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tos. Debieron establecer esta pena Nezaualpilcintli y Nezaualcoyo, que fueron justicieros, y libres de aquel pecado; y tanto mas son de loar, cuanto no se castiga en otros pueblos que lo usan públicamente, habiendo mancebía, como en Pánuco.

la justicía. Era la argolla una collera de palo delgada, como arzon, que ceñia la garganta y salia al colodrillo, con unas puntas tan largas, que sobrepujaban la cabeza, ó que no se las pudiese desatar el argollado. A estos esclavos de argolla podian sacrificar, y á los que compraban de otras naciones, y ellos ser libres si podian acogerse á palacio en ciertas fiestas del año, y aun dicen que no se lo podian estorbar sino los amos ó sus hijos; que si otros los detenian, tenian pena de ser esclavos, y el esclavo era todavía libre.

Cada esclavo podia tener mujer y pegujal, del cual muchas veces se redemian; aunque pocos se rescataban, como ellos no trabajaban mucho y los mantenian los amos..

De los jueces y leyes.

Los jueces eran doce, todos hombres ancianos y nobles; tienen renta y lugares, que son proprios de la justicia; determinan las causas sentados. Las apelaciones iban á otros dos jueces mayores, que llaman tecuitlato, y que siempre solian ser parientes del señor, y están con él, y llevan racion de su despensa y plato. Consultan con los señores cada mes una vez todos los negocios, y en cada ochenta dias vienen los jueces de la provincia á comunicar con los de la ciudad y con el rey ó señor los casos arduos y cosas ocorrientes, para que proveyese y mandase lo que mas convenia. Habia pintores, como escribanos, que notaban los puntos y términos del litigio; pero ningun pleito dicen que pasaba de ochenta dias. Los alguaciles eran otros doce, cuyo oficio era prender y llamar á juicio, y su traje mantas pintadas, que de léjos se conosciesen. Los recaudadores del pecho y tributos traian ventalles, y en algunas partes unas varas cortas y gordas. Las cárceles eran bajas, húmedas y escuras, para que temiesen de entrar allí. Juraban los testigos poniendo el dedo en tierra, y luego en la lengua, y este era el juramento de todos; y es como decir que dirán verdad con la lengua por la tierra que los mantiene; otros lo declaran así: «Si no dijéremos verdad, lleguemos á tal extremo que comamos tierra.» Algunas veces nombran, cuando ansí juran, el dios del crímen y cosa sobre que es el pleito ó negocio que se trata. Tresquilan al juez que cohecha 6 toma presentes, y quítanle el cargo, que era grandísima mengua. Cuentan de Nezaualpilcintli que ahorcó en Tezcuco un juez por una injusta sentencia que dió, sabiendo lo contrario, y hizo ver á otros el pleito.

Matan al matador sin excepcion ninguna.

La mujer preñada que lanzaba la criatura, moria por ello: era este un vicio muy comun entre las mujeres que sus hijos no habian de heredar.

La pena del adulterio era muerte.

El ladron era esclavo por el primer hurto, y ahorcado por el segundo.

Muere por justicia con grandes tormentos el traidor al Rey ó república.

De las guerras.

