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razon contentáronse estos con declarar que el marqués estaba en la obligacion de volver á presentarse en las córtes, y de jurar en ellas lisa y llanamente así para satisfacer á aquel cuerpo como á la nacion de cualquiera nota de desacato en que hubiese incurrido»: hizóse en efecto asi en la sesion de 22 de marzo de 1811 y finalizó con ello tan desagradable incidente.

Hemos hecho especial y detenida mencion de estos sucesos, para que se comprenda bien el espíritu que dominó en las cortes de Cadiz. En la horfandad de la nacion, constituyéronse estas, como era natural, en autoridad soberana y omnipotente, y aun llevaron mas adelante sus fueros y prerrogativas: creyéronse superiores á toda ley, ý quebrantando los principios que sustentaban, usaron de la violencia y de la fuerza para vencer a sus contrarios, como siempre acontece en todo periodo de revolución. Vióse desde estos dias como en los nuestros, que mezcla tan confusa y heterogenea de sentimientos democráticos y aristocráticos habia en nuestras costumbres. Los mismos hombres que proclamaban la libertad de discusion, la igualdad mas lata de derechos, y la democracia mas exajerada, procedian en sus actos con todos los malos y tiránicos resabios del antiguo réjimen, y querian que las cortes alcanzasen todavia mayor prestigio, homenage y consideraciones, que el mas absoluto y temido de nuestros monarcas. La causa de estò consistió á nuestro modo de ver, en que en la cabeza de nuestros reformistas estaban las doctrinas exajeradas de los revolucionarios franceses, mientras se conservaban en su corazon todos los hábitos añejos y perniciosos de la monar quia absoluta. Mal es este de que no se halla hoy todavia completamente curada la nacion española.

Antes de pasar adelante en la narracion y juicio de las principales medidas adoptadas por las córtes de Cádiz, será

conveniente hacer una pausa, y esponer algunas consideraciones sobre la revolucion de nuestros dominios de América, ocurrida por estos tiempos. No vamos á tejer una historia de tan lamentables sucesos, y si solo á indicar lo que baste para formar una idea exacta sobre los mismos, y la responsabilidad que en esta materia puede caber al gobierno de Cádiz.

La historia de todas las colonias fundadas por los pueblos modernos enseña sin duda alguna, que llega una época en que se separan de la metrópoli, à la manera que el hijo poderoso por su talento, por la edad y por las ri quezas se emancipa naturalmente de la tutela y potestad paterna. En otra ocasion espusimos, cual fue el sistema polí tico y económico que introdujimos en la América española; y manifestamos, concediendo la adopcion de trascendentales errores, que no fue nuestro dominio tan descuidado ni tan cruel, como siempre aseguró la malignidad de los es tranjeros. Mejoròse sobre todo mucho la administracion de aquellos paises bajo los ministerios de Ensenada y Galvez en los reinados de Fernando el VI y Carlos III, y hubieran largo tiempo permanecido estrechados con la metrópoli á no haber ocurrido dos acontecimientos notables, que cambiando la situacion social de la Europa, debian con mayor razon conmover en su cimientos el estado de las colonias. Estos dos capitales sucesos fueron la independencia de la América Inglesa, y la revolucion de Francia: la primera dando un poderoso ensanche á las ideas de libertad é independencia, quebrantaron hondamente los vínculos de obediencia de las colonias, y la segunda haciendo Europeas tales doctrinas, predispuso á los pueblos á allojar su réjimen restrictivo colonial, y á considerar las codonias como vejadas, y desposeidas por la metrópoli de sus derechos naturales. Con tales antecedentes, facil era de co

