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-Cual era su jénero de vida en el chateau, como dis tribuia su tiempo?

-Monseñor se levantaba muy temprano; antes que amaneciese ó se vestia y se agarraba á su bufete ò dictaba á su secretario desde la cama.-A las 8 tomaba café con leche para almuerzo; escribia hasta las 11. A esta hora en. traba su sobrina y recibia las jentes que venian á verlo.Concluido de dar audiencia, leia hasta la una en cuya hora comia solo en su cuarto.

-Y de qué se componia su comida habitual?

-De una sopa, de un plato de gallina con arroz todos los dias; de otro plato de legumbres y algunas veces truchas del lago (broches).

-Y qué tomaba de postres?

-Queso y almibar (confitures).
-Y bebia vino.

-Mucho y bueno en su juventud, pero desde que se retiró á Ferney, no lo probaba sino mezclado con agua en muy corta cantidad.--Despues de comer daba un paseo por el jardin, si hacia buen tiempo, ó salia á caballo en una jaquita pequeña que era sus delicias; si llovia ó nevaba, hacia que le leyese su secretario y en seguida se encerraba en su estudio hasta las 8 de la noche.-A esta hora volvia á recibir á su sobrina y á sus huespedes y se acostaba todas las noches á las 9 despues de una muy lijera colacion.

Y como se recojia tan temprano?

-Esa era su costumbre; pero muy á menudo durante la noche llamaba á su secretario que dormia en un cuarto vecino al suyo y se ponia á dictarle.

-Y ese método de vida fué constante?

-Mi padre me decia que la observó por espacio de 40 años que residió en Ferney, sin mas variacion que la que

le imponian sus enfermedades y el uso de bañarse, que era muy frecuente.

Despues de este diálogo entretenido en el jardin construido á la inglesa me enseño Mateo dos hermosos árboles que me dijo habia plantado Voltaire con su misma mano; y en seguida me condujo á su habitacion, donde ademas del album de rigor en el que inscriben sus nombres los viajeros, encontré diversos objetos salvados del botin doméstico y revolucionario, y consistentes

1. En un baston ordinario con mango ó puño de muletilla que servia á Voltaire en sus escursiones campes

tres.

2. En una coleccion reunida por Mateo de los sellos en lacre de cartas dirijidas á Voltaire por los principales personajes de su tiempo.

3. En restos de un vestido de Chambelan del rey de Prusia, que sirvió á Voltaire, reducido al estado de pingajo á fuerza de cortarle pedazos para satisfacer la curiosidad de los viajeros.

4. En trozos de una estufa de barro que estuvo colocada en el mismo cuarto de Voltaire y hoy tambien reducida como el uniforme á contera de reliquias.

5:

A algunas cuartillas del borrador de la trajedia Gaston de Foix correjidos de mano de Voltaire.

De estos vestijios de la gran celebridad de su siglo debí á la complaciente quanto facil bondad de Matco un pedazo de la estufa de barro y otro del vestido de Chambelan. El primero ha perecido en mis largas peregrinaciones desde aquella época; todavia he de conservar el segundo, si es que algo encuentro de vuelta de mi última emigracion en el domicilio que me hicieron abandonar los sucesos de octubre de 1841.

Era preciso recordar estas circunstancias de mi encuen

tro con el antiguo paje de Voltaire, para hacer presentir la impresion que ha debido causarme el párrafo necrolójico del Diario de los debates. La mañana pasada en Ferney, los cinco meses empleados en recorrer los hermosos vailes de la Suiza, la memoria de lo que el nombre de Voltaire era entonces para un muchacho educado baja la influencia del réjimen universitario de los liceos de Napoleon, todas las ideas y recuerdos de lo pasado se despertaron en mi con la lectura de aquellos renglones, y un sentimiento triste y acusador me reprendia de haber por tanto tiempo dejado esteriles las sensaciones mas frescas y lozanas de la primera juventud.

