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de proseguir aquella empresa; y que no se le podia negar la razon porque ni el número de los soldados ni el estado de los bajeles, »> ni los bastimentos de reserva, ni las demas prevenciones tenian » proporcion con el intento de conquistar un imperio tan dilatado » y tan poderoso ; que nadie estaba tan mal consigo que se quisiese perder por capricho ageno; y que ya era menester que tratase de « dar la vuelta á la isla de Cuba, para que Diego Velazquez reforzase » su armada, y tomase aquel empeño con mejor acuerdo y con mayo>> res fuerzas. »

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Oyóle Hernan Cortés sin darse por ofendido, como pudiera, de la proposicion y del estilo de ella; antes le respondió, sosegada la voz y el semblante : « que estimaba su advertencia, porque no sabia la » desazon de los soldados; antes creia que estaban contentos y ani» mosos, porque en aquella jornada no se podian quejar de la for>> tuna si no los tenia cansados la felicidad; pues un viage tan sin zozobras, lisonjeado del mar y de los vientos; unos sucesos como » los pudo fingir el desco; tan conocidos favores del cielo en Cozu» mel; una victoria en Tabasco, y en aquella tierra tanto regalo y prosperidad, no eran antecedentes de que se debia inferir semejante desaliento, ni era de mucho garbo el desistir antes de ver la » cara del peligro; particularmente cuando las dificultades solian » parecer mayores desde lejos, y deshacerse luego en las manos los » encarecimientos de la imaginacion; pero que si la gente estaba » ya tan desconfiada y temerosa como decia, seria locura fiarse de » ella para una empresa tan dificultuosa, y que así trataria luego de » tomar la vuelta de la isla de Cuba, como se lo proponian; confe» sando que no le hacia tanta fuerza el ver esta opinion en el vulgo » de los soldados, como el hallarla asegurada en el consejo de sus » amigos. » Con estas y otras palabras de este género, desarmó por entonces la intencion de aquellos parciales inquietos, sin dejarles que desear hasta que llegase el tiempo de su desengaño; y con esta disimulacion artificiosa, primor algunas veces permitido á la prudencia, dió á entender que cedia para dar mayores fuerzas á su resolucion.

CAPITULO VI.

Publícase la jornada para la isla de Cuba: claman los soldados que tenia prevenidos Cortés: solicita su amistad el cacique de Zempoala (1); y últimamente hace la poblacion.

Poco rato despues que se apartaron de Hernan Cortés Diego de Ordaz y los demas de su séquito, hizo que se publicase la jornada para la isla de Cuba, distribuyendo las órdenes para que se embar

(1) Este nombre viene de Zempoalli; que significa veinte : tal vez aludiendo á un mercado que allí se celebraba de veinte en veinte dias.

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casen los capitanes con sus compañías en los mismos bajeles de su cargo, y estuviesen á punto de partir el dia siguiente al amanecer; pero no se divulgó bien entre los soldados esta resolucion, cuando se conmovieron los que estaban prevenidos, diciendo á voces: « que » Hernan Cortés los habia llevado engañados, dándoles á entender que iban á poblar en aquella tierra, y que no querian salir de » ella, ni volver a la isla de Cuba; á que añadian, que si él estaba »en dictámen de retirarse, podria ejecutarlo con los que se ajus» tasen á seguirle ; que á ellos no les faltaria alguno de aquellos caballeros que se encargase de su gobierno. » Creció tanto y tan bien adornado este clamor, que se llevó tras sí á muchos de los que entraron violentos ó persuadidos en la contraria faccion ; y fue menester que los mismos amigos de Cortés que movieron á los unos, apaciguasen á los otros. Alabaron su determinacion, ofrecieron que hablarian á Cortés para que suspendiese la ejecucion del viaje; y antes que se entibiase aquel reciente fervor de los ánimos, partieron á buscarle asistidos de mucha gente, en cuya presencia le dijeron, levantando la voz : « que el ejército estaba en términos de amoti» narse sobre aquella novedad : quejáronse, ó hicieron que se quejaban, de que hubiese tomado semejante resolucion sin el consejo de sus capitanes : ponderábanle, como desaire indigno de » españoles, el dejar aquella empresa en los primeros rumores de » la dificultad, y el volver las espaldas antes de sacar la espada. » Traíanle á la memoria lo que sucedió á Juan de Grijalva; pues » todo el enojo de Diego Velazquez fue porque no hizo alguna po»blacion en la tierra que descubrió y se mantuvo en ella, por cuya » resolucion le trató de pusilánime y le quitó el gobierno de la armada. » Y últimamente le dijeron lo que él mismo habia dictado; él lo escuchó como noticia en que hallaba novedad, y dejándose rogar y persuadir, hizo lo que deseaba, y dió á entender que se reducia. Respondióles: « que estaba mal informado, porque algunos » de los mas interesados en el acierto de aquella faccion (y no los » nombró por dar mayor misterio á su razon) le habian asegurado >> que toda la gente clamaba desconsoladamente sobre dejar aquella » tierra y volverse á la isla de Cuba; y que de la misma suerte que tomó aquella resolucion contra su dictámen, por complacer á sus soldados, se quedaria con mayor satisfaccion suya, cuando los » hallaba en opinion mas conveniente al servicio de su rey, y á la obligacion de buenos españoles; pero que tuviesen entendido que » no queria soldados sin voluntad, ni era la guerra ejercicio de >> forzados; que cualquiera que tuviese por bien el retirarse á la » isla de Cuba, podria ejecutarlo sin embarazo; y que desde luego » mandaria prevenir embarcacion y bastimentos para el viage de » todos los que no se ajustasen á seguir voluntariamente su for» tuna. » Tuvo grande aplauso esta resolucion: oyóse aclamado el nombre de Cortés : llenóse el aire de voces y de sombreros, al modo que suelen esplicar su contento los soldados: unos se ale