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nocer, que nuestros dominios de América, se apartarian de España en la primera ocasión: preveyólo ya el conde de Aranda, cuando obligado á firmar el tratado de reconocimiento de la independencia de los Anglo-americanos, que imprudentemente habia sostenido Carlos III, aconsejó á este monarca la formacion de reinos independientes en nuestras colonias, gobernados por los infantes de España; Desoyóse tan saludable consejo, y en nuestros dias la Penín sula y sus importantes dominios de ultramar han recojido á manos llenas el fruto de tamaña imprevision. En este punto tuvimos por enemigos á los ingleses, rivales de todo poder colonial, y enconados mas particularmente, con nosotros por antiguas y cruentas guerras, y por haber ayudado con la Francia la independencia de sus colonias. Dispúsose pues, muy luego la Gran Bretaña á tomar represalias y á pagarnos con igual moneda, si bien en circunstancias que hacen poco honor á la fé de sus palabras y á su probidad política. En 1790 el ministro. Pitt ofreció á Miranda toda clase de ausilios para secundar la independencia de Caracas, en 30 de octubre de 1806 el secretario de Estado Windham dirijió una instruccion secreta sobre el mismo asunto al jeneral Cramfurd; envióse otra en 5 de marzo de 1807 al teniente jeneral Witelocke, y el gobierno inglés dió á entender lo suficiente á Miranda para que este comprendiese y lo es > cribiese asi, que la Gran Bretaña apoyaria eficazmente la independencia de la América Española. Eu semejante estado se echa de ver facilmente que la horfandad del pais en 1808 ofreceria á nuestras colonias ocasion de emanciparse, y que las teorias y réjimen democrático proclamados por las cortes prenderian en aquellas, y las lanzarian al fin à sacudir todo vinculo con la metrópoli. Nosotros creemos, que la guerra de la independencia, imposibilitando todo medio material de acudir à la defensa de tan remotas rejiones, y

haciendo casi imprescindible el triunfo, momentáneamente si se quiere, de las doctrinas liberales mas exajeradas, era un acontecimiento funesto, que debia conmover en sus cimientos nuestra dominacion colonial, no obstante las hondas raices que todavia conservaba en América; mas esta parte.necesaria ó por decirlo mejor, fatal de los sucesos, no es bastante para salvar de toda responsabilidad al gobierno constitucional, que entonces como en 1820 fomentó y secundó eficazmente con sus ideas y desatinadas providencias la emancipacion de nuestras colonias. En apoyo de esta asercion citaremos algunos hechos, sin perjuicio de esponer nuestro juicio definitivo cuando lleguemos al periodo de 1820 4 23.

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Atras queda judicado, que en la constitucion primitiva de Cadiz entraron varios americanos como diputados suplentes por las provincias de ultramar: profesaban los mas opiniones exajeradas, y encontraron por lo mismo apoyo en los diputados peninsulares de ideas estremas, que dominaban en aquellas córtes: muy luego se vieron acosadas estas de las pretensiones democráticas de aquellos, y seducidas por las teorias jenerosas y radicalmente cosmopolitas de la revolucion francesa declararon en 1810 que los españoles europeos y ultramarinos eran iguales en derechos, y en 9 de febrero del año siguiente llevaron esta igualdad al estremo

de

que comprendiese los empleos, y el derecho de ser representados en las cortes. Empero estas providencias, lejos de satisfacer al partido que aspiraba á la independencia, dieron nueva y mas poderosa vida á las ideas democráticas, y les ofrecieron asidero para lejitimar su revolucion. Creíanse los americanos facultados para hacer lo mismo que ejecutaban las cortes de Cadiz, porque los dominios de ultramar, decian, habian quedado como la España huérfanos de la autoridad soberana, y reconocida la igualdad de derechos, no veian razon alguna para que se les mantuviese en

perpétua sujeción y servidumbre. Tales fueron las causas y los pretestos que dieron marjen á la revolución de la América Española y el lector imparcial podrá conocer por esta rapidísima esposicion, la parte necesaria y fatal que hubo en este suceso, y la parte de responsabilidad que puede caber al gobierno de Cadiz por su imprevision y sus desaciertos. FERMIN GONZALO MORON.

Minas y fundiciones de Andalucía.

ARTÍCULO 2. (1).

FUNDICIONES DE PLOMO.

Cuando la sierra de Gador comenzó á producir la asombrosa cantidad de plomo que ha rebajado los precios de este metal en todos los mercados, y paralizado su esplotacion en el estranjero, era grande y lucrativa especulacion la de fundir las galenas. Un hornillo toscamente levantado servia para la operacion; y como se compraban baratas las galenas y se vendian caros sus productos en galápagos de plomo, quedaba una exorbitante ganancia á los fundidores. Mas los tiempos han cambiado: la natural concurrencia de fundiciones ha venido á alterar los precios y á escatimar las utilidades, en términos de que ya no pueden sostenerse mas

(1) Véase la Revista de 15 de agosto de este año.

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