Los reyes de Méjico tenian continua guerra con los de Tlaxcallan, Pánuco, Michuacan, Tecoantepec y otros para ejercitarse en las armas, y para, como ellos dicen, haber esclavos que sacrificar á los dioses y cebar á los soldados; pero la causa mas cierta era porque ni les querian obedescer, ni recebir sus dioses; ca el estilo por do crescieron tanto los mejicanos en señorío fué por dar á otros sus dioses y religion, y si no los recebian rōgándoles con ellos, dábanles guerra hasta subjectarlos y introducir su religion y ritos. Movian tambien guerra cuando les mataban sus embajadores y mercaderes; pero no la hacian sin primero dar parte al pueblo, y aun dicen que entraban en la consulta mujeres viejas, que, como vivian mas que los hombres, se acordaban de cómo se habian hecho las guerras pasadas. Determinada pues la guerra, enviaba el Rey mensajeros á los enemigos á pedir las cosas robadas, y tomar alguna satisfacion de los muertos, ó requerir que pusiesen entre sus dioses al de Méjico, y tambien porque no dijesen que los tomaban desapercebidos y á traicion. Entonces los enemigos, que se sentian poderosos á resistir, respondian que aguardarian en el campo con las armas en mano; y si no, allegaban muy buenos plumajes, tejuelos de oro y plata, piedras y otras cosas de precio, y enviábanselas, y demandaban perdon, y á Vitcilopuchtli, para lo poner y tener igual de sus dioses provinciales. Tomaban á los que hacian esto por amigos, y poníanles algunos tributos; á los que se defendian, si los vencian, tenian por esclavos, que llaman ellos, y éranles muy pecheros. Al soldado que revelaba lo que su señor ó capitan queria hacer, castigaban como á traidor, ycrudelísimamente; ca le cortaban entrambos bezos, las narices, las orejas, las manos por junto al cobdo, y los piés por los tobillos; en fin, lo mataban y repartian por barrios, ó por escuadrones si era en los ejércitos, para que viniese á noticia de todos; y hacian esclavos á los hijos y parientes, y á los que habian sido sabidores de la traicion. No bebian vino que emborrachase los que andaban en guerra, sino el que hacian de cacao, maíz y semillas. Emplazábanse los unos enemigos á los otros para la batalla, la cual siempre era campal, y se daba entre términos. Llaman quiahtlale al espacio y lugar que dejan yermo entre raya y raya de cada provincia para pelear, y es como sagrado. Juntas las huestes, hacia señal el rey de Méjico de arremeter al enemigo, con un caracol que suena como corneta; el señor de Tezcuco con un atabalejo que llevaba echado al hombro, y otros señores con huesos de pescados que chiflan mucho como caramillos; al recoger hacian otro tanto. Si el es

Matan la mujer que anda como hombre, y al hombre tandarte real caia en tierra, todos huian. Los tlaxcalteque anda como mujer.

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El que desafía á otro, sino estando en la guerra, tie

ne pena de muerte.

cas tiraban una saeta; si sacaban sangre al enemigo, tenian por muy cierto que vencerian la batalla, y si no, creian que les iria muy mal; aunque, como eran valien

En Tezcuco, segun algunos dicen, mataban á los pu- tes, no dejaban de pelear. Tenian como por reliquias

dias festivales, y cuando su regla mandaba, de negro las piernas, brazos, manos y cara, que parescian diablos. Habia en el templo de Vitcitlopuchtli de Méjico cinco mil personas al servicio de los ídolos y casa, segun en otra parte dije; pero no todos llegaban á los altares. Las herramientas, vasos y cosas que tenian para hacer los sacrificios, eran los siguientes: muchos braseros grandes y pequeños, unos de oro, otros de plata, y los mas de tierra; unos para incensar las estatuas, y otros en que tener lumbre; la cual nunca sc habia de matar, ca era ruin señal morirse, y castigaban reciamente á los que tenian cargo de hacer y atizar el fuego. Gastábanse ordinariamente quinientas cargas de leña, que son mil arrobas de nuestro peso, y muchos dias habia de entre año, de quemar mil y quinientas arrobas. Tambien incensaban con los brasericos á los señores; que así hicieron á Cortés y á los españoles cuando entró en el templo y derrocó los ídolos; incensaban asimesmo los novios, los consagrados, las ofrendas, y otras mil cosas. Perfuman los ídolos con yerbas, flores, polvos y resinas; pero el mejor humo y lo comun es el que llaman copalli, el cual paresce incienso, y es de dos maneras: uno era arrugado, que llaman xolochcopalli; en Méjico está muy blando, en tierra fria estaria duro; quiere nacer en tierras calientes, y gastarse en frias. El otro es una goma de Copalquahuitltan, buena, que muchos españoles la tienen por mirra. Punzan el árbol, y sin punzarlo, sale y destila gota á gota un licor blanco que luego se cuaja, y

