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de términos y celos de jurisdiccion que anduvo primero entre los caciques, y ya se habia hecho rencor de los vecinos, viviendo unos y otros en contínua hostilidad, para cuyo efecto dió forma en la composicion de sus diferencias; y tomando á su cuenta el beneplácito del señor de Zempoala, consiguió el hacerlos amigos, y tomó la vuelta de la Vera-Cruz, dejando adelantado su partido con la obediencia de nuevos caciques, y apagada la enemistad de sus parciales, cuya desunion pudiera embarazarle para servirse de ellos con que sacó utilidad, y halló conveniencia en el mismo desacierto de su jornada; siendo este fruto que suelen producir los errores, uno de los desengaños de la prudencia humana, cuyas disposiciones se quedan las mas veces en la primera region de las cosas.

CAPITULO XII.

Vuelven los españoles á Zempoala, donde se consigue derribar los ídolos con alguna resistencia de los indios, y queda hecho templo de nuestra Señora el principal de sus adoratorios.

Estaba el cacique de Zempoala esperando á Cortés en una casería poco distante de su pueblo con grande prevencion de vituallas y manjares, para dar un refresco á su gente; pero muy avergonzado y pesaroso de que se hubiese descubierto su engaño. Quiso disculparse, y Hernan Cortés no se lo permitió diciéndole que ya venia desenojado, y que solo deseaba la enmienda, única satisfaccion de los delitos perdonados. Pasaron luego al lugar donde le tenia prevenido segundo presente de ocho doncellas, vistosamente adornadas: era la una sobrina suya y la traia destinada para que Hernan Cortés le honrase recibiéndola por su muger; y las otras para que las repartiese á sus capitanes como le pareciese: haciendo este ofrecimiento como quien deseaba estrechar su amistad con los vínculos de la sangre. Respondióle que estimaba mucho aquella demostracion de su voluntad y de su ánimo; pero que no era lícito á los españoles el admitir mugeres de otra religion, por cuya causa suspendia el recibirlas hasta que fuesen cristianas. Y con esta ocasion le apretó de nuevo en que deJase la idolatría, porque no podia ser buen amigo suyo quien se quedaba su contrario en lo mas esencial; y como le tenia por hombre de razon, entró con alguna confianza en el intento de convencerle y reducirle; pero él estuvo tan lejos de abrir los ojos, ó sentir la fuerza de la verdad, que fiado en la presuncion de su entendimiento, quiso argumentar en defensa de sus dioses, y Hernan Cortés se enfadó con él, dejándose llevar del celo de la religion, y le volvió las espaldas con algun desabrimiento.

Ocurrió en esta sazon una de las festividades mas solemnes de sus ídolos; y los zempoales se juntaron, no sin algun recato de los españoles, en el principal de sus adoratorios, donde se celebró un sacrificio de sangre humana, cuya horrible funcion se ejecutaba por mano de los sacerdotes con las ceremonias que veremos en su lugar

Vendíanse despues á pedazos aquellas víctimas infelices, y se compraban y apetecian como sagrados manjares: bestialidad abominable en la gula, y peor en la devocion. Vieron parte de este destrozo algunos españoles que vinieron á Cortés con la noticia de su escándalo; y fue tan grande su irritacion, que se le conoció luego en el semblante la piadosa turbacion de su ánimo. Cesaron á vista de mayor causa los motivos que obligaron á conservar aquellos confederados; y como tiene tambien sus primeros ímpetus la ira cuando se acompaña con la razon, prorrumpió en amenazas, mandando que tomasen las armas sus soldados, y que le llamasen al cacique y á los demas indios principales que solian asistirle; y luego que llegaron á su presencia, marchó con ellos al adoratorio, llevando en órden su gente.

Salieron á la puerta de él los sacerdotes que estaban ya recelosos del suceso, y á grandes voces empezaron á convocar el pueblo en defensa de sus dioses; á cuyo tiempo se dejaron ver algunas tropas de indios armados, que segun se entendió despues, habian prevenido los mismos sacerdotes, porque temieron alguna violencia, dando por descubierto el sacrificio que tanto aborrecian los españoles. Era de alguna consideracion el número de la gente que iba ocupando las bocas de las calles; pero Hernan Cortés, poco embarazado en estos accidentes, mandó que doña Marina dijese en voz alta, que á la primera flecha que disparasen, haria degollar al cacique y á los demas zempoales que tenia en su poder, y despues daria permision á sus soldados para que castigasen á sangre y fuego aquel atrevimiento. Temblaron los indios al terror de semejante amenaza; y temblando como todos el cacique, mandó á grandes voces que dejasen las armas y se retirasen, cuyo precepto se ejecutó apresuradamente, conociéndose en la prontitud con que desaparecieron lo que deseaba su temor parecer obediencia.

