duda el acierto, querríamos antes que no hubiera sucedido esta irregularidad como la refieren, ó que no tuvieran lugar en la historia las verdades increibles (1).

(1) Solís refuta con sobrado fundamento el supuesto derribo de los ídolos del gran templo de Méjico, porque ninguna razon política ó religiosa podia autorizar un hecho tan imprudente como ridículo é intempestivo: es muy de creer, vista la disposicion de ánimo de los mejicanos, que el haber consumado aquel hecho hubiera sido lo mismo que sonar la hora de muerte para todos los españoles, tal fuerza tiene el espíritu religioso aun en los pueblos mas idiotas, y esa es la razon porque los conquistadores prudentes han respetado en todo tiempo la religion de los vencidos. Hernan Cortés se jacta en su relacion de haber hecho rodar los ídolos por las gradas del templo; accion increible y que hace dudar de la veracidad del historiador en las demas referidas en sus escritos. Bernal Diaz á pesar de no ser siempre muy verídico, y de tener casi igual interes que su gefe en hacer alarde de aquella valentonada religiosa, pues le acompañó al templo, dice que en efecto tuvo aquel pensamiento Cortés; pero que á persuasion de fray Bartolomé de Olmedo, se redujo á proponer á Motezuma le permitiese hacer una capilla inmediata á los ídolos, para que viera en el miedo de estos su falsedad por ser representacion del diablo etc.; de lo cual se mostró muy enojado Motezuma como prudentemente lo habia previsto el padre Olmedo: añadiendo que el emperador se puso á orar como por via de espiacion del pecado cometido en haber mostrado sus dioses á los españoles, y que estos aceleraron su salida del templo para que Motezuma y los sacer dotes no estuviesen inquietos con su presencia. El mismo Cortés haciendo referencia de este suceso, se contradice lastimosamente; porque en una parte asegura que Motezuma y los grandes sintieron mucho el derribo de los ídolos; y en otra dice que los mismos estuvieron á su lado con alegre semblante hasta que se quitaron aquellos y se colocaron imágenes de la Virgen, etc., etc. Herrera en su Década solamente refiere haber dicho Cortés á Motezuma que era gran lástima que señor de tan gran señorío, y tan gran principe y tanta gente, estuviesen tan engañados adorando y siguiendo al demonio. Esto es lo mas verosímil. Robertson, á pe sar de su juicio, dá crédito á semejante patraña, para poner una tacha mas á la prudencia de Cortés, harto imprudente en verdad por haberlo escrito en sus relaciones. Nada dice Cortés de haber ofrecido á los indios, de parte de Dios, la lluvia que apetecian, habiendo respondido en breves horas el cielo á su promesa, con asombro de Motezuma y de toda la ciudad. Por muy hábil que fuese Cortés en la meteorología, era muy de estrañar en su cautela, se aventurase á hacer una promesa en que pudiera faltar la voluntad de Dios para satisfacerla, ó fallar los signos materiales con que suele anunciarse la proximidad de la lluvia.

Muy comun es en nuestros antiguos historiadores atribuir á intervencion de la providencia suprema el buen éxito de aquellos acontecimientos, cuya combinacion no cabe al parecer en el juicio de los hombres. Loable pensamiento en el fondo, pero no pocas veces nocivo á la religion misma, por hacerla con harta frecuencia juguete de nuestros caprichos, y traer al Hacedor, causa primera de todo lo existente, por apoyo y patrono de actos que, aun cubiertos con el velo religioso, tal vez merezcan la eterna reprobacion del Supremo juez de nuestros mas ocultos pensamientos.

Robertson observa con este motivo el gracioso embarazo en que se vió Bernal Diaz del Castillo al referir la batalla contra los indios de Tabasco, incierto sobre si daria ó no crédito á la aparicion de Santiago ó de San Pedro peleando en favor de los españoles, segun lo cuenta Gomara. Aquel ingenuo militar no sabiendo á qué atenerse, pero diciendo de paso que solo habia visto á Francisco de Moria montado en un caballo castaño al lado de Cortés, transije con su duda añadiendo que pudiera ser que los que dice Gomara fueran los gloriosos apóstoles Señor Santiago ó Señor San Pedro; é yo como pecador no fuese digno de lo ver. Pero añade que otros pudieron verlos; porque allí en nuestra compañía habia sobre cuatrocientos soldados, y Cortés, y otros muchos caballeros, platicárase dello, y tomárase por testimonio etc. Cortés nada dice tampoco de semejante aparicion.

CAPITULO II.

