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Durante cierto tiempo de su vida, dejóse llevar por las ideas vulgares, como el cuerpo inerte por la corriente; y calculó, y comerció y lucró con la apropiacion de sus semejantes; horror que tan amarga pena debia inspirar más tarde á su corazon arrepentido. La fuerza de sus remordimientos dominó la conciencia de suerte que rescatara todas sus culpas, y la vista de una matanza de indios conmovió sus entrañas hasta el punto de concentrar todas sus facultades à una en aquel propósito avasallador de consagrarse exclusivamente á la redencion y cura de tanta y tan terrible miseria. Para cumplir mejor esa vocacion abrazó el sacerdocio. En efecto, la renuncia á toda familia que no fueran los desheredados y los oprimidos; el amor exclusivo y el matrimonio eterno con su idea de justicia; el templo por hogar; los altares del sacrificio por ara donde ardiera la vida; la comunicacion diaria con el cielo por los sacramentos; el socorro á toda afliccion y el consuelo á toda pena ofrecidos como estricta observancia de los más rudimentarios deberes; el auxilio al moribundo y la oracion al muerto; todos estos ejercicios, al par que le acercaban á Dios, le movian tambien á servir y á honrar la humanidad. Rodeado de indios recien convertidos á la religion y de conquistadores que se proponia convertir á la caridad; en presencia

de aquellos mares apénas desflorados por nuestras quillas; á la sombra de aquellas selvas gigantescas por cuyas ramas corria aún el soplo vivificador de la creacion, dijo la primera misa, en la cual ni siquiera tuvo vino, como si los empeños del acaso hubieran querido que del Nuevo Mundo fueran todas las ofrendas cual debian al Nuevo Mundo dirigirse todos los pensamientos del exaltado Sacerdote. Y desde este punto empieza su empresa tan rica en varios incidentes: emancipacion de los propios esclavos, malogrando cuantiosísima fortuna; predicaciones al aire libre con celo evangélico por la libertad de los reducidos á servidumbre; viajes peligrosos de Santo Domingo á Cuba y de Cuba á España en pos del cumplimiento y realizacion de su ideal; oraciones contínuas, de rodillas sobre las tablas de su nave, en presencia de lo infinito, para que el espíritu divino le asistiese y le consolase en su empresa; conferencias con el astuto Rey Católico, y con el ardentísimo Cardenal Cisneros, y con el piadoso Adriano de Utrech, y con los ministros de Cárlos V; porfías empeñadas y áun batallas reñidas con el avariento prelado de Búrgos y los codiciosos frailes de San Jerónimo; amarguras devoradas con resignacion, pero sin desaliento, por las ingratitudes y traiciones de los mismos á quienes confiara su empresa y en

tregara su representacion y su nombre; residencias intentadas á los jueces prevaricadores que recibian leyes benéficas y excusaban su debido cumplimiento; debates ruidosísimos en la Cámara real y á presencia de los altos consejos de la monarquía; navegaciones procelosas; propósi tos benéficos completamente frustrados por las intrigas cortesanas; intercesion arriesgadísima entre los españoles y los indios; soledad en los desiertos del Nuevo Mundo bajo las dobles asechanzas de los elementos y de los salvajes; contratiempos increibles con los colonos llevados de España para ayudar en sus trabajos á los naturales de América; intensísimas angustias, así por las matanzas de indios como por las matanzas de españoles; negativa de absolucion á los que poseyeran y se apropiaran sus hermanos en Dios, sus iguales en naturaleza y en derechos; misiones, semejantes á los viajes apostólicos, desde las Antillas á Méjico, á Guatemala, al Perú, á Nicaragua, á España, desafiando todos los embates de la Naturaleza y todas las iras de los homУ bres; luchas, como un guerrero, con los fieles de su propio Obispado movidos á rebelion por su entereza en sostener sus excomuniones contra los crueles y los tiranos; renuncia á su ministerio de Obispo y reclusion en los conventos de España; y por término de todo, influjo poderosísimo

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en las máximas y en las disposiciones más humanas de las leyes de Indias como recompensa debida ciertamente al fervor de su creencia y á la exaltacion de su celo.

Dos acusaciones graves se han dirigido al Padre Las Casas: la primera, que en su entusiasmo por la emancipacion de los indios contribuyó á la esclavitud de los negros; y la segunda, que en su celo por las razas nativas del Nuevo Mundo, llegó, si no á negar los títulos de nuestra dominacion necesaria en el momento de su apostolado, á tacharla de más cruel que ninguna otra entre las conseguidas por los procedimientos de conquista. La primera acusacion paréceme victoriosamente refutada y áun desvanecida, con atender tan sólo á que las expediciones de negros resultan muy anteriores á la predicacion de Las Casas, é intentadas y promovidas más bien por la tendencia general del tiempo que por el consejo particular de nuestro apóstol. En cuanto á la segunda acusacion, paréceme mucho más difícil de excusar, aunque fácil de comprender y de explicar por el ardentísimo fuego de los combates, y el vehemente amor al bien, y la indignacion contra la violencia, y la fuerza dada al argumento, y la ceguera natural entre el humo espesísimo de una guerra que, no por espiritual, deja de ser dolorosísima siempre, y á veces hasta cruel

y sangrienta. Y no cabe dudarlo; el sentido histórico ha considerado por mucho tiempo la conquista de América como la más cruel de las conquistas. Y este sentido ha pasado de tal suerte á la opinion general, que lo han adoptado unánimes los mismos descendientes de los descubridores, sin comprender cómo, insultando á sus padres, se insultaban á sí mismos y desconocian á la faz del mundo ¡ suicidas! los timbres más gloriosos de su raza. No excuso los crímenes cometidos en América por cariño á mi patria, como no excuso los crímenes cometidos en el terror, no, por cariño á mi libertad. Mas declaro que América ha obtenido la civilizacion moderna, seguramente á mucho menos precio que Europa. Todos los pueblos guardan el recuerdo de una dolorosísima salida del Paraíso, en apariencia tradicion religiosa, en realidad poética enseñanza del cambio de la inocencia y de la vida en el seno de la Naturaleza por los horrores del combate y las penas del trabajo, que acongojan, que afligen, que desesperan, mas que tambien preparan al hombre para los grandes progresos y para el dominio sobre el planeta y la fundacion de una sociedad basada en leyes de justicia. No ha roto ninguna raza este cendal de la Naturaleza sin desgarrar la tierra que la contiene, como no ha salido ningun feto á la luz y al aire sin desgarrar

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