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breves dias el monarca llegó á Tordesillas á saludar á la reina doña Juana, su madre, pasando despues á Valladolid.

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No tenía entonces el rey D. Cárlos sino diez seis años; pero á pesar de su corta edad, daba muestras de un carácter serio, grave, reservado y reflexivo. Los privados eran en aquel tiempo M. de Chièvres, ayo y camarero mayor, M. de Laxas, que tenía el oficio de sumiller de Corps,

y

el gran canciller Juan Selvagio. El Gran Canciller tenía ya noticias de Las Casas por medio de unos frailes franciscos, naturales de Picardía, que habian formado parte de la Compañía de Pedro de Córdoba cuando la partida de éste á Tierra Firme. Algunos de estos frailes, que habian firmado cartas de recomendacion en favor de Las Casas, eran conocidos de Juan Selvagio, y con estos antecedentes granjeó Las Casas mucha amistad y confianza con el Gran Canciller, quien le entregaba todas las cartas y memoriales que venian de los pobladores. Esta amistad y confianza fué creciendo hasta el extremo de que el Canciller consultaba con Las Casas todos los asuntos de Indias, y éste ponia debajo de cada documento su informe en latin. Mientras tanto, menudeaban las intrigas contra Las Casas sin surtir efecto alguno; muy por el contrario, guiado el Rey por los excelentes informes del Canci

ller, ordenó que se uniese á Las Casas, y que ambos pusiesen remedio á los males y daños de las Indias.

Un dia que salia el Canciller de Consejo con el Rey, cuando muchos le seguian acompañándole, ordenó á un lacayo que avisase á Las Casas, que caminaba delante, que se detuviese, que queria hablarle; y luego, al pasar á su lado le dijo en latin:-Rex dominus noster jubet quod vos et ego apponamus remedia Indis; faciatis vestra memorialia. «Manda el Rey nuestro señor que vos y yo pongamos remedio á los indios; haced vuestros memoriales. » A lo cual contestó Las Casas: Paralissimus sum et libentissime faciam quæ Rex et vestra dominatio jubet. «Estoy preparado, y haré de muy buena voluntad lo que el Rey y vuestra señoría me mandan.» La fortuna por segunda vez parecia poner en manos de Las Casas la salud de los indios; pero pronto se desbarataban todos sus planes, como se irá viendo en lo adelante.

Por aquel tiempo el Almirante de Flandes, que habia venido con el Rey, obtuvo por merced la cesion del Yucatan en feudo, para poblarlo con labradores flamencos, y para estar más cerca obtuvo tambien la gobernacion de Cuba. Las Casas denunció estas mercedes al Almirante de las Indias, al cual, por derecho de antemano adqui-,

rido por su padre, le pertenecian; y éste reclamó en el momento por tamaña injusticia al Rey, á M. de Chièbres y al Gran Canciller, los cuales, comprendiendo la ligereza de la merced hecha al Almirante de Flandes, buscaron el mejor medio de anularla. Con esto quedó desbaratada la primera expedicion de labradores flamencos que habia pedido ya el concesionario, y que en cuatro ó cinco buques habian llegado á Sanlúcar, muriendo despues muchos de ellos afectados por el trastorno que les causó el contratiempo, y volviendo los demás á su país llenos de desengaños y miserias.

Se hallaba todavía en Valladolid Las Casas, cuando llegó allí huyendo de Portugal, por alguna queja que del Rey tenía, un hombre de mar llamado Fernando Magallanes, acompañado de un su amigo llamado Rui Faleiro, que parece debia ser un buen cosmógrafo, y del cual los portugue ses decian que tenía pactos con el diablo. Estos dos hombres prometieron demostrar que las Molucas se hallaban dentro de los límites de territorios correspondientes á los Reyes Católicos, y que para ir á dichas islas descubririan un estrecho muy diverso de la derrota que hacían los portugueses. El Obispo de Burgos los presentó al Gran Canciller, y aquél al Rey y al señor de Chièbres. Las Casas refiere que habló con Magalla

nes; que traia un globo bien pintado, y en él señalado el camino que habia de seguir, pero no la situacion del estrecho, para que ningun otro se apropiase el descubrimiento; dice asimismo que Magallanes estaba bien seguro de la existencia del estrecho que hoy lleva su nombre, pues habia encontrado en la Tesorería del Rey de Portugal una carta hecha por un Martin de Boliemia, en la cual estaba dibujado el estrecho en los límites de territorios de los Reyes de Castilla.

Protegido por Chièbres y el Obispo de Burgos, consiguió el navegante portugués que él lo atendiese, á pesar de las intrigas del embajador de Portugal para inutilizar sus planes. Salió para Sevilla, y en Sanlúcar reunió las cinco naves que fueron al descubrimiento: la Trinidad, Concepcion, San Antonio, Victoria y Santiago, con doscientos treinta y nueve tripulantes. El 27 de Setiembre de 1519 salió aquella flotilla de Sanlúcar, con direccion á Canarias. Excelentes y arrojados eran los capitanes y pilotos de aquellos buques; pero temerarios, insubordinados, ambiciosos y pendencieros la mayor parte, comprometiendo á cada paso el éxito de la empresa que les iba confiada, y dando lugar á las penosas escenas que de los conquistadores de América refiere el Padre Las Casas y todos los demás historiadores de aquella época. Atravesaron aquellos

buques el Océano, llegando al Nuevo mundo el 29 de Noviembre de 1519, y á la costa de Pa. tagonia á fin de Marzo de 1520. Mandaban las referidas naves: Fernando de Magallanes la Trinidad, con el piloto Estéban Gomez; Gaspar de Quesada la Concepcion, con el piloto Juan Lopez de Carballo, siendo maestre en ella Juan Sebastian de Elcano; la San Antonio la mandaba Juan de Cartagena; la Victoria Luis de Mendoza y la Santiago Juan Serrano. Celosos todos ellos de que el portugués Magallanes fuese el jefe de la expedicion, no tardaron en sublevarse y apoderarse de cuatro de los buques; pero supo Magallanes imponerse y ejecutar un terrible y ejemplar castigo, enviando á tierra el cadáver de Mendoza que hizo descuartizar y pregonar por traidor, ahorcando á Gaspar de Quesada y despues descuartizándolo, y desterrando en aquel país á Juan de Cartagena y á un clérigo su confidente. Hecha esta terrible justicia, perdonó á los demás conjurados, entre ellos á Sebastian de Elcano, quedando restablecida la obediencia en veinticuatro horas que pasó todo lo referido.

La nave Santiago se perdió al descubrir el rio Santa Cruz, salvándose la tripulacion. El 21 de Octubre fué descubierto el estrecho, y Magallanes se decidió á embocarlo. El piloto Estéban Gomez, de la nave San Antonio, que fué man

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