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por esclavos, sirviéndose de ellos para hacer las casas y fortalezas de aquellos estrangeros; y que pues tanto tardaba el Almirante en volver, para que no pereciesen de hambre, y los indios no los consumiesen, convenia calafatear una carabéla que estaba en el puerto de la Isabela, y enviarla cuanto àntes á Castilla con cartas para los Reyes.católicos, á fin de que proveyesen sus necesidades, y estuviesen entendidos que el Adelantado y su hermano D. Diego se hacian ricos de oro cogiendo los tributos de los indios, y querian alzarse con la isla. Viéndose la gente autorizada de un hombre como alcalde m yor, ya no mumuraban en secreto, sino que pedian con desvergüenza á D. Diego que la carabèla se echase al agua, y no ocultaban mucho la resolucion en que estaban de dar de puñaladas al Adelantado cuando lo pudiesen tener á las manos. D. Diego que ignoraba todos los proyectos de este motín, creyó poner remedio apartando à Roldán de su designio con pretesto honroso. Tenia aviso de que los indios de Guarionéx no pagaban el tributo y andaban inquietos, valiòse de este motivo para enviar à Roldan con una buena escolta de gente de la Concepcion, à fin de que reconviniese al cacique Guarionéx de su obligacion, y le precisase à cumplir con su deber. Viéndose el Alcalde mayor á la cabeza de unos soldados escogidos, trató de ganarlos, y á los que no se dejaban seducir les quitó las armas y los despidiò; mas hizo, pues, para contener á los Colones y darles quehacer, lejos de obligar al cacique à la paga de los tributos, le persuadió lo contrario fomentando su desobediencia, y le empeñó à tomar das armas y fue desbaratado su ejército por el Adelantado como se ha referido. Despues de esto volvió á la Isabéla y con el gobernador D. Diego se portó ya sin reserva, y con la mayor desvergüenza.

El primer acto de hostil dad que ejecutó, fué tomar por fuerza las llaves del almacen real y hacer pedazos las cerraduras: se apoderó de cuanto habia menester de armas y bastimentos, que distribuyó á sus compañeros: lo mismo hizo con los ganados del Rey, Hevándose lo mejor, y despues de haber injuriado y hecho muchos insultos á D. Diego (el que para asegurar su vida, fué obligado con gran presteza à meterse en la fortaleza con la gente que pudo juntar) se fué con setenta hombres bien armados para la plaza de la Concepcion, sublevando contra el gobierno todos los pueblos comarcanos de Indias: su intento era apoderarse de la fortaleza de la Concepcion, pareciéndole que de éste modo serìa muy fàcil sujetar la Isla. Acercóse à ella poniendose en un lugar del cacique llamado Marque, que distaba dos leguas de la fortaleza de la Concepcion, para ejecutar su proyecto en llegando la ocasion; pero teniendo alguna sospecha de lo que habia de suceder el castellano de la fortaleza Ballestér, le puso buena guardia y le cerrò las puertas; y como habia ocurrido à la defensa de una plaza el Adelantado, avisado por el castellano del riesgo en que se hallaba, no se atrevió Roldan, que conocia el valor de su general, á acometerle y se retiró. No dejó el Adelantado de admirarse de tan

rápidos progresos que habia en muy poco tiempo hecho esta revo→ lucion: supo à su llegada á la fortaleza de la Magdalena la alteracion de Francisco Roldán; y despues de haberse pasado à la Isabela, no salia de ella teniendo que lo mas de la gente seguia à Roldan: lo que mas le entristeció fué entender que muchas personas principales, y en especial Diego de Escobar, alcaide de la Magdalena, se habian juntado abiertamente con aquel caudillo de la rebelion. No sabiendo ya de quien fiarse en una coyuntura tan crí→ tica, comunicó con su hermano D. Diego el partido que se debia tomar para apagar tanto fuego, pues por eso habia venido con tanta diligencia à la Isabéla. En esto tuvo noticia de todo del alcaide Ballester como se atentaba á su vida, y exhortándole á que se fuese á la Concepcion porque no le matasen; siguió su consejo y se encerró en dicha fortaleza que dista como quince leguas de la Isabéla. Pensando que no era fácil reducir à aquel rebelde por via de fuerza, sino con modo, le envió à Malaber que le dijese de su parte que mirase por el bien de la isla, y le persuadiese vivamen➡ te con la consideracion del deservicio que hacia al Rey, y del daño que se seguia á los cristianos, estando ya tan insolentados los indios, y que dejase las armas. El enviado no pudo conseguir otra cosa de Roldan, mas que bajo de seguro se habia de ver con D. Bartolomé en la Concepcion. En efecto se hablaron desde una ventana del castillo, y lo que resultó de esta conferencia, fué que se agriaron mas los ánimos, y saliò Roldàn mas animado que nunca a llevar adelante sus ideas revoltosas. Su mira era hacerse dueño de la fortaleza de la Concepcion; pero como no tenia fuerzas suficien tes para lograr su intento, se retiró entretanto à las tierras del ca. cique Manicatóex del cual sacaba el tributo que daba para los Reyes, le acariciaba y tenia grato, dando todo gènero de licencia à su tropa, y con esto le acudia mas gente de los nuestros, mientras la hambre hacia desertar soldados de todas las guarniciones y se hacia mas bravo y soberbio Roldán, perseverando en haber á las manos á D. Bartolomé, y con propósito de cercarle en la Concepcion.

