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No pareció á don Antonio terreno muy á propósito para las creces de su ingenio su propia patria. Se trasplantó en Salamanca, ciudad fecunda de varones grandes. Estudió allí ambos derechos con mediano progreso. Empleaba todos sus ócios en la poesía española. Incitábanle á este divino estudio su natural inclinacion, y la competencia noble de muchísimos ingenios que ilustraron entonces esta arte, que se precia de tener su origen del cielo. Aplicaba á ella de tal modo todas sus potencias, que se podia decir que nunca estaba tan ocupado como cuando mas ocioso. Solos diez y siete años tenia cuando compuso en Salamanca una comedia intitulada Amor y obligacion.

Concluyó los cursos de las ciencias mayores; pero no dejó de estudiar dejó unas ciencias por otras; pero no la vereda de la sabiduría cristiana. Luego que se vió en edad de veinte y seis años, y consideró la importancia de la filosofía moral, sin cuyo conocimiento nadie debe pensar que sabe, se dedicó á ella con mucho estudio. Logró muy presto ser filósofo, adquiriendo un rico caudal de sentencias gravísimas y máximas políticas, con que enriqueció su conversacion y escritos; siendo tanta la copia que hay esparcida en estos de preciosísimos dichos, que los cortesanos atentos los van recogiendo para adornar con ellos su conversacion como con riquísimas perlas.

De los estudios de don Antonio resultó en él un sencillo trato como de verdadero filósofo, y un agrado suavísimo digno de tan agudo poeta. La seriedad filosófica y la amenidad poética le hicieron capaz de emprender cualquier asunto, ó bien atado ó suelto : felicidad concedida á Horacio y á muy pocos mas, que supieron escribir en prosa sin acordarse de la poesía, y en verso sin acordarse de la prosa.

A un tan insigne varon, en uno y otro estilo, faltaba solamente un buen Mecenas: hallóle digno de sí en el conde de Oropesa don Duarte de Toledo y Portugal, de quien fue secretario siendo virey de Navarra, y despues de Valencia. En aquel empleo mostró su habilidad dió en él á entender que sabia escribir con propiedad y sencillez destreza que hoy se echa menos en muchos secretarios, cuyos señores (ojalá no fuese así) ignorantemente felices, tienen por suma dicha una buena letra, aunque sea sin la substancia de un buen juicio perfeccionado con el estudio y arte. No es el oficio de secretario de pintar letras. Si fuese así, los impresores serían los mas aventajados secretarios. Pide este empleo un ingenio velozmente capaz, que sin gastar el tiempo perezosamente meditando, sepa fácilmente acertar; que con libertad proponga y esfuerce la razon á su dueño; sin contumacia ceda; sin repugnancia obedezca; y últimamente que escriba con claridad, pureza, brevedad, eficacia, discrecion y agrado. Tal era don Antonio, y tales podrán hallarlos hoy y en todos tiempos los que como el conde los busquen y los sepan apreciar debidamente.

El rey don Felipe IV le hizo merced de oficial de la secretaría de estado y de su secretario: agradeció y admitió tan grande honra; pero la trasladó luego á un allegado suyo sin disgustar al rey. Despues la reina madre le repitió la misma merced en el año de mil seiscientos y sesenta y uno; le añadió la de ser cronista mayor de las Indias por muerte de Antonio de Leon Pinelo, escritor docto y de amenísimo ingenio.

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Tuvo muchas ocasiones de parecer feliz; mas no logró alguna, por el genio filosófico, que naturalmente desestima lo que el mundo aprecia, ó por aquella casi general desgracia de estar condenados los poetas á una miserable vida : de suerte que aquella ciencia parece ser antípoda de la dicha humana. Así en una carta dice: « Las angustias del tiempo me han obligado á deshacerme del coche, y » comerme las mulas á fuer de sitiado. » En otra escribe así: «< Yo, amigo; no estoy en estado de salir en coche á la calle, porque tengo muchos acreedores que harán reparo en mí si me ven con zapatos nuevos. Si Dios trae con bien la flota, podré pensar en la >> restitucion del coche: agora solo en comer. » En otra dice á don Alonso Carnero, su grande amigo : « A Vd. se debe la (historia) de

