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canagary lo recibió y tratò con grande humanidad, haciéndolo mismo con todos los Españoles de su comitiva. El almirante mismo me contó que habiendo perdido su navío, encontró en aquel rey indio mas socorros que hubiera tenido en su patria y en casa de sus padres. Esto no obstanto Guacanagary fue destronado en tiempos posteriores, y murió fugitivo en los montes, cuando los grandes señores de su reyno muriéron victimas de la cruel codicia de los Españoles con la ocasion que dirémos mas adelante.

El tercero reyno se llamó de la Maguana; tierra mui sana y fertilísima: hoy se hace allí el azucar de la primera calidad. Su rey se nombraba Caonabo, que excedia á los otros en valor, circunspeccion y aparato de la real servidumbre. Los Españoles lo hiciéron preso en su casa propia por traicion con gran subtileza: lo llevaron con grillos y cadenas al puerto : allí habia seis navíos prontos á marchar para Castilla. Dios castigó la maldad de los Españoles anegando por medio de una tempestad horrible los seis navíos con inmensas riquezas y crecido número de hombres entre los cuales pereció tambien el infeliz Caonabo. Tres ó cuatro hermanos de este rey juntáron tropas para vengar el agravio : los Españoles las destrozáron con su caballeria, y la matanza fué tan excesiva que casí dejáron despoblado el pais.

El cuarto reyno se llamó de Xarágua, sito en el centro de la Isla Española. Era la Corte de las Cortes porque su lengua estaba mas culta; sus costumbres

modales y ceremonias, mas refinadas, las ideas mas civiles, la policía mas bien establecida; las personas mejor formadas, vestidas con mas decoro, y educadas con mayor cuidado; la nobleza mas númerosa y mas brillante. El último rey fue Behechio quien tenia una hermana llamada Anacaóna. Los dos hiciéron servicios muy considerables á los reyes de Castilla, y libráron de muchos peligros á los Cristianos. Murió Behechio y le sucedió en el trono su hermana, durante el reinado de la cual un Español gobernador de la Isla fue á la Corte de Anacaóna con sesenta hombres de á caballo y trescientos à pie; prendió por traicion á la reyna y la hizo ahorcar, fuéron tambien presos mas de trescientos señores del pais llamados con salvoconducto; mandó formar una casa con paredes de paja; recluyó en ella los trescientos señores; se dió fuego á la casa, muriéron abrasados los reclusos: un crecido número de otras personas perincipales de segundo rango pereciéron á golpe de lanza, ó de espada; lo cual sucedió tambien á infinita gente, de todas clases. Algunos Españoles intentáron salvar la vida de niños con cuyo fin los cogian y llebaban en su caballo por compasion, pero luego llegaba otro Español mas bárbaro, y le traspasaba el cuerpo con su lanza: si el niño estaba en el suelo, con la espada. Muchos habitantes abandonáron la isla huyendo de la horrible matanza ; fuérouse á otra isla pequeña, distante ocho leguas, y sin

otro motivo el Gobernador los declaró esclavos, y los repartió como tales.

El quinto reyno se llamó de Higuey cuyo trono poseia una señora mui anciana nombrada Higuanáma. Los Españoles la hicieron ahorcar; yo mismo vi allí quemar á infinitas gentes; atormentar y despedazar á otras, y hacer esclavos á los que dejaban vivos. Son tantas las particularidades de aquellas matanzas que necesitaria yo muchos libros si quisiera expresarlas.

Contrayéndome á las guerras digo en Dios y en mi conciencia que eran injustísimas y destituidas de todo motivo y aun de pretesto, las que movian los Españoles por ambicion y codicia despoblando el pais. Los Indios no dieron mas causa que pudieran das los novicios de un convento de buenos religiosos. Eran aquellas gentes tan buenas y virtuósasque, segun mi juicio, viviéron y muriéron sin haber cometido jamas un pecado mortal relativo á los hombres ó castigable porellos que cuando más incurrieron odio rencor y deseos de venganza, y aun estó con tan poca eficacia que no seria como la de un muchacho de diez á doce años según el conocimiento de sus corazones que tengo por experiencias continuadas en largos tiempos.

Los Indios jóvenes y niños que lograron quedar con vida despues de las eruelisimas $ devastadoras matanzas, llamadas guerras, fuéron repartidos por

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el Gobernador como esclavos entre los cristianos á veinte, treinta, ó mas Indios por cristiano segun el grado de este, ó bien ó bien segun el favor mas ó menos grande que queria el Gobernador hacer. El título con que se les daba en apariencia era el de Encomienda porque se les encomendaba enseñar á los Indios encomendados la doctrina cristiana, y procurar que cumplieran los preceptos de la religion. Las resultas fuéron que los cristianos llamados Comendadores, ó Encomenderos separaban para siempre de sus esposas á los maridos; destinaban á estos á la enorme fatiga de beneficiar las minas sin darles de comer mas que yerbas y castigándoles continuamente con crueles palos, azotes, puñadas, puntapies, bofetadas, y otros modos horribles. Empleaban á las mugeres en labrar y cabar la tierra, como si fucran hombres jóvenes robustísimos; imponian sohre sus hombros y sus espaldas una carga del peso de tres y cuatro arrobas; y les hacian conducirla por espacio de ciento y doscientas leguas de distancia. Esta crueldad y la del mal alimento las pribaba de leche para lactar á sus niños; seguiase la muerte de estos, por hambre; luego la de los padres y de las madres por fatiga, y por hambre quedaba solamente un corto número de Indios destinados á servir en la casa como esclavos algunos cristianos se hacian conducir en hamácas tiradas de Indios; y los demas eran empleados en trabajos penosísimos proprios de bestias; de las cuales no lográron jamas ser distinguidos, ni aun

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en tener heridas, y mataduras en hombros y espaldas por efecto del enorme peso de las cargas. Añadian los cristianos al hambre y á los inhumanos tratamientos la pena de maldecir á los Indios á cada paso. Todas estas circunstancias reunidas produjeron en muy poco tiempo la casi total despoblacion de la Isla Española; y he aquí el cuidado que los Españoles tomáron de instruir á los Indios en la doctrina eristiana. Podria yo aun hacer mas horrible pintura con toda verdad, pero seria necesario emplear mucho tiempo y papel, y mi narracion produciria espanto á mis lectores.

Las principales iniquidades de tales guerras, carnicerías, y esclavitudes comenzaron luego que se supo en América la muerte de la reyna Isabel; pues aunque antes habia ya desórdenes en la Isla Española, no eran tan horribles, y procuraban que no llegasen á noticia de aquella señora, porque continuamente recomendaba el buen tratamiento de los Indios mandando poner en egecucion todo cuanto pudiese contribuir á la prosperidad de los naturales del pais; de lo cual somos testigos los muchos que vimos sus cartas órdenes y mandatos; por lo cual es bien cierto que si hubiera sabido lo que pasaba, lo hubiese remediado en cuanto pendiera de su parte. Murió aquella admirable reyna en el año 1504.

Desde aquella fatal época todos los males fuéron en aumento : los Españoles inventaban por dias nuewas atrocidades y nuevos modos de ser crueles con los

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