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otros seiscientos mil muertos en las guerras y en la esclavitud y se verá que nada tiene de increible la verdad de que ahora solo hay en la provincia de Nicaragua cuatro ú cinco mil Indios de ambos sexos, los cuales van aniquilándose á fuerza de opresiones y violencias.

ARTÍCULO VII.

De la Nueva-España."

lo

En 1517 se descubrió la Nueva- España para cual se causáron grandes escándalos y algunas muertes de Indios. En 1518, los Cristianos dijeron que iban á poblarla pero mejor podrian decir que iban á robar y matar. Desde entónces hasta este año de 1542 ha llegado á su colmo toda la iniquidad, toda la injusticia, tota la violencia, toda la tiranía de los que se llaman cristianos, que han perdido el temor á Dios, y al rey, olvidándose aun de sí propios. Son tantos y tales los estragos, matanzas, destrucciones, robos, despoblaciones, violencias, y tiranías, que todo lo que hemos contado de lo sucedido en otras partes de la grand Tierra-Firme es nada en comparacion de lo verificado en la Nueva-España desde entónces hasta el corriente mes de setiembre para que se verifique nuestra proposicion de que las in

justicias van en las Indias aumentándose por dias. Desde 18 de avril de 1518 en que fué la entrada en Nueva-España hasta el año 1530 no cesáron las matanzas de Indios por las crueles manos de los Españoles en un territorio de 450 leguas al rededor de Méjico, en que caben cuatro ú cinco reynos tan grandes como España, mas ricos que ella, y tan poblados, que Toledo, Sevilla, Valladolid, Zaragoza y Barcelona juntos no presentan tantas gentes como algunos lugares de estas Indias, cuya circunferencia pasa de mil y ochocientas leguas. En las 450 ya indicadas matáron los Españoles mas de cuatro millones de personas entre viejos y jóvenes, niños, y mugeres, ya quemándolas vivas, y traspasando las con la espada, ya de otro modo, sin contar las que despues muriéron por las fatigas y los malos trata

mientos en una cruel servidumbre. Todo esto sucedia en lo que titulaban conquista, siendo unicamente invasiones violentas condenadas por la ley de Dios y la de Naturaleza, y aun por las de los hombres mucho mas que las acostumbradas por el gran Turco cuando quiere obrar contra la ley cristiana.

No puede bastar la lengua humana para referir las iniquidades que varios Españoles hicieron en diferentes lugares; pero diré algunas con protesta y juramento de que no exagero nada, y que antes bien mi relacion no contendrá una parte milesima de lo que podria contar con verdad.

En la ciudad de Cholula poblada por mas de

treinta mil vecinos, saliéron á recibirá los Españoles en procesion los sacerdotes con su jefe, los señores principales, y muchíssimos vecinos respetables, para conducir á los huéspedes á las casas mas cómodas, mas decentes, y de mayor decoro. Los Cristianos acordáron hacer una gran matanza porque seguian este sistema de hacerlo así en la primera ciudad de algun reyno en que entraban para que corriese la voz de pueblo en pueblo, se amedrentasen los habitantes, y entregasen desde luego todo el oro posible con esperanza de rescatar la vida. Conforme á esta máxima el Capitan español hizo llamar al rey ó señor principal, le intimó que hiciese venir todos Jos Caciques, y señores depedientes de su autoridad, y cinco, ú seis mil Indios de carga para conducir los víveres y demas objectos á otra parte. Todo se verificó; los Caciques concurriéron hasta el número de mas de ciento, y habiéndolos aprisionado con grillos y cadenas en distintos parages, los quemáron vivos atados á un palo. Los Indios fuéron reunidos en un patio cercado por tropas españolas; y los que se llamaban cristianos hiciéron tal carnicería que no dejaban vivo sino al que fingia estar muerto confundiéndose con los difuntos. Los que no pereciéron entónces, intentáron salir de allí al segundo dia implorando misericordia de rodillas, y desnudos, conforme se hallaban, pues así habian acudido para conducir la carga que se les diese; pero los inhumanos españoles les quitáron la vida con sus espa

das y sus lanzas. El rey ó Cacique principal pudo escaparse de la matanza, corrió con cuarenta hombres al gran templo de su Dios, nombrado Ouu y trató de hacer allí defensa por ser edificio fortificado. Los Españoles pusiéron fuego al templo, y los refugiados pereciéron gritando: «¿Que os hemos he» cho, malos hombres? ¿Porque nos matais? Ya » iréis á Méjico. Ya pero alla lo veréis. Nuestro >> emperador Montezuma nos vengara bien. Ya lo » veréis ya lo veréis ». No se si es verdad pero se cuenta que el capitan español al tiempo de hacerse la matanza de los Indios en el patio, cantaba esta copla Mira Neron en Tarpeya

Como la gran Roma ardia :
Niños, y viejos dan gritos;
El de nada se dolia.

Los Españoles hicieron otra matanza semejante en la ciudad de Tepéaca, la cual era mayor y mas poblada que Cholula, egerciendo tambien en cuanto al modo algunas crueldades horribles.

De Cholula pasáron á Méjico. El gran Montezuma noticioso del viage destinó un crecido número de señores principales de su corte que saliesen al encuentro para recibir pacíficamente á los Españoles á bastante distancia de la ciudad; ofreciesen grandes regalos; y les obsequiasen con bailes y otros signos de recocijo y buena voluntad. Cuando les Cristianos llegáron á la Calzada de Méjico, que dista dos leguas de la capital, el emperador Montezuma envió á un

hermano suyo para que cumplimentase al Capitan español; le acompañáron muchos grandes señores de la Corte; y presentáron cuantiosos regalos de oro, plata, y telas preciosas. Llegando los Españoles á la ciudad, salió el emperador en persona con los cortesanos mas ilustres para recibirlos y los acompañáron hasta los palacios que les tenia preparados por alojamiento.

Sin embargo de todos estos obsequios me han contado algunos Españoles presentes al suceso que el Capitan de los Españoles mandó prender con grillos en aquel dia mismo, al emperador Montezuma en su palacio con cierta estratagema, y que fuese custodiado por ochenta españoles. Hecho esto el Capitan salió de Méjico ácia el mar para combatir á otro Capitan español que venia contra el, y dejó en la ciudad ciento para tener asegurada la persona de Montezuma pero estos egecutáron nuevas atrocidades con la idea de amedrentar á los habitantes, entre las cuales merece atencion la siguiente.

Los Méjicanos deseosos de alegrar con diversiones á su emperador preso, hiciéron muchos regocijos y fiestas con los bailes que llamaban allí Mitótes y en las islas Areitos, usando entónces y mostrando sus alajas y ricos vestidos de los dias de gran solemnidad; en lo cual se distinguiéron mucho los principales señores de la corte, cerca del palacio imperial. El capitan español de las tropas de Méjico fue con una partida de soldados á la fiesta de los señores, y un

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