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cion de la cual resulta que S. M. no aprobaba los repartimientos de Indios, ni el trato que solia darse á los Indios, ni el modo que se habia seguido para su conversion á la fe; en consecuencia de lo cual mandaba que se dejase á los Indios vivir cada uno en su casa como cualquiera otro vecino de aquel pais; se les impusiera una contribucion moderada, y se les aconsejase con dulzura y suavidad hacer sociedad civil con los Españoles entrando en conversacion con ellos, y que ademas se les exhortase siempre con modos agradables á profesar de buena fe la religion católica. En esto seguia su Magestad el consejo que le habia dado el primer almirante y descubridor don Cristobal Colon.

Todo hubiera salido bien con el cumplimiento y fiel egecucion de tan justa providencia pero el egemplo detestable del comendador mayor de Alcantara que desde la muerte de la reina Isabel, comenzó á despoblar la Isla Española, y que ya estaba seguido en las otras islas de Cuba, de Jamaica, y de San-Juan, animó á Pedro Arias, para enriquecerse por los proprios medios; y no solo introdujó el abuso de los repartimientos y encomiendas en las provincias setentrionales de Tierra-Firme, sino que fué origen de que luego hiciesen otro tanto distintos gobernadores en las provincias de Nicaragua, Cartagena, Venezuela, Santa-Marta y Perú, así como desde Cuba salió igual peste para Honduras, Guatimala, Nueva-España, de manera que el comenda

dor mayor de Alcantara fué primer causante de la despoblación general de Indias.

Pedro Arias entró en la Tierra-Firme como un lobo hambriento de muchos dias podia entrar en el redil de un grande número de ovejas mansas y de corderos tiernos ; é hizo por si mismo y por medio de otros Españoles subalternos suyos tanto estrago de robos, muertes, incendios, violencias y otros males que despobló mas de cuatrocientas leguas de tierra desde el Darien en que desembarcó hasta Nicaragua sin embargo de haber sido el pais mas poblado del mundo conocido, haciendo daños de seis millones de oro, y mas, sin contar las inmensas sumas que robó, infinitamente superiores á lo que se pueda imaginar.

Posteriormente se han descubierto nuevas tierras y en todas prevalece tan mala doctrina y peor práctica, diciéndose proceder con autoridad legal de la instruccion dada por la Reina abuela de V. M. al gobernador de la Española. Pero ya queda probado ser un falso testimonio pues haciendo cotejo entre la lettra de la Instruccion y la práctica, no se halla ninguna conformidad, y es doce años mas moderna la del Rey, abuelo de V. M. que (aun sin conocer á fondo los malos resultados del modo con que aquella se ponia en egecucion) manifestó los deseos contrarios restaurando la práctica y los consejos del primer almirante y descubridor Colon, de los cuales jamas quiso apartarse la reina Isabel, pues solo contintió

en el contenido de la Instruccion condicionalmente y bajo un falso supuesto que se le propuso por base.

De aquí resultan algunas consecuencias: 1°. Ser nulo por derecho cuanto se alega como fundamento: legal para persuadir que no se ha tratado á los Indios tiránicamente. La despoblacion general bastaria para probar lo contrario, porque no puede presumirse jamas en un legislador la voluntad de arruinar aquello cuya conservacion le conviene.

. 2°. Que aun cuando la práctica de dar Indios en encomienda hubiera sido legal por causa de la Instruccion que la Reyna católica dió al comendador mayor de Alcántara para el gobierno de la Isla Española, no lo fué ni lo pudo ser la del modo con que se trató á los Indios cuya exorbitante diminucion ha causado y causa inmensos daños pecuniarios al tesoro de la Península, fuera de los incalculables hechos á la religion y á la poblacion del pais.

RAZON XII.

Lo duodécimo porque si V. M. no da su libertad á los Indios, y permite que prosiga la práctica de repartirlos en encomienda, morirán luego los pocos que aun viven, como han muerto los muchos millones esclavizados desde el año 1504 hasta hoy.

Entonces las Indias quedarán desiertas, porque los Españoles volverán á la Península, no teniendo allí quienes les auxilien como jornaleros libres para la

explotacion de minas, cultura de las tierras, y cui dado de sus rebaños y aun cuando algunos Españoles queden en América, no podrán multiplicar en mil años el número de habitantes necesario para reem plazar el de los Indios muertos en solos cuarenta años.

No es creible que una conciencia tan delicada como la de V. M. pueda conformarse con un sistema tan injusto; ni tengo por posible que un entendimiento tan perspicaz deje de ver cuantos millones de reales perderia su real erario.

por

RAZON XIII'.

Lo décimotercio porque si V. M. permite proseguir las encomiendas, perderia infinito la real Corona diferentes rumbos. Los Indios recobrando su libertad sin reconocer otro señorío que el soberano, amarian á V. M. y le servirian contentos por agradecimiento. Cuando su amor estuviera consolidado por la estimacion que se les diese y por la benevolencia que experimentasen, se instruirian en el manejo de las armas españolas, y unidos y mezclados con los Castellanos, llegarian á ser buenos soldados utilísimos en cualquiera guerra que ocurriese contra un invasor. Ellos scrian fieles por interes, pues cada uno es zeloso defensor de sus campos, haciendas, casas y bienes.

Considerándose vecinos capaces de adquirir propiedades y riquezas como los Españoles, multiplicarian infinito la suma de los dineros pertenecientes al

real erario. Todo lo contrario sucede ahora y así vá disminuyendo por dias la renta de la Corona : en los primeros tiempos venia mas de un millon de caste-· llanos de oro finísimo por año á España para el real tesoro y solos diez mil pesos vienen hoy dentro de poco tiempo será ménos, porque la Corona no tiene renta ninguna segura en las Indias, y el mas ó ménos penderá del beneficio mayor ό menor que los Indios hagan en las minas de oro; en las cuales no se cogerá tal vez nada si llegan á faltar aquellos como debe suceder luego si se deja proseguir la esclavitud nombrada encomienda.

Donde va todo esto peor, es en el Perú, pues V. M. podia y debe tener allí una renta segura de tres millones de castellanos de oro y plata; pero se perdió por el cruel modo con que los Españoles se han conducido desde que por codicia matáron injustamente al rey hubiera dado con gusto. Atabaliba que á V. M. esa cantidad anualmente y tal vez otra mucho

mayor.

Si los Indios fuesen tratados con justicia, se aficionarian á la religion cristiana, y contribuirian en su favor; pero como experimentan lo contrario V. M. carece tambien de las riquezas que le convendria tener para los gastos de las guerras que V. M. hace a favor de la religion.

Esta podrá recibir otros daños transcendentales á los Españoles mismos, pues Dios puede irritarse contra España por los pecados de sus naturales, permi

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