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Empero que con un gran terremoto y lluvia se hundió la isla, sorbiendo los hombres; y quedó tanto cieno, que no se pudo navegar mas aquel mar Atlántico. Algunos tienen esto por fábula, y muchos por historia verdadera; y Próculo, segun Marsilio dice, alega ciertas historias de los de Etiopía, que hizo un Marcelo, donde se confirma. Pero no hay para qué disputar ni dudar de la isla Atlántide, pues el descubrimiento y conquistas de las Indias aclaran llanamente lo que Platon escribió de aquellas tierras, y en Méjico llaman á la agua atl, vocablo que parece, ya que no sea, al de la isla. Así que podemos decir cómo las Indias son la isla y tierra firme de Platon, y no las Hespérides, ni Ofir y Társis, como muchos modernos dicen; ca las Hespérides son las islas de Cabo-Verde y las Gorgonas, que de allí trujo Hanon monas. Aunque con lo de Solino hay alguna duda, por la navegacion de cuarenta dias que pone. Tambien puede ser que Cuba, ó Haiti, ó algunas otras islas de las Indias, sean las que hallaron cartagineses, cuya ida y poblacion vedaron á sus ciudadanos, segun cuenta Aristóteles ó Teofrasto, en las maravillas de natura no oidas. Ofir y Társis no se sabe dónde ni cuáles son, aunque muchos hombres doctos, como dice Sant Augustin, buscaron qué ciudad ó tierra fuese Társis. Sant Jerónimo, que sabia la lengua hebrea muy bien, dice sobre los profetas, en muchos lugares, que Társis quiere decir mar; y así, Jonás echó á huir á Társis, como quien dice á la mar, que tiene muchos caminos para huir sin dejar rastro. Tampoco fueron á nuestras Indias las armadas de Salomon, porque para ir á ellas habian de navegar hácia poniente, saliendo del mar Bermejo, y no hácia levante, como navegaron; y porque no hay en nuestras Indias unicornios ni elefantes, ni diamantes, ni otras cosas que traian de la navegacion y trato que llevaban.

El camino para las Indias.

Pues habemos puesto el sitio de las Indias, conveniente cosa es poner el camino por donde van a ellas, para cumplimiento de la obra y para contentamiento de los leyentes, especial extranjeros, que tienen poca noticia dél. Parten los que navegan á Indias, de San Lúcar de Barrameda, do entra Guadalquivir en la mar, que está de la línea Equinocial treinta y siete grados, y en ocho dias ó doce van á una de las islas de Canaria, que caen á veinte y siete grados, y á docientas y cincuenta leguas de España, contando hasta el Hierro, que es la mas ocidental. De allí hasta Santo Domingo, que hay al pié de mil leguas, suelen por la mayor parte ir en treinta dias. Tocan ó ven primero á la Deseada, ó alguna otra isla de muchas que hay en aquel paraje. De Santo Domingo, escala general para la ida, navegan seiscientas leguas los que van á la Nueva-España, y trecientas y cincuenta los que van á Yucatan y á Honduras; docientas y cuarenta los que van al Nombre de Dios, y ciento y cincuenta los que á Santa Marta, por do entran al nuevo reino de Granada. Los que van á Cubagua, donde sacan perlas, toman su camino desde la Deseada á mano izquierda; para ir al rio Marañon y al de la Plata, y al estrecho de Magallanes, que es cuatro mil leguas de España, se va por Canaria á las islas

