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mia, y tomando una nave y dos carabelas con la tripulacion necesaria, salió á descubrir por la tierra de Cuba, sin saber si era isla ó tierra firme. Gastó como cinco meses en este viage desde veinte y cuatro de abril, hasta veinte y siete de setiembre. Dió toda la vuelta á la isla de Cuba, y se desengañó que no era tierra firme, aunque algunos historiadores dicen que dudó toda su vida, si era isla ó continente. Descubrió despues otra isla grande á la que puso el nombre de Santiago; pero el de Jamaica que le daban sus habitantes quedó prevaleciendo. Sufrió muchos trabajos en esta na→ vegacion, tanto por falta de víveres, como por las tempestades y otros accidentes: corrió grandes riesgos, y varias veces naufragó y dió en bajos: al fin tocó en la isla de la Mona, isla pequeña que cae entre la Española y Porto Rico: allí enfermó de cuidado, y á toda prisa lo llevaron los marineros á la Isabela, y el contento que recibió el Almirante con la presencia de su hermano D. Battolomé fué tan grande, que en breves dias recuperó la salud. Ha. bia muchos años que no se habian visto, y desde que habia ido à ajustar el descubrimiento de las Indias cen el Rey de Inglaterra como hemos dicho, no habia tenido noticia de él y lo creia muerto. Tardó mucho en aprender la lengua inglesa, y al cabo de siete años enfadado de no conseguir cosa en aquella corte, despues de haberse concertado en algun modo con el Rey que era Enri que VII, determinó. volverse á Castilla en busca de su hermano; pasó por París, y quiso saludar á Cárlos VIII, que le recibió con mucho agrado, y supo que su hermano al Almirante habia descuberto las Indias, y le mandó dar cien escudos para el camino; y aunque se dió prisa para llegar á España à ver el Almirante ha lló que segunda vez habia marchado con los diez siete navios. Fué á besar la mano á los Reyes católicos que estaban entonces en Valladolid, le honraron mucho y le enviaron á las Indias con tres navios, en que se remitian bastimentos para el Almirante; llegó à la Española por abril, y surgió en el puerto de Isabela pocos dias despues que su hermano habia ido al descubrimiento de Cuba. Parecióle al Almirante, que convenia darle autoridad à su hermano D. Bartolomé para que le ayudase en sus empresas, y le sirviese de consuelo y descanso, por cuyo motivo dióle el título de Adelantado (que es lo mismo que teniente general, prefecto y gobernador, de las Indias;) y aunque no lo hallaron à bien los Reyes católicos diciendo que no habian concedido al Almirante poder para dar aquel título, porque à ellos pertenecia privativamente; algu nos años despues se le confirmaron, y en verdad que era sugeto muy acreedor à esta tan alta dignidad, pues D. Bartolomé no era menos aventajado que su hermano D. Cristobal. Aun se observa en las historias que D. Bartolomé, fué maestro del Almirante, de cosmografia, y tambien de geografia, to que dió á entender que era su hermano mayor: su conducta era muy medida y sabia: pasó por uno de los hombres mas valientes de su tiempo, era liberal y de Animo generoso, y como dice Herrera era áspero de condicion, y

fibre, eausa por donde le aborrecieron muchos: mejor se deberà decir que la envidia quiso obscurecer sus virtudes con esta nota, y es cierto que en varias ocasiones la emulacion maligna desbarató las medidas cuerdas de estos dos hermanos por el sentimiento que causaba la prepotencia y grandeza de estos pilotos estrangeros.

Con la ayuda y consejo del hermano, descansó el Almiran-` te y viviò con mucha quietud. El sccorro de víveres que le habia traido no podia haber venido á mejor tiempo; pero no alcanzaban para tanta gente: volvió á esperimentarse la hambre que produjo muchos desórdenes. El mayor daño provenia de la tropa que estaba bajo las órdenes de Pedro Margarit. Este oficial á quien se habia confiado el mando de un buen número de tropas, para que corriese la isla y la redujese á la obediencia de los Reyes católicos, especialmente la provincia de Cibáo de que se esperaba la ma. yor utilidad con el encargo de contener sus soldados en la mas exâcta disciplina, para quitar à los indios todo motivo de queja; hizo todo lo contrario, porque luego que partió el Almirante se fué con su ejército á la Vega Real, que dista diez leguas de la Isabela, alojó à los soldados en aquellas poblaciones donde vivian sin regla ni disciplina, pues era mucho pedir que un soldado inal comido no lo fuese à buscar con armas en la mano, asi como no podian los pobres indios contribuirles tanta cantidad de víveres, como pedian; les tomaban por fuerza lo que tenian, y abandonandose á todo género de licencias militares los soldados cometieron para con los pobres isleños las mas excesivas violencias. Pensaron entonces los naturales como habian de echar á los cristianos fuera de su tierra, comenzando à experimentar que no tenian que esperar de semejantes gentes amparo alguno, ántes bien mucho que temer de su parte. Coligáronse los cuatro Reyes principales de la isla con sus caciques subalternos, (menos el Rey del Marien) para espeler á los castellanos que ya aborrecian hasta los que no los habian visto con la fama de sus vejaciones y mala conducta. Cuantos castellanos caian en sus manos desprevenidos, à tantos mataban de un modo cruel; muchos de ellos que se habian refugiado en un ja~ cal, ò casa de paja, fueron quemados en el sin remedio. Luego que supo lo que pasaba D. Diego Colón gobernador de la Isabela y presidente del consejo, fundado por el Almirante, hizo que los del consejo reprendiesen à D. Pedro Margarit, porque no reformaba la vida licenciosa de los soldados: comenzó á responderles con desagrado, enviándoles cartas muy desvergonzadas. Se retiró à la fortaleza de Santo Tomás dejando á su tropa entera libertad, pala procurarse bastimentos por las vias que quisieron, porque ya les apuraba la hambre, y à él como á todos, y no era solo este azʊte el que le atormentaba, padecia (47) de antemano gravísimos dolores, que no le dejaban descansar, ni de dia ni de noche, oca