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la Nueva España; y tengo por evidente que no se hubiera impreso, >> si no fuera por el socorro de Vd.; porque la ayuda de costa to» davía se está en el aire. »

Con esta estrechez vivia don Antonio de Solís, cuando cumplido ya cincuenta y siete años, conociendo bien los engaños de este mundo, determinó consagrar enteramente á Dios sus postreros dias recibió pues todas las órdenes sagradas: dijo su primera misa con grande piedad y devocion en el noviciado de la Compañía de Jesus de Madrid. Dijo en adelante las demas, como si fuese la primera preveníase antes con oracion diligente: daba despues las gracias con rendimiento humilde. En lo demas guardaba una decente compostura, escusando inútiles visitas, hablillas necias y conversaciones ilícitas; procurando solo la comunicacion agradable de pocos amigos buenos, y de sencillo y discreto trato. Era muy amigo del retiro y sosiego, y de la oracion á Dios. Fue devotísimo de María Santísima, y uno de los mas ejemplares congregantes de nuestra Señora del Destierro, en cuyos piadosos obsequios procuraba ser el primero sin rehusar el trabajo. No se acordaba de sí sino para representar en su memoria su pasada vida, y arrepentirse de ella. Mejor que yo lo dirá este su elegantísimo soneto, donde cada palabra es un afecto tiernísimo de un pecador arrepentido.

¿Hasta cuando mi torpe desvarío
Abusará, Señor, de tu clemencia?
Que parece que aprendo en tu paciencia
Mas libertad que diste á mi alvedrío.
Juzga, corrige, enmienda el error mio
Antes que se pronuncie la sentencia,

No llegue en mi postrera negligencia
La primera señal de tu desvío.

Tú me diste tu imágen : mi pecado
La borró. Mas, ¡ay triste! no perezca
Tu retrato en mi ciega destemplanza.
Vuelva á imprimir tu sangre lo borrado:
Y para que la imágen permanezca,
Defiéndame de mí tu semejanza.

En semejantes afectos empleaba su talento; y para no distraerse con el dulce encanto de la poesía, la abandonó del todo ; dedicando á Dios hasta su genio mismo, que fue el sacrificio mas fino que supo y pudo hacer de sí. Estuvo en este propósito tan firmemente constante, que habiendo muerto en el año mil seiscientos ochenta y uno don Pedro Calderon de la Barca, cómico célebre, no hubo instancias que pudiesen recabar con él que continuase la composicion de los autos sacramentales: aun decentemente no quiso autorizar el teatro. ¿Qué mucho? si hubiera querido borrar con sus lágrimas todas sus representaciones cómicas y poesías profanas, aunque decorosas y honestas. Por esta misma causa dejó por acabar la artificiosa comedia de Amor es arte de amar, que no habiendo llegado á concluirse, aspira á ser la primera de las suyas por mas ajustada al arte.

Habiendo corrido don Antonio tan lucida carrera, llegó por último al necesario ocaso en que llegando al horizonte de la vida humana, tramonta el alma al descanso de mas dichosa vida : para conseguir esta se preparó como debia: purgó su alma de las heces mundanas con la saludabilísima y necesaria medicina de una verdadera penitencia recibió el Viático divino y estrema uncion : dejó dispuestas sus cosas, nombrando á don Alonso Carnero por testamentario suyo, en quien dignamente depositó toda su confianza, como quien habia sido el archivo de sus secretos mas íntimos. Asistióle muy puntual su director doctísimo el padre Diego Jacinto de Tebar, de la Compañía de Jesus, aquel que asistió á la muerte de don Francisco de Quevedo, de don Nicolás Antonio, de don José de Pellicer, y otros varones grandes. Alternaba don Antonio el dulce lamentar de sus pasadas culpas con los coloquios tiernos de la esperanza en Dios. Entonces con mayores afectos repetiria devoto aquellas fervorosísi- * mas súplicas que no se pueden leer sin gran ternura.

Vestra sangre, Señor, por mi pecado,
Tan repetidas veces malograda,
Clamando está por mí, por mí aplicada.
Precio infinito, y precio derramado.

Vestra Madre, aunque, al veros injuriado,

Me mire con desvíos de irritada,
Se queda en el oficio de abogada,

Y abogada mayor del mas culpado.