de Cabo-Verde, que están en catorce y quince grados, y cerca de quinientas leguas del estrecho de Gibraltar, y reconoscen tierra firme de Indias en el Cabo-Primero ó en el cabo de Sant Augustin, ó no muy lejos, que segun cuenta de mareantes, estará casi otras quinientas leguas de Cabo-Verde. Quien va al Perú ha de ir al Nombre de Dios, y de allí á Panamá por tierra, decisiete leguas que hay. En Panamá toman otros navíos, y esperan tiempo, ca no se navega siempre aquel mar del Sur. A la vuelta vienen todos, si no quieren perderse, á la Habana de Cuba, que cae debajo el trópico de Cancro, y desde allí, echando al norte por tener viento, suelen tomar la Bermuda, isla despoblada, aunque no de sátiros, segun mienten, y puesta en treinta y tres grados. Tocan luego en alguna isla de los Azores, y en fin, aportan á España, de donde salieron. Desvíanse á la venida, de la derrota que llevaron, trecientas leguas, y aun por ventura cuatrocientas. Hacen tan diferente camino á la vuelta por seguridad y presteza. Segura navegacion es toda, por ser la mar larga, aunque pocos navegan que no cuenten de tormentas; lo peor de pasar á la ida es el golfo de las Yeguas, entre Canaria y España, y á la venida, la canal de Bahama, que es junto á la Florida. Ningun hombre que no sea español puede pasar á las Indias sin licencia del Rey, y todos los españoles que pasan se tienen de registrar en la casa de la Contratacion de Sevilla, con toda la ropa y mercaderías que llevan, so pena de perderlas, y tambien se han de manifestar á la vuelta en la mesma casa, so la dicha pena, aunque con tiempo forzoso desembarquen en otro cualquier puerto de España, que así lo manda la ley.

Conquista de las islas de Canaria.

Por ser las islas de Canaria camino para las Indias, y nuevamente conquistadas, escribo aquí su conquista. Muy sabidas y loadas fueron siempre las islas de Canaria, segun autores griegos, latinos, africanos y otros gentiles escriben. Mas no sé que hayan sido de cristianos hasta que fueron de españoles. Cuenta el rey don Pedro el Cuarto de Aragon, en su historia, cómo el año de 1344 le vino á pedir ayuda para conquistar las islas perdidas de Canaria, don Luis, nieto de don Joan de la Cerda, que se llamaba príncipe de la Fortunia, por merced, creo, del papa Clemente VI, francés. Puede ser que fuesen entonces á Canaria los mallorquines, á quien los canarios se loan haber vencido, matando muchos dellos, y que hubiesen allí una imágen antigua que tienen. Los primeros españoles que comenzaron á conquistarlas fueron allá el año de 1393, y fué así que muchos sevillanos, vizcaínos y lipuzcoanos fueron á las Canarias con armada, en que llevaron caballos para la guerra, el año sobredicho, que fué el tercero del rey don Enrique III, segun su historia cuenta. No sabria decir á cúya costa fueron, aunque paresce que á la suya propria, ni si por mandado del Rey ó por su motivo. Empero sé que hubieron batalla con los de Lanzarote, y gran despojo y presa en la vitoria, y que trujeron presos á España al rey y reina de aquella isla, con otras ciento y setenta personas, y muchos cueros de cabras, cera y otras cosas de riqueza y estima para en aquellos

tiempos. Después el rey don Enrique dió á ciertos caballéros las Canarias para que las conquistasen, reservando para sí el feudo y vasallaje; entre los cuales fué Juan de Betancurt, caballero francés; el cual, á intercesion de Rubin de Bracamonte, almirante de Francia, su pariente, hubo tambien el año de 1417 la conquista de aquellas islas, con título de rey. Vendió una villa que tenia en Francia, armó ciertos navíos, pasó á las Canarias con españoles, y llevó á fray Mendo por obispo de lo que conquistase, para doctrinar y convertir aquellos gentiles; que así lo mandó el papa Martin V. Ganó á Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro, que son las menores, y aun la Palma, á lo que algunos dicen. De Canaria lo echaron diez mil isleños que habia de pelea; y así, hizo un castillo de piedra y lodo en Lanzarote, donde asentó y pobló. Señoreaba y regia desde allí las otras islas que subjetara, y enviaba á España y Francia esclavos, cera, cueros, sebo, orchilla, sangre de drago, higos y otras cosas, de que hubo mucho dinero. A la fama de la riqueza, ó por ganar honra conquistando á Tenerife, que llaman isla del Infierno, y á la gran Canaria, que se defendia valientemente, pidió el infante de Portugal don Enrique al rey don Juan el Segundo de Castilla, aquella conquista, mas no se la dió; y el rey don Juan, su padre, la procuró de haber del Papa, y envió el año de 1425 con armada á don Fernando de Castro. Pero los canarios se defendieron gentilmente. Todavía insistieron en aquella demanda, como les habia sucedido bien la guerra de la isla de la Madera y de otras, los reyes don Juan y don Duarte, y el infante don Enrique, que era guerrero, y llegó el negoció á disputa de derecho delante el papa Eugenio IV, veneciano, estando sobrello en Roma el doctor Luis Alvarez de Paz, y el Papa dió la conquista y conversion de aquellas islas al rey de Castilla don Juan el Segundo, año de 1431; y así, cesó la contienda sobre las Canarias entre los reyes de Castilla y Portugal. Tornando pues á Juan de Betancurt, digo que cuando murió, dejó el señorío de aquellas cuatro islas que conquistara á un su pariente llamado Menaute, el cual, continuando la gobernacion y trato como el mesmo Juan de Betancurt, tuvo diferencias y enojo con el obispo fray Mendo, que convertia aquellos gentiles. El Obispo entonces escribió al Rey cómo los isleños estaban muy mal con Menaute por muchos malos tratamientos que les hacia, y tenian grandísimo deseo y aparejo de ser de su alteza. El Rey, por aquellas cartas del Obispo, envió allá con tres naos, y con poderes para tomar y tener las islas y personas, á Pero Barba de Campos, hombre rico; el cual como llegó, tuvo que dar y que tomar con el Menaute de palabras y aun de manos. Mas á la fin se concertaron, dedejando y vendiendo el Menaute las islas al Pero Barba, y Pero Barba las vendió después á Fernan Peraza, caballero sevillano. Otros dicen cómo el mesmo Juan de Betancurt las vendió al conde de Niebla don Juan Alonso, y cómo después las trocó el conde á Fernan Peraza, criado suyo, por ciertos lugares que tenia. De la una manera ó de la otra que pasó, es cierto que las hubo Fernan Peraza, y que dió guerra á las otras islas por conquistar, y en la Palma le mataron á su único hijo Guifen Peraza. Llamábase rey de Canaria, y casó á su hija

