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dada á reconocer un brazo de mar, despues de una breve lucha á estocadas con el capitan del buque Alvaro de Mezquita, en la cual quedaron ambos heridos y prisionero este último, hizo rumbo á España, para ser el primero en dar cuenta del descubrimiento, llegando á Sevilla en Mayo de 1521. Magallanes sintió profundamente la desercion de aquel buque, que estaba tripulado en gran parte por portugueses que le eran adictos, y además el capitan era de toda su confianza; pero persistió en seguir adelante, y el 27 de Noviembre de 1520 desembocó en el mar del Sur, que por primera vez entónces surcaron los buques europeos. Puso al estrecho el nombre de Todos los Santos, prevaleciendo despues el del descubridor: Estrecho de Magallanes.

Hizo derrota al Noroeste, para alejarse de las regiones frias del Sur, y á los tres meses de dejar el estrecho descubrió las Marianas y el hermoso archipiélago de Filipinas.

Detúvose en Zebú, y hecha amistad con el Rey de aquella parte de la isla que estaba en guerra con el Régulo de otra inmediata, tanto por auxiliar al Rey, como para lucir su poder y brio en las batallas, quiso combatir contra el Régulo, quedando vencido y muerto en la refriega, triste resultado de su inútil temeridad. Así terminó la vida de aquel valiente capitan, temi

do por su audacia y admirado por su energía. Pocos dias despues el Rey de Zebú, que con la muerte de Magallanes comprendió que los europeos podian ser vencidos y muertos como ellos, dió un convite á los principales de la expedicion, y en medio de la comida los mandó asesinar, pereciendo treinta, entre ellos el insigne piloto Andrés de San Martin y Juan Serrano.

Los tres buques de la expedicion, espantados de la catástrofe, se dieron á la vela, teniendo poco despues que quemar la Concepcion, por vieja У falta de gente para tripularla, pues habian perecido ya 74 personas en los buques desde la salida de Sanlúcar.

Con las naves Trinidad y Victoria, al mando de Gomez de Espinosa y Sebastian de Elcano, continuaron su derrota aquellos navegantes; pero la Trinidad empezó á hacer agua, y tuvo que quedarse en Tidore, cayendo, despues de inmensos contratiempos, prisionera de los portugueses, pereciendo 31 de sus tripulantes, y quedando ignorado el paradero de los demás, con excepcion de cuatro, que pasado tiempo, llegaron á Lisboa.

La Victoria, viajando hácia el Oriente, al mando de Elcano, pasando trabajos indecibles y haciendo importantísimos descubrimientos, dobló al fin el Cabo de Buena Esperanza y entró en

Sanlúcar de Barrameda el 6 de Setiembre, á los tres años menos catorce dias de haber partido del mismo puerto; y de los 60 tripulantes que habian salido del Maluco, llegaron tan sólo 18, flacos, descoloridos, enfermos y derrotados.

Tal fué el resultado de la expedicion de Magallanes que Las Casas vió organizar en Valladolid, cuando él estaba tratando de organizar tambien la proteccion para sus indios.

Volviendo á los memoriales que el Gran Canciller habia mandado escribir á Las Casas, no tardó el Padre en presentarse con ellos, introduciendo un proyecto de colonizar aquellas tierras con labradores españoles, pues de sus infinitos habitantes naturales ya se hallaban asoladas. Con tal fin, proponia que desde que partiesen de su pueblo hasta llegar á Sevilla se les diese de comer y posada en Sevilla hasta embarcarlos. Pasaje y comida de balde durante el viaje, y al llegar á América un año de comer, hasta que ellos lo tuviesen de suyo; y si el Rey les diese para más de un año, que fuese prestado, para que se lo pagasen cuando pudiesen. Tambien habria que darles tierras, tantas como pudiesen cultivar, aperos de labranza y medicinas si se enfermaban. Los ' provechos y beneficios que hiciesen serian hereditarios, con otras mercedes bastantes para entusiasmar á los labradores para ir á probar fortuna.

Algunos de los españoles residentes en Santo Domingo, sabiendo las intenciones de Las Casas ántes de embarcarse la segunda vez para España, y viendo que los Padres dominicos no querian absolver en confesion á los que esclavizaban los indios, le propusieron que si traia permiso del Rey para que pudiesen tener una docena de negros esclavos venidos de Castilla, que dejarian los indios. Recordando este incidente lo pidió así Las Casas en sus memoriales, explicando el resultado que daria esta concesion en favor de sus protegidos indios. Esta propuesta ha dado lugar á lo acusacion que se hace á Las Casas de haber sido el causante de la introduccion de esclavos negros en América, cuando el inismo Padre refiere sinceramente en su Historia de Indias el acontecimiento, doliéndose de su equivocacion, con las siguientes sentidas palabras:

<< Este aviso, de que se diese licencia para traer >> esclavos negros á estas tierras, dió primero el »clérigo Casas, no advirtiendo la injusticia con >> que los portugueses los toman y hacen esclavos, >> el cual, despues de que cayó en ello, no lo >> diera por cuanto habia en el mundo, porque » siempre los tuvo por injusta y tiránicamente >> hechos esclavos, porque la misma razon es de» llos que de los indios. >>

Bien recibidos fueron por el Gran Canciller y

el cardenal Adriano los proyectos de Las Casas en favor de los indios. No lo fué ménos la indicacion de llevar á las Antillas esclavos negros que pudiesen desempeñar sin daño de sí propios los penosos trabajos que se imponian á los indios; resultando de esto que oficialmente se preguntó á los empleados de la contratacion de Sevilla cuántos esclavos negros se necesitarian para enviar á las cuatro grandes Antillas, y contestaron que por entonces bastarian cuatro mil. El gobernador de Dressa, caballero flamenco del Consejo del Rey, se apresuró á solicitar el permiso especial de enviar á América dichos negros esclavos, y lo obtuvo, vendiéndolo luégo á unos genoveses en 25.000 ducados, con la condicion que en ocho años no daria el Rey otro alguno. Esta especulacion maleó enteramente el proyecto del Padre, sin dar ningun resultado favorable á sus indios, pues, como dice el propio Las Casas, «al fin se quedaron en su captiverio hasta que no hubo mas que matar. »

Se enfermó el Gran Canciller de resultas de un sentimiento de familia y murió á los pocos dias, resultando para Las Casas una nueva orfandad en la corte, pues el Canciller era por entonces su único y poderoso protector. Pero tuvo á poco tiempo la suerte, debida á su insistencia é imperturbable sangre fria, que se interesasen en

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