unas dos flechas que diz que fueron de los primeros pobladores de aquella ciudad, que habian sido hombres victoriosos. Llévanlas siempre á la guerra los capitanes generales, y tiraban con ellas ó con la una á los enemigos para tomar agüero, ó para encender los suyos á la batalla; unos dicen que las echaban con trailla, porque no se perdiese; otros que sin ella, para que su gente, en arremetiendo luego, no diese vagar á los contrarios que la tomasen y quebrasen. Daban gritos, que los ponian en el cielo cuando acometian; otros aullaban, y otros silbaban de tal suerte, que ponian espanto á quien no estaba hecho á semejante vocería. Los de tierra de Teouacan de una vez tiraban dos y tres y cuatro flechas; todos en general traian fiadas al brazo las espadas; huian para revolver de nuevo y con mayor ímpetu; antes querian cativar que matar enemigos; jamás soltaban á ninguno, ni tampoco lo rescataban, aunque fuese capitan. El que prendia señor ó capitan contrario, era muy galardonado y estimado; quien soltaba ó daba á otro el cativo que prendia en batalla, moria por justicia, por ser ley que cada uno sacrificase sus prisioneros; el que hurtaba ó quitaba por fuerza algun preso en guerra, moria tambien, porque robaban cosa sagrada y la honra, y, como ellos dicen, el esfuerzo ajeno. Mataban á los que hurtaban las armas del señor y capitan general ó los atavíos de guerra; porque lo tenian por señal de ser vencidos. No querian, ó no podian, los hijos de señores, siendo mancebos, traer plumajes, vestidos ricos, ni ponerse collares ni joyas de oro, hasta haber hecho alguna valentía ó hazaña en la guerra, muerto ó-dello hacen unos panecillos como de jabon que se tras

lucen; este era su perfecto olor en sacrificios, y preciada ofrenda de dioses. Desta goma, mezclada con

prendido algun enemigo. Saludaban primero al cativo que á quien le cativó, y toda la tierra le daba el parabien al tal caballero, como si trunfara. Dende en ade-aceite de olivas, se hace muy buena trementina, y los lante se ataviaba ricamente de oro, pluma y mantas de color ó pintadas; poníase en la cabeza ricos y vistosos, plumajes, atados á los cabellos de la coronilla con correas coloradas de tigre ; que todo era señal de valiente.

De los sacerdotes.

A los sacerdotes de Méjico y toda esta tierra llamaron nuestros españoles papas, y fué que, preguntados por qué traian así los cabellos, respondian papa, que es cabello; y así, les llamaban papas; ca entre ellos tlamacazque se dicen los sacerdotes, ó tlenamacaque, y el mayor de todos, que es su perlado, achcauhtli, y es grandísima dignidad. Aprenden y enseñan los misterios de su religion á boca y por figuras; mas no los comunican ni descubren á legos, so gravísima pena. Hay entre ellos muchos que no se casan, por la dignidad, y que son muy notados y castigados si llegan á mujer. Dejan crecer todos estos sacerdotes el cabello sin jamás lo cortar ni peinar ni lavar, á cuya causa tenian la cabeza sucia y llena de piojos y liendres; pero los que hacian esto eran santones; que los otros lavábanse las cabezas cuando se bañaban, y bañábanse muy á menudo; y ansí, aunque traian los cabellos muy largos, traíanlos muy limpios; bien que criar cabellos, de suyo es sucio. El hábito de los sacerdotes es una ropa de algodon blanca, estrecha y larga, y encima una manta por capa, añudada al hombro derecho, con madejas de algodon bilado por orlas y rapacejos. Tiznábanse los