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y

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graban porque lo sentian así; y otros por no diferenciarse de los que sentian lo mejor. Ninguno se atrevió por entonces á contradecir la poblacion, ni los mismos que tomaron la voz de los malcontentos, acertaban á volver por sí; pero Hernan Cortés oyó sus disculpas sin apurarlas, y guardó su queja para mejor ocasion.

Sucedió á este tiempo, que estando de centinela en una de las avenidas Bernal Diaz del Castillo y otro soldado, vieron asomar por el parage mas vecino á la playa cinco indios que venian caminando hácia el cuartel; y pareciéndoles poco número para poner en arma al ejército, los dejaron acercar. Detuviéronse á poca distancia, y dieron á entender con las señas, que venian de paz, y que traian embajada para el general de aquel ejército. Llevólos consigo Bernal Diaz, dejando á su compañero en el mismo sitio, para que cuidase de observar si los seguian algunas tropas. Recibiólos Hernan Cortés con toda gratitud, y mandando que los regalasen antes de oirlos, reparó en que parecian de otra nacion, porque se diferenciaban de los mejicanos en el trage, aunque traian como ellos penetradas las orejas y el labio inferior de gruesos zarcillos y pendientes, que aun siendo de oro los afeaban. La lengua tambien sonaba con otro género de pronunciacion, hasta que viniendo Aguilar y doña Marina, se conoció que hablaban en idioma diferente, y se tuvo á dicha que uno de ellos entendiese y pronunciase dificultosamente la lengua mejicana (1), por cuyo medio, no sin algun embarazo, se averiguó que los enviaba el señor de Zempoala, provincia poco distante, para que visitasen de su parte al caudillo de aquella gente valerosa; porque habian llegado á sus oidos las maravillas que obraron sus armas en la provincia de Tabasco; y por ser príncipe guerrero y amigo de hombres valerosos deseaba su amistad, ponderando mucho la estimacion que hacia su dueño de los grandes soldados, como quien procuraba que no se atribuyese al miedo lo que tenia mejor sonido en la inclinacion.

Admitió Hernan Cortés con toda estimacion la buena correspondencia y amistad que le proponian de parte de su cacique, teniendo á favor del cielo el recibir esta embajada en tiempo que estaba despedido y receloso de los mejicanos: celebrándola mas cuando entendió que la provincia de Zempoala estaba en el paso de aquel lugar que descubrió desde la costa Francisco de Montejo, donde pensaba entonces mudar su alojamiento. Hizo algunas preguntas á los indios para informarse de la intencion y fuerzas de aquel cacique; y una de ellas fue; cómo estando tan vecinos habian tardado tanto en venir con aquella proposicion? A que respondieron, que no podian concurrir los de Zempoala donde asistian los mejicanos, cuyas crueldades se sufrian mal entre los de su nacion.

No le sonó mal esta noticia á Hernan Cortés, y apurándola con alguna curiosidad, vino á entender que Motezuma era príncipe vio

(1) Designåbanla los indios con el nombre de Nahualt.

lento, y aborrecible por su soberbia y tiranías, que tenia muchos de sus pueblos mas atemorizados que sujetos, y que habia por aquel parage algunas provincias que deseaban sacudir el yugo de su dominio; con que se le hizo menos formidable su poder, y ocurrieron á su imaginacion varias especies de ardides y caminos de aumentar su ejército, que le animaban confusamente. Lo primero que se le ofreció fue ponerse de parte de aquellos aflijidos, y que no sería dificultoso ni fuera de razon el formar partido contra un tirano entre sus mismos rebeldes. Así lo discurrió entonces, y así le sucedió despues, verificándose con otro ejemplo en la ruina de aquel imperio tan poderoso, que la mayor fuerza de los reyes consiste en el amor de sus vasallos. Despachó luego á los indios con algunas dádivas en señal de benevolencia, y les ofreció que iria brevemente á visitar á su dueño para establecer su amistad, y estar á su lado en cuanto necesitase de su asistencia.

