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antemano bien fundado, y que la justicia, la policía y religion, estén en todo su vigor. Percíbese que jamàs D. Cristobal Colón habría propuesto este arbitrio, ni los Reyes lo hubieran admitido, si hubiesen reflejado que en una poblacion nueva donde todavia no está bien respetada la autoridad de las leyes, estàn espuestos los buenos á corromperse, y sería milagro si los malos mejorasen de costumbres, siendo mayores en número que los buenos. Lo que causa admiracion es, que à vista de frecuentes y funestos experimentos no se hayan enmendado en este punto los fundadores de las colonias. Uno de los mas sabios historiadores del nuevo mundo (*) confiesa, que en este particular cometió el Almirante una gran falta, pues que la república se habia de fundar con mejor gente. (62)

Consiguió tambien el Almirante permiso de los Reyes para conceder tierras à los que se avecindasen en la isla, con la condicion que el oro, plata y brasíl, que en las tales tierras se hallase, perteneciesen à la corona. Al mismo tiempo se prohibió espresamente el recibir à bordo de los navios que fuesen á Indias,

ninguno que no fuese oriundo de los reinos de Castilla. Estas y otras ordenanzas se hicieron con acuerdo del Almirante, queriendo renovar este reglamento mal observado hasta entonces, porque sintió mucho su Alteza los discursos y la conducta de D. Pedro Margarit y del padre Bóil, que eran vasallos de la corona de Aragon, atendiendo con estas providencias à evitar nuevas alteraciones; pues de este modo se les impidiò à uno y á otro su vuelta á la Española ó á otras posesiones de Indias, y se reservó el derecho de castigar á todos aquellos que despues se atreviesen á mover tales excesos, como lo hicie on estos vasallos estraños. Se ignora el paradero que tuvo despues el padre Bóil, solo si es evidente que nunca volvió á las islas de Indias, y que mediante estas ordenanzas se atendió al negocio de la conversion, enviando á otros predicadores clérigos y religiosos, en especial franciscanos, quienes con celo y cristiandad continuaron con fervor lo comenzado.

Despues que el Almirante hubo propuesto à los Reyes todo lo que pareciò conducente para el beneficio y poblacion de las Indias, y conseguido favorables providencias y despachos, queria yolverse á ellas prontamente, temeroso de que faltando èl no sucediese algun desastre, mayormente cuando habia dejado la gente en gran necesidad; y aunque èl hizo su instancia con esto, co. mo las cosas de la corte suelen ir despacio, no pudo ser despachado brevemente, sea por culpa del mal gobierno de los ministros reales, ó especialmente porque D. Juan Fonseca que tenía á su cargo el despacho de estos armamentos hubiese ya concebido contra èl y sus cosas aquel ódio mortal de que dió tantas muestras

[*]

Herrera.

[62] No es fuera de tiempo esta leccion ahora que tratamos de colonizar. Tènganla presente los congresos,

despues, (63) haciéndose cabeza de los que trataban de ponerle en desgracia de los Reyes católicos, ò que le faltasen por entonces los fondos que debia subministrar para ese viage que los Reyes deseaban con ardor ver ejecutado. Viendo Colón que sus representaciones eran inútiles, tomò el partido de la paciencia: pidió que entre tanto le habilitáran sus seis navios, que á lo menos se enviasen algunos cargados de vituallas y socorros para la isla, y consiguió la espedicion de los buques de que era comandante Pedro Fernandez Coronel. Aprovechose de esta ocasion para escribir á su hermano sobre el asunto que tenia ideado de mudar la colonia de la Isabèla á mejor sitio. Bien conocia que esta fundacion sería muy útil, pues aunque el aire de la Isabéla no era mal sano, y gozaba de buenas aguas, pero eran estériles los territorios circunvecinos: por mas que se sembraba, nada se daba, y era fuerza hacer venir de la Europa hasta las legumbres y hortaliza. Habia mucho tiempo que habia concebido la necesidad de fundar en otra parte; pero no se habia atrevido á disponer una mudanza de esta naturaleza, sin el agrado de la córte. Pidió esta gracia à los Reyes, proponiendo las conveniencias que resultaban de dicha mudanza, y le fué respondido que hiciese lo que en ello mejor le pareciese, y que se lo recibirìan en servicio. Luego que el Almirante se vió dueño de la accion, escribió à su hermano D. Bartolomé, que tratase inmediatamente del trasporte de la colonia, ordenándole que fuese á la parte del sur, sin señalarle precisamente el parage, porque habia observado en su último viage viniendo del descubrimiento de las islas de Cuba y Jamaica, y le habia parecido que por allí la tierra era muy hermosa y fértil, y que tenia muy buenos pastos; añadiendo que se acercase lo mas que pudiese á las minas de S Cristobal, pero le encargaba que à nadie consultase y comisionase sobre este asunto, sino que personalmente por donde le decia buscase algun puerto, y siendo conocido se pasase á él todo lo de la Isabela y la despoblase. Apenas recibió el Adelantado D. Bartolomé Colón las cartas órdenes de su hermano el Almirante, se partió con la gente mas sana a las minas de S. Cristobal, y á poco andar tirando al sur aportó al rio de Ozáma muy agradable y bien poblado por ambas orillas, bien que la oriental era mejor que la occidental. Sondeó el rio y halló que podian entrar en él navios de trescientas toneladas y mas; reconocido un puerto seguro y profundo, y que todo el terreno cercano era fert.lìsimo, y los indios mansos y favorables à los españoles; se trazó á la boca del puerto y à la parte de Levante una fortaleza y ciudad, y se comenzó à trabajar con ardor y tanta presteza, que en muy poco tiempo la mayor parte de los habitantes de la Isabela se vinieron á establecer á esta nueva poblacion y ciudad, á quien se le dió el nombre de la Nueva Isabéla, y Cristobal Colón la ilamó siem