indios hacen della sus pelotas. Tienen lancetas de azabache negro, y unas navajas de á jeme, hechas como puñal, mas gordas en medio que á los filos, con que se jasan y sangran de la lengua, brazos, piernas, y de lo que tienen en devocion ó voto. Es aquella piedra dura en grandísima manera, y hay otras de la mesma suerte y metal de piedra, pero de muchos colores. Cortan las navajas por entrambas partes, y cortan bien y dalcemente; y si aquella piedra no fuese tan vidriosa, es como hierro, pero luego salta y se mella. Destas navajas hay infinitas en el templo, y cada uno las tiene en su casa para sus sacrificios y para cortar otras cosas. Tienen asimesmo los sacerdotes puas de meth, con que se pican; y para tomar la sangre que se sacan, tienen papel, hojas de caña y metl; tienen pajuelas, cañas y sogas para tocar y pasar por las heridas y agujeros que se hacen en las orejas, lenguas, manos, y otros miembros que no son para decir. Hay en cada espacio de los templos que está de las gradas al altar, una piedra como tajon, hincada en el suelo y alta una vara de medir; sobre la cual recuestan á los que han de sér sacrificados. Tienen un cuchillo de pedernal, que llaman ellos tecpactl; con estos cuchillos abren los hombres que sacrifican, por las ternillas del pecho. Para coger la sangre tienen escudillas de calabazas, y para rociar con ella los ídolos unos hisopillos de pluma coloradas para barrer las capillas y placeta donde está ebtajon tienen escobas de plumas, y el que barre

nunca vuelve las nalgas á los dioses, sino va siempre barriendo cara tras. Con tan pocos ornamentos y aparejo hacian la carnicería que después oiréis.

De los dioses mejicanos.

Ya puse la hechura y grandeza de los templos, cuando conté la magnificencia de Méjico; aquí diré solamente que los tenian siempre muy limpios, blancos y bruñidos, y los altares muy adornados y ricos. Colgaban de las paredes cueros de hombres sacrificados, embutidos de algodon, en memoria de la ofrenda y cativerio que dellos habia hecho el Rey; mas cuanto los templos eran limpios, tanto estaban sucios los ídolos, de la mucha sangre que continuamente les echaban y de la goma que les pegaban. No habia número de los ídolos de Méjico, por haber muchos templos, y muchas capillas en las casas de cada vecino, aunque los nombres de los dioses no eran tantos; mas empero afirman pasar de dos mil dioses, que cada uno tenia su proprio nombre, oficio y señal; como decir Ometochtli, dios del vino, que preside á los convites, ó causa que haya vino; tiene sobre la cabeza uno como mortero, donde le echan vino cuando celebran su devota fiesta, y celébranla muy á menudo y como el santo lo manda. A la diosa del agua, que dicen Matlalcuie, visten camisa azul, que es el color de agua. A Tezcatlipuca ponian antojos, porque siendo la providencia, debia de mirarlo todo. En Acapulco habia ídolos con, gorras como las nuestras; adoran el sol, el fuego, la agua y la tierra, por el bien que les hacen; adoran los truenos, los relámpagos y rayos, por miedo; adoran á unos animales por mansos y á otros por bravos, aunque no sé para qué tenian ídolos de mariposas; adoraban la langosta porque no les comiese los panes; las pulgas y mosquitos porque no los picasen de noche, y las ranas porque les diese peces. Y acontesció á unos españoles que iban á Méjico, en un pueblo de la laguna, que pidiendo de comer otra cosa que pan, les dijeron que no tenian peces después que su capitan Cortés les llevó su dios del pescado; y era porque entre los ídolos que les derribó, como hacia en cada lugar, estaba el de la rana; á la cual tenian por diosa del pescado, que cantando los convidaba á ello. Si la respuesta fué de lo creer así, simples eran ; mas si fué de maliciosos, gentilmente se excusaron de darles á comer. Quizá adoraban la rana porque, siendo todos los otros peces mudos, ella sola paresce que habla.

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Hablaba el diablo con los sacerdotes, con los señores y con otros, pero no á todos. Ofrecian cuanto tenian al que se le aparescia; aparescíaseles de mil maneras, y finalmente, conversaba con todos ellos muy a menudo y muy familiar, y los bobos tenian á mucho que los dioses conversasen con los hombres; y como no sabian que fuesen demonios, y oian de su boca muchas cosas antes que aconteciesen, creian cuanto les decian; y porque él se lo mandaba, le sacrificaban tantos hombres, y le traian pintado consigo de tal figura, cual se les mostró la primera vez; pintábanle á las puertas, en los bancos y en cada parte de la casa; y como se les

aparecia de mil trajes y formas, así lo pintaban de infinitas maneras, y algunas tan feas y espantosas, que se maravillaban nuestros españoles ; pero ellos no lo tenian por feo. Creyendo pues estos indios al diablo, habian llegado á la cumbre de crueldad, so color de religiosos y devotos; y éranlo tanto, que antes de comenzar á comer, tomaban un poquillo, y lo ofrecian á la tierra ó al sol; de lo que bebian, derramaban alguna gota para dios, como quien hace salva; si cogian grano, fruta ó rosas, quitábanle alguna hojuela antes de olerla, para ofrenda; el que no guardaba estas y semejantes cosillas, no tenia á dios en su corazon, y como ellos dicen, era mal criado con los dioses.