mayor doña Inés con Diego de Herrera, hermano del mariscal de Empudia. Muerto Fernan Peraza, heredaron Diego de Herrera y doña Inés Peraza, llamándose reyes, que no debieran. Trabajaron mucho por ganar á Canaria, Tenerife y la Palma; pero nunca pudieron. Tuvieron estos hijos á Pero García de Herrera, Fernan Peraza, Sancho de Herrera, doña María de Ayala, que casó en Portugal con don Diego de Silva, conde de Portalegre, y otra que casó con Pero Fernandez de Saavedra, hijo del mariscal de Zaharia. Entendieron el rey don Fernando y la reina doña Isabel, recien herederos, cómo Diego de Herrera no podia conquistar á Canaria; y como fueron á Sevilla el año de 1478, enviaron á Juan de Rejon y á Pedro del Algaba con gente y armada á conquistarla. Riñeron estos capitanes andando en la conquista, y mató Rejon á Pedro del Algaba, cuya venganza no se dilató mucho; ca luego mató Fernan Peraza, hijo de Diego de Herrera, al Juan de Rejon, cuya muerte dañó después sus propios negocios; ca prosiguiendo los reyes aquella guerra, estuvieron mal con Diego de Herrera, que se nombraba rey sin serlo. El Diego de Herrera puso pleito á la conquista, porque, 6 la dejasen ó lo dejasen, diciendo pertenescerle á él y á su mujer, por la merced del señor rey don Juan que hizo á Juan de Betancurt, cuyos sucesores ellos eran; y alegando estar en posesion y acto de la conquista, en la cual habian gastado muchos dineros y derramado mucha sangre de hermanos, parientes y amigos. Hubo sobresto demandas y respuestas con parescer de letrados, y tras ellas concierto, y los reyes dieron al Diego de Herrera cinco cuentos de maravedís en contado por los gastos, y el título de conde de la Gomera con el Hierro, y él y su mujer doña Inés Peraza renunciaron todo el derecho y acion que tenia á las otras islas. Tras este concierto despacharon allá con armada á Pedro de Vera, natural de Jerez, año de 1480, segun pienso. Pedro de Vera gastó tres años en ganar á Canaria, que se defendian reciamente los isleños; y tardara mas, y aun quizá no la ganara, si no fuera con ayuda de Guanarteme, rey natural de Galdar, que le favoreció por deshacer á Doramas, hombre bajo que por su valentía é industria se habia hecho rey de Telde; por do entrambos se perdieron. Señaláronse muchos canarios en aquella guerra, como fué Juan Delgado, que así se llamó desde cristiano, y un Maninigra, que fué valentísimo sobre todos, el cual dijo á otro que le motejaba de medroso una vez: «Tiemblan las carnes temiendo el peligro donde las ha de poner el corazon. » Alonso de Lugo, que fué muy gentil soldado y capitan en la guerra de Canaria, conquistó el año de 1494 la Palma y Tenerife, de la cual hubo título de adelantado. Desde entonces son todas aquellas islas de Canaria del rey de Castilla muy pacíficamente, y el papa Innocencio VIII le dió el patronazgo dellas el año de 1486.

