Imatges de pàgina
PDF
EPUB

respeto, siendo esa autoridad un escudo y una salvaguardia altamente necesarios para Las Casas, á quien su excesiva vehemencia y lo antipática que era por lo general la causa que defendia en el Nuevo mundo, lo ponian no pocas veces en inminente riesgo hasta de ser públicamente ultrajado. Consiguió, á pesar de todo, que fueran patentizadas y declaradas sus provisiones y pregonadas con toda solemnidad en los sitios más públicos de la ciudad. En cuanto á sus repetidas y enérgicas instancias á fin de que se dieran inmediatas y apremiantes órdenes á Gonzalo de Ocampo, para que desistiera de su expedicion y se volviera con su armada, se les hizo á los de Santo Domingo un punto más árduo y más dificultoso, y aunque no se atrevian á ofrecer resistencia positiva en consideracion á la autoridad real que tanta fuerza le prestaba á Las Casas, tergiversaron su interpretacion, mostraron alguna duda y pidieron tiempo para considerar una cuestion de tamaña importancia.

Pasaron varios dias consultando sobre el asunto sin perdonar medio alguno de introducir demoras y dilaciones, ni hacer todo lo que podian para desanimar á Las Casas y hacerle prescindir de sus intentos, llegando hasta el extremo de conseguir que un maestro carpintero de ribera declarase que el navío de Las Casas no estaba en

condicion de navegar, y así se estorbase su jornada ordenando la destruccion del buque.

Habia llegado entre tanto Gonzalo de Ocampo al puerto de Maracapana, y en arribando á la costa, colocó el capitan á la mayor parte de su gente debajo de cubierta, y preguntando los indios desde la orilla de dónde venian, respondian que de Castilla, á lo que los indios replicaban dando grandes voces: «Castilla no, sino Aytí, Aytí,» teniendo los españoles para convencerlos que mostrarles desde la cubierta vino y pan como si viniesen pacíficamente de Castilla, con intencion de entablar tráfico y negociaciones con ellos, con lo cual los indios incautos se dejaron convencer. Fueron á bordo de los navíos, y apénas estuvieron encima de cubierta cuando salieron de sus escondites los españoles que estaban ocultos, y precipitándose contra los infelices indios los hicieron prisioneros, mandando Gonzalo de Ocampo ahorcar de las entenas á algunos caciques y varios otros presos para que fueran vistos de los indios que cubrian la orilla. El cacique Gil Gonzalez, que algun tanto suspicaz se habia mantenido desviado en su canoa cuando sus gentes se dirigian á los navíos españoles, fué acometido repentinamente por un marinero, famoso nadador, que con este objeto se habia lanzado al agua é introducido en la canoa, el cual, abrazándose con él,

se volvió á arrojar al agua, llevándose á su víctima, y nadando con ella consiguió herirla con la daga, siendo despues Gil Gonzalez acabado por otro marinero de uno de los navíos. Hizo otros terribles ejemplos Gonzalo de Ocampo prendiendo y matando á muchos y sembrando el terror y el espanto por toda la costa; despidió algunos navíos cargados de esclavos á la Española, y fundó con la gente que le quedaba, á media legua del rio de Cumaná arriba, un pueblo que se llamó Nueva Toledo.

Continuaba entónces Las Casas en sus altercados en Santo Domingo, lleno de indignacion al ver las rémoras que se ponian á sus diligencias, y viéndose precisado á amenazar á la Consulta ó Junta de Gobierno que se componia del Almirante, Audiencia y oficiales realeş, con volverse á España y dar cuenta al Rey de su desobediencia; se decidieron al fin á contentarle y auxiliarle para la verificacion de su asiento, entrando á la parte de los provechos con él. Debian dividirse las ganancias de las futuras explotaciones mineras y agrícolas en veinticuatro partes, á saber: seis para la Real Hacienda; seis para el licenciado y sus cincuenta compañeros; tres para el Almirante; cuatro para los oidores; tres para los oficiales reales y dos para los dos escribanos de cámara de la Audiencia, acordándose el poner á la

disposicion de Las Casas la misma armada de Gonzalo de Ocampo con ciento veinte hombres escogidos, dándose el mando al mismo Ocampo. Se hizo á la vela para Puerto-Rico con el fin de recoger sus labradores, pensando hallar en ellos el celo y buen deseo que al salir de España demostraban; pero en esto se encontró con un amargo desengaño, porque ellos ya descorazonados se habian esparcido y dispersado por varias partes; y llegando á Tierra Firme sin azar alguno, halló á Gonzalo de Ocampo en su nueva villa de Toledo y sus hombres descontentos é irritados, padeciendo toda clase de privaciones y enteramente aislados, pues por efecto de la alevosía de Ojeda y del posterior escarmiento y castigo, recibidos á manos de Ocampo, estaban los indios huidos é internados tierra adentro sin querer comunicar con los españoles. Los que estaban en Nueva Toledo, léjos de querer permanecer más tiempo en aquellos parajes yermos y abandonados, se regocijaron grandemente al ver los navíos, instando para ser restituidos á la Española. Dice Remesal (Historia de la provincia de Chiapa y Guatemala, lib. 11, cap. xxII): « Y sabiendo la >> comision que el licenciado llevaba, ninguno quiso quedar con él, y se volvieron todos á la Española y con esto se despobló la Nueva To» ledo. Quedó sólo el licenciado Casaus con algu

»> nos amigos, que entre tantas malas voluntades » como tenía, nunca le faltaban algunas buenas >> que le acompañasen y defendiesen. » Consintieron tambien en quedarse otros á sueldo. Gonzalo de Ocampo, cuya amistad y afecto para el apóstol nunca se desmintieron, á pesar de lo muy diferentes que eran sus modos de pensar, sintió una profunda tristeza al verse precisado á dejar al clérigo en semejante desamparo. Le dirigió palabras llenas de afectuosa expresion, en que le demostraba su simpatía y se esforzaba por consolarlo, y juntándose con su gente se volvió tambien á la Española, dejando á Las Casas abandonado á su propia suerte y meditaciones.

« AnteriorContinua »