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algunos santos, especialmente Constantino el magno contra los Godos y los Sarmatas en tiempo del papa Silvestre y otros por dictamen de san Gregorio el grande. No es verdad ni está probado nada de todo esto. La guerra de Constantino fué porque los Godos y los Sarmatas habian invadido algunos paises del imperio romano. Así consta de Paulo Orosio, de la historia tripartita y de otros varios escritores coetaneos ó proximos á la epoca. San Gregorio magno lejos de aconsejar guerra, envió al monge Augustin

y

á sus socios para predicar el evangelio á los idólatras de Inglaterra, persuadiendo con razones y no violentando con armas suyas ni agenas, como lo escribiéron san Beda y Juan Diacono. Unicamente sabemos que san Gregorio dió elogios indirectos á las guerras que sostenia en su tiempo el patricio Genadio, diciendo que no tanto eran por deseos de derramar la sangre humana cuanto por extender el territorio de su dominacion en el cual se daba culto á Dios, y desde el cual pudieran ir predicadores del evangelio. Mas examinando bien el testo no hay una palabra de que se pueda inferir que aconsejaba las guerras por convertir á los habitantes del pais que se conquistase.

San Pablo escribió ( añade el señor obispo ) que no le pertenecia mezclarse acerca de las costumbres de los que no eran cristianos; y si se reconocia sin derecho para eso, ménos pensaria tener el de aconsejar su exterminio por medio de una guerra. Con

esto confronta la conducta de Jesu-Cristo que no quiso mezclarse de los asuntos agenos de su instituto cual era el repartir los bienes temporales de una herencia entre dos hermanos cuando dijo¿Quien me ha constituido por juez de vuestras diferencias? San Augustin decia tambien que no debiamos mezclarnos jamas en asuntos algunos contra los idólatras ni en derribar sus ídolos, sino solo hacer todo lo posible por medios suaves para convertirlos.

lo

El señor cronista general del Emperador decia tambien que los Indios no solo merecian ser combatidos par causa de idolatría sino aun tambien para castigo de otros muchos pecados contra la naturaleza, que cometian matando á personas inocentes y sacrificándolas á sus falsos dioses. El señor obispo responde á esto que, aun permitiendo pasar por verdad que no lo era, no hay texto alguno de la santa escritura que autorice á ningun Rey para castigar tales pecados. La infidelidad es mucho mayor que la idolatría, y sin embargo dice santo Tomas de Aquino que su castigo sera gravísimo en el último dia del juicio, no ántes, porque no es conocida por los inficles. como pecado, y así el apóstol san Pablo dijo á los Atenienses: Yo vengo á anunciaros al Dios que vosotros adorais con ignorancia de que lo es

Añadia el doctor ser doctrina de muchos sabios canonistas que la guerra contra los idólatras es siempre justa. Pero el señor obispo asegura que, solamente puede concederse algun aprecio á semejante

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doctrina en casos particulares: 1°. cuando la guerra fuere para reconquistar paises que hayan sido de cristianos antes de caer en poder de idólatras, como Argel y los otros pueblos africanos de Berbería ; 2o. cuando los idólatras insultan á los cristianos profanándoles sus templos, sacrificios, y demas actos religiosos así el emperador Constantino prohibió á los Gentiles tener ídolos donde causasen escándalos á los cristianos; 3°. cuando insulten á estos blasfemando públicamente contra la religion cristiana; 4°. cuando impidan la predicacion del evangélio sin otro motivo que su odio á la religion cristiana; pues si los predicadores van armados, ya la denegacion del permiso no es causa bastante para que se les haga ninguna guerra, mediante haberse apartado de la doctrina de Jesu-Cristo los predicadores llevando armas; 5°. cuando los idolatras hagan guerra contra los Cristianos, como acostumbran los Turcos; 6°. cuando aquellos persiguen á los inocentes desvalidos encomendados á la protección de la iglesia y aun en esto no admite la opinion de los canonistas el señor obispo, pues sostiene que si no les pudiere proteger de otro modo, es ménos malo permitir la desgracia de algunos inocentes que hacer una guerra de la cual se han de subseguir mas grandes males, sin lograr tal vez el objeto que la motivó.

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Por estos principios concluyó diciendo el señor obispo que la guerra contra los Indios era ilícita

y pecaminosa por más idólatras que sean, mientras ellos no insulten á los cristianos como á tales; y que lo mismo sucede aun cuando fuese verdad que los Indios cometen otros muchos pecados contra la naturaleza.

La segunda razon principal en que fundó el doctor Sepulveda su dictamen de ser lícito hacer á los Indios guerra, se reduce á decir que estos son de un ingenio rudo, servil, bárbaro y solamente proprios para vivir sujetos á otros hombres mas ilustrados que les dirijan en su conducta, y en su enseñanza, lo cual podrán hacer los Españoles despues que por la guerra tengan bajo su potestad á los Indios.

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A esto respondió el señor obispo que los Indios de América no son del ingenio rudo servil que se les atribuye, ní son absolutamente bárbaros puesto que viven en sociedades con gefes conocidos y con leyes que prescriben las penas correspondientes en el sistema gubernativo de ellos á las acciones que reputan criminales; ni tampoco son tan ignorantes y rudos como se procura persuadir, pues fabrican casas, armas, pan y otras cosas necesarias, aunque sus artes, sus costumbres y sus maneras no tengan analogía con las de España, y así negando el súpuesto de los hechos referidos por el egregio doctor, queda sin fuerzas el argumento deducido de ellos..

La tercera razon principal del señor Sepulveda

fué porque sujetando á los Indios por la guerra, es mas fácil, mas comodo, y por consecuencia mas conveniente predicarles despues el evangelio con tal eficacia que se les persuada mejor la verdad de la religion cristiana , y se les excite á profesarla. Pero el señor obispo se opone á este discurso de muchas maneras, y sostiene la opinion contraria por varias razones que indicaré.

La fe no permite (dice) hacer demonstracion de sus verdades por raciocinios puramente naturales. Se necesita sujetar el entendimiento en obsequio de la fe como decia el apóstol San-Pablo. Esta captividad supone la circunstancia importantísima de que los oyentes crean, que quien les predica, es hombre de buena fe; y que procede con ella sin intencion de engañar. Este concepto preliminar necesita nacer de la observacion sobre una conducta virtuosa, pacífica, desinteresada y por ningun extremo sospechosa del predicador, porque solo así podra ser escuchado con atencion y respeto. La experiencia tiene comprobada esta verdad en las Indias la razon natural viene á su apoyo; y tanto los evangelistas y apóstoles como los santos padres de la iglesia inculcáron la misma doctrina para cuya comprobacion copió el señor obispo muchos textos. Añadiendo que no es posible conciliarlos con la práctica de hacer primero guerra para predicar despues, porque lejos de prepa rarse bien el ánimo de los oyentes, resultan odios

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