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capaz en mi sentir de toda la propiedad que corresponde á la esencia de las cosas, y de todo el ornato que alguna vez es necesario para endulzar lo útil de la oracion.

A tres géneros de darse á entender con las palabras, reducen los eruditos el carácter ó el estilo de que se puede usar en diferentes facultades, y todos caben ó son permitidos en la historia. El humilde ó familiar, que se usa en las cartas ó en la conversacion, pertenece á la narracion de los sucesos: el moderado, que se prescribe á los oradores, se debe seguir en los razonamientos, que algunas veces se introducen para dar á entender el fundamento de las resoluciones; y el sublime ó mas elevado, que solo es peculiar á los poetas, se puede introducir con la debida moderacion en las descripciones, que son como unas pinturas ó dibujos de las provincias ó lugares donde sucedió lo que se refiere, y necesitan de algunos colores para la informacion de los ojos.

No presumo de haberme sabido entender con estas diferencias del estilo, que hay mucho que andar entre la especulacion y la práctica; pero hice mis esfuerzos para caminar sobre las mejores huellas; y confieso para confusion mia, que tuve intento de imitar á Tito Livio inclinacion que á pocas líneas me dió con la dificultad en los ojos, y me volví naturalmente al desaliño de mis locuciones, entrando en conocimiento de que no puede haber perfecta imitacion en el estilo de los hombres; porque cada uno habla y escribe con alguna diferencia de los otros, y tiene su propio dialecto para darse á entender con no sé qué distincion que solo se conoce cuando se compara providencia maravillosa de la naturaleza, que puso en el decir algunas señas que diferencien los sugetos, hallando cierto género de armonía en lo que importan al mundo estas y otras semejanzas.

En el estilo pues que me señaló esta gran maestra escribí la historia que sale hoy á luz, temiendo hallar esta misma desemejanza en los juicios humanos; pero cumplo como puedo con la profesion de cronista que me puso la pluma en la mano, y quedaría satisfecho con no desagradar á todos: tan lejos estoy de hacer por mi fama lo que obré por mi obligacion. Recibanse benignamente, como necesarios á la introduccion de la historia, estos presupuestos de mi ingenuidad; y sobre todo imploro la benevolencia de los que leyeren este libro, para que me sean testigos de que no hay en él palabra ó sentencia que no vaya sujeta enteramente á la correccion de la santa iglesia católica romana, á cuyo infalible dictámen rindo mi entendimiento, confesando que pudo errar la ignorancia sin noticia de la voluntad.

HISTORIA

DE LA

CONQUISTA DE MÉJICO.

LIBRO PRIMERO.

CAPITULO PRIMERO.

Motivos que obligan á tener por necesario que se divida en diferentes partes la historia de las Indias para que pueda comprend rse.

Duró algunos dias en nuestra inclinacion el intento de continuar la historia general de las Indias occidentales que dejó el cronista Antonio de Herrera en el año de 1554 (1) de la reparacion humana. Y perseverando en este animoso dictámen, lo que tardó en descubrirse la dificultad, hemos leido con diligente observacion lo que antes y despues de sus Décadas escribieron de aquellos descubrimientos y conquistas diferentes plumas naturales y estrangeras; pero como las regiones de aquel nuevo mundo son tan distantes de nuestro emisferio, hallamos en los autores estrangeros grande osadía y no menor malignidad para inventar lo que quisieron contra nuestra nacion, gastando libros enteros en culpar lo que erraron algunos para desJucir lo que acertaron todos; y en los naturales poca uniformidad y concordia en la narracion de los sucesos: conociéndose en esta diversidad de noticias aquel peligro ordinario de la verdad, que suele desfigurarse cuando viene de lejos, degenerando de su ingenuidad toto aquello que se aparta de su origen.

(1) Esta fecha está equivocada. Hasta el año 1596 no le mandó Felipe II escribir aquella historia: Felipe III dió el privilegio de impresion en 1600: la dedicatoria del autor al rey, es de 1601; y en igua! año se imprimió la obra.