[63] Aun contra Cortés lo concibió tambien, de modo que tuvo que recusario en su pleito con Diego Velazquez.

pre así, bien que há prevalecido el de Santo Domingo, y no se sabe bien el por qué. Algunos dicen que el Adelantado le habia puesto el nombre de Santo Domingo porque su padre se llamaba Domingo: otros por haber llegado allí el dia de éste Patriarca y que su fiesta habia caido aquel domingo, lo que es falso, porque cayó en jueves; pero la opinion mas verosímil, es que habiéndose consagrado á Dios la primera Iglesia de esta nueva ciudad, bajo la advocacion de Santo Domingo (que aun en el dia es patron de aquella diocesis) pasó con el tiempo este nombre no solo á la ciudad sino à toda la isla,

Quedaron en la Isabéla vieja los maestros que labraban dos carabelas, y algunos de los nuestros para su resguardo. D. Bartolomé al paso que trataba de edificar la nueva ciudad hacia construir una buena fortaleza, y despues que hubo comenzado la obra y dado sus órdenes para que se continuase con presteza y astucia, determinó hacer otro viage por la costa de ouéste para reconocer el reino de Bohechio que se llamaba Xaragúa, y obligar á ese cacique à pagar el tributo que se habia impuesto á todos los demàs del que se queria exîmir, pareciéndole que por estar su estado muy distante de las posesiones de los castellanos no se lo pódian imponer con facilidad, en lo que se engañó, comenzando la fundacion de la ciudad de Santo Domingo à causarle grandes inquietudes. Hacia este revezuelo su residencia en unas rancherías que se llamaban Xaragua y todo su reino que era el de mas estension en toda la isla, tomaba esta misma denominacion, Los estados de Bohecho comprendian no solamente toda la costa occidental que formaba una grandísima bahia con el Cabo de Tiburón la Mola de San Nicolás, que formaban sus dos puntas; sino tambien toda la parte de la costa del sud que se estiende hasta la pequeña isla de la Beata. Tenia este cacique una hermana lamada Anacaona, que habia sido muger de Caunábo, y despues de su muerte se habia retirado en casa de su hermano Era esta cacica una muger de prendas, y de un espíritu superior à su sexô, y á las costumbres de la nacion: lejos de adoptar la aversion que tenia su marido para con los españoles los amaba ella mucho, y los deseaba tener por vecinos para gozar de su trato. (64) No ig-noraba D. Bartolomé las buenas disposiciones de esta cacica, y que las de su hermano estaban bien contrarias; con todo se lisongeaba ganar la voluntad de uno y otro, considerando cuanto le importa- . ba para su gloria, y ventajas de la colonia reducir á bien ò por fuerza à este poderoso cacique, para que siguiese el ejemplo de los demás, y que no convenia descuidarse en esto, Partió pues de Santo Domingo con trescientos hombres bien equipados, andando siempre en forma de batalla al son de clarines y tambores por todo el camino que hay de Santo Domingo à Xaragua que era

y

[64] No faltan en el dia de estas muchas, apodadas con el nombre de chaquetas.