Costumbres de los canarios,

Las islas de Canaria son siete: Lanzarote, Fuerteventura, Canaria, Tenerife, Gomera, Palma, Hierro. Están en rengle una tras otra, leste oeste, y en veinte y siete grados y medio, y á decisiete leguas de Africa por el cabo del Bojador, y docientas de España, contando has

ta Lanzarote, que es la primera. Los escriptores antiguos
las llamaron Afortunadas y Beatas, teniéndolas por tan
sanas y tan abundantes de todas las cosas necesarias á
la vida humana, que sin trabajo ni cuidado vivian los
hombres en ellas mucho tiempo. Aunque Solino cuan-
do habla dellas, mucho disminuye la fama de su bondad
y abundancia, que conforma mucho mas con lo que al
presente son. Otra isla diz que paresce á tiempos á la
parte setentrional, que debe ser la Inacesible de Tolo-
lle-
meo, la cual muchos han buscado con diligencia,
vando en ala cuatro y aun siete carabelas hácia ella. Mas
nunca ninguno la topa, ni sabe qué puede ser aquello.
Canaria es redonda y la mejor; do es fértil, es fertilisi-
ma, y do estéril, esterilísima; así que lo bueno es po-
co y de regadío. No halló Pedro de Vera los canes que
dijo el rey Juba, aunque dicen que tomó dellos el nom-
bre. Piensan algunos que los llamaron canarios por co-
mer como canes, mucho y crudo ; ca se comia un cana-
rio veinte conejos de una comida, ó un gran cabron,
que es harto mas. Tenerife, que debe ser la Nivaria,
triangulada y la mayor y mas abundante de trigo; tiene
una sierra que llaman el pico de Teida, la cosa mas al-
ta que navegantes saben; la cual es verde al pié, nevada
siempre al medio, rasa y humosa en lo alto. El Hier-
ro, segun opinion de muchos, es la Pluitina, donde no
hay otra agua sino la que destilla un árbol cuando está
cubierto de niebla, y cúbrese cada dia por las mañanas;
extrañeza de natura admirable. Vivian todos los de
aquellas islas en cuevas y chozas, y la cueva de los re-

es

en lengua, porque Gomera, Telde y otros vocablos asi hay en el reino de Fez y de Benamarin, y que caresciesen de fuego, hierro, letras y bestias de cargo; lo cual todo es señal de no haber entrado allí cristianos hasta que nuestros españoles y Betancurt fueron allá; después que son de Castilla, son cristianos y visten como en España, donde vienen con las apelaciones y tributos; tienen mucho azúcar, que antes no tenian, y que les enriquesce la tierra; entre otras cosas que después acá tienen, son peras, de las cuales se hacen en la Palma tan grandes, que pesan á libra, y alguna pesa dos libras. Dos cosas andan por el mundo que ennoblescen estas islas: los pájaros canarios, tan estimados por su canto, que no hay en otra ninguna parte, á cuanto afirman, y el canario, baile gentil y artificioso.

Loor de españoles.

Tanta tierra como dicho tengo, han descubierto, andado y convertido nuestros españoles en sesenta años de conquista. Nunca jamás rey ni gente anduvo y sujetó tanto en tan breve tiempo como la nuestra, ni ha hecho ni merescido lo que ella, así en armas y navegacion, como en la predicacion del santo Evangelio y conversacion de idolatras; por lo cual son españoles dignísimos de alabanza en todas las partes del mundo. ¡Bendito Dios, que les dió tal gracia y poder! Buena loa y gloria es de nuestros reyes y hombres de España, que hayan hecho á los indios tomar y tener un Dios, una fe y un baptismo, y quitádoles la idolatría, los sacrificios de

