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pamos con un rio caudaloso, de agua dulce, muy hondo, en el cual rio hallamos un rancho ó bohio por cobrir, de manera de un circuito de leña, donde prendimos seis indias, las tres de ellas paridas, y un indio muy viejo; y como no llevábamos lengua, no los pudimos entender ni supieron dar razon de poblado, sino que hacian vivienda salvaje, á manera de alárabes. (1) La vida que ellos hacian era vera del rio, donde cogian una simiente que era de una yerba que se dice en España cenisos ó acelgas monteses, y esta simiente la tostaban y mondaban al fuego, y molíanla entre dos piedras, y comian aquel polvo sin más amasallo; sus maridos tenian una oveja mansa como las que llevaron del Perú; estas tenian por señuelo con que mataban otras bravas con las flechas, la cual le tomamos; los maridos de estas indias huyeron, que no los pudimos tomar. Era este rio tan hondo, que no se podia vadear; acordaron el Teniente de Gobernador y capitanes hacer una balsa de leña de sauces que hallamos en aquel rio amarrada con cuerda, y con cuerdas que echaron de una parte á otra, de dos en dos pasó toda la gente, y así pasados, empezamos á caminar llevando las indias y la oveja, que llevaba el Gobernador cargada, que bien llevaba cuatro arrobas de peso. En este tiempo, de las cuatro partes de la gente, las tres ro llevaban pan ninguno, sino manteníanse de raices de cardos monteses, los cuales tenian sobre la tierra unas espinas más agudas que lesnas, y debajo tenian unas cabezas, á manera de nabos muy sustanciosos para comer, no porque los indios las comian ni sabian qué cosa eran,

(1) Alárabe ó alarbe, anticuado de árabe; aplícase tambien al hombre inculto y salvage.

esceto que un cristiano, como por de burla, los sacó un dia y los probó, y los hallamos buenos y comenzamos á comer de ellos, que si por ellos no fuera, muchos duelos hubiera la gente.

Item, desde á otras ocho ó nueve leguas de camino, de tierra tan mala como la primera, que caminábamos comiendo de las dichas raices porque no llevábamos pan ninguno, vinimos á dar en otro rio de muy linda ribera, que pasaba por entre dos sierras de mucha leña y sauces muy altos; y el agua del rio era la más linda y más sustanciosa que los hombres vieron, porque aunque la bebiamos en ayunas, nunca á hombre hizo mal ni se acordó de vino. En este rio hallamos una india vieja y otras dos mozas y dos indios, los cuales huyeron, cogiendo la dicha simiente; en este rio nos enseñaron las indias á cojer unas raices que estaban debajo de la tierra, de hechura de melones y el sabor de almendras verdes, muy duras de comer. De estas y con cenizos que cogíamos en los cascos que llevábamos, se sostenia la gente con harto trabajo; algunos que llevaban algunos anzuelos mataban pescado en aquel rio, del tamaño de ruibárbaros (1) de nuestra tierra y de aquella hechura; este pescado era tan sustancioso, que se bebia el agua dél como si fuera de algun gentil carnero. Aquellos que tenian anzuelos lo pasaban bien, y los otros con mucho trabajo, comiendo las raices que tengo dicho, como otras yerbas, y raices de ápio que las habia muchas en el rio. Entre las indias que tomamos en el dicho rio, tomamos una india muy vieja, que por señas nos dijo, que segun señalaba con los dedos, que cinco jornadas de allí habia mucho oro, que

(1) Ruibárbaros debe estar por Barbos.

habian colgado en las orejas y cabellos y narices, por unos doblones que le mostrábamos, la seguimos llevando nuestro piloto delante, siguiendo por una senda, la seguimos bien diez dias y cada vez hallábamos la tierra peor, sin manera de poblado ni señal dél, haciéndose el rio más chico y por donde pasaba más angosto, las montañas más altas, que llegaban al cielo. Y visto que cada vez la india señalaba lo mismo y la gente más fatigada de haber tantos dias que no comian pan ninguno, esceto yerbas y raices, y los que tenian anzuelos para matar peces, que en la verdad son tan buenos y tan grandes y sustanciosos, que si todos tovieran aparejos para los matar y con el agua, eran bastantes para sustentar la gente; yo vi matar peces de diez y doce libras; y visto como el piloto decia que habíamos andado cien leguas ó le faltaba poco, entraron en consejo el Teniente de gobernador y capitanes susodichos. Acordaron que pues en cien leguas de andadura no hallaban tierra ni señal della, ni camino ni sendero, ni podiamos entender la india, porque no sabíamos si eran cinco jornadas, si cincuenta, porque desde el primer dia nos enseñaba cinco dedos, é la habiamos seguido bien treinta leguas, acordaron de dar la vuelta á las naos, habiendo bien veinte y dos dias que habiamos partido de las naos. Dimos la vuelta postrero dia de Pascua florida del año de 1535 años; y dende á tres dias que habiamos dado la vuelta, estando una noche en la vega del rio, se levantaron dos capitanes y Sotelo y vinieron con gente armada de ballestas y arcabuces y vinieron sobre la tienda del Teniente de gobernador y criados de Simon de Alcazaba, y les tomaron una arroba de pan que tenia y pasas y azúcar, é aquella noche quiso el dicho Juan Arias matar al Tenien