Desollamiento de hombres.

De veinte en veinte dias es fiesta festival y de guardar, que llaman tonalli, y siempre cae el dia postrero de cada mes. Pero la mayor fiesta del año, y donde mas hombres se matan y comen, es de cincuenta y dos en cincuenta y dos años. Los de Tlaxcallan y otras repúblicas celebran estas fiestas, y otras muy solemnes, de cuatro en cuatro años.

El postrer dia del mes primero, que llaman tlacaxipeualiztli, matan en sacrificio cien esclavos, los mas cativos de guerra, y se los comen. Juntábase todo el puemuchas cerimonias, ponían los sacrificados uno á uno, de espaldas sobre la piedra, y vivos los abrian por los pechos con un cuchillo de pedernal; arrojaban el corazon al pié del altar como por ofrenda, untaban los rostros al Vitcilopuchtli, ó á otro con la sangre caliente, y luego desollaban quince ó veinte dellos, ó menos, segun era el pueblo y los sacrificados; revestíanse los otros tantos hombres honrados, así sangrientos como estaban; ca eran abiertos los cueros por las espaldas y hombros; cosíanse los que viniesen justos, y después bailaban con todos los que querian. En Méjico se vestia el rey un cuero destos, que fuese de principal cativo, y regocijaba la fiesta bailando con los otros desfrazados. Toda la gente se andaba tras él por verle tan fiero, ó como ellos dicen, tan devoto. Los dueños de los esclavos ́se llevaban sus cuerpos sacrificados, con que hacian plato á todos sus amigos; quedaban las cabezas y corazones para los sacerdotes; embutian los cueros de ́algodon ó paja, y ó los colgaban en el templo, ó en palacio, por memoria; mas esto era habiéndolo prendido el Rey, ó algun tecuitli; iban al sacrificadero los esclavos y cativos de guerra con los vestidos ó divisa del ídolo á quien se ofrescian; y sin esto, llevaban plumajes, guirnaldas y otras rosas, y las mas veces los pintaban 6 emplumaban, 6 cubrian de flores é yerba. Muchos dellos, que mueren alegres, andan bailando, y pidiendo limosna para su sacrificio por la ciudad; cogen mucho, y todo es de los sacerdotes. Cuando ya los panes estaban un palmo altos, iban á un monte que para tal devo ́cion tenian diputado, y sacrificaban un niño y una niña de cada tres años, á honra de Tlaloc, dios del agua, suplicándole devotamente por ella si les faltaba, ó que no les faltase. Estos niños eran hijos de hombres libres y vecinos del pueblo; no les sacaban los corazones, sino

degollábanlos. Envolvíanlos en mantas nuevas, y enterrábanlos en una caja de piedra.

La fiesta de Tozoztli, que ya los maizales estaban crescidos hasta la rodilla, repartian cierto pecho entre los vecinos, de que compraban cuatro esclavitos, niños de cinco hasta siete años, y de otra nacion. Sacrificábanlos á Tlaloc porque lloviese á menudo; cerrábanlos en una cueva que para esto tenian hecha, y no la abrian hasta otro año. Tuvo principio el sacrificio destos cuatro mochachos, de cuando no llovió en cuatro años, ni aun cinco, á lo que algunos cuentan; en el cual tiempo se secaron los árboles y las fuentes, y se despobló mucha parte desta tierra, y se fueron á Nicaragua.

El mes y fiesta de Hueitozotli, estando ya los panes criados, cogia cada uno un manojo de maíz, y venian todos á los templos á ofrecerlo con mucha bebida, que llaman atulli, y que se hace del mesmo maíz; y con mucho copalli para sahumar los dioses que crian el pan. Bailaban toda aquella noche, y ni sacrificaban hombres ni hacian borracheras.