La obligacion de redargüir á los primeros, y el deseo de conciliar á los segundos, nos ha detenido en buscar papeles y esperar relaciones que den fundamento y razon á nuestros escritos: trabajo deslucido, pues sin dejarse ver del mundo consume oscuramente el tiempo y el cuidado; pero trabajo necesario, pues ha de salir de esta confusion y mezcla de noticias pura y sencilla la verdad, que es el alma de la historia: siendo este cuidado en los escritores semejante al de los arquitectos que amontonan primero que fabriquen, y forman despues la ejecucion de sus ideas del embrion de los materiales, sacando poco a poco de entre el polvo y la confusion de la oficina la hermosura y la proporcion del edificio.

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Pero llegando á lo estrecho de la pluma con mejores noticias, hallamos en la historia general tanta multitud de cabos pendientes, que nos pareció poco menos que imposible (culpa será de nuestra comprension) el atarlos sin confundirlos. Consta la historia de las Indias de tres acciones grandes que pueden competir con las mayores que han visto los siglos : porque los hechos de Cristóbal Colon en su admirable navegacion y en las primeras empresas de aquel nuevo mundo: lo que obró Hernan Cortés con el consejo y con las armas en la conquista de Nueva España, cuyas vastas regiones duran todavía en la incertidumbre de sus términos; y lo que se debió á Francisco Pizarro, y trabajaron los que le sucedieron en sojuzgar aquel dilatadísimo imperio de la América meridional, teatro de varias tragedias y estraordinarias novedades, son tres argumentos de historias grandes, compuestas de aquellas ilustres hazañas y admirables accidentes de ambas fortunas que dan materia digna á los anales, agradable alimento á la memoria, y útiles ejemplos al entendimiento Ꭹ al valor de los hombres. Pero en la historia general de las Indias, como se hallan mezclados entre sí los tres argumentos, y cualquiera de ellos con infinidad de empresas menores, no es fácil reducirlos al contesto de una sola narracion, ni guardar la série de los tiempos sin interrumpir y despedazar muchas veces lo principal con lo accesorio.

Quieren los maestros del arte que en las transiciones de la historia (asi llaman el paso que se hace de unos sucesos á otros) se guarde tal conformidad de las partes con el todo, que ni se haga monstruoso el cuerpo de la historia con la demasía de los miembros, ni deje de tener los que son necesarios para conseguir la hermosura de la variedad; pero deben estar, segun su doctrina, tan unidos entre sí, que ni se vean las ataduras, ni sea tanta la diferencia de las cosas, que se deje conocer la desemejanza ó sentir la confusion. Y este primor de entreteger los sucesos sin que parezcan los unos digresiones de los otros, es la mayor dificultad de los historiadores; porque si se dan muchas señas del suceso que se dejó atrasado, cuando le vuelve á recoger la narracion se incurre en el inconveniente de la repeticion y de la prolijidad; y si se dan pocas se tropieza en la obscuridad y en la desunion: vicios que se deben huir con igual cuidado porque destruyen los demas aciertos del escritor.

Ese peligro comun de todas las historias generales es mayor y casi imposible de vencer en la nuestra ; porque las Indias occidentales se componen de dos monarquias muy dilatadas, y estas de infinidad de provincias y de innumerables islas, dentro de cuyos límites mandaban diferentes régulos ó caciques : unos dependientes y tributarios de los dos emperadores de Méjico y el Perú ; y otros que amparados en la distancia se defendian de la sujecion. Todas estas provincias ó reinos pequeños eran diferentes conquistas con diferentes conquistadores. Traíanse entre las manos muchas empresas á un tiempo; salian á ellas diversos capitanes de mucho valor, pero de pocas señas : llevaban á su cargo unas tropas de soldados que se llamaban ejércitos y no sin alguna propiedad por lo que intentaban y por lo que conseguian : peleábase en estas espediciones con unos príncipes y en unas provincias y lugares de nombres esquisitos, no solo dificultosos á la memoria sino á la pronunciacion ; de que nacia el ser frecuentes y obscuras las transiciones, y el peligrar en su abundancia la narracion: hallándose el historiador obligado á dejar y recoger muchas veces los sucesos menores, y el lector á volver sobre los que dejó pendientes, ó á tener en pesado ejercicio la memoria.

