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de aquella tierra. Su marido que andaba fugitivo por los montes, luego que supo su cautiverio congregó sus vasallos, y fué con ellos por el camino de la Concepcion, y anduvo con tanta violencia que en pocos dias alcanzó al Adelantado, y postrándose à sus pies con muchas lágrimas le suplicó le devolviese á su muger, y el Adelantado con mucha generosidad se la mandó entregar, acariciandole porque vió en él buenos modos y no quiso exigir rescate alguno; pero bien presto recibió el fruto de su libertad, porque habiendo quedado este señor tan obligado hizo mas de aquello á que lo hubieran podido obligar. Dejóse ver de allí à poco tiempo con cuatro ó cinco mil hombres con coas que son palos tostados, que usaban esos pueblos en lugar de azadones; pidió que se le señalase terreno para cultivarlo y sembrarlo de trigo: se aceptó su oferta y lo verificaron tan bien y breve, que valdria entonces treinta mil ducados. (*) Se lisongearon los ciguayos vasallos de Mayobanéx que pues el Adelantado habia usado de tanta generosidad con la prima de su soberano, que tambien alcanzaría para él mismo su libertad. No ahorraron para conseguirla, ni làgrimas ni ruegos ni presentes, todo fué inútil, queriendo D. Bartolomé hacer un ejemplar que contuviese à aquellos reyezuelos en sujecion. Entregó libres á los ciguayos toda la familia del cacique; pero en cuanto à libertad de éste Rey fué inexôrable. Consternados los ciguayos, descargaron su enojo y dolor sobre el desgraciado Guarionéx, y le entregaron á los castellanos; pero no por eso logró su libertad Mayobanéx que fué llevado á la Concepcion donde se le formó su proceso, y convenci→ do del delito de rebelion fué mandado ahorcar.

CAPITULO 12.

Tercer viage del Adelantado Colón. Descubre la isla de la Trinidad y la tierra firme Halla el golfo de las perlas y la isla de la Margarita, y se vuelve á la Española. Año de 1498.

Estaban las cosas en estos términos cuando entrò el Almirante por la primera vez en el puerto de Santo Domingo; pero volvámos à la relacion de lo que pasò en la córte de los Reyes católicos antes de conseguir sus despachos para el tercer viage que hizo en el nuevo mundo. Hémos referido como bien de espacio se trataba de su armamento oponiéndole todos los dias nuevos obstà culos, y parecia que toda la mira de los ministros reales era cansarlo y enfadarlo, y asì anduvo mucho tiempo haciendo las mas vivas diligencias para conseguir el buen éxito de sus pretensiones, gastando en ellas todo el año de mil cuatrocientos noventa y seis. Todas estas dilaciones no provenian de la córte, porque el Rey

[*] Herrera.

y la Reina se inclinaban à favorecerle, y parecian estar ocupados únicamente en colmarle de honras y riquezas: no contentos con confirmarle las mercedes que le habian hecho, le concedieron de nuevo cincuenta leguas de tierra en la Española, sobre veinte y cinco de ancho con el titulo de Duque, (*) ó de marqués. Suplicó entonces el Almirante á los Reyes no le mandasen aceptar la merced de las cincuenta leguas por evitar discusiones con los oficiales reales, quienes no dejarian de levantarle que escogia el mejor terreno, y lo poblaba mejor que la tierra de sus Altezas. Despues en atencion à los trabajos que habia padecido en los descubrimientos de Cuba y Jamaica, de que no habia sacado provecho alguno, se le descargó de la octava parte de los gastos que habían hecho los Reyes y debia contribuir, y se concedió el goze de la octava parte de los provechos de los navios que iban à las Indias; y por queja del Almirante de Castilla, que reclamó sobre la licencia general que se le habia dado para descubrir en las Indias, la evocaron en cuanto le fuè perjudicial. Purgado el Almirante Colón de todos los capitulos que le imputaban y lleno de mercedes, bien que advertido de los Reyes, que mientras la blandura no perjudicase á su reputacion ni á la justicia, procuràse tenerla, pues así se aumentarìa el amor de los súbditos, como se conservan los grandes imperios y se adquieren otros nuevos (reconvencion en que se le dió à entender que se habia hecho algun aprecio de las delaciones del comisario Aguado y de sus amigos) se dispuso dar la vela, y hacer su tercero viage.