Mi alma en vestro juicio riguroso
No hallará otra razon, pues hoy la ignora,
Con que aplacar á vestro Eterno Padre.
Y así confuso, humilde y temeroso,
Os digo para entonces desde agora:

Vestra sangre, Señor, y vestra Madre.

Entre tan dulces coloquios envió su espíritu al Señor, como piadosamente se cree, dia diez y nueve de abril del año mil seiscientos ochenta y seis, despues de haber vivido setenta y ocho años, ocho meses y un dia. Fue enterrado en la capilla de la congregacion de nuestra Señora del Destierro, procurando en su muerte la proteccion, á que habia siempre anhelado. Supo morir, porque supo vivir; y tuvo por sucesor en el empleo de cronista real de las Indias á don Pedro Fernandez del Pulgar, varon doctísimo; y la futura se dió á don Félix Lucio de Espinosa, de inferior doctrina y afectado estilo.

Cuál haya sido la disposicion y aire de su cuerpo, lo declara muy bien el mismo don Antonio en un romance que anda entre sus poesías varias, y empieza así :

Mi retrato me ha pedido

La Academia mantuana, etc.

De las escelentes dotes de su gallardo entendimiento, mejor que todos informarán sus escritos; pero me es preciso decir con libertad ingénua que fuera del Amor al uso, que se tradujo en francés, escribió comedias, que si se hubieran trabajado segun los preceptos rigurosos del arte cómica, hubieran logrado entera aprobacion de los juicios mas críticos; con todo eso merecen estimacion, pues resplandece en ellas una invencion ingeniosa, facilidad corriente, elegantísima pureza, indecible gracia, no afectada discrecion y singular destreza en el jugar de los vocablos con ingeniosos equívocos, segun las costumbres de su tiempo.

Otro libro hay impreso de Poesias varias, que en mi juicio merece mucha mayor estimacion. Es en ellas vivísimo y muy discreto, en las burlas dulce, en las veras grave; y lo que es mas de admirar, siempre claro como el agua mas pura, manifestando así que no era uno de aquellos que mezclando su lengua con todas, vienen á hablar ninguna.

Pero lo que grangeó á don Antonio los mayores aplausos fue la Historia de la conquista de Méjico. Es tan dulce su estilo, que tiene hidrópicos á muchos discretos. Frecuentemente es poética, y siempre brillante. Remedó á Quinto Curcio sin procurarlo, especialmente en las oraciones, haciendo á los bárbaros menos bárbaros. Toda la contestura de esta preciosa obra es una tela finísima de oro puro, ricamente adornada de cristianas y políticas sentencias,

que lucen como diamantes finísimos. Tuvo por aprobadores de su historia á dos insignes varones, el marqués de Mondejar, y don Nicolás Antonio: á aquel en una carta respondiendo al autor que solicitó su censura; á este en la que hizo por órden del real consejo de Castilla, de la cual quedó mucho mas satisfecho. Tan cierto es aquel dicho de Temistocles, que el cantor que mas agrada es el que mejor alaba. Se tradujo esta historia en francés, en inglés y en italiano.

Otro de los escritos en prosa que confirman la discrecion del juicio de Solís, y la gracia y dulzura de su pluma, son sus Cartas familiares, que se han recogido y publicado con las de otros sábios escritores de nuestra nacion. Estas cartas escritas casi todas á su amigo don Alonso Carnero, veedor general en Flandes: ademas de ofrecernos curiosas noticias de la vida de entrambos, y algunas anécdotas políticas del tiempo, nos retratan el genio de Solís severo y festivo juntamente, y pueden ser dechado de correspondencia familiar entre dos amigos cortesanos, por la gracia, ligereza y urbanidad de la espresion con que las viste, sin afectar aquel ornato y pulidez de las que se escriben para dar á la luz pública. Su estilo es claro, breve y agradable, avivado con algunas pinceladas ligeras; pero de grande espíritu y libertad en medio de cierta llaneza y sencillez. En algo se habia de echar de ver que no era solo un amigo comun el que hablaba, sino un escritor, un sábio que habia estudiado los negocios y los hombres, y los pintaba de un rasgo por donde los deben ver los ojos perspicaces.

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