Descúbrese una conjuracion que se iba disponiendo contra los españoles, ordenada por el rey de Tezcuco (1) ; y Motezuma, parte con su industria, y parte por las advertencias de Cortés, la sosiega castigando al que la fomentaba.

Tuvo desde sus principios esta empresa de los españoles notable desigualdad de accidentes: alternábanse contínuamente la quietud y los cuidados: unos dias reinaba sobre las dificultades la esperanza, y otros renacian los peligros de la misma seguridad propia condicion de los sucesos humanos, encadenarse y sucederse con breve intermision los bienes y los males. Y debemos creer que fue conveniente su instabilidad para corregir la destemplanza de nuestras pasiones.

La ciega gentilidad ponia esta série de los acaecimientos en una rueda imaginaria que se formaba en la trabazon de lo próspero y lo adverso, á cuyo movimiento daban cierta inteligencia sin eleccion, que llamaron fortuna, con que dejaban al acaso todo lo que deseaban ó temian; siendo en la verdad alta disposicion de la divina Providencia que duren poco en un estado las felicidades y los infortunios de la tierra, para que se posean ó toleren con moderacion, y suba el entendimiento á buscar la realidad de las cosas en la region de las almas.

Hallábanse ya los españoles bastantemente asegurados en la voluntad de Motezuma y en la estimacion de los mejicanos; pero al mismo tiempo que se gozaba de aquel sosiego favorable, se levantó nueva tempestad que puso en contingencia todas las prevenciones de Cortés. Movióla Cacumatzin, sobrino de Motezuma, rey de Tezcuco y primer elector del imperio. Era mozo inconsiderado y bullicioso, y dejándose aconsejar de su ambicion, determinó hacerse memorable á su nacion, sacando la cara contra los españoles con pretesto de poner en libertad á su rey : favorecíanle su dignidad y su sangre para esperar en la primera eleccion el imperio; y le pareció que una vez desnuda la espada podria llegar el caso de acercarse á la corona. Su primera diligencia fue desacreditar á Motezuma, murmurando entre los suyos de la indignidad y falta de espíritu con que se dejaba estar en aquella violenta sujecion. Acusó despues á los españoles, culpando como principio de tiranía la opresion en que le tenian, y la mano que se iban tomando en el gobierno, sin perdonar medio alguno de hacerlos odiosos y despreciables. Sembró despues la misma cizaña entre los demas reyezuelos de la laguna: y hallando

(1) En la época de la conquista eran reputados por monarcas los señores de Tezcuco, Méjico, Clacopan, y Gulhuacan: de este y del reino de Tlatilulco, era monarca Motezuma, y los demas súbditos y feudatarios suyos.

bastante disposicion en los ánimos, se resolvió á poner en ejecucion sus intentos, á cuyo fin convocó una junta de todos sus amigos y parientes, que se hizo de secreto en su palacio, concurriendo en ella los reyes de Cuyoacan, Iztacpalapa, Tacuba y Matalcingo (1), y otros señores ó caciques del contorno, personas de séquito y suposicion que mandaban gente de guerra y se preciaban de soldados.

Hízoles un razonamiento de grande aparato; y dando colores de celo á sus ocultos designios, ponderó el estado en que se hallaba su rey, olvidado al parecer de su misma libertad, y la obligacion que tenian de concurrir todos como buenos vasallos á sacarle de aquella servidumbre. Sinceróse con la proximidad de la sangre que le interesaba en los aciertos de su tio, y volviendo la mira contra los españoles : « ¿á qué aguardamos, amigos y parientes, dijo, que no abri» mos los ojos al oprobio de nuestra nacion, y á la vileza de nuestro » sufrimiento? ¿Nosotros que nacimos á las armas y ponemos nues» tra mayor felicidad en el terror de nuestros enemigos, concede» mos la cerviz al yugo afrentoso de una gente avenediza? ¿Qué son »sus atrevimientos sino acusaciones de nuestra flojedad y despre>> cios de nuestra paciencia? Consideremos lo que han conseguido » en breves dias, y conoceremos primero nuestro desaire, y des» pues nuestra obligacion. Arrojáronse á la corte de Méjico, inso» lentes de cuatro victorias en que los hizo valientes la falta de resistencia. Entraron en ella triunfantes á despecho de nuestro rey, y contra la voluntad de la nobleza y gobierno. Introdujeron consigo nuestros enemigos ó rebeldes, y los mantienen armados á » nuestros ojos dando vanidad á los tlascaltecas, y pisando el pundonor de los mejicanos. Quitaron la vida con público y escandaloso castigo á un general del imperio, tomando en ageno domi» nio jurisdiccion de magistrados, ó autoridad de legisladores. Y >> últimamente, prendieron al gran Motezuma en su alojamiento sa» cándole violentamente de su palacio; y no contentos con ponerle

