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CAPÍTULO XV.

LAS CASAS escribe á D. Bartolomé Carranza de Miranda. Lo que le recomienda en dicha carta.-Libro de Las CASAS respecto á los asuntos del Perú.-Revocacion del decreto de venta perpétua de encomiendas. Consigue LAS CASAS restituir la Audiencia de los confines. Gran enfermedad de LAS CASAS.-Su muerte en Julio de 1566 á la edad de 92 años. -Otros amigos y protectores de los indios que secundaron á LAS CASAS. Concilios y sínodos en Méjico y Lima. — Cuatro reinados.- Enemigos del Apóstol. -Su verdadero carácter. - Una acusacion respecto á la tentativa de colonizar la costa de Cumaná. — Otra acusacion respecto á la esclavitud africana en América.-Inocencia de LAS CASAS. El ciudadano Grégoire.- Datos curiosos.- El Doctor don Servando Mier.-Lo que dice respecto al historiador Pau.-Principales acontecimientos en la vida de LAS CASAS.- La Destruccion de las Indias y sus traducciones.-El napolitano Roselli. Conclusion.

A pesar de la edad avanzada que Las Casas iba alcanzando; á pesar de los sufrimientos que habia experimentado y de sus múltiples desengaños y contrariedades, no por eso desmayó aquel hombre de privilegiado carácter en aprovechar todas las oportunidades y circunstancias para insistir en su idea favorita de proteger y libertar los indios que quedaban todavía en América.

En el año de 1555 escribió, en forma de carta, un interesante documento dirigido á D. Barto

lomé Carranza de Miranda, que fué más tarde arzobispo de Toledo y que residia en Inglaterra con el rey D. Felipe. Se referia en este escrito al proyecto que tenía en mientes el Gobierno de declarar perpétuas las encomiendas de los indios.

Recomienda Las Casas á D. Bartolomé Carranza que interponga su influjo con la Majestad real para que se corrijan los abusos que en Indias se cometian; y con tal motivo entra en las más profundas consideraciones y reflexiones, y presenta en el órden más sintético todos los argumentos para convencer á Carranza de Miranda, que es un deber imprescindible en su posicion el abogar con fe y entusiasmo por los derechos de los infelices indios, oponiéndose á cuantas medidas se quisiesen tomar que fuesen en su perjuicio.

Esta carta, como todos los escritos de Las Casas, revelan su fe evangélica, el convencimiento que tenía en la justicia de la causa que defendia, el profundo estudio que de ella habia hecho, y la inquebrantable constancia y valor heróico con que insistia en el mismo asunto sin temor de nadie ni de nada, ni darse por vencido de las dificultades, contrariedades y punzantes espinas que tanto lo maltrataron en sus dias de existencia.

Tambien es de un mérito extraordinario un tratado ó Memoria que escribió Las Casas respondiendo á las cuestiones que le fueron pro

puestas referentes á los asuntos del Perú en 1564. Contiene doce capítulos ó dudas, que titula Los tesoros de Caxamalca, Respecto á los tributos exigidos á los indios, El tiempo de los primeros tributos, Las contribuciones que existen todavía en el Perú, Las personas relacionadas con los encomenderos, Las minas de oro y plata, Los tesoros hallados en las sepulturas, Cosas ofrecidas en lugares consagrados por la supersticion de los indios, Chacras de los indios, Toma del Cuzco, Soberanía del Inca y Si habia buena fe en algunos soldados españoles. En estos capítulos refiere las miserias, rapiñas y maldades que tenian lugar en aquellas ricas comarcas, causadas por la avaricia de los conquistadores. Establece despues ocho principios que desarrolla en otros tantos capítulos, y últimamente deduce las conclusiones necesarias á su tésis, todas ellas fundadas en los mismos principios de moral cristiana y filosófica, y con una induccion tan lógica que destruye toda posibilidad de séria refutacion.

Con respecto á la venta perpétua de las encomiendas y lugares de repartimiento que se proyectaba en Indias, tanto supo trabajar y diligenciar Las Casas, que fué revocado el decreto, y concretóse el Gobierno á pedir algun servicio voluntario á Méjico y al Perú. Algun tiempo despues, habiéndose dado la órden para la traslacion

de la Audiencia de los confines, las provincias limítrofes se quejaron amargamente, viéndose así privadas de su tribunal superior; y Las Casas, sin acordarse de su edad nonagenaria, se puso en camino para la corte y no descansó hasta que la Audiencia fué restituida á Guatemala.

Pero en este tiempo cayó gravemente enfermo, y esta enfermedad en su avanzada edad y con una constitucion física que habia sufrido terribles pruebas durante su larga y trabajosa existencia, debia necesariamente serle fatal.

El virtuosísimo obispo de Chiapa, el sublime y heróico Apóstol de los indios, falleció en el convento de Atocha á fines de Julio de 1566 á la edad de 92 años próximamente. Aunque Las Casas habia mandado con la humildad y modestia que jamás le abandonaron, que se le enterrase con el báculo de palo y el pontifical pobre, sus exequias se celebraron por orden del prior con la mayor pompa y solemnidad y fueron sus restos sepultados en la capilla de la Vírgen.

Tal fué, descrita sucintamente, cual lo permiten los escasos recursos de nuestras aptitudes, la larga y fructuosa carrera del patriarca ínclito de los indios, del venerable y enérgico Las Casas.

En la época en que vivió al lado de aquellos feroces conquistadores, contemplamos algunas personas dignas, que, igualmente que Las Casas,

fueron amigos y protectores de los indios. Además de los religiosos cuyas diligencias y trabajos hemos podido reconocer en el curso de esta narracion, no faltaron seglares que tomasen un profundo interés en la suerte de las poblaciones indígenas. Entre éstos debemos notar á un oidor de la Audiencia de Méjico y Guatemala, llamado Zurita. Este magistrado informó al emperador respecto á los tributos excesivos que pesaban sobre los indios, y declaró que constituian estos impuestos una de las causas de la despoblacion del Nuevo mundo, siendo otra muy prominente la obligacion en que se hallaban de trabajar en los grandes edificios que se construian en las ciudades.

Tambien deben ser asociados á la gloria de Las Casas el dominico Francisco de Victoria y el obispo de Segovia D. Antonio Ramirez, que refutaron al doctor Sepúlveda. El obispo de Tlascala, Garcés, dirigió á Paulo III una elocuente carta en favor de los indios, en ocasion en que el Pontifice publicaba una bula contra sus opresores. El jesuita Avendano escribió valientemente contra la trata, y tambien se constituyó defensor de los americanos. Con muy pocas excepciones eran de las mismas ideas de Las Casas la mayor parte de los religiosos misioneros en el Nuevo mundo, muy particularmente los dominicos. Su

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