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de setenta leguas: Bohechio informado de su marcha, habia enviado algunas tropas para disputarle el paso del rio Neiba, que es poderoso y distante treinta leguas de Santo Domingo. D. Bartolomé dióles á entender que no iba á hacerles guerra, sino à visitar al Rey y à su hermana, de quienes habia oido decir grandes cosas, y luego fue recibido con muchas fiestas y regocijos, porque estos pobres isleños que temblaban de ir á pelear contra unos hombres cuyo nombre solo los llenaba de espanto, se persuadieron que no tenian que temer de estos forasteros, una vez que les proponian tan luego demostraciones de amistad y benevolencia, y así elles para manifestar su gusto y alegría, cargaban los bagajes de la tropa española, y les fueron sirviendo á los nuestros por todo el camino, cargandolos en sus espaldas para pasar los rios, y en toda la marcha les hacian todos los servicios que podian. Al llegar el Adelantado y su tropa à Xaragua, salió toda la nobleza de la provincia á recibirle, cantando y bailando al uso del pais. Presentaronse despues las treinta mugeres del Rey con ramos de palma verdes en las manos, cantando con concierto y saltando moderadamente, y llegandose ante D. Bartolomé con las rodillas en tierra le presentaron sus palmas: hizo lo mismo cantidad de indios que venian en su seguimiento con el general y todos los españoles, que condujeron con bailes y cantares à palacio del Rey Bohechio, donde estaba aparejada la cena que era pan de cebada, utias asadas y cocidas, infinitos pescados de mar y de rio. Acabada la cena, llevaron á todos los compañeros del Adelantado á varias posadas prevenidas de camas de algodon para que se recogiesen: al dia siguiente al amanecer, se presentaron dos escuadrones de indios armados con arcos y flechas, desnudos como siempre, y luego que hubieron marchado en órden de batalla y se avistaron, comenzaron à escaramuzear al principio, y despues se fueron encendiendo de modo que como si fueran verdaderos enemigos se dieron muy buenos golpes de macanas, sin hacerse mucho daño; bien que en breve tiempo quedaron muchos heridos y tres ò cuatro muertos. Acabada esta diversion presente el Rey, su hermana, y D. Bartolomé, dijo el Adelantado à Bokechio, tomàndole aparte, que mirase que solo él habia quedado de los caciques de la isla que no habia tributado homenage à los Reyes de España, y podia venir órden de sus Altezas para obligarle à ello por fuerza, y que bien podia conocer por agena experiencia que no estaba en estado de resistir: que dictaba la prudencia prevenir las funestas consecuencias de una guerra à que se exponia, sometiéndose á pagar de buena gana un tributo que no le había de empobrecer, y le grangearía la amistad y estimacion del príncipe mas poderoso del orbe. Persuadido el ca→ cique Bohechio con este discurso del Adelantado, respondió que por no cogerse oro en toda su tierra, no podia tributarse en esta especie: respondióle el Adelantado que eran demasiado equitativos los españoles para exîgir de él lo que no habia en su tierra, y así se convinieron amistosamente en que el cacique habia de tributar cier

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ta cantidad de algodon y de víveres, y se terminó todo con gran sosiego. Asentadas todas estas cosas con satisfaccion del cacique y de su hermana, se despidió el Adelantado y se volvió por tierra á la Isabela, à dunde halló que faltaba un todo, y que en su ausencia habian muerto mas de trescientos hombres de diversas enfermedades y de miserias. Como no venian navios de España, dió ór. den de que se continuase la fàbrica de dos navios que habian empezado para enviarlos allà por víveres, y acordó entretanto repartir los enfermos por las plazas y fortalezas que habia desde la isla hasta Santo Domingo, y en los pueblos de los indios, que se cansaron bien presto de sus huéspedes, que como decian ellos, á mas de ser tan grandes comedores, les hacian en recompensa del hospedage muchas vejaciones. (65) Se quejaron estos indios á su senor el cacique Guarionéx, poniéndole por delante la obligacion que tenia de procurar su libertad y la de todos, y como estaban resueltos a sacudir un yugo que se les hacia cada dia mas pesado intolerable; importunaron tanto á este pacífico cacique, quien considerando las fuerzas de los cristianos rehusaba la guerra, à que los defendiese en persona, poniéndose al frente de sus vasallos, con amenazas de que si se resistia, se habian de entregar á otro cacique mas valeroso, por lo que lo forzaron á aceptar la guerra. Tuvo avi so el Adelantado que habia fijado su mansion en Santo Domingo, de esta rebelion, en que como veremos despues, tuvieron gran par◄ te los castellanos, y pareciéndole que no convenia dar tiempo á éste cacique para aumentar el número de su ejército, ni á los demàs para seguir su ejemplo marchó contra él con la mayor brevedad, y habiendo encontrado à Guarionéx à la cabeza de quince mil indios, dió en ellos derepente à media noche, y despues de haberles matado mucha gente, hicieron prisionero à Guarionéx y à varios caciques inferiores; habiendo justificado los que fueron principales movedores los mandó ajusticiar. Apiadado D. Bartolomé y conociendo la mansedumbre de Guarionéx, le dejó ir libre á sus estados, condescendiendo al ruego de sus vasallos que pedian su libertad. Bien sabia el Adelantado que los castellanos habian movi❤ do esta guerra, parecióle conveniente disimular por entonces tanta traicion, que disculpaba en mucho el atentado de Guarionéx, por donde creyó que era injusticia tratar á este príncipe con tanto ri gor. Castigó entonces D. Bartolomé un delito en que habian incurrido los vasallos de este Rey, despues de haberse apaciguado la isla que estaba conmovida con la rebelion de este cacique.

Como el Almirante D. Cristobal Colón, deseoso, siempre de mayor incremento de la santa fé católica en sus descubrimientos, miraba en aquellos principios por todo lo que le parecía mas

[65] Bien lo acreditaron en parte los oficiales espedicionarios venidos en la guerra de independencia, y que nos fueron harto molestos é ingratos. ¡Pobre de la huéspeda que tenia unu hija é una criada bonita!

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