te de gobernador y á todos los criados suyos, sino fuera por el capitan Sotelo que lo estorbó, diciendo cómo habian hecho mensajero al Gobernador, cómo nos volvíamos á las naos, que no nos acogiesen; en fin los llevaron presos los dichos capitanes á sus tiendas, y mandaron apregonar aquella noche los dichos capitanes, que sc pena de la vida, que ninguno se partiese, sino que esotro dia por la mañana se juntasen en sus tiendas.

Item, el dia de antes que esto pasó, el capitan Juan Arias, habia enviado adelante sus dos cabos de escuadras, con ciertos ballesteros y arcabuceros, la vuelta de las naos, y erraron al mensajero, que iba adelante, el cual mensajero, fue topado de otros ballesteros que iban de los susodichos, y lo detuvieron. Y otro dia siguiente de esta noche que prendieron al dicho Teniente de gobernador, partió el capitan con quince arcabuceros, y aquel dia que partió, á la tarde, mandó el capitan Juan Arias, que moviese el real; y todos, como no teníamos qué comer, vinieron la vuelta de las naos, por venir á buscar algun refrigerio de comer.

Otrosí, quedaban por el rio pescando, otros por los montes, buscando raices de cardos, hasta que llegamos al rio primero, que habíamos pasado por la balsa. Aquellos que alcanzamos á este rio, con el capitan Juan Arias, que traia presos al Teniente de gobernador, é criados dél, les mandó, que, so pena de las vidas, viniesen presos hasta una aguada, que era una legua de las naos, y que parasen; é mandó así mesmo, que no pasasen ellos ni ningun otro, hasta otro dia que él fuese ya pasado, y dejó guardia para ello. É todos aquellos que allí nos hallamos, pasamos á algunos que se quedaron atrás, otros, pasamos adelante, como veníamos, sin ordenanza, ca no

allí

teníamos quién nos guiase, ni quién nos enseñase el camino; siempre andábamos buscando yerbas y raices, para comer; y se perdió mucha cantidad de gente, que se murió en el camino, de hambre; por manera, que cuando llegamos á las naos, de cuatro en cuatro, de seis en seis, unos llegaban en quince dias, y otros en menos, segun el esfuerzo que tenian, y pellejos de las ovejas muertas, que hallábamos muchas.

Item, los cabos de escuadras del capitan Juan Arias, é los que venian con él, como dicho tengo, llegaron una noche á las naos, y un hombre de los que con ellos venian, se echó á nado, é tomó un batel de bordo, sin ser sentido, y entraron en el batel, y fueron á bordo de la nao capitana, é tomaron al Gobernador, que estaba echado en su cama, y el piloto en la suya, é los dieron de estocadas é puñaladas, é muertos, los echaron de bordo abajo, en el agua. Así mismo, mataron á un mozo del Gobernador, despensero; este murió otro dia siguiente. Apoderáronse de la dicha nao, é fueron á la otra, é trajeron presos al capitan Rodrigo Martinez, é aun lo quisieron matar. El capitan Sotelo, con la gente que traia, se apoderó de ellas, é dende á otros tres ó cuatro dias, llegó el capitan Juan Arias, el cual hizo mucho destrozo en las dichas naos, en que repartió con los que con ellos venian todas las caxas del Gobernador, y del piloto, y del Teniente de gobernador, y de todos los que con él venian; é empezó á haber discordia entre los dos capitanes compañeros; Juan Arias decia, que el otro se pasase á la nao pequeña, y este decia que no, que él habia venido delante. Acordaron estar juntos en la nao grande, é llevaron toda la artillería que en la nao pequeña estaba, é hobo plática entre los dichos capitanes.

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