[ocr errors]

ע

[ocr errors]

guardas á nuestra vista, pasaron á ultrajar su persona y dignidad >> con las prisiones de sus delincuentes. Así pasó: todos lo sabemos; » ¿pero quién habrá que lo crea sin desmentir á sus ojos? ¡0 verdad ignominiosa, digna del silencio y mejor para el olvido! ¿Pues en qué os deteneis, ilustres mejicanos? ¿Preso vuestro rey, y vos» otros desarmados? Esa libertad aparente de que le veis gozar estos » dias no es libertad, sino un tránsito engañoso, por el cual ha pasado » insensiblemente á otro cautiverio de mayor indecencia, pues le han >> tiranizado el corazon, y se han hecho dueños de su voluntad, que es » la prision mas indigna de los reyes. Ellos nos gobiernan y nos mandan, pues el que nos habia de mandar los obedece. Ya le veis des» cuidado en la conservacion de sus dominios, desatento á la defensa de sus leyes, y convertido el ánimo real en espíritu servil. Nosotros

[ocr errors]

(1) Estos no eran reyes; pero sí tenian el señorío de sus respectivas ciudades y términos anexos.

» que suponemos tanto en el imperio mejicano, debemos impedir > .con todo el hombro su ruina. Lo que nos toca es juntar nuestras fuerzas, acabar con estos avenedizos, y poner en libertad á nuestro rey. Si le desagradáremos, dejándole de obedecer en lo que conviene, conocerá el remedio cuando convalezca de la enfermedad; y si no le conociere, hombres tiene Méjico que sabrán lle» nar con sus sienes la corona; y no será el primero de nuestros » reyes, que por no saber reinar, ó reinar descuidadamente, se dejó » caer el cetro de las manos. »

[ocr errors]
[ocr errors]

En esta sustancia oró Cacumatzin, y con tanto fervor, que le siguieron todos, prorrumpiendo en grandes amenazas contra los españoles, y ofreciendo servir en la faccion personalmente. Solo el señor de Matalcingo, que se hallaba en el mismo grado, pariente de Motezuma, y tenia sus pensamientos de reinar, conoció lo interior de la propuesta, y tiró á desvanecer los designios de su competidor, añadiendo : « que tenia por necesario, y por mas conve

[ocr errors]

niente á la obligacion de todos, que se previniese á Motezuma de lo que intentaban y se tomase primero su licencia; pues no era » razon que se arrojasen armados á la casa donde residia sin poner » en salvo su persona, tanto por el peligro de su vida, como por » la disonancia de que pereciesen aquellos hombres debajo de las » alas de su rey. » Bajaron los demas esta proposicion como impraticable, diciéndole Cacumatzin algunos pesares que sufrió por no descomponer sus esperanzas, y se acabó la junta, quedando señalado el dia, discurrido el modo, y encargado el secreto.

Supieron casi á un mismo tiempo Motezuma y Cortés esta conjuracion: Motezuma por un aviso reservado que se atribuyó al señor de Matalcingo; y Cortés por la inteligencia de sus espías y confidentes. Buscáronse luego los dos para comunicarse la noticia de semejante novedad, y tuvo Motezuma la dicha de hablar primero, con que dejó saneada su intencion. Dióle cuenta de lo que pasaba : mostró grande irritacion contra su sobrino el de Tezcuco, y contra los demas conjurados, y propuso castigarlos con el rigor que merecian. Pero Hernan Cortés, dándole á entender que sabia todo el caso con algunas circunstancias que no dejasen en duda su comprension, le respondió: « que sentia mucho haber ocasionado

[ocr errors]

aquella inquietud en sus vasallos, y que por la misma razon » se hallaba obligado á tomar por su cuenta el remedio y venia con » ánimo de pedirle licencia para marchar con sus españoles á » Tezcuco, y atajar en su orígen el daño, trayéndole preso á Cacu» matzin, antes que se uniese con los demas coligados, y fuese » necesario pasar á mayores remedios. » No admitió Motezuma esta proposicion, antes procuró desviarla con total repugnancia, conociendo lo que perderia su autoridad y su poder, si se valiese de armas forasteras para castigar atrevimiento de esta calidad en hombres de aquella suposicion. Pidióle que disimulase por él su desabrimiento; y le dijo por última resolucion : « que no queria ni

« AnteriorContinua »