[47] P, Charlevoix hist. de Santo Domingo ó española, pág.

116. tom. 1.

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sionado por el virus venéreo que le habian regalado unas indias principales. (48) Pensando Margarit que la causa de aquellos dolo es era por la intemperie del pais, y por sus malos alimentos, resolvió volverse à España, y con este fin se fué à la Isabéla, y como estaba disgustado con el gobernador cuya nobleza nueva le chocaba, engreido él por su gran nacimiento le trató con tanto desprecio que nó se dignò hacerle una visita: trató luego de hablar mal de los colones con algunos de su bando, á los que se agregó el padre Bóil, quien tuvo la imprudencia de publicar que queria ir á desengañar á los Reyes católicos sobre las pretendidas minas de Cibáo que les habia informado el Almirante. De las amenazas pasaron á los efectos. Pedro Margarit y el padre Bòil se embarcaron en los tres navios que llevó D. Bartolomé Colòn para volverse á Castilla. Llegados á la córte, informaron contra los colones, diciendo todo el mal que pudieron de ellos, añadiendo que no habia oro, y que todo era burla y embeleco cuanto el Almirante de. cia: que verdaderamente habia tal cual grano de este metal en la isla Española, que se acabaria bien pronto, y que por tan poco no convenia sacrificar tanto hombre de bien, ni hacer tantos gastos: que si con todo eso se hallaba por conveniente mantener alguna colonia en aquellas partes, que se haría preciso enviar à unos gefes mas capaces para su gobierno que no los tres hermanos genoveses. Oviedo dice, (49) que estaban ya bien informados los Reyes de las vejaciones que se hacian de nuestra parte á los miserables indios, motivo porque llamaron à esos dos personages, y que se dignaron oir principalmente al padre Bóil y a otros quejosos, para instruirse mejor de las cosas del Almirante, las que sus émulos hacian por ventura mas criminales de lo que eran; pero hay apariencias de que se engaña este autor en esto, y Herrera (50) por su lado dice que volvió á Castilla Margarit, temiendo el castigo que se merecia por su desobediencia, y los desórdenes que consintió a su tropa, llevando consigo à Fr. Bóil con algunas personas de su partido: lo mismo dice D. Fernando Colón que queriendo Margarit ser superior à todos por no esperar al Almirante á quien habia de dar cuenta de su cargo, se embarcó sin dar otra cuenta de sí, ni dejar órden alguna à la gente que le habia encomendado; (51) de cualquier modo que halla sido el viage, sin licencia ó con ella á España de D. Pedro Margarit, aquí fuè donde se terminò el apostolado del padre Fr. Bernardo Bóil, (52) el primero que como dice Honorio Filopóno, haya predicado á Jesucristo en el

[48] Tambien en México se hacen estos obsequios.

49

50

Gonzal. Fernand. de Oviedo crón, de las ind. lib. 3. c. 3.
Herrera decad. 1. lib. 11. p. 49.

511 Ferdinand. Colón. cap. IX. pàg. 59 mihi.

[52 ¿Qué hubiera sido de la religion si los apóstoles de Jesucristo hubieran tenido las mañas y conducta de este fraile? E. E.

nuevo mundo, creyendo que era monge benito, y hablando muy á mal de los padres jesuitas que no le dan la preferencia sobre San Francisco Xavier.