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Quedóse Hernan Cortés con el cacique y con los de su séquito, y llamando á los sacerdotes, oró contra la idolatría con mas que militar elocuencia : « animólos para que no le oyesen atemorizados: procuró servirse de los términos suaves, y que callase la violen»cia donde hablaba la razon: lastimóse con ellos del engaño en >> que vivian: quejóse de que siendo sus amigos, no le diesen cré» dito en lo que mas les importaba: ponderoles lo que deseaba su bien; y de las caricias que hablan con el corazon, pasó á los mo» tivos que hablaban con el entendimiento: hízoles manifiesta de» mostracion de sus errores: púsoles delante, casi en forma visi»ble, la verdad; y últimamente les dijo que venia resuelto á destruir >> aquellos simulacros del demonio y que esta obra le seria mas acepta, si ellos mismos la ejecutasen por sus manos: » á cuyo intento los persuadia y animaba para que subiesen por las gradas del templo á derribar los ídolos, pero ellos se contristaron de manera con esta proposicion, que solo respondian con el llanto y el gemido, hasta que arrojándose en tierra, dijeron á grandes voces que primero

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se dejarian hacer pedazos, que poner las manos en sus dioses. No quiso Hernan Cortés empeñarse demasiado en esta circunstancia que tanto resistian; y así mandó que sus soldados lo ejecutasen; por cuya diligencia fueron arrojados desde lo alto de las gradas, y llegaron al pavimento hechos pedazos el ídolo principal y sus colaterales, seguidos y atropellados de sus mismas aras, y de los instrumentos detestables de su adoracion. Fue grande la conmocion y el asombro de los indios: mirábanse unos á otros como echando menos el castigo del cielo, y á breve rato sucedió lo mismo que en Cozumel ; porque viendo á sus dioses en aquel abatimiento, sin poder ni actividad para vengarse, les perdieron el miedo, y conocieron su flaqueza: al modo que suele conocer el mundo los engaños de su adoracion en la ruina de sus poderosos.

Quedaron con esta esperiencia los zempoales mas fáciles á la persuasion, y mas atentos á la obediencia de los españoles; porque si antes los miraban como sugetos de superior naturaleza, ya se hallaban obligados á confesar que podian mas que sus dioses. Y Hernan Cortés, conociendo lo que habia crecido con ellos su autoridad, les mandó que limpiasen el templo, cuya órden se ejecutó con tanto fervor y alegría, que afectando su desengaño, arrojaban al fuego los fragmentos de sus ídolos. Ordenó luego el cacique á sus arquitectos que rozasen las paredes, borrando las manchas de sangre humana que se conservaban como adorno. Blanqueáronse despues con una capa de aquel yeso resplandeciente que usaban en sus edificios, y se fabricó un altar, donde se colocó una imágen de nuestra Señora, con algunos adornos de flores y luces; y el dia siguiente se celebró el santo sacrificio de la misa con la mayor solemnidad que fue posible á vista de muchos indios que asistian á la novedad, mas admirados que atentos, aunque algunos doblaban la rodilla, y procuraban remedar la devocion de los españoles.

No hubo lugar entonces de instruirlos con fundamento en los principios de la religion, porque pedia mas espacio su rudeza; y Hernan Cortés llevaba intento de empezar tambien su conquista espiritual desde la corte de Motezuma; pero quedaron inclinados al desprecio de sus ídolos, y dispuestos á la veneracion de aquella santa imágen, ofreciendo que la tendrian por su abogada, para que los favoreciese el Dios de los cristianos; cuyo poder reconocian ya por los efectos, y por algunas vislumbres de la luz natural, bastantes siempre á conocer lo mejor, y á sentir la fuerza de los auxilios con que asiste Dios á todos los racionales.

Y no es de omitir la piadosa resolucion de un soldado anciano que se quedó solo entre aquella gente mal reducida, para cuidar del · culto de la imágen, coronando su vejez con este santo ministerio; llamábase Juan de Torres, natural de la ciudad de Córdoba. Accion verdaderamente digna de andar con el nombre de su dueño, y virtud de soldado en que hubo mucha parte de valor.

CAPITULO XIII.

Vuelve el ejército á la Vera-Cruz: despáchanse comisarios al rey con noticia de lo que se habia obrado: sosiégase otra sedicion con el castigo de algunos delincuentes, y Hernan Cortés ejecuta la resolucion de dar al través con la armada.

