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era de igual admiracion la grandeza y el adorno: los pavimentos con esteras de varias labores, las paredes con diferentes colgaduras de algodon, pelo de conejo, y en lo mas interior de pluma; unas y otras hermoseadas con la viveza de los colores, y con la diferencia de las figuras: los techos de ciprés, cedro y otras maderas olorosas, con diversos follages y relieves; en cuya contestura se reparó, que sin haber hallado el uso de los clavos, formaban grandes artesones, afirmando el maderámen y las tablas en su misma trabazon.

Habia en cada una de estas salas numerosas y diferentes gerarquías de criados, que tenian la entrada segun su calidad y ministerio; y en la puerta de la antecámara esperaban los próceres y magistrados que recibieron á Cortés con grande urbanidad, pero le hicieron esperar para quitarse las sandalias, y dejar los mantos ricos de que venian adornados, tomando en su lugar otros de menos gala: era entre aquella gente irreverencia el atreverse á lucir delante del rey. Todo lo reparaban los españoles, todo hacia novedad, y todo infundia respeto; la grandeza del palacio, las ceremonias, el aparato, y hasta el silencio de la familia.

Estaba Motezuma en pie, con todas sus insignias reales, y dió algunos pasos para recibir á Cortés, poniéndole al llegar los brazos sobre los hombros : agasajó despues con el semblante á los españoles que le acompañaban, y tomando su asiento, mandó sentar á Cortés y á todos los demás, sin dejarles accion para que replicasen. La visita fue larga y de conversacion familiar; hizo varias preguntas á Cortés sobre lo natural y político de las regiones orientales, aprobando á tiempo lo que le pareció bien; y mostrando que sabia discurrir en lo que sabia dudar. Volvió á referir la dependencia y obligacion que tenian los mejicanos al descendiente de su primero rey, y se congratuló muy particularmente de que se hubiese cumplido en su tiempo la profecía de los estrangeros, que tantos siglos antes habian sido prometidos á sus mayores: si fue con afectacion, supo esconder lo que sentia; y siendo esta una credulidad vana y despreciable por su origen y circunstancias, importó mucho en aquella ocasion, para que los españoles hallasen hecho el camino á su introduccion así bajan muchas veces encadenadas y dependientes de ligeros principios las cosas mayores. Hernan Cortés le puso con destreza en la plática de la religion, tocando entre las demas noticias que le daba de su nacion, los ritos y costumbres de los cristianos, para que le hiciesen disonancia los vicios y abominaciones de su idolatría; con cuya ocasion esclamó contra los sacrificios de sangre humana, y contra el horror aborrecible á la naturaleza, con que se comian los hombres que sacrificaban : bestialidad muy introducida en aquella corte, por ser mayor el número de los sacrificados, y mas culpable por esta razon el esceso de los banquetes.

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No fue del todo inútil esta sesion porque Motezuma sintiendo en algo la fuerza de la razon, desterró de su mesa los platos de carne humana; pero no se atrevió á prohibir de una vez este manjar á

sus vasallos, ni se dió por vencido en el punto de los sacrificios; antes decia que no era crueldad ofrecer á sus dioses unos prisioneros de guerra, que venian ya condenados á muerte; no hallando razon que le hiciese capaz de que fuesen prógimos los enemigos. Dió pocas esperanzas de reducirse, aunque procuraron varias veces Hernan Cortés y el padre fray Bartolomé de Olmedo traerle al camino de la verdad; tenia entendimiento para conocer algunas ventajas en la religion católica y para no desconocer en todo los abusos de la suya; pero se volvia luego al tema de que sus dioses eran buenos en aquella tierra, como el de los cristianos en su distrito ; y se hacia fuerza para no enojarse cuando le apretaban los argumentos, padeciendo mucho consigo en estas conferencias, porque deseaba complacer á los españoles con un género de cuidado que parecia sujeción; y por otra parte le tiraban las afectaciones de religioso, que le adquirieron, y á su parecer le mantenian la corona, obligándole á temer con mayor abatimiento la desestimacion de sus vasallos, si le viesen menos atento al culto de sus dioses: política miserable, propia del tirano, dominar con soberbia y contemplar con servidumbre.

