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procesion y con grandes regalos. El Capitan español informado de la existencia de crecidas sumas de oro mandó al instante prender al rey: se le puso en un zepo por los pies con el cuerpo extendido sobre un madero al cual se le atáron las manos: un brasero de fuego abrasaba los pies los que humedecia un muchacho con hisopo empapado de aceite: un hombre se le presentaba delante con arpon y flecha en accion de disparar apuntando al corazon : otro le mostraba un perro de presa en aptitud de soltarlo para que le devorase. Todo este tormento era para que declarase donde tenia el oro y la plata. Un religioso franciscano llegó á saberlo y supo hablar de manera que cesó la crueldad; pero ya era tarde; los tormentos del zepo y del fuego habian sido tales que murió luego el rey de Mechoacan.

presen

Fué despues un comisionado con el titulo de Visitador y parece que su intencion era de conocer el estado de las bolsas de los Indios mas que el de su religion. Los habitantes veneraban sus ídolos porque no se les habia instruido bien sobre la existencia de un solo Dios verdadero. El visitador mandó tarlos: su órden fué cumplida exactamente por los Indios. Aquel apenas vió que no eran de que no eran de oro, hizo intimar á los Caciques que los comprasen y pagasen su precio en oro al visitador. Los Caciques obedeciéron, y el zelo del comisionado se dió por satisfecho aunque prosiguiéron las adoraciónes de los ídolos de cobre.

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El conquistador de Mechoacan pasó á la provincia de Xalisco que era una de las mas pobladas, mas fértiles, y mas ricas de aquel continente. Ciudad habia cuya estension pasaba de siete leguas. El señor y los Caciques de la capital salieron á recibirle pacíficamente segun costumbres; pero á pesar de los grandes regalos hechos al gefe y tropas, la conducta de aquel y estas fué la misma que en Mechoacan. Fuéron inumerables las muertes á fuego, y con espada y lanza. Les vivos quedáron esclavos para morir despues de hambre, fatiga, y malos tratamientos. Las mugeres preñadas y las que lactaban niños no lográron eximirse de ser portadoras de objetos pesadísimos y morian con las criaturas en sus brazos ó en sus entrañas...

Hombre tan cruel hubo (aunque se decia cristiano español) que habiendo robado una doncella para violarla, mató á la madre solo porque le daba en cara su iniquidad; y luego mató igualmente á la hija porque no quiso acceder al torpe designio.

El Capitan hizó la barbarie de marcar por esclavos cuatro mil y quinientas personas como por favor de conservarles la vida : entre ellos habia muchos niños que aun mamaban, y otros de dos, tres, y cuatro años. ¡ Cuantos moririan por solo el tormento de la

marca!

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Despues de acabado lo que llamaban estado de guerra se estableció el gobierno civil del tiempo de paz y esto se redujo á declarar por esclavos todos los In

dios que habian quedabo vivos, repartirlos entre los Españoles, y dejar á estos autorizados para que tratasen á los infelices como bestias de carga. Los cristianos sabian ya mui bien este gobierno; y se distinguió en crueldad uno quehabia sido mayordomo del con quistador. Ahorcó, quemó, y mató de otros varios. modos á muchos Indios; cortó á muchos las manos, los pies, las lenguas, y otros miembros ; destinó algunos á luchar con perros bravos; no daba para tan barbaras acciones otro motivo que infundir terror á los demas Indios para que buscasen oro y se lo diesen: sabia todo el gefe así como la frecuencia de azotes, palos, y otros malos tratamientos; pero miraba to do con la mayor indiferencia.

Conduciendose de este modo el conquistador despobló mas de ochocientos lugares del reyno de Xalisco. Los Indios irritatos por una conducta tan inhumana, resolviéron defenderse. Muchos huyéron á los montes, los demas tomáron las armas y matáron algunos espanoles.

Se mudó el general comandante, y siguió el propio rumbo su inmediato sucesor; hicieron otro tanto los posteriores hoy es el dia en que casi todo el reyno está despoblado. Es bien extraño que los Españoles digan ser justa su guerra é injusta de parte de los Indios. Para sotener esta paradoja es necesario que lá pasion les haya cegado completamente, de otro modo parece imposible que fuesen capaces los Españoles

de atribuir á Dios sus proprias victorias. Podremos aplicarles aquella sentencia que se lee en el capitulo x1°. de la profecia de Zacarias que dice: Alimenta á los rebaños de la matanza: los que la executan á no se mueven a compasion, antes bien dicen: Bendito sea Dios porque nos ha hecho ricos (1).

ARTÍCULO X.

Del reyno de Yucatan.

En 1526 fue nombrado gobernador 'del

que

que

reyno de

conocian

Yucatan un Español que habia hecho grandes ofertas acostumbraban los al rey, modo la tierra de América, y los frutos que podian sacar para sus proprias personas con el nombre de comisionado de su Magestad.

ΕΙ

reyno

de Yucatan es de trescientas y mas leguas de circunferencia; su tierra fertilisima y abundante de frutas mucho mas que la de Mégico; de miel todo el resto de Amériy cera mas que ca; pero no de oro ni metales que no estimaban los habitantes porque no los necesitaban. El carácter de sus gentes era dulcisimo, exento de vicios, y el mas propio para recibir la religion cristiana, si se

(1) Zacarie, chap. 11.

les tratara con dulzura. Podrian fundarse allí muchas ciudades mui pobladas y ricas, si el gobierno hubiera sido justo. El Capitan español fué con trescientos hombres; su conducta fué la misma que en otras partes. Como no halló el oro que deseaba, sació su cólera por medio de las mortandades acostumbradas, y vendió infinitos esclavos á los que acudian á conducirlos en navíos, pagando su precio en caballos y otros efectos, como vestidos aceite, vino, vinagre, tocino. Una arroba de cualquiera de estos víveres bastaba para comprar una doncella escogida entre ciento, y lo mismo un mozo jóven robusto y bien formado. El vilipendio llegó á dar cien personas por un caballo, y un hijo de cierto príncipe Indio,

un queso.

por

Duró esta calamidad en todo su vigor desde 1526 hasta 1533, en que muchos Españoles abandonáron al capitan por ir al Perú, de donde venian noticias de hallarse gran cantidad de oro y plata.

que

Cesó entonces en Yucatan el estado de guerra, y comenzó el gobierno civil que por de pronto disminuyó los males, hasta mudándose las personas del gobierno, se renováron las calamidades por la codicia de los ultimamente venidos al pais; de manera que la despoblacion continúa en terminos de poderse creer que no tardará tan delicioso pais á ser un desierto.

No es posible contar los casos extraordinarios de tan horrible mortandad; referiré dos que bastarán á persuadir la existencia de otros muchos análogos.

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