Imatges de pàgina
PDF
EPUB

gobierno habia de estenderse á las islas y Tierra-firme, aunque intentadas humanamente por Isabel para mejorar la condicion de los indios, no tuvieron virtualmente aquel efecto. El permiso para compelerlos á trabajar en las minas para el servicio real, y de ocuparlos como trabajadores alquilados, dió tal latitud para el abuso y la opresion, que deshizo las benéficas intenciones de la reina. Ovando llevó consigo dos mil y quinientos hombres, muchos de los cuales eran personas de alto rango y distincion: este fué el cuerpo mayor de gente que hasta entónces habia emigrado al Nuevo Mundo. A Bovadilla, Roldan y demas capataces de los amotinados se les mandó dejar la isla. Por una retribucion singular, el buque en que navegaban, junto con los mas exaltados enemigos de Colon y opresores de los indios, con una inmensa cantidad de mal adquiridos tesoros, se fué á pique en una borrasca y todos perecieron, en la primavera de 1502, en que una parte de la escuadrilla que habia acompañado á Ovando se hizo á la vela de vuelta para España, despreciando las predicciones del gran almirante, el que habia llegado á la vista de Santo-Domingo con sus buques muy maltratados, en prosecucion de su cuarto viaje, y faltando á las leyes de la hospitalidad, se le negó por el gobernador la entrada en el puerto. Entre los que perecieron en dicha borrasca estaba el infortunado cacique Guariones, que desde que lo hizo prisionero Bartolomé Colon habia sido detenido en clase de tal.

Colon y el Adelantado prosiguieron su viaje en busca del supuesto pasage á la India, que el primero conjeturaba debia existir cerca del istmo de Darien. En una pequeña isla, inmediata á la costa meridional de Cuba, encontraron algunos indios, probablemente de Yucatan, cuyas noticias, si hubieran sido entendidas correctamente, ó si el almirante las hubiera apreciado como debia, pudieran haberlo conducido al descubrimiento de Méjico y del oceano meridional: gloria reservada para otros. Vientos y corrientes contrarias lo

detuvieron por cuarenta dias en el estado mas deplorable sobre la costa setentrional de Honduras, hasta que doblando el cabo Gracias-á-Dios navegó siguiendo la costa de Mosquitos, hasta la provincia de Veraguas. El incitante aspecto del pais y las muestras de oro que encontró lo indujeron á fijar un establecimiento á orillas del rio llamado Beren. En efecto, se empezó la obra, y se escojieron ochenta hombres para permanecer en él de guarnicion. Pero los celos de los caciques vecinos inutilizaron este plan, y la consecuencia fué un ataque sangriento y lastimoso; habiendo costado mucha dificultad sacar de aquella costa inhospitalaria á los que quedaron vivos de la guarnicion. El almirante, despues de abandonar una de sus destrozadas barcas en Porto-Belo (plaza que aun retiene el nombre que él le dió), siguió con las dos restantes hasta el golfo de Darien en condicion muy abatida y sobrecargado de tripulaciones descontentas. En seguida dirijió su curso ácia el norte, y despues de una incomparable serie de desastres y desgracias, varó finalmente los arruinados cascos de sus buques en una ensenada de la isla de Jamaica, llamada ahora la ensenada de D. Cristobal. Desde este parage dos de los mas atrevidos y determinados de los que lo acompañaban, emprendieron el llevar una relacion de la situacion de las tripulaciones al gobernador de Santo-Domingo. Hicieron su viaje en dos mal formadas canoas, y espendieron infructuosamente ocho meses en solicitar socorros de Ovando. Durante este periodo, los compañeros que habian de jado en Jamaica, sufrieron el estremo de los peligros y de la miseria. Una gran parte de ellos se amotinó, é internándose en la isla, cometieron tantas depredaciones y enormidades, que escitaron á los isleños á la venganza. El almirante, y los que se le habian mantenido fieles, fueron bloqueados en el fuerte que formaron con los destrozos de sus naufragados bajeles, y les cortaron todas las provisiones. La invencible fortaleza de Colon lo sostenia en estas críticas circunstan

