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girse á territorio en que nadie podía egercer ju risdiccion sino Casas, y afirmando que bastaria sut presencia y la de algunos religiosos para pacificar el pais. Ocampo le dijo mui justamente que no podia dejar de obedecer á sus superiores con quienes deveria entenderse Casas; pero al mismo tiempo procuró hacerle ver que su empresa no podia ya verificarse por causa de la novedad de la revelion con que no habia contado en su plan.

Don Bartolomé compró una embarcacion por qui níentos pesos que le fiaron; pasó á la isla española de Santo-Domingo, requirió al almirante y á la real Audiencia con las provisiones de la Corte, afirmando que los labradores destinados para su em presa quedaban en la isla de san Juan de PuertoRico; y pidiendo se mandase á Gonzalo de Ocampo volverse á la isla ; pero para entonces ya este habia castigado á los Indios, y sujetado el pais nuevamente (1)

Huvo terribles devates en Santo-Domingo sobré la manera de poner en egecucion las ordenes de la Corte la para empresa de Casas • para lo cual se conferenció con otra Junta real establecida en aquella isla con el titulo de Consulta y por ultimo se resolvió hacer compañía con el licenciado para las utilidades pecuniarias que resultasen en la pesca

(1) Herrera: dec. 2, lib. 9, cap. 8, 9 y 16.

de perlas, y del oro y en las grangerías, cuya distribucion habia de tener veinte y cuatro partes; á saber seis para el real erario; seis para don Bartolomé , y sus cincuenta caballeros de la espuela dorada; tres para el almirante; cuatro para los cuatro oidores de la real Audiencia; tres para los tres offciales reales tesorero, contador, y veedor; dos para los dos escribanos de camara; y acordaron que todos estos interesados contribuyesen á los gastos, con la misma proporcion. En su consecuencia se dispuso que se diesen á Casas los navíos de la escuadra de Ocampo, con ciento y veinte hombres escogidos. Se le probeyó de viveres, y objetos del afecto de los Indios para rescatar oro y perlas; se le autorizó para tomar en la isla de la Mona mil y cien cargas de pan-cazabi; y salio Casas de SantoDomingo en el mes de julio del año 1521. Pasó á la isla de San-Juan de Puerto-Rico para tomar los doscientos labradores; pero no halló á ninguno : todos se habian ido á diferentes grangerias del pais. Continuó su viage á la Tierra-Firme; llegó al pueblo llamado Toledo fundado por Gonzalo de Ocampo; que aun estaba detenido allí con sus tropas desde la subyugacion. Ocampo le dijo estar pronto á ser capitan de los ciento y veinte hombres que fuesen escogidos; pero ninguno quiso admitir la quiso admitir la propuesta, y no habia facultades ní ordenes para obligarles, á servir en ella contra la voluntad. Casi todos se volvieron á la isla española de Santo-Domingo; y

la villa de Toledo quedó casi desierta, permaneciendo unicamente los amigos y dependientes de don Bartolomé con unos pocos hombres particulares que á fuerza de instancias se conformaron en servir con sueldo diario, y los religiosos franciscos que se habian salvado del convento de Chiribichí, los cuales habian fundado en Toledo su nuevo convento con una mui buena huerta.

El capitan Ocampo se retiró tambien à la isla española de Santo-Domingo manifestando á Casas grande compasion de dejarlo casi solo para una empresa que presentaba grandes motivos de tener un éxito infeliz.

A pesar de todo perseveró Casas en su proposito y edificó una casa grande con algunos signos de fortificacion para recoger y conservar los viveres y objetos mercantiles de rescate luego trató de fabricar una pequeña fortaleza en la boca del rio de Cumaná para evitar que viniesen á inquietar á los Indios los Españoles de la isla de Cubagua, distante siete leguas de mar. Luego comenzó á tener trato y communícacion con los Indios del pais, ya por medio de los religiosos franciscos de Toledo, ya por el de una señora india principal, nombrada doña María, la cual hablaba un poco la lengua española. Asi dió á entender á los Indios que venia de parte del rey nuevo de Castilla á decirles que seles trataria mucho mejor que antes, y que se les haria mucho bien llevándoles cuanto les conviniese, y enseñándoles

amistosamente las verdades de la religion que ellos ignoraban y que les importaban mucho. Pero cuando mas adelantaba Casas en sus proyectos, los Europeos de la isla de Cubagua encontraron medio de privarle del maestro albanil que fabricaba la fortaleza, dejando la villa de Toledo sujeta (y por consiguiente los Indios del pais) á las incursiones que ántes habian solido hacer aquellos.

No puda impedir Casas el trato de los castellanos de Cubagua con los Indios de Cumaná por mas requerimientos que hizo de las ordenes del rey al gobernador y demas autoridades de aquella isla; por lo cual, de acuerdo con los religiosos franciscanos del convento de Toledo, pasó á la isla española de Santo Domingo á tratar con el almirante y la Real Audiencía sobre los medios de impedir las desobediencias de los Españoles de Cumagua; y dejó por gobernador de Toledo á Francisco de Soto para todo el tiempo de su ausencía; previniendo que por ningun motivo permitiera jamas separarse del puerto dos embarcaciones que allí quedaban, porque su des tino inalterable devia ser el de una precaucion para que si por desgracia los Indios se alterasen y persiguiesen á los castellanos de Toledo; estos retirasen en estas embarcaciones los víveres y los objetos mer cantiles de rescate, y en caso necesario las personas, Pero Francisco de Soto no se arregló á estas ordenes, Apenas Bartolomé de las Casas marchó á la isla española, quiso, aprobechar la ocasion para enviar

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gentes á rescatar oro y perlas, y dejó expuesta la poblacion y la gente á todo peligro, el cual se verificó bien pronto, y para su inteligencia conviene referír

otros hechos.

Los Indios de Cumaná se habian aficionado mucho al vino de España. Les castellanos de Cumagua fomentaron esta pasion llevandolo mas agradable al paladar de aquellos y reciviendo su precío en oro, perlas, ó esclavos. Los de Cumaná se hicieron ladrones de niños de lo interior del pais por venderlos á los de Cumagua á precio de víno. El establecìmiento de don Bartolomé las Casas y la construccion de la fortaleza en las bocas del rio de Cumaná devian impedir grandes ganancias pecuniarias á los Españoles de la isla de Cumagua, y gran disgusto á los Indios de la costa de Cumaná persuadidos de que ya no tendrian tanta proporcion de beber vino de España. De aquí resultó una conjuracion de los Indios contra el nuevo establecimiento y aun contra los religiosos franciscanos, á los cuales hubieran amado siempre mucho, sí los Españoles de Cumagua no tuvieran interes en ser ellos dueños libres del comercio de la costa fronteriza de Tierra-Firme, ambicion imposible de satisfacerse mientras la villa de Toledo prevaleciese.

Formada la conjuracion en ausencia de Casas, se preparó la egecucíon luego que Francisco de Soto, por un efecto de codicia mal entendida, separó del puerto las dos embarcaciones faltando á las

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