Hacia tanta ostentacion de su resistencia, que llevando consigo, uno de aquellos primeros dias, á Hernan Cortés y al padre fray Bartolomé, con algunos de los capitanes y soldados particulares, para que viesen á su lado las grandezas de su corte, deseó, no sin alguna vanidad, enseñarles el mayor de sus templos. Mandólos que se detuviesen poco antes de la entrada, y se adelantó para conferir con los sacerdotes, si seria lícito que llegase á la presencia de sus dioses una gente que no los adoraba. Resolvióse que podrian entrar, amonestándolos primero que no se descomidiesen; y salieron dos ó tres de los mas ancianos con la permision y el requerimiento. Franqueáronse luego todas las puertas de aquel espantoso edificio; y Motezuma tomó á su cargo el esplicar los secretos, oficinas y simulacros del adoratorio, tan reverente y ceremonioso, que los españoles no pudieron contenerse de hacer alguna irrision, de que no se dió por entendido; pero volvió á mirarlos, como quien deseaba reprimirlos. A cuyo tiempo Hernan Cortés, dejándose llevar del celo que ardia en su corazon, le dijo: « permitidme, señor, fijar una cruz de Cristo delante de esas imágenes del demonio, y vereis si merecen adoracion ó menosprecio.» Enfureciéronse los sacerdotes al oir esta proposicion; y Motezuma quedó confuso y mortificado, faltándole á un tiempo la paciencia para sufrirlo, y la resolucion para enojarse; pero tomando partido con su primera turbacion, y procurando que no quedase mal su hipocresía : « pudiérais, dijo á los españoles, conceder á este lugar las atenciones, » por lo menos, que debeis á mi persona: » y salió del adoratorio para que le siguiesen; pero se detuvo en el átrio, y prosiguió diciendo algo mas reportado: « bien pode is, amigos, volveros á » vuestro alojamiento, que yo me quedo á pedir perdon á mis dioses

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» de lo mucho que os he sufrido: » notable salida del empeño en que se hallaba, y pocas palabras dignas de reparo, que dieron á entender su resolucion, y lo que se reprimia para no destemplarse.

Con esta esperiencia, y otras que se hicieron del mismo género, resolvió Cortés, siguiendo el parecer del padre fray Bartolomé de Olmedo, y del licenciado Juan Diaz, que no se le hablase mas por entonces en la religion, porque solo servia de irritar y endurecerle. Pero al mismo tiempo se consiguió fácilmente su licencia para que los cristianos diesen culto público á su Dios; y él mismo envió sus alarifes para que se le fabricase templo á su costa como le pidiese Cortés tanto deseaba que le dejasen descansar en su error. Desembarazóse luego uno de los salones principales de aquel palacio donde habitaban los españoles, y blanqueándole de nuevo, se levantó el altar, y en su frontispicio se colocó una imágen de nuestra Señora sobre algunas gradas, que se adornaron vistosamente, y fijando una cruz grande cerca de la puerta, quedó formada una capilla muy decente, donde se celebraba misa todos los dias, se rezaba el rosario, y hacian otros actos de piedad y devocion, asistiendo algunas veces Motezuma con los príncipes y ministros que andaban á su lado; entre los cuales se alababa mucho la mansedumbre de aquellos sacrificios, sin conocer la inhumanidad y malicia de los suyos: gente ciega y supersticiosa que palpaba las tinieblas y se defendia de la razon con la costumbre.

Pero antes de referir los sucesos de aquella corte, nos llama su descripcion la grandeza de sus edificios, su forma de gobierno y policía, con otras noticias que son convenientes para la inteligencia ó concepto de los mismos sucesos: desvíos de la narracion necesarios en la historia, como no sean peregrinos del argumento y carezcan de otros lunares que hacen viciosa la digresion.

CAPITULO XIII.

Descríbese la ciudad de Méjico, su temperamento y situacion, el mercado del Tlatelulco y el mayor de sus templos, dedicado al dios de la guerra.

La gran ciudad de Méjico, que fue conocida en su antigüedad por el nombre de Tenuchtitlan (1) ó por otros de poco diferente sonido, sobre cuya denominacion se cansan voluntariamente los autores, tendria en aquel tiempo sesenta mil familias de vecindad (2), re

(1) Cortés la llama Timixtitan, alterando la pronunciacion: vale tanto como tunal en piedra. El tunal es un arbusto alto que produce cierta fruta fresca y agradable: en este arbusto se cria la cochinilla.

(2) Aunque Cortés se estiende mucho en describir la riqueza y suntuosidad de Méjico, nada dice del número de su poblacion; solamente afirma que aquella ciudad era tan grande como Sevilla y Córdoba, lo cual debe entenderse respecto

partida en dos barrios, de los cuales se llamaba el uno Tlatelulco, habitacion de gente popular; y el otro Mejico, que por residir en él la corte y la nobleza, dió su nombre á toda la poblacion.

Estaba fundada en un plano muy espacioso, coronado por todas partes de altísimas sierras y montañas, de cuyos rios y vertientes rebalsadas en el valle se formaban diferentes lagunas, y en lo mas profundo los dos lagos mayores, que ocupaba con mas de cincuenta poblaciones la nacion mejicana. Tendria este pequeño mar treinta leguas de circunferencia; y los dos lagos que le formaban, se unian y comunicaban entre sí por un dique de piedra que los dividia, reservando algunas aberturas con puentes de madera, en cuyos lados tenian sus compuertas levadizas para cebar el lago inferior siempre que necesitaban de socorrer la mengua del uno con la redundancia del otro. Era el mas alto de agua dulce y clara, donde se hallaban algunos pescados de agradable mantenimiento; y el otro de agua salobre y oscura, semejante á la marítima; no porque fuesen de otra calidad las vertientes de que se alimentaba, sino por vicio natural de la misma tierra, donde se detenian: gruesa y salitrosa por aquel parage, pero de grande utilidad para la fábrica de la sal, que beneficiaban cerca de sus orillas, purificando al sol, y adelgazando con el fuego las espumas y superfluidades que despedia la

resaca.