Al principio del verano y de las aguas celebran una fiesta que llaman Tlaxuchimaco, con todas las maneras de rosas y flores que pueden; ofrécenlas en el templo, enguirnaldando los ídolos con ellas. Gastan todo aquel dia bailando. Para celebrar la fiesta de Tecuilhuitlh se juntaban todos los caballeros y principales personas de cada provincia, á la ciudad que era la cabeza; la vigilia en la noche vestian una mujer de la ropa é insignias de la diosa de la sal, y bailaban con ella todos. En la mañana sacrificábanla con las cerimonias y solemnidad acostumbrada, y estaban el dia en mucha devocion, echando incienso en los braseros del templo. Ofrecian y comian grandes comidas en el templo el dia de Teutleco, diciendo : « Ya viene nuestro dios, ya viene. » Debia ser que llamaban al diablo á comer con ellos.

Los mercaderes, que tenian templo por sí, dedicado al dios de la ganancia, hacian su fiesta en Miccailhuit), matando muchos esclavos comprados; guardaban fiesta, comian carne sacrificada, y bailaban.

Solemnizaban la fiesta de Ezalcoaliztli, que tambien era consagrada á los dioses del agua, con matar una esclava y un esclavo, no de guerra, sino de venta. Treinta dias ó mas antes de la fiesta ponian dos esclavos, hombre y mujer, en una casa, que comiesen y durmiesen juntos como casados, y llegado el dia festival, vestian á él las ropas y divisa de Tlaloc, y á ella las de Matlalcuie, y hacíanles bailar todo el dia, hasta la media noche, que los sacrificaban; no los comian como á otros, sino echábanlos en un hoyo que para esto tenia cada témplo.

La fiesta Uchpaniztli sacrificaban una mujer; deso→ llábanla, y vestian el cuero á uno; el cual bailaba con todos los del pueblo dos dias arreo, y ellos ataviábanse muy bien de mantas y plumajes.

Para la fiesta de Quecholli salia el señor de cada pueblo con los sacerdotes y caballeros á caza, para ofrecer y matar todo lo que cazasen, en los templos del campo. Llevaba gran repuesto y cosas que dar á los que mas fieras tomasen, ó mas bravas fuesen, como decir leones, tigres, águilas, víboras y otras grandes sierpes; toman

las culebras á manos, y mejor hablando, a piés; porque se atan los cazadores la yerba picietlh á los piés, con la cual adormecen las culebras; no son tan enconadas ni ponzoñosas como las nuestras, sino son las de Almería. Toman eso mesmo las culebras del cascabel, que son grandes, tocándoles con cierto palo. Sacrificaban este dia todas las aves que tomaban, desde águilas hasta mariposas; toda suerte de animalías, de leon á raton, y de las que andan arrastrando, de culebra hasta gusanos y arañas; bailaban, y volvíanse al pueblo. El dia de Hatamuztli guardaban la fiesta en Méjico entrando en la laguna con muchas barcas, y anegando un niño y una niña metidos en una acalli, que nunca más paresciesen, sino que estuviesen en compañía de los dioses de la laguna. Comian en los templos, ofrecian muchos papeles pintados; untaban los carrillos á los ídolos con ulli, y tal estatua habia que le quedaba la costra de dos dedos de aquella goma.

Cuando hacian la fiesta de Tititlh bailaban todos los hombres y mujeres tres dias con sus noches, y bebian hasta caer; mataban muchos cativos de los presos en las guerras de léjos tierras.

Sacrificios de hombres.

