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que al lado del rey dominaban dos influencias poderosas y contrarias: eran los ministros Lope de Conchillos y el obispo de Búrgos. Pero con su firmeza habitual se preparó mentalmente de antemano y se armó con todo su valor para el encuentro que le esperaba. Sin embargo, quiso posponer la contienda lo más posible y evitar el fatal encuentro hasta despues de obtenida una audiencia del rey. Consiguió lo que deseaba: tuvo una larga entrevista con el monarca, y le habló dilatadamente del asunto que le traia á España. Hízole una pintura de los males que sufrian los indios y del deplorable estado de cosas en el Nuevo mundo. No queriendo aquel dia cansar más al anciano monarca, que se hallaba á la sazon doliente, le suplicó se dignase concederle una segunda audiencia. El rey se la otorgó con agrado, ofreciéndole oirlo un dia de aquella Pascua.

Las Casas se dirigió luégo á fray Tomás de Matienzo, confesor del rey y de la Orden de Santo Domingo, y supo desde la primera entrevista ganar su confianza y favor. Le contó la tiranía y opresion que sufrian los indios, los males é injusticias que se perpetraban en aquellas islas y la mortandad que habia de indios, ocasionada por las crueldades que sufrian. El confesor puso en conocimiento del rey lo que Las Casas afirmaba,

y dijo el rey al confesor que se fuese Las Casas á Sevilla y allí le oiria despacio y pondria remedio á tantos agravios y males.

No quiso Las Casas dejar de ver á los ministros Conchillos y al obispo de Búrgos, tanto más cuanto el mismo confesor del rey se lo aconsejó. Del rey y de su confesor habia tenido una favorable acogida y producido en ambos la primera y más importante impresion; además de la promesa de una larga audiencia en Sevilla, en la cual se proponia terminar sus revelaciones y decidir al rey á que diese las disposiciones necesarias que asegurasen el triunfo de la causa que habia abrazado. Podia, pues, arrostrar impávidamente las dos influencias enemigas.

Lope de Conchillos recibió al clérigo con bondad; le prestó benévola atencion y se mostró en cierta manera conmovido por sus narrativas. Las Casas se felicitó á sí propio por este recibimiento, que aunque no creia que fuese del todo sincero, los vaticinios de Pedro de Córdoba no le habian dado lugar á esperarlo.

Infelizmente no sucedió otro tanto con el obispo de Búrgos: era este prelado un eclesiástico audaz y hábil que gozaba del favor del rey; habia sido archidiácono en Sevilla, obispo de Badajoz, Córdoba y Palencia y además capellan mayor de la reina Isabel y despues de D. Fernan

do V. Era de genio soberbio y dominador, duro y áspero de palabras y modales, y poseia un número considerable de indios de repartimiento.

Refirióle Las Casas en la entrevista, por medio de una Memoria que llevaba escrita, algunas de las crueldades que habia presenciado en la isla de Cuba, entre ellas la muerte de 7.000 niños indios en tres meses; y agravando el clérigo la muerte cruel de aquellos inocentes, respondió el duro obispo :-«Mirad que donoso necio; ¿qué se me da á mí y qué se le da al rey?» Las Casas alzando la voz le contestó: «¿Que ni á vuestra señoría ni al rey que mueran aquellas ánimas no se da nada? ¡Oh, gran Dios eterno! y ¿á quién se le ha de dar algo?» Y diciendo esto salió de su presencia. El obispo de Búrgos habia recibido al buen Padre con desabrimiento; interrumpia sus razones á cada instante con exclamaciones de impaciencia, y al despedirlo lo hizo bruscamente.

Las Casas pocos dias despues salió para Sevilla segun se le habia ordenado, para tener la entrevista con el rey. Se preparaba para informar al arzobispo de Sevilla lo ocurrido á fin de que lo apoyase y suplicase al rey lo escuchase con toda calma; pero apénas llegó á aquella ciudad supo que el rey D. Fernando V habia fallecido en Madrigalejos el dia 23 de Enero de 1516. Este acontecimiento obligó á Las Casas á formar nuevos y

diferentes planes para conseguir sus deseos. Se dispuso entónces á pasar á Flandes con el intento. de avistarse con el nuevo monarca Cárlos I, pero se detuvo en Madrid con el fin de conferenciar con el gran cardenal Cisneros.

Con la muerte del rey D. Fernando el Católico, habia tomado las riendas del gobierno de Castilla y Aragon el egregio cardenal Francisco Jimenez de Cisneros, fraile de la Orden de San Francisco, en tanto no llegaba á España el nuevo rey don Cárlos. Hallábase tambien en Madrid el dean de la Universidad de Lobayna, Adriano de Utrecht, que antes de la muerte de D. Fernando el Católico habia sido enviado como embajador del príncipe D. Cárlos cerca del rey su tio, con poder secreto de gobernar los reinos en compañía de. Cisneros si el rey moria, y en tanto el príncipe no viniese á tomar posesion. En efecto, despues de la muerte del rey, si bien gobernaba el Cardenal, firmaba tambien Adriano los documentos de la regencia, y era por lo tanto un hombre de gran representacion y conveniencia para Las Casas.

Como el embajador Adriano no entendia el español, preparó Las Casas en latin, para entregarle una relacion de todo lo que en las Antillas acontecia con los indios; y preparó otra relacion semejante en castellano para el Cardenal. Presentó nuestro Padre á Adriano la relacion prepa

rada, quedando éste espantado de lo que en ellá se referia. Fué éste luégo á ver al Cardenal y á preguntarle si era posible que tales crueldades se perpetrasen en Indias, y Cisneros, que sabía de antemano lo que allí ocurria, respondió que sí, y otras muchas que no referia Las Casas. Desde entónces ofreció el Cardenal poner á todo remedio, y formó una Junta para tratar del asunto, compuesta de Adriano, el licenciado Zapata, el doctor Carvajal, el doctor Palacios Rubios y el propio Las Casas, y presenciaba las sesiones tambien el obispo de Ávila, fraile de San Francisco y compañero del Cardenal. Varias veces habló Las Casas en presencia de estos personajes importantes, que eran los hombres más prácticos en los negocios de Indias, hasta que el doctor Palacios Rubios recibió la órden de extender un plan con el auxilio y cooperacion de Las Casas para el gobierno de los indios.

El mismo Palacios Rubios encomendó el redactar aquel plan á Las Casas, el cual lo hizo á medida de su deseo, aprobándolo con algunas enmiendas el primero y presentándolo al Cardenal y á Adriano. Examinado por el Cardenal y su consejo el plan propuesto por los dos comisionados, y visto que era bueno, nombró el Cardenal tres frailes jerónimos de gran virtud y ciencia llamados fray Luis de Figueroa, fray Ber

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