y rios y se

grandes y malos pecados, que nuestro buen Dios mu-
cho aborresce y castiga. Hanles tambien quitado la mu-
chedumbre de mujeres, envejecida costumbre y delei-
te entre todos aquellos hombres carnales; hanles mos-
trado letras, que sin ellas son los hombres como anima-
les, y el uso del hierro, que tan necesario es á hombre;
asimismo les han mostrado muchas buenas costumbres,
artes y policía para mejor pasar la vida; lo cual todo, y
aun cada cosa por sí, vale, sin duda ninguna, mucho mas
que la pluma ni las perlas ni la plata ni el oro que les
han tomado, mayormente que no se servian destos me-
tales en moneda, que es su proprio uso y provecho,
aunque fuera mejor no les haber tomado nada, sino con-
tentarse con lo que sacaban de las minas
ca pasan de
pulturas. No tiene cuenta el oro y plata,
sesenta millones, ni las perlas y esmeraldas que han sa-
cado de so la tierra y agua; en comparacion de lo cual,
es muy poco el oro y plata que los indios tenian. El mal
que hay en ello es haber hecho trabajar demasiada-
mente á los indios en las minas, en la pesquería de per-
las y en las cargas. Oso decir sobresto que todos cuan-
tos han hecho morir indios así, que han sido muchos, y
casi todos han acabado mal. En lo al, parésceme que
Dios ha castigado sus gravísimos pecados por aquella
via. Yo escribo sola y brevemente la conquista de In-
dias; quien quisiere ver la justificacion della, lea al doc-
tor Sepúlveda, coronista del Emperador, que la escri-
bió en latin doctísimamente; y así quedará satisfecho
del todo.

yes de Galdar estaba cavada en vivas peñas, y toda cha-hombres, el comer carne humana, la sodomía y otros pada de tablones del corazon de pino, que dicen teda, madera perpetua. Andaban desnudos, ó cuando mucho, con cada dos cueros de cabras, peludos. Ensebábanse mucho para endurescer el cuero, majando el sebo de cabras con zumo de yerbas; comian cebada como trigo, que no lo tenian; comian cruda la carne por falta de lumbre, á lo que dicen; mas yo no creo que caresciesen de lumbre, cosa tan necesaria para la vida, y tan fácil de haber y conservar. No tenian hierro, que tambien era gran falta; y así, labraban la tierra con cuernos: cada isla hablaba su lenguaje, y así no se entendian unos á otros; eran en la guerra esforzados y cuidadosos; en la paz, flojos y desolutos; usaban ballestas de tiraban palo, dardos y lanzones con cuernos por yerros; una piedra con la mano tan cierta como una saeta con la ballesta; escaramuzaban de noche por engañar los enemigos; pintábanse de muchas colores para la guerra y para bailar las fiestas; casaban con muchas mujeres, y los señores y capitanes rompian las novias por honra ó por tiranía; adoraban ídolos, cada uno al que queria; aparescíaseles mucho el diablo, padre de la idolatría; algunos se despeñaban en vida á la elecion del señor, con gran pompa y atencion del pueblo, por ganar fama y hacienda para los suyos, de un gran peñasco, que llaman Ayatirma; bañaban los muertos en la mar, y secábanlos á la sombra, y liábanlos después con correas pequeñitas de cabras, y así duraban mucho sin corromperse. Es mucho de maravillar que estando tan cerca de Africa, fuesen de diferentes costumbres, traje, color y religion que los de aquella tierra; no sé si

CONQUISTA DE MÉJICO.

SEGUNDA PARTE

DE LA CRÓNICA GENERAL DE LAS INDIAS.

AL MUY ILUSTRE SEÑOR DON MARTIN CORTÉS, MARQUÉS DEL VALLE,

FRANCISCO LOPEZ DE GOMARA.