Por honra y servicio del ídolo de fuego regocijaban la fiesta que llaman Xocothueci, quemando hombres vivos. En Tlacopan, Coyouacan, Azcapuzalco, y otros muchos pueblos, levantaban la víspera de la fiesta un gran palo rollizo como mástil; hincábanlo en medio del patio ó á la puerta del templo; hacian aquella noche un ídolo de toda suerte de semillas, envolvíanlo en mantas benditas, y liábanlo porque no se deshiciese, y á la mañana poníanlo encima del palo. Traian luego muchos esclavos de guerra ó comprados, atados de piés y manos; echábanlos en una muy grande hoguera que para tal efecto ténian ardiendo; y medio asados, los sacaban del fuego, y los abrian, y sacaban los corazones, para hacer las otras solemnidades; bailaban tras esto el dia todo al rededor del palo, y á la tarde derribaban el mástil con su dios en tierra; cargaba luego tanta gente por tomar algun granillo ó migaja del ídolo, que muchos se ahogaban. Creian que comiendo de aquello los hacia valientes hombres.

En la fiesta de Izcalli sacrificaban muy muchos hombres, y todos esclavos y cativos, á reverencia del dios del fuego. La principal cerimonia era vestir á un prisionero los vestidos del dios del fuego, y bailar mucho con él, y cuando andaba cansado matábanlo tambien como á sus compañeros.

Donde mas cruelmente solemnizan esta fiesta, es en Cuahutitlan; aunque no la celebran cada año, sino de cuatro en cuatro años. A las vísperas desta fiesta hincaban seis árboles muy altos en el patio, que todos los viesen, y los sacerdotes degollaban dos mujeres esclavas delante los ídolos en lo alto de las gradas; desollábanlas enteras y con sus caras, hendíanles los muslos y sacábanles las canillas. Otro dia luego de mañana tornaban todos al templo á los oficios; subian dos hombres principales del pueblo á lo alto, y vestíanse los cueros de aquellas desolladas; cubrian sus caras con las dellas, como máscaras; tomaban sendas canillas en

rengle, y caminaban en procesion. Los religiosos iban con las sobrepellices que usan, unos cantando, otros incensando; pasaban por el Tlatelulco; iban á una ermita de Acolman, donde sacrificaban cuatro cativos. De allí entraban en Azcapuzalco, en Tlacopan, en Chapultepec y Vicilopuchco, y en un templo de aquel lugar, que estaba fuera en el camino, hacian oracion, y mataban otros cuatro cativos con tantas cerimonias y devocion, que lloraban todos. Volvíanse con tanto á Méjico, después de haber andado cinco leguas en ayunas, á comer. A la tarde sacrificaban cien esclavos y cativos, y algunos años docientos. Un año mataban menos, otro mas, segun la maña que se daban en las guerras á cativar enemigos. Echaban á rodar los cuerpos de cativos las gradas abajo. A los otros, que eran de esclavos, llevaban á cuestas. Comian los sacerdotes las cabezas de los esclavos y los corazones de los cativos. Enterraban los corazones de los esclavos, y descarnaban los de los cativos para poner en el hosar. Daban con los corazones destos en el suelo, y echaban los de aquellos há→ cia el sol, que tambien en esto los diferenciaban, ó tirábanlos al ídolo cuya era la fiesta ; y si le acertaban en la cara era buena señal. Por festejar la carne de hombres que comian, hacian grandes bailes y se emborrachaban.

cada mano, y muy paso a paso bajaban las gradas, pero bramando. Estaba la gente como atónita de verlos abajar así, y todos á voz en grita decian: «Ya vienen nuestros dioses, ya vienen nuestros dioses, ya vienen.>> En llegando al suelo tañian los atabales, huesos y bocinas, y ataban á los enmascarados cada sendas codornices sacrificadas, por unos agujeros que les hacian en los cueros del brazo de las muertas; y muchos pliegos de papel pintados, y pegados uno con otro á la fila, y prendidos de las espaldas. Iban estos dos hombres bailando por todo el pueblo, y á cada puerta y canton les echaban codornices, como en ofrenda, sacrificándolas; cogian las codornices, que infinitas eran, cenábanselas los dos revestidos, y los sacerdotes y hombres principales del pueblo con el señor; la razon por que habia tanta codorniz era porque venian á la fiesta con mu➡ cha devocion los de la comarca, y aun de diez y mas leguas aparte. Aspaban tambien el mesmo dia seis presos en guerra; empicotábanlos en lo mas alto de los seis árboles que habian puesto el dia antes; asaeteábanlos luego muchos flecheros, derribaban los árboles, y hacíanse mil pedazos los huesos, y así como estaban los sacrificaban, sacándoles el corazon y haciendo las otras cerimonias que suelen; arrastrábanlos después, y en fin los degollaban. De la manera que mataban estos, mataban otros ochenta y aun ciento aquel mesmo dia, y todos de seis en seis; jamás se oyó semejante crueldad. Dejaban á los sacerdotes las cabezas y corazones que comiesen ó enterrasen, y llevábanse los cuerpos á casa de los señores, y otro dia tenian banquete con ellos, y grandes borracheras. Tambien sacrificaban mas allá de Xalixco hombres á un ídolo como culebra enroscada, y quemándolos vivos, que es lo mas cruel de todo, y se los comian medio asados.