cias y le facilitaba el ejercer su autoridad sobre sus secuaces; cuando, para poner el colmo á sus vejaciones, llegó un pequeño buque despachado por Ovando, no para aliviar á los pacientes, sino para espiar su condicion. El almirante concilió los ánimos de los isleños, y el Adelantado castigó á los rebeldes; quienes se sometieron, despues de haber perdido algunos de sus cabecillas con muchos de su partido. Por último, llegaron los buques tan largamente deseados, y Colon se hizo á la vela para Santo-Domingo, á donde llegó en agosto de 1504. Volvió á España y á nuevas escenas de mortificacion y desengaño; y en ménos de dos años despues terminó su carrera. Su protectora Isabel habia muerto en noviembre de 1504. Entretanto, aunque la colonia de la Española iba tomando una forma mas regular, como unos mil de los que habian acompañado á Ovando habian ya perecido, por las enfermedades del clima y por sus disolutas costumbres. La hambre, la opresion y la espada habian hecho desaparecer algunos centenares de miles de los aborígenes desde el primer descubrimiento. El último distrito independiente, el de Higuey, habia sido asolado á consecuencia de una insurreccion del cacique y de su pueblo. Se cazaba á los habitantes como á bestias feroces, y el último de los cinco príncipes soberanos de Haiti fué ahorcado en Santo-Domingo, por órden de Ovando. El primer establecimiento hecho en Isabel se encontraba á este tiempo casi abandonado, y poco despues lo fué totalmente. La supersticion hizo de sus ruinas objetos de terror, y en lo sucesivo se circularon espantosas relaciones, en las que se decia haberse aparecido en sus calles filas enteras de hidalgos muertos á los que habian tenido la temeridad de visitarlas. Esta breve recapitulacion puede dar una idea general del estado de las posesiones españolas en la América al tiempo de la llegada de Hernan Cortes á la Española en 1504, con recomendaciones para su gobernador, con quien tenia relaciones de parentesco.

Cortes encontró con la acojida mas lisonjera de parte de Ovando, y poco despues se granjeó el favor del gobernador y de todos los colonos en general. Era tratado con intimidad en la familia de aquel, quien lo tomó bajo su inmediata proteccion y le confió varios puestos de honra y provecho, habiendo permanecido Cortes en la isla Española hasta el año de 1510. Lo que hemos podido recojer de su vida privada durante este periodo asciende á muy poco mas de lo que ya se ha mencionado. Solo podemos echar una rápida ojeada sobre los señalados acontecimientos de aquella época, cuya noticia ha llegado hasta nosotros, por estar unidos con el progreso del descubrimiento.

Las restricciones en cuanto al empleo de los indios, impuestas principalmente por la benéfica interposicion de Isabel, y las cuales Ovando trataba de llevar á efecto, no por humanidad (pues era cruel hasta con sus propios compatriotas, é insensible á los sufrimientos de sus súbditos gentiles), sino por temor de ser depuesto de su empleo, habian descorazonado á los colonos, á cuya natural pereza y holgazaneria se agregaron el ver frustradas sus fantásticas esperanzas de recojer las barras de oro y plata, sin mas trabajo que el de agacharse por ellas, y los dañinos efectos de un clima á que no estaban acostumbrados. El gobernador, para evitar la ruina de la colonia, se vió obligado á ceder un poco de sus instrucciones, y á conceder que se usase de medidas compulsorias, para precisar á los indios al trabajo, con una disminucion de la parte que se pagaba á la corona de los productos de las minas. Este fomento temporal de los colonos produjo la resistencia de parte de los pobres naturales, cuyo yugo se habia de algun modo suavizado, y de consiguiente una guerra, si puede dársele este nombre, en la cual se le atribuyen á Ovando algunas acciones al parecer de una horrible naturaleza, pero que á nosotros no nos toca ahora examinar. El resultado fué que los indios quedaron reducidos á la mas abyecta servidumbre, y que no se les prometiese ya una

compensacion por sus forzadas tareas. Sin embargo, mientras que estos desdichados perecian como animales tenidos en poca estimacion, se sacaba oro en grandes cantidades y se traian nuevos aventureros á la isla. Se acumulaban grandes fortunas, y muchas de ellas se disipaban tan rápidamente como se reunian. Se fundaron nuevos pueblos, y la industria se dirijió á otros canales, por los cuales el trabajo de la agricultura rendia un retorno regular. El gobernador, por política, era imparcial en su administracion. Fernando estaba contento con las remesas que recibia; y sus existentes relaciones con las potencias del viejo mundo le facilitaron el volver toda su atencion mas particularmente á sus nuevas adquisiciones. Estableció una junta de comercio y un gobierno eclesiástico para la América; reservando á la corona de España el monopolio del tráfico y el derecho de presentacion á los beneficios del nuevo mundo.

Empero los infelices indios, segun se ha indicado, iban desapareciendo aceleradamente. Por un cálculo, necesariamente vago, se creia que la poblacion de Haiti al tiempo de su descubrimiento ascendia á un millon de habitantes: bajo la autoridad de Colon se manifestó que llegaba á un millon y doscientos mil. Pero en el año de 1506, en que hubo muy poca dificultad en formar el censo, se encontró que el número de la poblacion fué solamente sesenta mil. Este residuo disminuyó con tanta rapidez, que en 1508 obtuvo Ovando el permiso de transportar á Haiti habitantes de las islas Lucayas; con cuarenta mil de los cuales, aumentó el número de la miserable y oprimida poblacion de la Española. Mientras que el oro se obtuvo en aquel pais en suficientes cantidades permaneció en inaccion el espíritu de descubrimiento; pero con la dificultad de trabajar las minas, por falta de trabajadores, revivió el apetito por nuevas conquistas.

Juan Ponce de Leon, con permiso de Ovando, esploró la isla de Puerto-rico, y fijó en ella un estable

« AnteriorContinua »