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En un congreso de los Estados-Unidos de América, el 14 de Diciembre de 1856, se propuso la renovacion de la trata africana, cuya proposicion fué perdida por 183 votos contra 58; en vista de esto, para asegurar el porvenir, Inglaterra propuso á los Estados Unidos un tratado, suprimiendo el comercio de esclavos con Africa, que fué firmado en Abril y ratificado en Mayo de 1862. El Presidente de los Estados-Unidos Abrahan Lincoln, elegido en el Norte por ser anti-esclavista, tuvo que sostener una sangrienta guerra con los Estados del Sur, fundada en esta misma gravísima cuestion; y solamente despues de vencidos y sometidos los Estados del Sur, fué finalmente abolida la esclavitud en todos los Estados de la Union.

Despues de la enunciacion de estos desaliñados datos históricos, que arrojan tanta luz respecto á la controversia y dificultades habidas para suprimir la trata de negros y la esclavitud africana en los tiempos más recientes, y que limpian de toda sombra de mancha al Padre LAS CASAS, por la pequeña parte que tuvo hace tres siglos en que fuesen algunos esclavos africanos á la América, no nos detendremos á investigar en esta Introduccion si alguna que otra de las na

ciones que más celosas se mostraron en suprimir de su parte la esclavitud y en perseguir y destruir el inmoral tráfico de esclavos africanos, fué impelida á esta propaganda anti-esclavista, únicamente por un amor puro y desinteresado á la humanidad, ó si al mismo tiempo se hallarian mezcladas con sus arranques filantrópicos algunas consideraciones que algo tuviesen que ver con otros fines políticos más egoistas é interesados. Pues es lo cierto que la filantropía para abolir la esclavitud, bajo cualquier forma que se presente, debe ejercerse por igual en favor de todos los seres afligidos; y la propaganda para la emancipacion de los negros esclavos fué especial y aislada en favor de una raza originaria de Africa y trasportada á América para plantear y sostener un especial, aunque vicioso, sistema de organizacion del trabajo. Cuando con más entusiasmo se trataba de destruir en América la inmoral esclavitud de los negros, en el Oriente de Europa, en la Circasia y en el Egipto, continuaba el tráfico de esclavas blancas y de color para los arenes, sin una protesta de los filántropos. En el centro de la civilizacion, en las naciones más poderosas, se sostenia una degradacion de seres humanos mucho más penosa que la esclavitud de

y

los negros nos referimos á esas decenas de millares de niños de ambos sexos y de jóvenes mujeres que viven y trabajan como animales en las profundidades subterráneas de las minas, arrastrando á cuatro patas, por un laberinto de galerías tenebrosas de metro y medio de altura, uncidas á un carrito, el carbon de piedra que se consume diariamente en todo el mundo y que más de una vez habrá alimentado el vapor en las calderas de los buques que han perseguido en los mares la trata africana. En la China continúa hasta el dia admitido el infanticidio de las hembras como un elemento de equilibrio entre la poblacion y la manutencion de la especie. En Turquía nos dicen los cónsules en sus informes y los viajeros estudiosos, la organizacion que tiene la práctica del aborto forzado y del infanticidio entre los musulmanes; y en algunas partes de América los pobres indios son reclutados á palos para llevarlos á la guerra, harapientos, descalzos y pereciendo de hambre, ó sufren otras persecuciones todavía más ignominiosas, sin que en ninguno de estos casos, más terribles que la esclavitud para el trabajo, lleguen á consolarlos los sentimientos humanitarios que ha despertado la raza africana.

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Aplaudimos de todo corazon, sin profundizarlas más en su esencia, las demostraciones y todas las medidas adoptadas en favor del esclavo africano en América, siempre digno, por cierto, de consideracion y lástima, pero en la lástima, pero en la mayor parte de los casos más feliz aún en su penoso estado de esclavo, que en su vida salvaje en Guinea, Congo, Angola ó Mozambique; más afortunado en América, en cualquier condicion que se le considere, de lo que lo es esa pobre población de la India que perece por millones cada tres ó cuatro años, sufriendo la más espantosa agonía con que el hambre y la sed le dan la muerte; ménos desgraciado en América durante su forzada esclavitud, de lo que lo son en Europa algunos proletarios, que con frecuencia no encuentran alivio á sus penalidades y sufrimientos ni en la consideracion y recursos que pueda darles el título de hombres libres, ni en la civilizacion que los rodea, ni en las leyes que los protejan, ni tal vez en la conmiseracion individual ó caridad pública.

Pero al mismo tiempo, al simpatizar con la abolicion de la esclavitud africana en América, á pesar de que quedan seres mucho más desgraciados que proteger y emancipar en el mundo, no nos dejaremos cegar hasta tal punto que de

jemos de reconocer la injusticia de los inculpadores de LAS CASAS, porque haya contribuido poco ó mucho á introducir en América la esclavitud africana; pues no queremos ni podemos perder de vista la índole y costumbres de la época en que vivia, las sanas intenciones del Apóstol, no siempre quizás puestas en práctica con toda perfeccion, pues harto sabemos que ésta en la humanidad no es dado encontrarla; y, concediendo que la esclavitud era una institucion tenida por legítima y necesaria en aquellos dias, la sustitucion que apoyó LAS CASAS de emplear en los penosos trabajos de labranza y minería al robusto y sufrido africano en lugar del indio endeble y enervado, fué altamente preferible y hasta equitativa.

Empero, el insigne LAS CASAS, como todo el que tiene su ideal en los grandes progresos de la humanidad, no solamente se habia declarado el enérgico protector de los indios, sino que aspiraba á la abolicion de toda esclavitud personal, á la ampliacion de las libertades políticas y á la extincion de las guerras que tantos males directos é indirectos traen sobre los infelices pueblos. Y ya que tocamos este último punto, despues de la enseñanza que nos dan los siglos trascurridos

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