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dotados de una ferocidad que al fin vino á ser un hábito, que lo mismo ejercian degollando y martirizando indios indefensos, que lo practicaban entre ellos mismos en sus contiendas civiles y en sus extraordinarias venganzas.

CAPÍTULO IX.

Se repiten las escenas de sangre en América en el presente siglo. - Caudillos de la independencia y prohombres de las repúblicas. -Triste fin de muchos de ellos.- Un doctor y sus teorías revolucionarias. - Documento notable de Fernando VII.-Primeras victimas de la independencia.- Aventureros extranjeros.-Castelli y su muerte. - Benavides y su cruel ejecucion.-Fusilamientos en Cundinamarca. - La guerra de la independencia, segun tuvo lugar en los diversos territorios hispano-americanos.-Desde la independencia hasta nuestros dias. - Iturbide y Bolivar. - Los hermanos Carreras. - Morazan y sus jefes. -Braulico Carrillo. - General Malespin, los Herreras, Rivera Muñoz y Guardiola. José María Gutierrez.- El aventurero Walker.—Maximiliano de Austria. - La emperatriz Carlota.-Querétaro.-Miramon y Mejía. -Trabazon siniestra. - Páginas enlutadas y sangrientas contiendas que no es tiempo de referir.-Lugar adecuado en la historia. -Serán conocidos los culpables.

Despues de haber revistado en el anterior capítulo el tristísimo fin que tuvieron la mayor parte de los conquistadores y descubridores del Nuevo mundo, y sus principales capitanes y cómplices de sus fechorías, solamente en la primer mitad del siglo xvi, que es la época á que alcanza el apostolado de Las Casas, no podemos resistir á la tentacion de recordar lo que ha sucedido en lo que va de siglo á la mayoría de los caudi

los y hombres públicos que más han figurado, tanto en las guerras de la independencia como despues en las repúblicas que se han formado y en las revoluciones que cada una ha sostenido.

Las crueldades de los españoles con los indios, las contiendas civiles entre los jefes y gobernadores enviados de la Península, su ambicion, su tiranía y sus venganzas, continuaron en todo el siglo XVI y parte del xvn, en que al fin empezó á triunfar un sistema colonial, si bien muy imperfecto, al menos no tan cruel ni tiránico para con los indios que quedaban, ni tan esencialmente anárquico como el de los primeros conquistadores entre sí. Pero al empezar el siglo actual se renovaron las mismas pasiones, y han continuado despues hasta hoy, sin otras modificaciones que algunas de circunstancias, consecuencias de la época y de los recursos de la civilizacion actual.

No parece sino que el siniestro y miserable. destino que persiguió siempre á los primeros conquistadores y pobladores de las Indias, se ha renovado y ha seguido como ántes en su implacable furia, sacrificando durante la independencia y despues de la independencia de aquellos países, á la mayor parte de los que han figurado en la escena pública ó los han gobernado.

Prolija é ingrata sería la tarea de narrar el cú

mulo de desastres, desgracias, crímenes, -crueldades y tragedias que se registran en los anales de la historia hispano-americana, y el fin deplo– rable que casi siempre ha cabido en suerte á los que figuraron en primer línea en la borrascosa y accidentada existencia de aquellas grandes comarcas. Pero tan lúgubres recuerdos no pueden ménos que servir de útil enseñanza para los pueblos, y muy particularmente para cuantos hombres se lanzan imprudentes al campo de las aventuras políticas; y por eso trataremos de hacer una larga digresion, señalando algunos de esos episodios contemporáneos que dan tintes tan sombríos á la historia del Nuevo mundo.

Es sumamente difícil el poder elegir entre millares de víctimas las que sean más notables ó interesantes: sin embargo, quedará establecida la continuidad de esa tragedia de sangre y exterminio á través de las generaciones y los siglos, áun citando solamente nombres tomados de la historia, á la ventura, ó que más fácilmente vengan á la memoria. Principiaremos, por lo tanto, en el momento en que la guerra de la independencia en las colonias de España en el Nuevo mundo empezó á asumir un carácter alarmante.

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El doctor Moreno, abogado argentino, dió á la junta de Buenos-Aires en 1810 una especie de informe ó proyecto respecto á los medios de arrai

gar la revolucion, de cuyo furioso documento, digno de Robespierre, extractaremos algunos períodos.

Párrafo del exordio: «Y en consecuencia creeria no haber cumplido tanto con lo que se me ha honrado, como con la gratitud que debo á la patria, si no maniestara mis ideas segun y conforme las siente mi corazon, y segun los conocimientos que me han franqueado veinticinco años de un estudio constante sobre el corazon humano, en cuyo tiempo, sin que me domine la vanidad, creo tener algun voto en sus funciones intelectuales; y por lo contrario, si moderando mis reflexiones no mostrase los pasos verdaderos de la felicidad, sería un reo digno de la mayor consideracion, y así no debe escandalizar el sentido de mis voces de cortar cabezas, verter sangre y sacrificar á toda costa, aunque este proceder nos aproxime á las costumbres de los antropófagos y caribes. Y si no, ¿para qué nos pintan á la libertad ciega y armada de un puñal? Porque ningun Estado envejecido ni sus provincias pueden regenerarse, ni cortarse sus corrompidos abusos sin hacer correr arroyos de sangre.»

Reflexion 2.a «A todos los verdaderos patriotas, cuya conducta sea satisfactoria, y tengan ya dadas pruebas relevantes, si en algo delinquiesen, que no fuera contra el sistema, debe tenerse siempre con éstos una consideracion y extremada bondad; en una palabra, en tiempo de revolucion ningun otro delito debe castigarse sino el de infidencia y rebelion contra los sagrados derechos de la causa que se establece, y todo lo demás debe disimularse.»

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