Hallàbase éste gefe bien apurado, y en estos trabajos que consideraba interminables, cuando Dios quiso que respirase un po co con la llegada de dos navios cargados de víveres, mandados por el sargento mayor Pedro Fernandez Coronel, hombre de mérito y muy afecto á los Colones. Surgieron en el puerto de Santo Domingo à tres de febrero de mil cuatrocientos noventa y ocho, estas carabelas, que el Almirante no sin grande instancia habia conseguido de la córte que se enviasen delante, por considerar el peligro que podia originarse de su tardanza, y para remediar la necesidad que presumia habia en la isla. Luego que tuvo aviso el Adelantado de la llegada de estos navios se fuè á Santo Domingo, y porque lo supo tambien Roldán, le siguió de cerca con ánimo de proveerse de lo que le faltaba, y con la esperanza de traérse algu nos de la tripulacion à su devocion; mas reconociendo que su ene

migo le habia prevenido y puesto buenas guardias en los pasos, no se atrevió á atacarle, y mas cuando los de aquella ciudad y los que iban en las carabelas no estaban en sus intereses: detúvose con sus gentes cinco á seis leguas de Santo Domingo. Deseando el Adelantado que el Almirante à su llegada hallase la isla sosegada, volvió à proponer à Roldàn condiciones y tratos de paz, lisongeàndo. se que serían tanto mas atendidas porque el capitan Pedro Fernandez Corouél que enviaba para ese fin, era hombre honrado y de autoridad pública en todas partes, era testigo de vista del buen recibimiento que se habia hecho al Almirante en España, y que los Reyes católicos le favorecian en tanta manera, que no solo le habian prometido engrandecerle, sino que te despacharian à toda su satisfaccion con todo el armamento que pedia, por lo que no tardaría en venir á la isla con seis navios. Este capitan le habia trai· do à D. Bartolomé sus despachos firmados del Rey y la Reina, en que le confirmaban el título de Adelantado de las Indias que su hermano le habia dado, y se quiso encargar de esta comision de buena gana: fué á donde estaba Roldán; pero apenas los que estaban de guardia lo vieron que asestando sus ballestas le detuvieron gritándole: Tenéos allà traidores, que si hubierades tardado ocho dias mas, fuéramos todos unos. Con todo eso habló Coronél con el gefe de los rebeldes, rogándole que se apiadase de la colonia que destruia con tanto rigor y exceso, representandole encarecidamente que no podia salir con aire de la empresa tan odiosa que cau• saba tanto daño á los intereses de su soberano; pero Roldàn lo tomó con tanta altivéz, que se hubo de volver Coronél con fuerte sospecha de que tenia este rebelde recursos grandes, que se ignoraban; volvióse tambien Roldán con los suyos á su alojamiento, y se supo de allí á poco que habia ido para Xaragùa en la provincia de Suraña con intencion de quedarse allí, por ser tierra la mas deliciosa y abundante de la isla, y sus indios respecto de los demás pueblos de la Española mas sábios y cultos, especialmente porque las indias eran las mas hermosas y de mas agradable conversacion que las otras, que era lo que mas le incitaba à ir á la referida provincia, y mantenerse en ella, hallando todo á propósito para ejecutar su vida licenciosa.

CAPITULO 11.

Entran en la rebelion de Roldán algunos caciques poderosos: ví contra ellos el Adelantado, y prende á los Reyes Guarionéx y Mayobanéx.

No bien hubo llegado Francisco Roldàn à la provincia de Xaragua, que declaró al cacique que venia á libertarle de un tributo que el Adelantado le habia impuesto sin órdenes del Rey, quien no quería las haciendas sino los corazones de sus aliados: lo

