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>>> otras gentes que revueltas estaban, pónense á >> las puertas del patio españoles armados que » guardasen, y todos los demás echan mano á sus >> espadas y meten á espada y lanzadas todas aquellas ovejas, que uno ni ninguno pudo » escaparse que no fuese trucidado.

>> A cabo de dos ó tres dias salian muchos in>> dios vivos llenos de sangre que se habian es>>condido y amparado debajo de los muertos (co>>mo eran tantos) iban llorando ante los españo>>> les pidiendo misericordia que no los matasen, » de los cuales ninguna misericordia ni compa»sion hubieron, ántes así como salian los hacian >> pedazos.

» A todos los señores, que eran más de ciento >> y que tenian atados, mandó el capitan quemar » y sacar vivos en palos hincados en la tierra. >> Pero un señor, y quizá era el principal y rey >> de aquella tierra, pudo salvarse, y recogióse >> con otros veinte, treinta ó cuarenta hombres al >> templo grande que allí tenian, el cual era como » una fortaleza, que llamaban Que, y allí se de» fendió gran rato del dia.

>> Pero los españoles, á quien no se les ampara >> nada, mayormente en estas gentes desarmadas, >> pusieron fuego al templo y allí los quemaron >>> dando voces: «¡Oh, malos hombres! ¿Qué os he>> mos hecho? ¿Por qué nos matais? Andad, que

» á Méjico ireis, donde nuestro universal señor » Montezuma de vosotros nos dará venganza.» Di» cese que estando metiendo á espada los cinco >> ó seis mil hombres en el patio, estaba cantando » el capitan de los españoles:

« Mira Nero de Tarpeia

» A Roma como se ardia,
» Gritos dan niños y viejos
>> Y de nada se dolia. »

>> Otra gran matanza hicieron en la ciudad de Tepeaca, que era mayor y de más vecinos y >>> gente que la susodicha, donde mataron á espa» da infinita gente, con grandes particularidades. » de crueldad.

» La tiranía que los españoles ejercitan contra >> los indios en el sacar ó pescar de las perlas es » una de las crueles y condenadas cosas que pue» den ser en el mundo. No hay vida infernal desesperada en este siglo que se pueda compa» rar, aunque la del sacar el oro en las minas sea >> en su género gravísima y pésima.

y

» Métenlos en el mar en tres, en cuatro y cin» co brazas de hondo desde la mañana hasta que » se pone el sol. Están siempre debajo del agua >> nadando sin resuello arrancando las ostras don» de se crian las perlas. Salen con unas redecillas » llenas de ellas á lo alto y á resollar, donde está

» un verdugo español en una canoa ó barquilla, y » si se tardan en descansar les dan de puñadas y >> por los cabellos les echan al agua para que >> tornen á pescar.

» La comida es pescado y del pescado que tie>>nen las perlas y pan cazabe, y algunos maiz, » que son los panes de allá; el uno de muy poca >> sustancia y el otro muy trabajoso de hacer, de >> los cuales nunca se hartan. Las camas que les >> dan á la noche es echarlos en un cepo en el >> suelo porque no se les vayan. >>

Hablando del reino de Venezuela dice Las Casas: «Hace el capitan aleman meter en una gran >> casa de paja mucha cantidad de gente, y háce>> les hacer pedazos. Y porque la casa tenía unas vigas en lo alto subiéronse en ellas mucha gente >> huyendo de las sangrientas manos de aquellos >> hombres ó bestias sin piedad y de sus espadas. » Mandó el infernal hombre pegar fuego á la casa, >> donde todos los que quedaron fueron quemados » vivos. Despoblóse por esta causa gran número » de pueblos, huyéndose toda la gente por las » montañas donde pensaba salvarse. »

¡Basta! ¡Basta! Los extractos que acabamos de citar dan suficiente idea de los horrores que denunció al mundo y á la posteridad fray Bartolomé de las Casas en su obra Destruccion de las Indias occidentales. La pluma se nos cae de la mano,

trémula de copiar tan espantosas crueldades; queda en nuestro corazon un sentimiento de hastío y repugnancia, al par que de indignacion y lástima despues de haber leido esos detalles sangrientos; y hasta nos parece en este momento que los manes de aquellas víctimas inocentes é indefensas están zumbando en nuestros oidos con el eco de sus lastimeros y desesperados quejidos, eco aterrador prolongado á través de tres centurias.

Dejemos calmar un tanto nuestro espíritu para considerar en el próximo capítulo la terrible última hora con que ha castigado la Providencia á algunos de los principales instigadores de tan horrendas hecatombes.

CAPÍTULO VIII.

Exterminio de aborígenes. -Sistema cruel.-El rey Guarionax.-El rey Guacanagary.-El rey Caonavo.- La reina Anacaona.- La reina Higuanama.-Hatuey en la hoguera. - Los caciques en Jamaica, Tierra Firme y Nicaragua.-El inca Atabaliba. -Otros grandes señores de los indios. Fin desastroso de los conquistadores. Los primeros pobladores.- Buques á pique. - Mueren muchos españoles. - Cristóbal Colon.-Juan de la Cosa. - Diego de Nicuesa. - Vengan los indios al cacique Agueibana.-Españoles que mueren trágicamente desde 1513 hasta 1525.-La flota de Loasia y de El Cano en 1526 - Personajes españoles que perecen en América hasta 1536.-Lucha de los dos Alvarados, y españoles muertos. -Pizarros y Almagros. - Pedro de Alvarado y su esposa. Asesinatos y ejecuciones de españoles hasta 1519. - Pedro de Valdivia.- Ejecuciones en 1553. - Diego Alvarado y Hernandez Giron. -Don Diego de Colon y su epitafio. - Extraordinaria muerte del cacique D. Juan de Chiapa.-El primer marinero que cantó tierra en el Nuevo mundo muere mahometano.- La oculta mano de la Providencia.

Horripilantes como son las descripciones que. hace el padre Las Casas en su libro histórico de la Destruccion de las Indias, de cuyos hechos apénas hemos citado algunos que pueden servir de muestra; y por mucho que se pretenda tacharles de exagerados, existe, por desgracia, un dato innegable y que prueba con terrible elocuencia cuánta verdad encierran las palpitantes narraciones de esa historia de sangre y crueldades, que

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