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Pero Las Casas no sacrificaba nunca sus principios religiosos y de la causa que defendia en aras de cualquier apariencia que los comprometiese ó desvirtuase. Era en esto tal vez demasiado intolerante, demasiado intransigente, y de ello tantos odios que despertó contra sí. Al virey y á los oidores les envió á decir que le perdonasen el que no los visitase, pues que se hallaban excomulgados por el castigo corporal dado á un clérigo en Antequera.

Comenzó la Junta sus deliberaciones, estableciendo cinco puntos principales, á saber:

Primero. Todos los infieles de cualquier secta y religion que sean poseen señorío sobre sus cosas que sin perjuicio de otro adquieren, y con la misma justicia poseen sus principados, reinos, estados, dignidades y señoríos.

Segundo. La causa única y final de conceder la Sede apostólica el principado supremo de las indias á los reyes de Castilla y Leon, fué la predicacion del Evangelio y la dilatacion de la fe cristiana.

Tercero. La Santa Sede apostólica en conceder el dicho principado á los reyes de Castilla, no entendió privar á los reyes y señores naturales de las Indias de sus estados, señoríos, jurisdicciones, lugares y dignidades.

Cuarto. La Santa Sede apostólica no entendió

de dar á los reyes de Castilla ninguna facultad por la cual se impidiese la dilatacion de la fe.

Quinto. Los reyes de Castilla y Leon debian satisfacer los gastos necesarios para la conversion de los indios á la fe.

Tales eran las opiniones fundamentales de los hombres más eminentes en dignidad, sabiduría y virtud de toda la América.

No quedó satisfecho Las Casas con las deliberaciones y resoluciones de la Junta, sintiendo dolorosamente que no se hubiese tratado en ella de la cuestion de esclavitud. Así es que él mismo resolvió convocar una Junta, á la que asistieron todos los personajes principales, con excepcion de los obispos; y en ésta se resolvió que los españoles que habian hecho esclavos eran tiranos, que los esclavos se habian hecho á pesar de la ley, y que todos los que los poseian tenian la estricta obligacion de darles la libertad.

En la carta dirigida por Las Casas al príncipe D. Felipe el 9 de Noviembre de 1545 le habia comunicado lo que textualmente continúa:

<< Por las otras cartas suplico á V. A. me haga merced de descargarme de la ciudad de Chiapa y de Soconusco y de Yucatan, y que se me pase la iglesia Cathredal á las provincias de la Vera Paz, que son las que nuestros frayles an apaziguado, questavan de guerra, pues es nueva christiandad en estos yndios, que nunca otra se a hecho

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verdadera en estas Yndias. A V. A. suplico que me haga esta merced muy grande, y haga obispos de Chiapa á otro, y de Tavasco y Guaçaqualco á otro, y de Yucatan á otro, y de Soconusco á otro. Y estos sean frayles pobres, escogidos y no clerigos, que destruyen en verdad estas tierras, y guardesen de un fulano de Xodar, que va por ser obispo, con favores de los que no le cognosçen, segund dizen, y de los que lo querrian tener y bivir en todas leyes. Y si Yucatan, questá norte sur derechamente con las questavan de guerra, fuere servido V. A. que yo tenga, tambien lo terné, con tanto que alli aya justicia y obediencia al Rey, y las ordenanças nuevas se guarden; y sino, no quiero tener en mi obispado vn solo español que tenga yndios, porque todos son ty ranos y ninguno se salua. »

Se ve en el anterior trozo de carta la intencion de Las Casas de abandonar el obispado de Chiapa á causa de las contrariedades y disgustos que en muy corto tiempo en él habia sufrido. Pero esta intencion se acentuó mucho más en Méjico, comprendiendo que en ninguna parte ni por ningun lado encontraba un apoyo eficaz para llevar á cabo la mision de la cual se habia encargado con tanto entusiasmo. Todos sus proyectos, por bien concebidos y conducidos que fuesen, fracasaban estrepitosamente; de modo que en Méjico resolvió no retornar á su obispado de Chiapa, sino dirigirse nuevamente á España. Nombró entónces confesores para su diócesis, y les dió ins

trucciones respecto á los casos en que debian de negar la absolucion á los penitentes, contenidas en un pequeño opúsculo titulado: Confesonario ó Aviso á los confesores del obispado de Chiapa.

Ese opúsculo lo habia enviado de antemano en consulta al supremo Consejo de Indias. Habia sido examinado y aprobado por seis maestros en teología, los más sabios y respetables que se conocian de la Órden de Santo Domingo, á saber: el maestro Galindo, profesor de teología en el colegio de San Gregorio de Valladolid; el padre Bartolomé Carranza de Miranda, que fué confesor de Felipe II cuando éste era príncipe de Astúrias, y despues arzobispo de Toledo y primado de las Españas; el padre Melchor Cano, que fué despues obispo de Canarias; el padre Mancio de Cristo, profesor de teología en Alcalá de Henares; el padre de Sotomayor, confesor de Cárlos V, y el padre Francisco de San Pablo, director del colegio de Valladolid.

Salió despues Las Casas para España, á donde llegó en 1547, y en donde le esperaban nuevas luchas y nuevas pruebas de su laboriosidad infa, tigable y de su firmeza y constancia.

CAPÍTULO XII.

Denuncias contra LAS CASAS.-Su renuncia del obispado de Chiapa y su sucesor.-El fruto de sus viajes. - Comparece al Consejo de Indias.— Sus treinta proposiciones defendiendo el confesonario.—Fundamento de esas proposiciones.-Son insostenibles en los tiempos modernos.Tenía LAS CASAS que admitir la doctrina de sus tiempos.-El Consejo de Indias satisfecho.-Juan Ginés de Sepúlveda.- Demócrates segundo. Conclusiones principales.-Niégase el permiso de la impresion de esa obra. Se imprime el Demócrates en Roma.-Se recoge la edicion en España.-Congregacion Vallisoletana.-Lo que dijeron Sepúlveda y LAS CASAS.-El resúmen de fray Domingo de Soto.- Pruebas y argumentos. Termina el sumario de la contienda. - Doce Jobjeciones de Sepúlveda. -Doce réplicas de LAS CASAS.-Citas y observaciones.-Algunos comentarios. - Profecías.

Los principios que Las Casas profesaba le daban motivo para hacer las más justas y severas críticas del sistema de tiranía y concursion, por medio del cual se enriquecian en las Indias muchos españoles, y por este motivo sus enemigos eran poderosos y en gran número. Hemos visto cómo algunos hombres lo trataban en España, cómo en las poblaciones de América lo recibian, y los motines populares que contra él tuvieron lugar en la propia capital de su obispado, llegando algunos á denunciarlo como traidor, per

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