A ninguno debo intitular, muy ilustre Señor, la Conquista de Méjico, sino á vuestra señoría, que es hijo del que lo conquistó, para que, así como heredó el mayorazgo, herede tambien la historia. En lo uno consiste la riqueza, y en lo otro la fama; de manera que andarán juntos honra y provecho. Mas empero esta herencia os obliga á seguir mucho lo que vuestro padre Fernando Cortés hizo, como á gastar bien lo que os dejó. No es menor loa ni virtud, ni quizá trabajo, guardar lo ganado, que ganar de nuevo, pues así se conserva la hacienda, que sostiene la honra, para conservacion y perpetuidad de lo cual se inventaron los mayorazgos; ca es cierto que con las muchas particiones se disminuyen las haciendas, y con la diminucion dellas se apoca y aun acaba la nobleza y memoria; aunque tambien se han de acabar tarde ó temprano los mayorazgos y reinos, como cosa que tuvo principio, ó por falta de casta ó por caso de guerra, donde siempre suele haber mudanza de señoríos. La historia dura mucho mas que la hacienda, ca nunca le faltan amigos que la renueven, ni le empecen guerras; y cuanto mas se añeja, mas se precia. Acabáronse los reinos y linajes de Nino, Darío y Ciro, que comenzaron los imperios de asirios, medos y persianos; mas duran sus nombres y fama en las historias. Los reyes godos de nuestra España, con Rodrigo fenecieron, mas sus gloriosos hechos en las corónicas viven. No debriamos poner en esta cuenta los reyes de los judíos, cuyas vidas y mudanza contienen grandes misterios; empero no permanecieron mucho en el estado de David, varon segun el corazon de Dios. Son de Dios los reinos y señoríos : él los muda, quita y da á quien y como le place; que así lo dijo él mesmo por el Profeta; y tambien quiere que se escriban las guerras, hechos y vidas de reyes y capitanes, para memoria, aviso y ejemplo de los otros mortales; y así lo hicieron Moisen, Esdras y otros santos. La conquista de Méjico y conversion de los de la Nueva España, justamente se puede y debe poner entre las historias del mundo, así porque fué bien hecha, como porque fué muy grande. Por ser buena la escribo aparte de las otras, para muestra de todas. Fué grande, no en el tiempo, sino en el hecho; ca se conquistaron muchos y grandes reinos con poco daño y sangre de los naturales; y se baptizaron muchos millones de personas, las cuales viven, á Dios gracias, cristianamente. Dejaron los hombres las muchas mujeres que tenian, casando con una sola; perdieron la sodomía, enseñados cuán sucio pecado y contra natura era; desecharon sus infinitísimos ídolos, creyendo en nuestro Señor Dios; olvidaron el sacrificio de hombres vivos, aborrescieron la comida de carne humana, soliendo matar y comer hombres cada dia; ca estaban tan cautivos del diablo, que sacrificaban y comian mil hombres algun dia en solo Méjico, y otros tantos en Tlaxcallan; y por consiguiente en cada gran ciudad cabeza de provincia; crueldad jamás oida, y que desatina el entendimiento. Permanezca pues el nombre y memoria de quien conquistó tanta tierra, convertió tantas personas, derribó tantos dioses, excusó tanto sacrificio y comida de hombres. No encubra el olvido la prision de Moteczuma, rey poderosísimo; la toma de Méjico, ciudad fortísima, ni su reedificacion, que fué grandísima. Esto basta por memorial de la conquista: no parezca loar mi propria obra si todo lo trato, pues quien la considerare, sentirá mas de lo que yo puedo encarescer en una carta. Solamente digo que vuestra señoría, cuya vida y estado nuestro Señor prospere, se puede preciar tanto de los hechos de su padre como de los bienes, pues tan cristiana y honradamente los ganó.

SEGUNDA PARTE

DE LA CRÓNICA GENERAL DE LAS INDIAS,

QUE TRATA DE LA CONQUISTA DE MÉJICO.

Nascimiento de Fernando Cortés.