Partieron luego los españoles de Zempoala, cuya poblacion se llamó unos dias la Nueva Sevilla, y cuando llegaron á la Vera-Cruz, acababa de arribar al parage donde estaba surta la armada, un bajel de poco porte que venia de la isla de Cuba, á cargo del capitan Francisco de Saucedo, natural de Medina de Rioseco, á quien acompañaba el capitan Luis Marin, que lo fue despues en la conquista de Méjico, y traian diez soldados, un caballo y una yegua, que en aquella ocurrencia se tuvo á socorro considerable. Omitieron nuestros escritores el intento de su viaje; y en esta duda parece lo mas verisímil que saliesen de Cuba con ánimo de buscar á Cortés para seguir su fortuna: á que persuade la misma facilidad con que se incorporaron en su ejército. Súpose por este medio que el gobernador Diego Velazquez quedaba nuevamente encendido en sus amenazas contra Hernan Cortés, porque se hallaba con título de adelantado de aquella isla, y con despachos reales para descubrir y poblar, obtenidos por la negociacion de un capellan suyo que habia despachado á la corte para esta y otras pretensiones, cuya merced le tenia inexorable ó persuadido á que su mayor autoridad era nueva razon de su queja.

Pero Hernan Cortés, empeñado ya en mayores pensamientos, trató esta noticia como negocio indiferente, aunque le apresuró algo en la resolucion de dar cuenta al rey de su persona: para cuyo efecto dispuso que la Vera-Cruz, en nombre de villa, formase una carta, poniendo á los pies de S. M. aquella nueva república, y refiriendo por menor los sucesos de la jornada; las provincias que estaban ya reducidas á su obediencia; la riqueza, fertilidad y abundancia de aquel nuevo mundo; lo que se habia conseguido en favor de la religion, y lo que se iba disponiendo en órden á reconocer lo interior del imperio de Motezuma. Pidió encarecidamente á los capitulares del ayuntamiento, que sin omitir las violencias intentadas por Diego Velazquez y su poca razon, ponderasen mucho el valor y constancia de aquellos españoles, y les dejó el campo abierto para que hablasen de su persona como cada uno sintiese. No sería modestia, sino fiar de su mérito mas que de sus palabras, desear que se alargasen ellos con mejor tinta en sus alabanzas, que á nadie suenan mal sus mismas acciones bien ponderadas, y mas en esta profesion militar, donde se usan unas virtudes poco desengañadas, que se pagan de su mismo nombre.

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La carta (1) se escribió en forma conveniente, cuya conclusion fue pedir á su magestad que le enviase el nombramiento de capitan general de aquella empresa, revalidando el que tenia de la villa y ejército sin dependencia de Diego Velazquez; y él escribió en la misma substancia, hablando con mas fundamento en las esperanzas que tenia de traer aquel imperio á la obediencia de su magestad, y en lo que iba disponiendo para contrastar el poder de Motezuma con su misma tiranía.

Formados los despachos, se cometió á los capitanes Alonso Hernandez Portocarrero y Francisco de Montejo esta legacía; y se dispuso que llevasen al rey todo el oro y alhajas de precio y curiosidad que se habian adquirido, así de los presentes de Motezuma, como de los rescates y dádivas de los otros caciques, cediendo su parte los oficiales y soldados, para que fuese mas cuantioso el regalo llevaron tambien algunos indios que se ofrecieron voluntarios á este viaje; primicias de aquellos nuevos vasallos que se iban conquistando; y Hernan Cortés envió regalo aparte para su padre Martin Cortés : digno cuidado entre las demas atenciones suyas. Fletóse luego el mejor navío de la armada : encargóse el regimiento de la navegacion al piloto mayor Anton de Alaminos; y cuando llegó el dia señalado para la embarcacion, se encomendó al favor divino el acierto del viaje con una misa solemne del Espíritu Santo; y con este feliz auspicio se hicieron á la vela en diez y seis de julio de mil quinientos diez y nueve, con órden precisa de seguir su derrota la vuelta de España, procurando tomar el canal de Bahama, sin tocar en la isla de Cuba, donde se debian recelar como peligro evidente las asechanzas de Diego Velazquez.

En el tiempo que se andaban tratando las prevenciones de esta jornada, se inquietaron nuevamente algunos soldados y marineros, gente de pocas obligaciones, tratando de escaparse para dar aviso á Diego Velazquez de los despachos y riquezas que se remitian al rey en nombre de Cortés : y era su ánimo adelantarse con esta noticia, para que pudiese ocupar los pasos y apresar el navío, á cuyo fin tenian ya ganados los marineros de otro, y prevenido en él todo lo necesario para su viaje; pero la misma noche de la fuga se arrepintió uno de los conjurados que se llamaba Bernardino de Coria. Iba con los demas á embarcarse, y conociendo desde mas cerca la fealdad de su delito, se apartó cautelosamente de sus compañeros, y vino con el aviso á Cortés. Tratóse luego del remedio, y se dispuso con tanto secreto y diligencia, que fueron aprehendidos todos los cómplices en el mismo bajel sin que pudiesen negar la culpa que cometian. Y Hernan Cortés la tuvo por digna de castigo ejemplar, desconfiando ya de su misma benignidad. Sustancióse en breve la

(1) O mas bien relacion circunstanciada de todo lo descubierto hasta la fecha ; esto es, 10 de julio de 1519. Robertson equivoca esta data, tomando la del 16 del mismo mes, dia de la partida de los dos comisionados.

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