Pero otros insidentes lo retardaron mucho porque llegaron de la Española à Càdiz el dia veinte de octubre tres navios cargados de indios esclavos, que serian trescientos, enviados por su hermano e Adelantado: mostraron los Reyes católicos no aprobar esta conducta diciendo que si aquellos isleños habian hecho guerra á los españoles, seria sin duda à no poder mas, vejados por los malos tratamientos de estos: tomaban ocasion de este disgusto de los Reyes, sus aúlicos entre los que habia muchos enemigos de Colón, y de las cosas de las islas para desaprobar altamente el pro ceder del Adelantado. Ni tampoco le pareció bien al Almirante, y no tuvo otro partido que tomar, sino echar la culpa á su hermano, y solicitar con otro trabajo el despacho de los dos navios que llevó el capitan Pedro Fernandez Coronél. Algun tiempo despues fué promovido al obispado de Badajoz el dean de Sevilla Juan Rodriguez de Fonseca, y el cargo de proponer las cosas de Indias, fué dado à Antonio de Torres, que habia acompañado á Colón en su segundo viage y estaba de vuelta en España con su flota. Esta mudanza avivó el armamento del Almirante, y cuando se iba à concluir sucedió la muerte del príncipe D. Juan heredes ro de la corona de España; y como la Reina tenia mucha confianza y aficion al obispo de Badajoz, lo llamó para tenerlo cer

[*] Entiendo que es el título de Duque de Veraguas,

ca de su real persona, desde luego para que la consolara en su afliccion, y le confirió de nuevo el despacho de los negocios de Indias. Este fué un contratiempo para el Almirante que impidió mucho su des. pacho; pero al fin no sufriendo mas dilacion las órdenes de la córte y estando todo aparejado para la salida del armamento, se acabaron las pesadumbres del Almirante en sus despachos, y salió de la bara de San Lucar de Barrameda à treinta de mayo de mil cuatrocientos noventa y ocho, con seis navios, y como obligado à buscar nuevos descubrimientos y conquistas, dirigió su rumbo para Canarias. Llegó à la isla de la Goméra el dia diez y nueve de junio, y el veinte y uno del propio mes dió la vuelta de la isla de Hierro; desde allí determinó enviar tres navios de los seis de la armada para la Española, considerando las necesidades que se padecerian en aquella isla, é ir con los otros tres para las islas de Cabo Verde, à fin de tomar su viage en derechura de la tierra firme que esperaba descubrir. Con esta determinacion hizo capita nes de cada uno de estos navios à Alonso Sanchez de Carbajal, oficial de mérito que habia acompañado al Almirante en su segundo viage, y habia vivido en la Isabéla algun tiempo: à Pedro de Arana pariente del antiguo gobernador de la fortaleza de la Navidad en los estados de Guacanagari que murió en la Española, y á Juan Antonio Colón deudo suyo. Dióles peculiar comision de lo que habian de hacer, mandando que tuviesen por semanas el gobierno general dirigiéndose al Este cuarta del Sudeste ochocientas cincuenta Jeguas, y despues fuesen al Oueste Nordoueste para reconocer la isla de Puerto Rico, de donde les era fàcil ir camino derecho para Santo Domingo. Aparejaron à un tiempo los seis navios, tomando los tres, al rumbo que se habia prescrito para la Española, y el Almirante con los otros tres, para tomar la vuelta de las islas de Cabo Verde à donde llegaron el dia veinte y siete, y quedaron anclados en la isla de Buenavista hasta el dia cinco de julio que resolvió tirar al Sudeste por varios motivos que le empeñaron á dar una vuelta tan grande. Su designio era navegar por el Sur hasta meterse debajo de la línea equinoccial, y de allí seguir su viage al occidente, hasta hallar tierra, parte para saber si se engañaba el Rey D. Juan de Portugal, que afirmaba que al sur habia tierra firme, y parte por lo que le habian asegurado algunos isleños de la Española, que en tiempo antiguo habian venido al Sur y del Sudeste à su tierra hombres negros, que traian unas especies de lanzas armadas de un bello metàl que llamaban Guanın del cual le habian regalado, y hecho presente à los Reyes, y puesto al ensaye se habia hallado que de treinta y dos partes, las diez y ocho eran de oro, seis de plata, y ocho de cobre. Supuesta la verdad de esto, no se dudaba que estos hombres hubiesen venido ó de las Canarias ó de la costa (ccidental de la Africa, arrojados por alguna tempestad à las costas de la isla Española; pero Colón formaba otro juicio, no pudiendo creer que dichos hombres. hubiesen podido venir de tan lejos en barcos chicos y chatos, y tan

frágiles como eran los que usaban los africanos, y los canarios: se persuadió que aquellos negros podian haber salido de un pais mas cercano á las Antillas, y para descubrirle tomó el punto de su navegacion desde las islas de Cabo Verde, y caminó como està dicho hasta hallarse cinco grados de latitud del norte. Despues de haber caminado ciento y veinte leguas, comenzó el viernes tres de julio à esperimentar tan fuerte calma que duró ocho dias, acompañada de un calor excesivo que dertitiéndose la bréa, los navios hacian mucha agua; á excepcion del primer dia que el sol les abrazaba, los siete siguientes llovió y hubo neblinas, se reventaron las basijas del agua y del vino, los aros de las pipas se reventaron tambien, ardía todo el trigo, y se podrian todos los bastimentos: con eso se vió el Almirante, y todo su equipage amenazado de las mayores desgracias; pero aunque enfermo de la gota, y cansado sumamente, quiso todavia tirar mas al Sud girar al Oueste, y se mantuvo firme hasta el treinta y uno de julio; pero como le faltaba el agua determinò mudar de derrota caminando al Queste, con el fin de tomar algunas de las islas de los Cannibales, que hoy llaman Caribes, para remediar los navios que iban abiertos del calor pasado, y conservar los bastimentos que llevaba à la Española aunque maltratados.