Lejos de mi estan aquellos dias de placer íntimo, de contento sin mezcla de zozobra, de ciega confianza en los hombres y en el porvenir que me iniciaron en la vida como quien entra en un mundo que no podrá dejar de parecerle bello, á fuerza de serle desconocido.-Pálida, incoherente, inanimada, como la cadavérica impresion que deja el tiempo y los desengaños, aparecerá sin duda la descosida relacion de mi visita al difunto Mateo Dalledouse; pero ya que sea tarde y extemporáneo bosquejar los recuerdos de un viaje de hace 15 años, sírvame de escusa el haber asociado por este medio el público español á la memoria del último mortal que conoció y habló á un hombre tan célebre como Voltaire.

CUADRATURA DEL CIRCULO.

Entre las muchas aberraciones en que han incurrido los hombres, pocas escitan un interes mas vivo, ni son tan dignas de llamar nuestra atencion, como la que ha dado lugar al famoso problema de la cuadratura del círculo, tan jeneralmente puesto en boca de todos, y del que muy pocos tienen una idea exacta. Esta cuestion, cuyo objeto es hallar un cuadrado que sea exactamente igual en area á un círculo propuesto, se presenta á primera vista tan sencilla, y versa sobre objetos tan familiares, que en todos tiempos ha habido un considerable número de hombres que guiados por su instinto, y careciendo la mayor parte de los conocimientos necesarios, han incurrido en los errores mas groseros y estravagantes. Vemos, en efecto, á algunos anunciar pomposamente su descubrimiento, creyendo que basta enrrollar un hilo en un cilindro y tomar la cuarta parte de su lonjitud para tener el lado del cuadrado; fundarse otros en los principios mas absurdos acerca de la naturaleza de los números y de los polígonos; y no ha dejado de haberlos que pretendan asociar á esta solucion los objetos mas estraños, como el pecado orijinal y el misterio de la santísima Trinidad; pero lo que es muy digno de notar se es que el caracter distintivo de casi todos ellos ha sido una ceguedad y obstinacion de que no han podido sacarles las demostraciones mas exactas, llegando en algunos á tal

punto su delirio, que no han temido aventurar sus fortunas ofreciendo premios inmensos al que descubriese sus erro

res.

Anaxágoras, Hipócrates de Chio, el célebre Arquimedes, Nicomedes, Apolonio y otros muchos sabios de la antigüedad, han hecho de esta cuestion el objeto de sus investigaciones, descubriendo algunos ciertas curvas que llevan el nombre de sus inventores, por medio de las cuales intentaron vanamente la resolucion del problema, y hallando otros relaciones aproximadas del diámetro á la circunferencia en la imposibilidad de hallarla exacta. Los árabes, que sucedieron á los griegos en el cultivo de las ciencias, tuvieron tambien sus cuadradores, si bien ignoramos la mayor parte de sus trabajos; los romanos incurrieron igualmente en estos desvaríos, aunque ya en aquella época habia caido esta cuestion en tal descrédito que vemos á Aristófanes en su comedia de las Nubes ridiculizar á Meton en la escena, prometiendo hallar la cuadratura del circulo; despues, en los tiempos de ignorancia que siguieron á la destruccion del imperio de Roma, no dejó tampoco de haber algunos de estos visionarios; y viniendo, por último á la época del renacimiento del saber en la moderna Europa, encontraremos gran número de hombres, indignos, del dictado de geometras, que gastaron el tiempo inútilmente en cuestiones tan frivolas como esta, la de la duplicacion del cubo, la de la triencion del ángulo y otras muchas, sin llegar á comprender siquiera en lo que consistia la dificultad de su resolucion.

El cardenal de Cusa puede decirse que fue el primero que abrió el camino á este jénero de investigaciones en el segundo periodo del cultivo de las ciencias, habiéndose hecho notable principalmente por las controversias á que dió jugar y la obstinacion con que sostuvo sus errorcs. A él si

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