Era su intento pasar por aquella provincia, y reconocer á Quiabislan, donde pensaba fundar su primera poblacion, por los buenos informes que tenia de su fertilidad; pero le importaba para otros fines que iba madurando, adelantar la formacion de su república en aquellas mismas barracas, suponiendo que se habia de mudar la situacion del pueblo á parte menos desacomodada. Comunicó su resolucion á los capitanes de su confidencia; y suavizada por este medio la proposicion, se convocó la gente para nombrar los ministros del gobierno, en cuya breve conferencia prevalecieron los que sabian el ánimo de Cortés, y salieron por alcaldes Alonso Hernandez Portocarrero y Francisco de Montejo por regidores Alonso Dávila, Pedro y Alonso de Alvarado, y Gonzalo de Sandoval; y por alguacil mayor y procuradorgeneral Juan de Escalante y Francisco Alvarez Chico. Nombróse tambien el escribano de ayuntamiento, con otros ministros inferiores; y hecho el juramento ordinario de guardar razon y justicia segun su obligacion, al mayor servicio de Dios y del rey, tomaron su posesion con la solemnidad que se acostumbra, y comenzaron á ejercer sus oficios dando á la nueva poblacion el nombre de la Villa Rica de la Vera-Cruz, cuyo título conservó despues en la parte donde quedó situada; llamándose Villa Rica, en memoria del oro que se vió en aquella tierra; y de la Vera-Cruz, en reconocimiento de haber saltado en ella el viernes de la Cruz.

Asistió Hernan Cortés á estas funciones como uno de aquella república, haciendo por entonces persona de particular entre los demas vecinos; y aunque no podia fácilmente apartar de sí aquel género de superioridad, que suele consistir en la veneracion agena, procuraba autorizar con su respeto aquellos nuevos ministros, para introducir la obediencia en los demas cuya modestia tenia en el fondo alguna razon de estado, porque le importaba la autoridad de aquel ayuntamiento, y la dependencia de aquellos súbditos, parą que el brazo de la justicia y la voz del pueblo llenasen los vacíos de la jurisdiccion militar, que residia en él por delegacion de Diego

Velazquez, y á la verdad estaba revocada, y se mantenia sobre flacos cimientos para entrar con ella en una empresa tan dificultosa: defecto que le traia cuidadoso, porque andaba disimulado entre los que le obedecian, y le embarazaba en su misma resolucion para hacerse obedecer.

CAPITULO VII.

Renuncia Hernan Cortés, en el primer ayuntamiento que se hizo en la Vera-Cruz, el título de capitan general que tenia por Diego Velazquez; vuélvenle á elegir la villa y el pueblo.

El dia siguiente por la mañana se juntó el ayuntamiento, con pretesto de tratar algunos puntos concernientes á la conservacion y aumento de aquella poblacion; y poco despues pidió licencia Hernan Cortés para entrar en él á proponer un negocio del mismo intento. Pusiéronse en pie los capitulares para recibirle, y él haciendo reverencia á la villa, pasó á tomar el asiento inmediato al primer regidor, y habló en esta sustancia, ó poco diferente.

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Ya, señores, por la misericordia de Dios, tenemos en este con» sistorio representada la persona de nuestro rey, á quien debemos » descubrir nuestros corazones, y decir sin artificio la verdad, que » es el vasallage en que mas le reconocemos los hombres de bien. » Yo vengo á vuestra presencia, como si llegára á la suya, sin otro »fin que el de su servicio, en cuyo celo me permitireis la ambi>>cion de no confesarme vuestro inferior. Discurriendo estais en >> los medios de establecer esta nueva república; dichosa ya de » estar pendiente de vuestra direccion. No será fuera de propósito » que oigais de mí lo que tengo premeditado y resuelto, para que » no camineis sobre algun presupuesto menos seguro, cuya falta » os obligue á nuevo discurso y nueva resolucion. Esta villa, que empieza hoy á crecer al abrigo de vuestro gobierno, se ha fundado en tierra no conocida y de grande poblacion, donde se han » visto ya señales de resistencia, bastantes para creer que nos ha» llamos en una empresa dificultosa, donde necesitaremos igual» mente del consejo y de las manos; y donde muchas veces habrá » de proseguir la fuerza lo que empezáre y no consiguiere la pru» dencia. No es tiempo de máximas políticas, ni de consejos » desarmados. Vuestro primer cuidado debe atender á la conservacion » de este ejército que os sirve de muralla : y mi primera obligacion » es advertiros que no está hoy como debe, para fiarle nuestra segu»ridad y nuestras esperanzas. Bien sabeis que yo gobierno el ejército, » sin otro título que un nombramiento de Diego Velazquez, que fue » con poca intermision escrito y revocado. Dejo aparte la sinrazon de » su desconfianza, por ser de otro propósito; pero no puedo negar » que la jurisdiccion militar, de que tanto necesitamos, se conserva hoy en mi contra la voluntad de su dueño, y se funda en un

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