Año de 1485, siendo reyes de Castilla y Aragon los católicos don Fernando y doña Isabel, nasció Fernando Cortés en Medellin. Su padre se llamó Martin Cortés de Monroy, y su madre doña Catalina Pizarro Altamirano: entrambos eran hidalgos, ca todos estos cuatro linajes Cortés, Monroy, Pizarro y Altamirano son muy antiguos, nobles y honrados. Tenian poca hacienda, empero mucha honra; que raras veces acontesce sino en personas de buena vida, y no solamente los honraban sus vecinos por la bondad y cristiandad que conoscian en ellos, mas aun ellos mesmos se preciaban de ser honrados en todas sus palabras y obras, por donde vinieron á ser muy bienquistos y amados de todos. Ella fué muy honesta, religiosa, recia y escasa; él fué devoto y caritativo. Siguió la guerra cuando mancebo, siendo teniente de una compañía de jinetes por su pariente Alonso de Hermosa, capitan de Alonso de Monroy, clavero de Alcántara; el cual se quiso hacer maestre de su órden contra la voluntad de la Reina, á cuya causa le hizo guerra don Alonso de Cárdenas, maestre de Santiago. Crióse tan enfermo Fernando Cortés, que llegó muchas veces á punto de muerte; mas con una devocion que le hizo María de Estéban, su ama de leche, vecina de Oliva, sanó. La devocion fué echar en suerte los doce apóstoles, y darle por abogado el postrero que saliese, y salió sant Pedro, én cuyo nombre se dijeron ciertas misas y oraciones, con las cuales plugo á Dios que sanase. De allí tuvo siempre Cortés por su especial abogado y devoto al glorioso apóstol de Jesucristo sant Pedro, y regocijaba cada un año su dia en la iglesia y en su casa, donde quiera que se hallase. A los catorce años de su edad lo enviaron sus padres á estudiar á Salamanca, do estudió dos años, aprendiendo gramática en casa de Francisco Nuñez de Valera, que estaba casado con Inés de Paz, hermana de su padre. Volvióse á Medellin harto ó arrepentido de estudiar, ó quizá falto de dineros. Mucho pesó á los padres con su ida, y se enojaron con él porque dejaba el estudio; ca deseaban que aprendiese leyes, facultad rica y de honra entre todas las otras, pues era muy buen ingenio y hábil para toda cosa. Daba y tomaba enojos y ruido en casa de sus padres, ca era bullicioso, altivo, travieso, amigo de armas; por lo cual determinó de irse por ahí adelante. Ofrecíansele dos caminos á la sazon harto á su propósito y á su inclinacion: uno

era á Nápoles con Gonzalo Hernandez de Córdoba, que llamaron el Gran Capitan; el otro á las Indias con Nicolás de Ovando, comendador de Larez, que iba por gobernador. Pensó cuál de los dos viajes le estaria mejor, y al cabo acordó de pasar á Indias, porque le conoscia Ovando y lo llevaria encargado, y porque tambien se le acodiciaba aquel viaje mas que el de Nápoles, á causa del mucho oro que de allá traia. Mas entre tanto que Ovando aderezaba su partida y se aprestaba la flota que tenia de llevar, entró Fernando Cortés una noche á una casa por hablar á una mujer, y andando por una pared de un trascorral mal cimentada, cayó con ella. Al ruido que hizo la pared y las armas y broquel que llevaba, salió un recien casado, que, como le vió caido cerca de su puerta, lo quiso matar, sospechando algo de su mujer; empero una vieja, suegra suya, se lo estorbó. Quedó malo de la caida, recresciéronle cuartanas, que le duraron mucho tiempo; y así, no pudo ir con el gobernador Ovando. Cuando fué sano, determinó de pasar á Italia, segun ya lo habia primero pensado, y para ir allá echó camino de Valencia; mas no pasó á Italia, sino andúvose á la flor del berro, aunque no sin trabajos y necesidades, cerca de un año. Tornóse á Medellin con determinacion de pasar á las Indias; diéronle sus padres la bendicion y dineros para ir.

La edad que tenia Cortès cuando pasó á las Indías.

Tenia Fernando Cortés diez y nueve años cuando el año de 1504 que Cristo nasció, pasó á las Indias, y de tan poca edad se atrevió á ir por sí tan lejos. Hizo su flete y matalotaje en una nao de Alonso Quintero, vecino de Palos de Moguer, que iba en conserva de otras cuatro, con mercadería; las cuales tuvieron próspera navegacion de Sant Lúcar de Barrameda hasta la Gomera, isla de Canaria, donde se proveyeron de refresco y comida suficiente á tan largo camino como llevaban. Alonso Quintero se partió, de codicioso, una noche sin hablar á los compañeros, por llegar antes á Santo Domingo y vender mas aína ó mas caro sus mercadurías que ellos; pero luego que hizo vela, cargó tanto el tiempo, que le quebró el mástil de la nave; por lo cual le fué forzado tornar á la Gomera, y rogar á los otros lo esperasen, que aun no eran partidos, mientras él adobaba su mástil. Ellos lo esperaron, y se partieron todos juntos, y caminaron á vista unas de otras gran pedazo de mar. Quintero, que vió el tiempo hecho, se adelantó otra vez de

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