En el medio casi de esta laguna salobre tenia su asiento la ciudad, cuya situacion se apartaba de la línea equinoccial hácia el Norte diez y nueve grados y trece minutos dentro aun de la Tórrida Zona, que imaginaron de fuego inhabitable los filósofos antiguos, para que aprendiese nuestra esperiencia cuán poco se puede fiar de la humana sabiduría en todas aquellas noticias que no entran por los sentidos á desengañar el entendimiento. Era su clima benigno y saludable, donde se dejaban conocer á su tiempo el frio y el calor, ambos con moderada intension; y la humedad, que por la naturaleza del sitio pudiera ofender á la salud, estaba corregida con el favor de los vientos, ó morigerada con el beneficio del sol.

Tenia hermosísimos lejos en medio de las aguas esta gran poblacion, y se daba la mano con la tierra por sus diques ó calzadas

de su estension. Si en efecto contenia 60 mil familias como dice Solís, el número de habitantes subiria à 300 mil; y siendo muy diversa la distribucion de habitaciones de los indios de las que usamos en España, el perimetro de Méjico tendria que ser tres veces mayor que el de Sevilla y Córdoba, y aun mas, si se toma en cuenta la vasta estension que Cortés dá á los palacios, casas de recreo, plazas, templos, jardines, estanques, casas de fieras y aves que existian en la ciudad. Téngase presente ademas para formar juicio de los términos de comparacion de que suelen valerse Cortés y los historiadores, que segun éste, la plaza principal de Méjico era tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca. Respecto de la estension del señorío de Motezuma, era ( segun el mismo ) tanto casi como España.

La verdadera poblacion de Méjico no escedia de 60 mil almas segun Mr. Robertson, apoyándose para fijar ese número en un dato que no cita con bastante especificacion, pero que juzgamos muy cercano á la verdad.

principales: fábrica suntuosa que servia tanto al ornamento como á la necesidad : la una de dos leguas hácia la parte del Mediodia, por donde hicieron su entrada los españoles : la otra de una legua mirando al Septentrion; y la otra poco menor por la porte occidental. Eran las calles bien niveladas y espaciosas : unas de agua con sus puentes para la comunicacion de los vecinos: otras de tierra sola hechas á la mano; y otras de agua y tierra, los lados para el paso de la gente, y el medio para el uso de las canoas ó barcas de tamaños diferentes que navegaban por la ciudad ó servian al comercio, cuyo número toca en increible, pues dicen que tendria Méjico entonces mas de cincuenta mil, sin otras embarcaciones pequeñas que allí se llamaban acales (1), hechas de un tronco, y capaces de un hombre que remaba para sí.

Los edificios públicos y casas de los nobles, de que se componia la mayor parte de la ciudad, eran de piedra y bien fabricadas ; las que ocupaba la gente popular humildes y desiguales; pero unas y otras en tal disposicion, que hacian lugar á diferentes plazas de terraplen donde tenian sus mercados.

Era entre todas la de Tlatelulco de admirable capacidad y concurso, á cuyas ferias acudian ciertos dias en el año todos los mercaderes y comerciantes del reino con lo mas precioso de sus frutos y manufacturas; y solian concurrir tantos, que siendo esta plaza, segun dice Antonio de Herrera, una de las mayores del mundo, se llenaba de tiendas puestas en hileras, y tan apretadas que apenas dejaban calle á los compradores. Conocian todos su puesto, y armaban su oficina de bastidores portátiles cubiertos de algodon basto, capaz de resistir al agua y al sol. No acaban de ponderar nuestros escritores el órden, la variedad y la riqueza de estos mercados. Habia hileras de plateros, donde se vendian joyas y cadenas estraordinarias, diversas hechuras de animales, y vasos de oro y plata, labrados con tanto primor, que algunos de ellos dieron que discurrir á nuestros artífices, particularmente unas calderillas de asas movibles que salian así de la fundicion, y otras piezas del mismo género, donde se hallaban molduras y relieves, sin que se conociese impulso de martillo ni golpe de cincel. Habia tambien hileras de pintores, con raras ideas y paises de aquella interposicion de plumas que daba el colorido y animaba la figura; en cuyo género se hallaron raros aciertos de la paciencia y la prolijidad. Venian tambien á este mercado cuantos géneros de telas se fabricaban en todo el reino para diferentes usos, hechas de algodon y pelo de conejo, que hilaban delicadamente las mugeres, enemigas en aquella tierra de la ociosidad, y aplicadas al ingenio de las manos. Eran muy de reparar los búcaros (2) y hechuras esquisitas de finísimo barro que

(1) Así se llamaban tambien en Cuba y Santo Domingo á las que nosotros llama

mos canoas.

(2) Su nombre era Comales.

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