mismo decia à los demás caciques, metiéndolos suavemente en sus' intereses; pero no se pasaba mucho tiempo sin exigir de ellos mayores cantidades de oro y demás frutos de la tierra, sin otras pensiones à mas de las que debian pagar al Rey de tributos. Ocupado Roldán en acrecentar su partido con estas y otras mañas, se supo en Santo Domingo que los vasallos de Guarionéx, vejados mas que nunca de ambos partidos, le habian persuadido fuertemente ayudados de las instancias de los amotinados, à que aprovechandose de la division que reinaba entre el Adelantado y Roldán, tratase de procurar su libertad; pero como Guarionéx era hombre naturalmente pacífico, tuvo por menos mal huir igualmente de los daños á que se esponía con nueva sublevacion, y de las extorciones de sus insaciables vencedores, dejar su provincia y retirarse con su muger è hijos, y mucha de su gente á los Ciguayos, pueblos guerreros que habitaban ácia el Cabo Cabrón, y ha bia sido muy bien recibido de Mayobanéx soberano de estos estados. El retiro de este cacique a otras provincias frustraba á los castellanos de la paga de un crecido tributo; y así inmediatamente lo echaron menos los de la Concepcion, y avisaron á Santo Domingo que se habia alzado Guarionéx, por cuyo motivo se apresuró el Adelantado para ir á castigar su rebelion. Fuè con noventa hombres de à pie, y algunos de á caballo en demanda del cacique, y despues que hubo atravesado unas grandes sierras bien ásperas que dividen la provincia de la Vega Real de los Ciguayos, cuando bajó al valle por donde corre un caudaloso rio, supo que lo esperaba un ejército de indios armados: fué á ellos y reci bido con una infinidad de flechas que dispararon sin daño algu no, los forzó á retirarse á los montes. No juzgò conveniente el Adelantado seguirlos, sino esperarlos allí para darles una buena entra da si no querian reducirse por bien, y entre tanto los indios daban algunas salidas y flecharon algunos castellanos, que encontraron descuidados, y á unos cuantos cogieron y dieron muerte violenta; entonces juntó sus tropas el Adelantado, y se persiguió con ardur á estos bàrbaros dispersos por los montes, haciendo en ellos una gran matanza, y à algunos prendieron. Habiendo descubierto D. Bartolomé donde se hallaba Mayobanéx escondido con sus tropas, marchó contra él en muy buena disposicion; pero ántes le envió à decir con uno de los indios presos, que no venia à hacerle guerra sino en busca de Guarionéx, y le protestaba que sería su amigo si le entregaba ese cacique, que de no, no le daría cuartél, y destruiría sus estados. La respuesta de Mayobanéx fué que Guarionéx era hombre de honor, que nunca habia hecho mal à nadie, en lugar que los castellanos eran unos usurpadores que tiraban á quitarle sus estados, y los de los demás: que no era tan vil para entregar á un cacique amigo suyo y bienhechor, reducido al extremo de valerse de él, y que se habia reducido ó refugiado á su señorío, que lo habia de amparar y no quería su amistad. Con esta respuesta el Adelantado le hizo la guerra con mas esfuerzo.

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hizo mucho daño la tropa castellana en todo el pais. Viendo la gente de Mayobanéx el estrago que se le hacia, y que no podia subsistir mucho contra el Adelantado, le suplicaban que para escusar la guerra estragese à Guarionéx; pero no habia forma porque les aseguró de nuevo, que por ningun riesgo que le viniese, le habia de desamparar: mandó llamar al instante à aquel príncipe y le manifestó su generosa resolucion, que enterneció á Guarionéx: (71) se abrazaron mútuamente y lloraron entrambos caciques, ofreciéndole de nuevo que le habia de defender aunque perdiese su reino; mandò ocupar con sus indios todos los desfiladeros de los montes, y que matasen à cuantos españoles encontrasen dos los ataques que se hiciesen contra ellos con ventaja. Conocien– do el Almirante que en la situacion presente en que se hallaba, mas cuenta le tenia ganar la voluntad de los indios que subyugarlos por fuerza, hizo otra tentativa para empeñar al cacique Mayobanéx à admitir proposiciones de paz, enviándole dos cautivos que habia tomado en la guerra, y fué tras de ellos con diez hombres de á pie y cuatro caballos, y halló muertos á sus mensageros de órden del cacique, quien por toda respuesta los habia mandado matar, y se preparaba para la guerra, que consideraba inevitable. Entonces determinó el Adelantado juntar sus gentes y presentarse à la batalla delante del ejército enemigo, que era bastante numeroso; pero él, apenas vió la buena ordenanza de las tropas castellanas, cuando espantado se desbandó, huyendo los indios á los montes y dejando los dos caciques solos à la merced de nuestras tropas vic toriosas, que acordaron refugiarse tambien en lo mas espeso de los bosques, donde el Adelantado con treinta soldados escogidos despues de haber dado licencia á lo restante de su gente para retirarse, los fué buscando de monte en monte. Supo despues por dos ciguayos que se encontraron acaso à donde se habia ocultado su cacique, y doce castellanos que hizo disfrazar en el trage de indios ofreciéronsele á ejecutar este ardid desnudos y untados de una cierta tinta negra y colorada, á la manera de aquellos bárba. ros cuando van à la guerra, con dos ciguayos por guias, y sin otras armas que sus espadas envueltas en unas ojas de palmas que llamaban yaguas. Llegaron en este disfráz á donde estaba Mayobanex con su muger, hijos y parientes, y sin resistencia alguna los aseguraron, y presos los llevaron à su general, quien con ellos se fué à la Concepcion.

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Habia entre los presos que se habian cogido una prima de Mayobanex muy hermosa y prendada, y por lo mismo muy querida de los ciguayos, y casada con uno de los principales señores

[71] ¡Qué escéna tan interesante à toda la historia! ¿Qué mas hubieran hecho los Pylades, Oréstes en Grecia? ¿ éstos son los indios bárbaros???.... ¡Ah! Cuando la naturaleza desarrolla sus nobles sentimientos, todos los hombres obrun como los héroes.

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