Imatges de pàgina
PDF
EPUB

las casas de los ciudadanos, cuyas mayores fortunas no debian ser considerables y entre los cuales hubo épocas en que las riquezas estaban consideradas como peligrosas á las instituciones republicanas; en que escaseaba el dinero; en que muchos de sus magistrados y jenerales dejaban con una mano el baston del mando y apartaban la silla curul, para tomar con la otra la pala y el arado: tiempos en que Curio dijo que el hombre que no se contentaba con 7 fanegas de tierra era un ciudadano nocivo, y en que Cornelio Rufino á pesar de sus servicios y dignidades fuè borrado de la lista de los senadores por usar vagilla de plata. Aun en los triunfos de esta nacion que parecia educada esclusivamente para la guerra, aparecia la falta de ostentacion pues vencedores da otros pueblos tan bárbaros como ellos, no presentaban en ellos otros ornatos, segun Floro, que los rebaños de los Volocos y Sabinos, los carros de los Galos y las lanzas quebradas de los Samnites.

Estos hechos, bastan para dar una idea del estado rústico de los primeros siglos de Roma y se puede colegir de ellos, la ninguna suntuosidad que tendrian sus edificios, y la carencia de sus artes. Los primeros albores de su cultura los podemos fijar á los 200 años antes de nuestra era en que dueños de la Italia y vencedores de Cartago principiaron á estenderse fuera de la Península que hasta entonces habia sido el teatro de sus glorias militares.

Desde entonces sus progresos fueron rápidos, y dueño el Capitolio de vastas y lejanas naciones, fijó la época de su civilizacion con las nociones adquiridas en la cautiva Grecia y adornó su capital, con sus despojos artísticos y con los monumentos de otros pueblos. De este modo fué en aumento hasta que la república fué sustituida por el imperio en cuyo periodo tuvo su mayor esplendor, y de cuyo estado daremos alguna noticia, aunque con la breve

dad que exijen las dimensiones de un artículo.

No podemos asegurar con toda certeza cual era la estension de Roma en la época imperial á que nos referimos; pero sabemos que se dividia en ciudad y arrabales; la primera solo tendria unas tres leguas nuestras de circuíto; pero que este era mucho mas considerable comprendidos los arrabales y palacios que la rodeaban y que constituian una poblacion continua, cuyo contorno segun algunos pasaba de diez leguas (1), ademas de las quintas que casi reunidas á los arrabales se continuaban hasta las playas de Ostia y desembocadura del Tiber; asi es que los estranjeros que iban á Roma por el camino real de Otricoli en la Sabinia, tenian que andar un espacio mas que mediano por medio de los arrabales, imajinándose que caminaban ya por la ciudad, aunque todavía no vieran sus muros ni sus verdaderas entradas.

La poblacion correspondia á-su considerable superficie, y despues de leer lo que hay escrito sobre esto, me parece no será cálculo exajerado si la fijamos en millon y medio de habitantes en el apojeo de su grandeza; aunque no falta quien la haga esceder de este número. Ni deberemos admirarnos de esto, al considerar que era el centro, la cabeza de tantas y tan populosas naciones; en la multitud de estranjeros que acudian de todas ellas ya por sus negocios, ya por curiosidad: en el prodijioso número de esclavos, pues no habia vecino acomodado que no tuviese alguno, y los poderosos contaban muchos que constituian numerosas servidumbres. De Pediano Costano se refiere que habia en la suya hasta 400. No hablamos de la guardia de los emperadores que residia ordinariamente en un campamento,

(1) En la reparacion de los muros en tiempo de Adriano se ase‣ gura que entre ciudad y arrabales tenia once leguas de circuíto.

ni de los albaneses por estar en el monte Albano, ni de sus vivanderos y dependientes, ni de los gladiatores, porque todas estas clases constituian otro pueblo numeroso.

La ciudad se hallaba edificada en siete eminencias, por cuya razon se llamaba la ciudad de los siete montes, aunque mas bien eran colinas. Eran el Palatino, el histórico Capitolio, el Celio, en donde está S. Juan de Letran, el Equilino, el Quirinal (hoy monte Caballo), el Veminal y y el Aventino. Dividíase en 14 grandes distritos ó cuarteles y habia otras tantas entradas ó puertas principales: en el primer distrito se veian la puerta Apia, Latina y Ostiense. En el segundo la Celimontana; en el quinto la Tibuatina y Esquilina. Las demas eran la Flaminia, Colatina, Quirinal, Viminal, Naval, Septimiana, Triunfal y Aurelia. De estas puertas se salia á otros tantos caminos (vias) magnificamente construidos, que por la mayor parte tenian los nombres de las mismas entradas, y ademas otros de los majistrados que habian promovido ó mejorado su construccion; por eso varias de ellas tenian hasta tres ó cuatro nombres y alguna como la via Appia, tenia cinco ademas del de la puerta desde donde partia. Varios tenian puentes como el Cestio ú Esquilino (puente de S. Bartolomé) Aclio (puente Sant-Angelo) el Janiculeuse, Senatorio etc. cuya suntuosidad correspondia á la de las puertas y caminos. Todos estos venian á converjir á la gran plaza en medio de la cual una columna señalaba el punto de partida para las medidas itinerarias.

