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luégo con toda la extension que nos sea posible Pero no podemos prescindir de citar algunos períodos tambien de la antedicha Memoria De la libertad de los indios, por más que las citas salteadas que podemos elegir den del conjunto una idea imperfecta y escasísima.

Principia el primer artículo de su Memoria diciendo: «Me propongo demostrar en este ar» tículo tres proposiciones: la primera, que to>> dos los indios hechos esclavos despues del des>> cubrimiento del Nuevo mundo, fueron reduci>> dos á esa triste condicion sin razon y sin dere» cho; la segunda, que la mayor parte de los españoles que hoy tienen esclavos indios son po>> seedores de mala fe; la tercera, que esta cali>> ficacion puede aplicarse tambien á aquellos es

pañoles que son dueños de esclavos, que no >> los han adquirido por vía de repartimiento, sino » que les han sido entregados por otros indios. >>

Dice luego que es incontestable, áun en el caso de una guerra justa, que la conquista de un país no da al vencedor derecho de esclavizar los habitantes. A los que no tomaron parte activa en la guerra, ni están en ella directamente interesados, la sola ley que se les puede imponer es que reconozcan como gobernador del país al vencedor, áun cuando sea su enemigo; que paguen los tributos que se les pidan y que se sometan á

cualquier otra carga mientras los vencedores ocupen el territorio. Ninguna dificultad puede ocurrir sino la referente á los soldados vencidos que fuesen hechos prisioneros, que pueden ser canjeados, retenidos hasta la paz ó hasta que se satisfagan los desembolsos que hayan originado.

Cuando la guerra es injusta, dice Las Casas, no hay derecho, ni motivo, ni razon para condenar á la esclavitud, no ya á los habitantes, mas ni siquiera á los soldados prisioneros, porque una injusticia no puede establecer un derecho. La guerra puede ser injusta de dos maneras: cuando se hace sin autoridad legítima, y cuando, aunque ordenada por autoridad legítima, no hay motivo para ella. Segun esto, la guerra hecha á los indios de América presenta este doble carácter de injusticia, pues los españoles atacaron los indios sin estar autorizados, ni por los Reyes Católicos, ni por Cárlos V, pues estos monarcas nunca permitieron, ni á los gobernadores, ni á sus capitanes, que la hiciesen sino en el caso de justa defensa, y por el contrario, todas las instrucciones que llevaban para tratar los indios eran pacíficas, suaves, justas y altamente políticas.

Describe Las Casas extensamente en el primer artículo de su Memoria lo que hacian los gobernadores y conquistadores de América para reunir esclavos y evadir las leyes venidas de España que

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lo prohibian; y con tal motivo entra en los más interesantes comentarios y relata la rapacidad

y la mala fe con que se imponia la esclavitud á los indios, refiriendo episodios que son en verdad extraordinarios.

Tales eran los abusos, injusticias y crueldades que se cometian para esclavizar los indios, que los caciques llamaban diablo al español á quien pertenecia la encomienda; y aquellos caciques, para librarse de la muerte ó de la esclavitud con que estaban á cada paso amenazados, discurrian una porcion de expedientes para satisfacer la avaricia de sus tiranos. En Nicaragua sucedia con frecuencia que un español encomendero llamaba al cacique de su encomienda para decirle: « Pro>> porcióname tantos jóvenes indios de gran fuerza; » pero en vez de recogerlos en tu país, hazlos ve>> nir de más lejos; tómalos como mejor te pa>> rezca; eso á mí no me importa. » El cacique iba á hablar con alguno de los caciques de otra encomienda vecina, y le decia: «El diablo que me >> tiene en su poder, me ha dicho tal cosa; yo >> creo que tu diablo te dirá otro tanto; arreglė>>monos y tratemos de salvar nuestra vida. Per>> míteme tomar aquí los hombres que me hacen >> falta, y tú tomarás de los mios los que necesi>> tes.» El otro cacique respondia: << Tienes razon; >> estoy en el mismo caso, porque mi diablo me

pide tantos, y los tomaré de los tuyos.» Este convenio se efectuaba: cada uno declaraba bajo juramento que los hombres que traia no eran de su distrito; los encomenderos quedaban servidos, y los caciques escapaban, al ménos por entonces, de sufrir la pena de muerte. Todos los indios se vendian como esclavos, y este tráfico, en pocos años, arruinó la poblacion de Nicaragua. Esta manera de buscar hombres empezó cuando el gobernador, observando que el país se despoblaba, dejó de hacer repartimientos y concesiones de esclavos á título de recompensa, si no era con la condicion de que aquellos que los necesitasen los fuesen á buscar léjos de su gobierno. Tal era la intencion de los gobernadores; pero en vez de ir á tomarlos á otra provincia, se contentaban de pedirlos en otra poblacion inmediata.

Hé aquí cómo pinta Las Casas en esa Memoria algunos de los medios de que se valian los españoles para el reclutamiento de esclavos:

Algunas veces los gobernadores enviaban sus » capitanes á hacer el reconocimiento de las po>>blaciones; antes de llegar al lugar indicado, so>>lian ver venir á los habitantes á su encuentro >> con frutas, aves y otros comestibles. En vez de >> recibirlos con amistad, los soldados los abru>> maban á golpes, acusándolos de haberse rebe» lado contra el Gobierno. Cuando entraban en

» el pueblo, los otros indios permanecian sumi>> sos y tranquilos en sus casas; sin embargo, ma>> taban á unos, herian á otros, saqueaban á to>> dos, y volvian á sus cuarteles con los indios más >> robustos que guardaban como esclavos. Infor» maban luego al gobernador que habian hallado >> la poblacion en estado de insurreccion ; que ha>>bia sido necesario someterla militarmente, y » que los habitantes que habian tomado eran dig» nos, por su resistencia, de ser detenidos como >> esclavos. El gobernador no ignoraba la falsedad » de este aserto, porque él conocia exactamente >> el carácter y conducta de sus capitanes; sin >> embargo, él no testificaba nada, dejaba al jefe » de la expedicion los prisioneros en toda propie>> dad, y no rehusaba el recibir la mitad del pre>>cio á título de presente. Otro motivo tambien >> le hacía tomar el partido de callarse; preveia que >> su administracion tal vez sería algun dia objeto » de serio exámen, y trataba de granjear testigos » de descargo en todos aquellos que eran cóm>> plices del mismo crímen. >>

Cuenta Las Casas que uno de aquellos jueces. que conocia estas fraudulentas maniobras, á las cuales él mismo no era extraño, toleraba los robos y los engaños, encontrando de esa manera un medio fácil de aumentar su fortuna. Los gobernadores todo lo aprobaban por motivos seme

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