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mente, menos en una parte que cubrian con hojas de arbol una muger era como de quarenta años; otra como de veinte; resto (segun dijeron ellas) de la gente castellana que antes venia y que habia perecido á manos de los Indios. Casas dispuso que fuesen vestidas prontamente, y sin dilacion las casó con dos hombres honrados de su confianza (1).

Supo don Bartolomé por las mugeres que un Cacique de la provincia de la Havana tenia en su poder á un hombre castellano que nadando se habia librado de la muerte y envió un Indio de su comitiva con la carta imaginaria y la comision de anunciar al Cacique que su contenido se reducia á decirle de parte del padre Casas que Hevase sano y salvo aquel hombre castellano á donde el se hallaba; y surtio efecto cumplido, asegurando el Cacique que otros de su comarca se lo habian pedido varias veces para matarlo y el habia resistido, reteniendolo siempre cerrado en su casa para librarlo del peligro de muerte. Casi habia olvidado hablar español el hombre; pero habia aprendido la lengua y las costumbres de los Indios en el termino de quatro años que parece haber vivido allí.

En la misma espedicion logró que Panfilo de Narvaez dejase volver libres á varios Caciques y otros Indios que habiendo abandonado sus casas y domicilio de resultas de la entrada militar española en aquella

(1) Herrera, dec. 1, lib. 9, cap. 16.

provincia, volvieron en virtud de las diligencias y promesas de Casas. Narvaez los habia puesto en prision y trataba de quitarles la vida. Don Bartolomé le reconvino con las ordenes positivamente contrarias del gobernador Velazquez, y le dijo que sí hacia tan cruel injusticia, se vendría á España para decirlo al rey. En fin venció, y por buenas resultas volvieron á instancia de aquel venerable sacerdote muchisimos otros Indios fugitivos (1).

Los conquistadores y demas castellanos desobedecieron las repetidas ordenes reales concermientes al buen trato de los Indios, porque los gobernadores, los jueces y todos los empleados públicos eran los primeros y principales tenedores de Indios esclavizados con el nombre de encomienda; y no enmendandose, ni obedeciendo con pretextos maliciosamente y con calumnia discurridos (por efecto de la codicia que deboraba sus corazones) mal podian zelar que los otros Européos adoptasen otro rumbo.

Creciendo por dias el mal y no siendo posible ya el remedio cuando los gobernantes interesaban en lo contrario, se abrasó de zelo el licenciado Casas y se vino á la Peninsula en 1515 con la unica idea de persuadir al rey Fernando quinto que tomase providencias mas eficaces y revocase la facultad habia dado de repartir Indios á consecuencias de malos informes con desestimacion de la justa solicitud de

(1) Herrera, dec. 1, lib. 9, cap. 58.

que

los frailes dominicos Fr. Pedro de Cordova y Fr. Antonio Montesinos que habian venido de América por solo este objeto (1).

Encontró al soberano en Plasencia de Extremadura, y le pintó el cuadro de América con colores tan vivos le hizo temblar, ya por que lo que le manifestó personalmente, ya por lo que le inculcó por medio de fray Tomás Matienzo confesor del rey Fernando contra el tesorero Miguel de Pasamonte, y otros que maltrataban á los Indios con su favor, abusando mucho del que le concedió el mononca. Su Magestad le dijo que pasase á Sevilla donde conferenciaria el asunto con don fray Diego Deza religioso dominico, arzobispo de Sevilla, su antiguo confesor y ex-inquisidor general, con don Juan Rodriguez de Fonseca obispo de Burgos, su consejero de estado, con el comendador Lope de Conchillos, su ministro secretario de estado y con otros. Don Bartolomé de las Casas, fué con efecto á Sevilla; pero nada consiguió entonces; porque á pocos dias murió el rey en 23 de enero del año 1516, en el lugar de Madrigalejos (2).

Quiso pasar á Flandes por hablar al nuevo rey Carlos, primero de Austria (mas conocido posteriormente con el nombre de Carlos quinto como empe

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(1) Herrera Historia de las Islas Occidentales, decade 2, libro 8, cap. II.

(2) Herrera: dec. 2, lib. 2, cap. 3.

rador de Alemania); pero selo impidio el cardenal don fray Francisco Ximenez de Cisneros arzobispo de Toledo é inquisidor general en Madrid, donde habia quedado gobernador de los reynos de Castilla por el testamento del rey Fernando; bien que teniendo por socio al cardenal Adriano de Florencia, dean de Lobaina que con el tiempo llegó á ser papa nombrado Adriano sexto. Dijole Cisneros no ser necesario semejante viage porque sin él se acordaria en España lo conveniente, á cuyo fin le oyó muchas veces en compañía del cardenal Adriano, de los consejeros reales Zapata, Carvajal, Palacios-Rubios y el obispo de Avila que era fraile francisco y compañero de Cisneros.

que

Con efecto los gobernadores del reyno tomaron varias providencias contra la esclavitud, los repartimientos y las encomiendas de Indios; bien que fueron tan inutiles como las anteriores por culpa de los debian executarlas, entre ellas la de comisionar tres monges jeronimos que designaria el general de este órden entre doce que se le propusieron para pasar al América muy autorizados sobre todos los magistrados de todas las carreras para gobernar las Indias dejando en libertad á todos los naturales de ellas. Casas fue con cartas de Cisneros á Lupiana donde se hallaba el General para enterarle del objeto á fin de que con éste conocimiento hiciera la eleccion con mas acierto ella recayó en fray Bernardino de Manzanedo, fray Luis de Figueroa prior

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de Olmedo, y el prior de san Ysidoro de Sevilla: Fueron estos á Madrid á donde regresó Casas quien experimento grandes y terribles persecuciones hechas con el objeto de que abandonára su proyecto; y no es extraño; pues se dirigia expresamente no solo contra los mas poderosos de América sino tambien contra los que lo eran en la Corte misma, respecto de que Hernando de la Vega, presidente del consejo de ordenes, el obispo de Burgos Fonseca, el comendador Conchillos, todos los criados del rey y casi todos los consejeros, poseliian encomiendas en diferentes islas de América, de las cuales gozaban por medio de mayordomos que solo pensaban en enviar riquezas á sus amos, y retener otras para si, todo á costa de la libertad y de la vida de los Indios con una crueldad insoportable, en atencion á que muriendo los Indios por la fatiga, el hombre y los malos tratamientos, pedian otros tantos ó mas, y los repartidores se les daban muy generosos por tener contentos en la Corte á los que podian protejerles en cualquiero caso de queja contra sus excesos.

El historiador Herrera expresa las instrucciones que los gobernadores del reyno dieron á los tres monjes jeronimos para gobernar las Indias en adelante y remediar los daños de lo pasado; á cuyo fin nombraron al licenciado Bartolomé de las Casas por protector universal de los Indios con cien pesos anuales de sueldo; y al licenciado Zuazo por juez de residencia de los que hasta entonces hubieran

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