Otros sacrificios de hombres.

La mayor solemnidad que hacian por año en Méjico era al fin de su catorceno mes, á quien llaman panquezaliztli; y no solo allí, pero en toda su tierra la celebraban pomposamente, ca estaba consagrada á Tezcatlipuca y á Vitcilopuchtli, los mayores y mejores dio ses de todas aquellas partes; dentro del cual tiempo se sangran muchas veces de noche, y aun entre dia, unos de la lengua, por donde metian pajuelas; otros de las orejas, otros de las pantorrillas, y finalmente, cada uno de donde queria y mas en devocion tenia. Ofrescian la sangre y oraciones con mucho incienso á los ídolos, y después sahumábanlos. Eran obligados de ayunar to dos los legos ocho dias, y muchos entraban al patio como penitentes para ayunar todo un año entero y para sacrificarse de los miembros que mas pecaban. Entraban asimesmo algunas mujeres dévotas á guisar de co mer para los ayunadores. Todos estos tomaban su sangre en papeles, y con el dedo rociaban ó pintaban los ídolos de Vitcilopuchtli y Tezcatlipuca y otros sus abo gados. Antes que amanesciese el dia de la fiesta venian al templo todos los religiosos de la ciudad y criados de dioses, el Rey, los caballeros y otra infinita gente, en fin, pocos hombres sanos dejaban de ir. Salia del templo el gran Achcahutli con una imágen pequeña de Vitcilopuchtli muy arreada y galana, poníanse todos en

Por el mes de noviembre, cuando ya habian cogido el maíz y las otras legumbres de que se mantienen, celebran una fiesta á honor de Tezcatlipuca, ídolo á quien mas divinidad atribuyen. Hacian unos bollos de masa de maíz y simiente de ajenjos, aunque son de otra suerte que los de acá, y echábanlos á cocer en ollas con agua sola. Entre tanto que hervian y se cocian los bollos, tañian los mochachos un atabal, y cantaban sus ciertos cantares al rededor de las ollas; y en fin decian: «Estos bollos de pan ya se tornan carne de nuestro dios Tezcatlipuca; » y después comíanselos con gran devoción.

En los cinco dias que no entran en ningun mes del año, sino que se andan por sí para igualar el tiempo con el curso del sol, tenian muy gran fiesta, y regocijábanla con danzas y canciones y comidas y borracheras, con ofrendas y sacrificios que hacian de su propia sangre á las estatuas que tenian en los templos y tras cada rincon de sus casas; pero lo sustancial y principalísimo della era ofrecer hombres, matar hombres y comer hombres; que sin muerte no habia alegría ni placer.

Los hombres que sacrificaban vivos al sol y á la luna porque no se muriesen, como habian hecho otras cuatro veces, eran infinitos, porque no les sacrificaban un dia solamente, sino muchos entre año; y al lucero que tienen por la mejor estrella mataban un esclavo del Rey el dia que primero se les demostraba, y descúbrenlo en otoño, y venle docientos y sesenta dias. Atribúyenle los hados; y así, agüeran por unos signos que pintan para cada dia de aquellos docientos y sesenta. Creen que Topilcin, su rey primero, se convertió en aquella estrella. Otras cosas y poesías razonaban sobre este planeta; mas porque para la historia bastan las dichas, no las cuento; y no solo matan un hombre al nacimiento desta estrella, mas hacen otras ofrendas y sangrías, y

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