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que el condestable de Castilla se opuso á la emigracion, Por fin Casas encontró doscientos en Antequera y otros pueblos de Andalucia. Pasaron los labradores á Sevilla y despues á la Isla española, y aunque no surtio efecto el plan de Casas (1), la culpa no fue suya. Una de las condiciones habia sido que se darian á los labradores las tierras realengas se supo despues que los monjes gobernadores las habian vendido. Pidio Casas que se les sustentase con las rentas reales el primer año. El obispo de Burgos lo reputó muy gravoso al tesoro público, y el Consejo de Indias no aprobó la propuesta, inutilizando así todo el plan del licenciado Casas (2),

En todas estas ocurrencias se pasaron dos años: y conducido aquel heroe del deseo eficaz de favorecer á los Indios, propuso en 1819 que se le cedieran cien leguas de tierra con la condicion de que no hahian de llegar á ella gentes militares, sino frailes dominicos que predicasen el eyangelio pacificamente á los habitantes naturales del pais; de los cuales él esperaba que serian bien recibidos y escuchados con fruto espiritual y temporal á favor de la religion del rey. Pero no pudo conseguir que la Corte accediese á la propuesta.

y

Viendo entonces que los ministros flamencos del

(1) Herrera: dec. 2, lib. 2, cap. 21. (2) Herrera. dec. 2, lib. 4, cap, 2,

rey, y algunos de los Españoles adheridos á sus maximas, unicamente deseaban empresas capaces de producir dinero, propuso que se le permitiese llevar á la costa de Cumaná cincuenta hombres de su confianza, vestidos de paño blanco con cruces rojas semejantes á las de Calatrava y con unos ramillos arpados en cada brazo, á fin de que los Indios creyésen que aquellos hombres eran de distinta cásta, y los recibiesen bien con esperanza de ser mejor tratados que por los que habian estado. Manifestó que sì esto sucedía como el esperaba, podrian aquellos cincuenta formar con el tiempo en aquel pais de Cumaná una congregacion religiosa con licencia del papa y del rey, llevando aquel mismo habito y atrayendo á los naturales pacificamente á la religion cristiana. Si su proposicion se aceptaba, prometia que las resultas serian ventajosas al real erario en los objetos siguientes.

Que diez mil Indios serian vasallos pacíficos del rey dentro de dos años, si su Magestad se dignaba poner á su disposicion (con independencia de todo gobierno militar y prohibicion de las entradas de descubridores y conquistadores) mil leguas de la costa del mar desde el río de los Aruacas, cien leguas mas arriba de Pária, hasta donde se concluyesen las mil caminando de poniente al oriente y norte. Que al tercer año tendria el real erario quince mil ducados de renta; y creceria por grados anualmente de manera que al año decimo seria ya la renta

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de sesenta mil ducados. Que en este termino practicaria tres poblaciones con tres fortalezas en los diferentes puntos que fuesen mas proporcionados, habitando en cada pueblo (además de los Indios naturales del pais) cincuenta familias españolas. Que descubriría pacificamente los rios que llevasen oro en sus aguas y lo comunicaría inmediatamente al rey para que se aprobechase á favor del erario.

Para cumplir esto pidio que no se permitiese á don Pedro Arias-Dabila gobernador de Tierra-Firme, mezclarse para nada en la empresa. Que se le concediesen doce religiosos dominicos y otros tantos franciscos, para predicar y fundar conventos donde conviniese. Que se le permitiera escoger en la isla española de Santo-Domingo diez Indios de su confianza y llevarlos consigo á donde las circunstancias fuesen dictando. Que se pusieran á su disposicion todos cuantos Indios hubieran sido cazados, rovados, ó hechos prisioneros en la cítada costa, si estaban en Santo-Domingo, u en cualquiera otra isla ó país sumiso para que pudiera conducirlos á sus proprios paises respectivos, é infundir así la confianza en los demas habitantes. Que los cincuenta hombres que llevaría de Castilla gozasen la duodecima parte de las rentas reales del pais con facultad de transmitirlas á quatro herederos. Que se habia de librar en su favor un diploma real haciendolos caballeros de la Espuela dorada: que ellos y sus descendientes habian de ser francos y exentos de contribuciones reales y pechos

personales. Que por muerte de alguno de los cincuenta hombres pudiera Casas buscar y poner otro en su lugar. Que los Indios no pudieran ser dados, vendidos, ni encomendados á ninguna persona con título alguno, sino que habian de permanecer siempre libres vasallos inmediatos del rey.

y

que

que

Los ministros flamencos admitieron el proyecto con la limitacion de conceder solas trescientas leguas de costa marítima que hay hasta Santa-Marta en lugar de las mil que se habian pedido. El rey mandó los papeles del asunto pasaran al Consejo de Indias con encargo de disponer las reales ordenes concernientes á la ejecucion, y las instrucciones necesarias para el objeto. Todo ésto se acordó en Barcelona; pero el consejo de Indias estancó el asunto de modo el licenciado Casas sufrio imponderables mortificaciones con la dilacion, que le hizo conocer cuanto desaprobaban los consejeros aquel proyecto. Algunos predicadores del rey expusieron al mismo Consejo lo que pensaban convenir para el remedio de los abusos que se hacia del poder contra la libertad de los Indios : los consejeros sospecharon que todo era intriga de Casas contra quien por lo mismo aumentaban la desafeccion. Don Bartolomé lo notaba demasiado por lo que se quejó al rey de la morosidad en expedir los despachos de su negocio ; recusó al consejo, con especialidad al obispo de Burgos, y con efecto su Magestad nombró por comisionados especiales á ciertos consejeros de estado reconocidos como imparciales,

prudentes y sabios, los cuales determinaron que la proposicion de Casas se llevase á efecto.

Llegaron á Barcelona entonces algunos Españoles venidos de América : y noticiosos de lo que acababa de suceder, expusieron al nuevo gran canciller doctor Mercurino de Gatinara, natural de Milan, que les parecía imposible de reducir á pratica el proyecto de Casas. De sus resultas hubo nuevas sesiones en la Junta de consejeros de estado á las cuales concur rio don Bartolomé, quien procuró satisfacer á mas de treinta obstáculos que se le objetaron, al mismo tiempo que otras personas ofrecian por distintos medios, iguales ó superiores ventajas pecuniarias si se les concedian los partidos acordados á Casas.

Entretanto llegó á Barcelona don fray Juan de Quevedo, obispo del Darien; con cuyo motivo el rey quíso asistir personalmente á una sesion del consejo de estado, mandando concurrir el obispo del Darien, el licenciado Casas, y un fraile francisco que habia estado mucho tiempo en la isla española de Santo-Domingo. Su magestad mandó al obispo hablar el primero informando lo que le pareciera conveniente acerca del estado de las Indias y de la capacidad intelectual de los Indios contra la cual habia oido algunas relaciones. Quevedo afirlos dos gobernadores del Darien habian sido á qual peor; pero que los Indios eran «< siervos & » natura los cuales precian y tienen en mucho el » oro, y para se lo sacar, es menester usar de mucha

que

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