Pero volviendo á la vuelta precipitada á Castilla de Pedro Margarit con el padre Bóil, apenas habian partido de la Isabela, cuando entró el Almirante en ella previendo mas sin remedio las consecuencias del viage del gobernador y del vicario apostólico. Luego que supo Guacanagari Rey de Marién, la arribada del Almirante fué à visitarle, significándole cuanto le pesaba de su enfermedad y trabajos, y le dijo que no habia podido impedir las desgracias y muertes sucedidas á los cristianos: que él era su ami→ go, como lo habia probado en diferentes ocasiones: que por esto le querian mal todos los de la isla, y se ofreció á acompañarle con sus vasallos para pacificar la isla, y vengar las injurias que le habian hecho. No despreció el Almirante su oferta, y resolvió marchar en persona contra los caciques; pero antes reflejando, que si entraba en campaña con las pocas tropas que le quedaban, podian juntarse innumerables indios que sin duda lo habian de acabar, determinó atacar á sus enemigos unos despues de otros, y de emplear la astucia, maña y sorpresa, antes que declararse abiertamente con todas sus fuerzas. Como Caunábo Rey de Maguána, era sin con◄ tradiccion el mas terrible y poderoso de todos los caciques, trató el. Almirante de asegurarse de él, y sabiendo que éste príncipe apreciaba mas el latón que el oro, y que tenia muchas ganas de tener en su poder la campana de la iglesia de la Isabéla porque le parecia que hablaba, aprovechose de estas noticias para cogerlo de sorpresa, y encargó á Ojeda la ejecucion de su intento. Este capitan que mandaba en la fortaleza de Santo Tomás, despues de haber recibido las instrucciones del Almirante, partió con hombres de á caballo, bien armados para ir á la Maguána, donde residia su Rey Caunábo, habiendo antes hecho correr la voz de que iba cargado de regalos para ese príncipe, con quien querian los casteIlanos entablar una amistad firme y durable. La poca comitiva que llevaba el capitan Ojeda no dió lugar á sospechar el misterio que encerraba esta embajada, y asi fué recibido con mucha magnificencia. Ojeda presentó al Rey los regalos que se le habian preveni◄ do, dándole el acatamiento debido, acompañado de espresiones muy afectuosas de parte del Almirante, y de grandes quejas sobre los grandes preparativos que se hacian en toda la isla contra los cristianos, que no deseaban otra cosa que vivir en buena armonía con sus vasallos y todos los isleños: propuso despues varias condicio nes muy racionales y ventajosas á los vasallos de Caunàbo, y que el vínculo de la union de entrambas naciones habia de ser la campana mayor de la iglesia de la Isabela; entre tanto añadió el capitan Ojeda (53) „mi general me ha mandado, señor, poner en tus

nueve

la

[53] Primera hazaña de los españoles muy propia de gratitud y valor de estos gefes: ella fué el typo de la que eje

manos un regalo raro y tan especial, que no se ha hecho semejante à otro príncípe: diciendo esto, le enseñó unos grillos y unas esposas, muy pulidos y bruñidos que parecian plateados, y le dió a entender que era costumbre de los Reyes llevar estas insignias á los pies y á las manos, que él se las pondria y vendria à caballo, y pareceria delante de sus vasallos como los Reyes españoles. Dió tontamente el príncipe en la trampa, y se dejó llevar donde estaban los compañeros de Ojeda: pusiéronle los grillos, y el embajador que tenia su caballo pronto, mandó que asì con las esposas lo subieran á las ancas de su caballo, y con sogas hizo que atasen su cuerpo con el suyo: luego se fué alargando al galòpe, y caminando aprisa, llegó á la Isabela con Caunabo, y se le entregó al Almirante, que tuvo un gozo muy grande, (54) por ver asegurado al único enemigo que tenia en la isla. Este cacique sufrió su desgracia con ánimo muy constante, y cuando entraba el Almirante á verle, nunca le hacia reverencia, sino á Alonso de Ojeda, y preguntado por el Almirante por qué se portaba de este modo, respondióle que jamás se humillaria delante de un traidor que no habia osado ir en persona de este modo á ejecutar su traicion, que valía mas su oficial que él, pues habia tenido valor pa ra irle á prender. Esta altivéz costó la vida á éste infeliz Rey, y el Almirante no queriendo mandarle dar la muerte, determinó em◄ barcarle en un navio que despachaba para Castilla, el que habiendo naufragado se ahogó Caunabo, y pereció todo el equipage. (55) Pedro Martir de Anglèria, hablando en contra de los pobres indios, porque quizás así lo hacian por entonces los que escribian à la córte, refiere el hecho muy de distinta manera. ,,Di,,ce, pues, que habiendo querido Ojeda persuadir á Caunábo à que ,,se fuese á ver con el Almirante, que el cacique consintió en ello; „pero con el dañado intento de matar à Colón, llevando con este „fin una numerosa escolta consigo; y preguntado por Ojeda, que ,,por qué llevaba tanta gente, le habia respondido que no le con,,venia caminar con menos comitiva; que entonces creyó Ojeda que „lo mejor era prevenir sus intentos, y fraguó el modo de asegurar

cutó Hernan Cortés en México con Mocteuhsoma. De casta le viene al galgo el ser rabi-largo. La lectura de este hecho estomága al hombre mas ruin y prostituido.

[54] Poco despues fué llevado el mismo Colón á España con una barra de grillos: así pagó el cielo este gozo criminal.... esta perfidia inaudita. ¡Qué justo es Dios!

[55] Sí, pereció con una inmensa riqueza, y con un grano de oro que habia servido de mesa á los españoles, el mayor que ha conocido el mundo. Véase el capítulo 14 de este tomo, ¿y se quejaràn los españoles de la pérdida de las Américas?... Dejara Dios de ser esencialmente justo si no hubieran recobrado su libertad; cotejen sus procedimientos con la clemencia y generosidad con que han sido tratados.

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