Imatges de pàgina
PDF
EPUB

pesca de perlas, residiendo en la isla de Cubagua, se apoderó á traicion de algunos indios, llevándoselos como esclavos, despues de haber maltratado y herido á algunos que habian hecho señales de resistencia. Quedaron los caciques de la tierra descontentos y sentidos de semejante maldad y alevosía y se apresuraron en seguida á mandar mensajeros por toda la comarca, con la nueva de lo sucedido y excitando en el corazon de los naturales el ardiente deseo de vengar tamaño ultraje. Habiendo visto los caciques que Ojeda y los suyos, autores de la tropelía que tan justa indignacion habia dispertado en su pecho, tenian relaciones de amistad con los franciscos y dominicos, é iban al monasterio cada vez que tenian ocasion de desembarcar, ellos que habian hasta entonces tributado todo cariño y respeto á los frailes á quienes en su sencillez consideraban como verdaderos mensajeros de Dios, vinieron en sospechar que tenian parte en la felonía y mala accion de Ojeda y los castellanos. Acordaron pues matar á Ojeda y á los suyos el primer dia que saliesen de sus navíos y viniesen á tierra, como hasta allí habian podido practicarlo, gracias á la buena fama de los frailes, sin estorbo ni embarazo de ninguna especie; y lo hicieron así no pudiendo salvarse sino un corto número de españoles que á nado consiguieron llegar hasta sus

embarcaciones debajo de una verdadera lluvia de flechas. No contentos con este acto de ven

ganza, para el cual es preciso confesar que habia no pequeña razon, los caciques se fueron el dia siguiente, que era domingo, al convento; asesinaron los frailes en el momento mismo en que celebraban el sacrificio de la misa, despedazaron las cruces y quemaron el convento, Luego que se supo la nueva de esta matanza en la Española, determinó la Real Audiencia castigar severamente aquellos atentados, despoblando todo el país y llevando la gente á la isla, para lo cual se mandó preparar una armada de cinco navíos con 300 hombres de guarnicion, y se nombró por capitan de ella á un caballero llamado Gonzalo de Ocampo.

En este estado las cosas, arribó Las Casas con su expedicion á Puerto-Rico despues de una feliz travesía y lleno de esperanzas y de ilusiones en el éxito que debia de tener; pero por su desgracia se halló allí con las nuevas de la alteracion y desórdenes de Costa Firme, la muerte del miserable Ojeda (1) y de algunos de los suyos, la des

(1) No debe confundirse este Alonso de Ojeda con otros dos del mismo nombre y apellido conocidos en la historia del Nuevo mundo. Uno de ellos fué el famoso descubridor y com

truccion é incendio del monasterio de Santa Fe, la muerte de los frailes y los preparativos que por órden de la Real Audiencia de la Española se estaban haciendo para sosegar á los indios, ó mejor dicho, para apoyar con la fuerza de las armas la accion pirática de Ojeda, alevosía más repugnante todavía que las atrocidades cometidas por los indios en cumplimiento de su venganza. La exageracion tenía tambien no poco que ver con las noticias alarmantes que circulaban respecto del levantamiento de las tribus, de Costa Firme, y se anunciaba igualmente la rebelion en masa, no sólo de los indios de Chiribichi, Maracapana y serranías contiguas, sino tambien las de Naveri, Caviati y Cumaná. Las Casas, que contaba con la excelente armonía en que habian sabido vivir los religiosos con los naturales y los lazos de buena amistad que los unian para servirle de sólida base y poderosísimo auxilio en su vasto proyecto, vió, por los terribles acontecimientos que acababan de tener lugar, burladas sus más halagüeñas esperanzas y trastornados, con la expedicion que iba á castigar á los infelices indios, sus planes de

pañero de Cristóbal Colon, y el otro fué un soldado de Hernan Cortés que escribió unas Memorias sobre la conquista de Méjico, que cita varias veces el historiador Herrera.

predileccion. Presentóse al capitan Gonzalo de Ocampo y pidióle que no pasase adelante en la expedicion, pues no habia para qué hacerlo siendo á él y no á otro á quien tocaba, por la especial mision de que se hallaba encargado, apaciguar y sosegar las tribus indias que estaban en rebelion; alegando Ocampo el compromiso en que se hallaba y las órdenes de la Audiencia y del Almirante que no le permitian volver atrás en su propósito. Lopez de Gomara en su Crónica general de las Indias occidentales se expresa del modo siguiente: «Presentó sus provisiones Bartolo» mé de Las Casas y requirió que le dejasen la >>> tierra libre y desembarazada para poblar y go>> bernar. Gonzalo de Ocampo dijo que las obede>> cia, pero que no cumplia cumplirlas ni lo po>> dia hacer sin mandamiento del Gobernador y >> oidores de Santo Domingo que lo enviaran. >> Burlábase mucho del clerigo, que lo conocia de » allá de la Vega por ciertas cosas pasadas y sabía » quién era. Burlábase lo mismo de los nuevos >> caballeros y de las cruces como de sambenitos. >> Corríase mucho de esto el licenciado y pesábale » de las verdades que le dijo. »>

El cronista Lopez de Gomara parece querer mostrar que existian discordia y enemistad entre Gonzalo de Ocampo y Las Casas, mientras que afirma Herrera todo lo contrario. Conviene el au

tor de las décadas en que Ocampo, que era graciosísimo, dijo algunas chanzas al clérigo amigablemente sobre la comision que llevaba, pero que nunca dejaron de ser amigos; y es muy de presumir que si no hubiese tenido Ocampo órdenes tan apremiantes de la Audiencia, hubiera cedido. á las instancias de Las Casas viendo que el clérigo se hallaba revestido de importantísimos poderes, y hubiera desistido de la expedicion quizá tan solamente por complacerle. No habiendo tenido resultado alguno la conferencia, se quedó Las Casas triste y meditabundo, miéntras Ocampo se hacía á la vela y dirigia el rumbo hácia Costa Firme. Despues de meditar Las Casas algun tiempo, se resolvió á ir á la Española, para cuyo fin compró un navío fiado en 500 pesos, dejando á sus labradores repartidos de cuatro en cuatro y de cinco en cinco en las granjas de los castellanos, los cuales se comprometieron de muy buena voluntad á recibirlos y sustentarlos, y él llegó á la Española, donde infelizmente muchos lo miraban con aversion y desvío y se esforzaban poco para disimular sus sentimientos hostiles.

No se atrevieron, sin embargo, sus adversarios á hacerle una oposicion viva y tenaz, abierta y directamente, pues la autoridad real de que Las Casas se hallaba revestido les imponia é infundia

« AnteriorContinua »