Habia 17 plazas-mercados: una infinidad de calles, muchas de ellas hermosas; 46,600 casas en ellas (creo deben incluirse las de los arrabales). Entre estos edificios eran notables los muchos templos consagrados á les falsas deidades de los romanos y de las naciones sujetas á su dominio. Todavia se admiran los restos de estos edificios, y sus vesti

jios sirven de estudio á los arquitectos. El Palacio imperial parecia con sus dependencias un pueblo, y ademas habia otras once casas reales en las que brillaban con profusion los metales preciosos, los mármoles, el marfil y los primores de las artes, singularmente sus pisos de mosaicos; por lo comun estas casas tenian sus pórticos. El Senado tenia tres palacios: el primero entre el Capitolio y la gran plaza; el segundo junto á la puerta Celimontana segun Solino; y el tercero junto al circo Flaminio. Los teatros, circos y naumaquias no constituian uno de los menores ornamentos arquitectónicos de esta inmensa ciudad.

Merecen contarse entre ellos y tambien por únicos en su clase los edificios llamados termas ó baños calientes, aunque hubiese otros de agua fria en los mismos sitios. Se podrá juzgar por su estension, cuando se sepa que habia en ellos una multitud de aposentos, largas galerías, estanques, terrados y jardines, y todo esto adornado por estatuas, jarrones y bajos relieves. Habia las termas de Tito, de Neron, de Diocleciano, de Alejandro Severo, y sobre todas se distinguian las de Caracalla, acaso por el mérito de la arquitectura solamente; porque las de Diocleciano eran admirables por su grandiosidad, pues se contaban hasta tres mil y doscientos asientos, y doscientas sesenta columnas. Estaban cerca de la moderna puerta Pia, y algunas de las columnas que se conservan dan testimonio de su grandeza. Algunos hacen ascender hasta el número de 36 los arcos de triunfo erijidos en honor de sus emperadores, de los que se conservan el de Tito y el de Constantino.

Uno de los ornatos que mas embellecian sus plazas era el de los obeliscos y columnas; entre los primeros es notable el que está en la plaza de S. Pedro que fue traido de Ejipto á Roma por órden de Caligula y hallado en las ruinas del circo de Neron. Su altura es de 78 pies, sin el pe

destal que tiene 30, y fue dirijida su colocacion por el célebre Fontana por orden y á espensas de Sixto V á quien tanto debe la Roma moderna. El que Inocencio X hizo levantar en 1649 en la plaza Navona existia entre las ruinas del gran circo de Caracalla. El que está cerca de S. Juan de Letran es muy elevado, y se cree fue construido en el reinado de Ramescés, uno de los mas antiguos reyes de Ejipto, Otro existe en la plaza de Santa María, aunque no de tanta elevacion, mandado colocar en este sitio por Sixto V. Parece que es uno de los dos que adornaban el Mausoleo del emperador Augusto, quien hizo transportar otros obeliscos ejipcios á Roma: el que mandó construir Sesostris fue llevado de Heliópolis cuando Augusto sometió aquel pais, y colocado en el campo de Marte para que sirviese para los cálculos solares con su sombra. Otro, que fue el de Psamenito adornaba el circo Máximo, y en fin algunos otros de que no tenemos cabal noticia. Ni era menor el número de las columnas monumentales y nos quedan dos dignas de observacion, la Trajana y la Antonina: la primera colocada en una plaza llamada entonces Forum Trajani en el cuartel del Capitolio, tiene 128 pies de altura toda cubierta de bajos relieves que representan las guerras que sostuvo Trajano contra Decebalo rey de los dacios cuyos trages y armas se observan tales como eran. Fue erijida como testimonio de la veneracion que el Senado profesa ba á aquel emperador y concluida el año de 115 de nuestra era. Sus cenizas existian en lo alto de la columna y su estatua de 21 pies romanos. Posteriormente se ha colocado la de S. Pedro. Varios eruditos han descrito y esplicado esta magnífica columna, y algunos artistas célebres como Julio Romano, Villamena, Pietro Santi Bartoli, la han grabado. La columna Antonina está en plaza Colona y aunque mas elevada que la Trajana, no hallan algunos tanto mérito

« AnteriorContinua »