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considerable suma, no podia menos de tener mucho mas, aparentáron quedar contentos y se despidiéron como para irse ; pero habiendose retirado por la tarde volvieron al pueblo en la mañana siguiente; incendiáron las casas, matáron á muchos habitantes, robáron á todos hasta sesenta mil Castellanos y apresáron á varios para esclavos. El Cacique pudo escaparse, reunió grande número de Indios de la campaña; persiguió con valor á los Cristianos, mató á cincuenta, puso á los demas en fuga, y les cogió hasta ciento y treinta, ó ciento y quarenta mil Castellanos. El Capitan español dispuso luego nueva expedicion; asoló el pueblo ; hizo una mortandad horrible; marcó para esclavos á los que conserváron la vida; robó lo que no es calculable, y despobló el pais de manera que ya no existe ni aun vestigio del sitio donde se hallaba tan grande poblacion. Aquel mal hombre repitió estas barbaras escenas muchas veces en aquellos vastíssimos reynos.

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De la provincia de Nicaragua.

El mismo tirano entró el año 1522, ó el siguiente en la provincia de Nicaragua. Su tierra es llana, fertil, deliciosa, llena de huertas con infinitas frutas, de una calidad finísima y de un gusto mui delicado. Su

poblacion era inmensa. Entre sus muchos lugares algunos habia tan grandes que ocupaban tres y cuatro leguas. Toda ponderacion es corta para explicar lo delicioso de aquella provincia. Sin embargo aquel tirano la despobló como á las demas y por los mismos medios. Enviaba cincuenta ó mas hombres de á caballo para no dejar persona viva en una provincia mayor que el condado del Rosellon, y sus barbaros satélites no perdonaban á viejos, niños, ni mugeres. Y con que pretestos? Porque no habian acudido á presentarse á el con la prontitud que debian: porque no le llebaban tantas cargas de Maiz como habia pedido porque no venian tantos Indios á servir como había designado; en fin por cosas tanto ú mas despreciables que estas. Los infelices Indios no podian huir porque allí no hay montes, selvas, ni bosques. Pero ahora tode está desierto.

Otras veces enviaba una compañía de soldados á descubrir nuevos paises y robarlos. Mandaba venir de los pueblos sometidos el número de Indios que se le antojaba para servir de bestias de carga transportando viveres y demas objetos. Sus satélites ataban con cadenas á los infelices esclavizados, les imponian peso de tres y cuatro arrobas, les escaseaban el alimento, les daban crueles palos y golpes de mil especies los pobres Indios debilitados caian en tierra con la carga, ó lloraban afligidos cuando no podian seguir el paso de los compañeros encadenados con los crueles Españoles al ver esto, les cortaban

él; y

cabezas, que caian por un lado cuando el cuerpo caia por otro. Que consuelo para los otros pobres que se hallaban proximos á escena semejante! Así perecian por último todos ó casi todos y cuando se repetian semejantes llamamientos, solian los llamados exclamar diciendo. «¡Que desdicha esta! Por fin >> cuando se nos mandaba servir en el pueblo á los » cristianos, lo haciamos con la esperanza de volver » á ver despues de algun tiempo á nuestras mugeres >> y á nuestros hijos: pero ahora este viage scrá el » último, sin quedarnos esperanza de vivir ».

Era tan injusto aquel tirano y tan lleno de pasiones abominables que una vez hizo nuevo repartimiento de Indios solo por tener ocasion de privar á un Español de los Indios que gozaba y darlos á otro de su afecto. Practicó esta injusticia en la temporada de la siembra; y los Indios con motivo de sus viages à présentarse donde se les mandaba, no pudiéron sembrar Maiz. Faltó despues el pan para los cristianos, el gobernador mandó apoderarse del que tenian los Indios para mantener á sus mugeres é hijos; y las resultas fuéron morir de hambre mas de veinte mil ó cerca de treinta mil naturales del pais. Huvo entonces muger que mató á su hijo para comerselo y satisfizo así por poco tiempo su hambre. Accion ciertamente bárbara pero mas lo fue la del que dió motivo á tantos homicidios.

Siendo huertas todo el territorio de Nicaragua, se distribuyéron los terrenos y sus habitantes entre los

tos,

Españoles con título de Encomiendas. Resultó de aquí establecerse cada Encomendero en el territorio que se le habia distribuido y reputarse verdadero señor de las tierras, de los frutos, de las labores, de las casas y de los habitantes. Estos le servian no solo en sembrar, trabajar, y recoger los frusino en los oficios personales y domésticos como esclavos suyos: el niño, el viejo, y la muger no tenian mas exencion del trabajo que el hombre jóven y robusto comian poco y mal porque pañol disponia de los frutos como de cosa enteramente suya, sin embargo de no haber sembrado, plantado, ni gastado en labores. Los Españoles excedian en éste genero de tiranías á lo que habian practicado los otros en la Isla Española. Era consiguiente aniquilarse luego la poblacion y así acaeció.

el Es

Una de las cosas que han contribuido á lo mismo, fué la obligacion que tambien se impuso á los Indios de llevar al puerto de mar, distante mas de treinta leguas, las tablas y maderas y maderas para contruccion de navíos. Otras veces se les hacia recorrer los montes para encontrar miel y cera, de cuyas resultas muchos fueron devorados por los tigres. Las mugeres y los niños no tenian suerte mas feliz, aun cuando aquellas estuviesen preñadas. Todos sufrian cargas superio res á sus fuerzas, siendo tratados como bestias; y la muerte llegó á ser el único principio de su descanso.

Otra distinta causa de la despoblacion fué la practica que se introdujo de dar el Gobernador á los

Españoles licencia para pedir á los Caciques algun número de esclavos. El agraciado solia decir que le diese cincuenta esclavos cada vez que se le autorizaba por el Gobernador. No es costumbre del pais que los Caciques tengan esclavos, y aun algunos que los tienen, no pasan de cuatro. Por consecuencia se ven precisados á suplir los demas por repartimiento entre los padres de familia de los pueblos de su respectivó señorío cuando no hay bastantes huérfanos que son los primeros expuestos á esta calamidad. Quitaba uno al padre que tenia dos hijos; ó dos al padre de tres; y por este medio reunia los cincuenta pedidos; cuya calamidad se repetia tantas veces cuantas el Gobernador concedia licencia. Los Indios han dado testimonios de que aman á sus hijos con una ternura particular. Sabian que darlos para esclavos de un Español era lo mismo que condenarles á muerte. Considérese cual seria la afliction de un padre á quien privaban de un hijo para darlo á un tirano español. Se repitió esta crueldad tantas veces que desde el año 1523 hasta el de 1533 se sacáron mas de quinientos mil jóvenes para esclavos; pues huyo cinco ú seis navíos destinados al comercio de esclavos por espacio de seis ó siete años, llevando Indios á Panamá y al Perú, donde los vendian bien caros, y donde han perecido casi todos porque es una verdad comprobada por la experiencia que los Indios transportados de su pais á otro clima mueren luego á causa de la debilidad de su complexion. Añádase la perdida de

I.

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