No negamos que Antonio de Herrera, escritor diligente (á quien no solo procuraremos seguir, pero querríamos imitar), trabajó con acierto una vez elegido el empeño de la historia general; pero no hallamos en sus Décadas todo aquel desahogo y claridad de que necesitan para comprenderse; ni podria dársele mayor habiendo de acudir con la pluma á tanta muchedumbre de acaecimientos, dejándolos y volviendo á ellos segun el arbitrio del tiempo y sin pisar alguna vez la línea de los años.

CAPITULO II.

Tócanse las razones que han obligado á escribir con separacion la historia de la América septentrional ó Nueva España.

Nuestro intento es sacar de este laberinto y poner fuera de esta obscuridad á la historia de Nueva España para poder escribirla separadamente, franqueándola (si cupiere tanto en nuestra cortedad) de modo que en lo admirable de ella se deje hallar sin violencia la suspension, y en lo útil se logre sin desabrimiento la enseñanza. Y nos hallamos obligados á elegir este de los tres argumentos que propusimos; porque los hechos de Cristóbal Colon, y las primeras conquistas de las islas y el Darien, como no tuvieron otros sucesos en que mezclarse, están escritas con felicidad y bastante distincion en la primera y segunda Década de Antonio de Herrera; y la historia del Perú anda separada en los dos tomos que escribió Garcilaso Inga, tan puntual en las noticias y tan suave y ameno en el estilo (segun

la elegancia de su tiempo) que culparíamosde ambicioso al que intentase mejorarle, alabando mucho al que supiese imitarle para proseguirle. Pero la Nueva España, ó está sin historia que merezca este nombre, ó necesita de ponerse en defensa contra las plumas que se encargaron de su posteridad.

Escribióla primero Francisco Lopez de Gomara con poco exámen y puntualidad, porque dice lo que oyó, y lo afirma con sobrada credulidad, fiándose tanto de sus oidos como pudiera de sus ojos, sin hallar dificultad en lo inverisímil, ni resistencia en lo imposible.

Siguióle en el tiempo y en alguna parte de sus noticias Antonio de Herrera, y á este Bartolomé Leonardo de Argensola, incurriendo en la misma desunion y con menor disculpa; porque nos dejó los primeros sucesos de esta conquista entretegidos y mezclados en sus Anales de Aragon, tratándolos como accesorios, y traidos de lejos al propósito de su argumento. Escribió lo mismo que halló en Antonio de Herrera con mejor carácter, pero tan interrumpido y ofuscado con la mezcla de otros acaecimientos, que se disminuye en las digresiones lo heróico del asunto, ó no se conoce su grandeza como se mira de muchas veces.

Salió despues una historia particular de Nueva España, obra póstuma de Bernal Diaz del Castillo, que sacó á luz un religioso de la órden de nuestra Señora de la Merced, habiéndola hallado manuscrita en la librería de un ministro grande y erudito, donde estuvo muchos años retirada, quizá por los inconvenientes que al tiempo que se imprimió se perdonaron ó no se conocieron. Pasa hoy por historia verdadera ayudándose del mismo desaliño y poco adorno de su estilo para parecerse á la verdad y acreditar con algunos la sinceridad del escritor : pero aunque le asiste la circunstancia de haber visto lo que escribió, se conoce de su misma obra que no tuvo la vista libre de pasiones, para que fuese bien gobernada la pluma : muéstrase tan satisfecho de su ingenuidad, como quejoso de su fortuna: andan entre sus renglones muy descubiertas la envidia y la ambicion; y paran muchas veces estos afectos destemplados en quejas contra Hernan Cortés, principal héroe de esta historia, procurando penetrar sus designios para deslucir y enmendar sus consejos, y diciendo muchas veces como infalible no lo que ordenaba y disponia su capitan, sino lo que murmuraban los soldados; en cuya república hay tanto vulgo como en las demas; siendo en todas de igual peligro, que se permita el discurrir á los que nacieron para obedecer.

Por cuyos motivos nos hallamos obligados á entrar en este argumento, procurando desagraviarle de los embarazos que se encuentran en su contesto, y de las ofensas que ha padecido su verdad. Valdrémonos de los mismos autores que dejamos referidos en todo aquello que no hubiere fundamento para desviarnos de lo que escribieron; y nos serviremos de otras relaciones y papeles particulares que hemos juntado para ir formando, con eleccion desapasionada,

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