A poco andar, se vió tierra al Sueste hasta distancia de quince leguas, y fueron vistos tres nogotes juntos à un tiempo, motivo porque el Almirante puso a esta tierra, que reconoció ser isla, el nombre de la Trinidad, (72) en virtud del pensamiento que tenia de poner este nombre á la primera tierra que descubriese, Ò porque le ocurriò llamarla así por los tres mogotes ò montañas que se le presentaron todos á un tiempo, cuando avistó la tier 'a, y como se llegaba à ella percibió un Cabo que parecia estar al poniente que llamó de la Galera por una peña grande que de lejos se asemejaba à una Galera navegando à la vela, y porque no tenia mas que una pipa de agua para toda la gente de su navio buscaba algun puerto para desembarcar y coger agua, y costeando la tierra fué à pasar otra punta que llamó de la Playa, donde con grande alegria desembarcó, é hicieron aguada en un hermoso rio, la que concluida volvió á navegar entre las dos puntas referidas, y el dia dos de agosto llegó à otro Cabo que está al Poniente que llamó Punta de Arenas y porque veia su gente cansada, permitió que se desembarcára, y él mismo saltó en tierra: dentro de poco vió venir un indio de buena presencia que parecia ser cacique de aquellas tierras que llevaba sobre su cabeza una diadema de oro. Despues que se hubieron saludado mútuamente, el indio que mostraba deseos de haber una gorra de terciopelo carmesí con que se descubría el Almirante, se quitó la diadema y la puso en la cabe

[72] Véase la descripcion de ésta isla en el Orinoco, ilustrado por el padre Gumilla tom. 1. §. 1. cap. 1.

za del Almirante, tomàndole la gorra con la otra mano, y se la puso así, quedando muy contento.

Habia visto el Almirante desde la víspera una tierra àcia el Sud, que creyó ser isla, y hasta el cabo de unos cuantos dias llegó à reconocer que era el continente. Una cosa sorprendia grandemente à este gefe, y es que hallándose alii diez gradus de la línea equinoccial, y en los dias caniculares, se sentía muchísimo frio como en el rigor del invierno, principalmente por la noche y á la madrugada; esto sucede en muchos parages de la Zona-Torrida, sobre todo cuando hay calma por la noche, y proviene de los rocios abundantes que entonces caen; pero á Colón le hacia una gran novedad y no sabia que discurrir sobre ello. Observó al mismo tiempo que las aguas corrian àcia el Ouéste con una rapidéz y violencia considerable en el golfo de la Ballena. En estos dias navegó Colón entre la Trinidad y algunas bocas del Orinoco, sin pensar que la tierra fuése firme, porque aquellas bocas le parecian otros tantos brazos de mar, y por lo tanto admirado de la lozanía de las arboledas de las islas del Orinoco, las llamó Islas de gracia (73) y la costa de Paria que en forma de semi-círculo, ciñe al golfo, llamado al dia siguiente Isla santa, no acabando de creer (aunque lo deseaba mucho) que ella fuese tierra firme. Desembocó la canal con mucho trabajo, y observó que la maréa subia y bajaba sesenta pasos mas que en San Lucar de Barrameda; llegó por fin à la tierra firme, que creia siempre ser isla, y á la costa la llamó Paria, que halló muy amena, poblada de indios mas blancos que los de las otras islas Muchos de ellos traian oro, pero bajo, y las indias llevaban braceletes de perlas muy grandes. El Almirante conmutó porcion de ellos de latòn que destinó para regalarlos á la Reina Doña Isabel, (74) y estos habitantes le señalaron el parage à donde se sacaba el oro y las perlas. Bien hu→ biera querido Colón detenerse mas para descubrir todo aquel pais que le parecia muy rico y hermoso; pero faltábanle los viveres, y sus navios no podian ya resistir entre las olas fuertes de aquellos mares, y le precisaba llegar en breve á la Española. Se gastaron los diez primeros dias del mes de agosto en reconocer el golfo de la Ballena, á donde se descarga el Orinoco, à quien los indios llaman Yuyapari. El dia trece surgió en un buen puerto que llamó de los Gatos (mejor hubiera sido ponerle de los Monos, porque los que creyó eran gatos, eran unos monos muy grandes y cor. pulentos que abundan en aquella tierra.) Pasó de este puerto à otro cercano, que por estar rodeado de cabañas le dió el de puerto de Cabañas. En el reconocimiento que hicieron las lanchas de cuatro bocas solas de las muchas que tiene el Orinoco, se maravilló mucho

[73] Herrera decad. 1. lib. 3. cap. 10. Fernand. Colón hist. del Almirante su padre.

[74] Fleuri hist. eccles. lib. 119 ann. 1498. pág. 375. Ferdin. Colón hist. del Almirante Colón Marma lib. 9. cap. 24.

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