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con verduras y labores de diversas plantas; es cierto que es la isla amenísima, y sus árboles frondosos: tenia calles enteras de naranjos, frutas de la tierra, como plàtano, piñas, zapotes, guanabanas, chirimoyas, y muchas otras circunstancias apetecibles á los pobres navegantes, que no refiero por no dilatar mas esta narracion. Despues de haber descubierto el Almirante lo que llamamos las pequeñas Antillas, llegó el viernes veinte y dos de noviembre por la parte del norte de la isla de Porto-Rico ó Boriquén á la Española, y desembarcò en la bahia de Samaná que habia llamado Puerto de Plata: allí echò à tierra uno de los indios ya bautizados que llevaba consigo, para que refiriese á los indios las grandezas de Castilla, y los indujese á la amistad de los cristianos; pero nunca mas se supo de él despues, que desde luego se debió de morir: pasó adelante á surgir à Monte Cristo, y despachó la lancha á tierra, donde no se vió gente alguna, tan solamente se encontraron dos hombres. muertos á la orilla del rio, que tenian al cuello unas sogas de es parto, los brazos estendidos y atadas las manos à un palo en forma de cruz; pero no se pudo distinguir, si eran indios ó cristianos, de que se formó sospecha que los habian ahorcado, y se tuvo á mal aguero. Con esta noticia envió el Almirante mas gente por diversas partes para saber de los castellanos que habia dejado en la villa de Navidad, y estando ya le flota anclada á la entrada de Puerto Real mas abajo del paraje donde se habia hecho la fortaleza, llegó una canoa con dos indios que preguntaron por el Almirante, pero no quisieron entrar hasta ver y conocer al este, que se vió precisado à salir á hablarles, y entonces sin temor alguno le saludaron los indios de parte del Rey Guacanagari, diciendo que se le encomendaba mucho, y en su nombre le presentaron un regalo de máscaras y oro muy competente. Preguntándoles, el Almirante por los cristianos que habia dejado con ellos, respondieron que algunos habian muerto, y que otros habian ido tierra dentro con sus mugeres: bien coligió el Almirante que todos ó la mayor parte habian muerto, no obstante hubo de disimular, y vol iò à enviar á los indios con un presente de varios dijes y Costillas de laton para su amo Guacanagari, y el dia veinte y ocho de noviembre entró con su armada en el puerto que está adelante de la villa de la Navidad, y la halló toda quemada, siendo el primer espectáculo que ofreció á la vista de los cristianos ver las ruinas de la fortaleza, sin que aquel dia viesen por todo aquel contorno persona alguna. Salió el Almirante á tierra, y tuvo la mayor pena de no hallar á quien preguntar, y de ver el estado de la fortaleza y de las cosas de los españoles; cerca de ella se hallaron unos cuantos cuerpos muertos recien enterrados, y mas adelante otros, y conocieron eran cristianos en algunos vestidos, y parecia que no habia mas de un mes que habian sido muertos. Mientras deliberaba el Almirante sobre el partido que debia tomar en una coyuntura tan triste y delicada, vino á hablarle un hermano del Rey de Marien, acompañado de algunos indios, los cuales ya sabian.

decir algunas palabras españolas, y manifestando en la tristeza de su semblante su pena; le dijo: „Os causará admiracion sin duda, ,,señor, el ver el estado tan deplorable de vuestra fortaleza y guar nicion, y quizás habreis sospechado ya alguna traicion de parte ,,de mi hermano; pero escuchadme un rato, y confesareis entonces ,,que mi hermano Guacanagarí ha sido en tu ausencia tu mas fiel ,,amigo, pero sí el mas desgraciado de los hombres. Apenas par,,tisteis, señor, que los vuestros comenzaron á estar desconformes „entre sí, todos querian mandar y ninguno queria obedecer à su su ,,perior; cada cual iba por donde le parecia, y donde dirigía sus „pasos, no era mas que para ejecutar violencias con nosotros; ro,,baban insolentemente las mugeres y todo el oro que podian, y co,,metian otros graves desórdenes: mientras no se estendieron sus ve. ,,jaciones mas que sobre los vasallos de mi hermano, no tenian ,,ciertamente que temer, porque no pensàbamos sino en huir de su ,,encuentro con la esperanza que habias de volver presto, para ha,,cer cesar tanto desórden; pero luego que se metieron por las tier,,ras de otros caciques, no fueron recibidos con igual miramiento, ,, á cuantos pudieron coger apartados, á tantos mataron, sin dar. ,,les cuartel alguno. Algunos penetraron hasta las uninas de Cibao, que caen en los estados del cacique Caunabo, el cual despues de ,,haberlos hecho dar muerte, vino á poner sitio à la fortaleza con ,,mucha gente, donde no habia mas de diez personas con el co,,mandante D. Diego de Arana, que perseveraron con él, y se de❤ ,,fendieron con mucho valor; pero una noche llegó Caunabo à po,,ner fuego à las casas y á la fortaleza, y no fué posible apagarlo: los cristianos sitiados huyeron temerosos al mar, donde se aho,,garon, y los demás se habiau esparcido por la isla. Mi hermano ,,Guacanagari salió con diligencia a pelear con Caunabo, para de,,fender á los cristianos sus amigos y aliados, y ya que no los pudo ,,libertar, quiso vengarlos: vinieron à las manos ambos caciques: ven,,ciò à Caunabo, mas quedó herido, y cediendo à la fuerza, hubo ,,de retirarse, y todavia no está sano de sus heridas. Este es el único motivo que le ha impedido de venir en persona à mani,,festarte el sentimiento que le ha causado la desgracia sucedida á ,,los de vuestra nacion."

Aunque éste discurso del hermano del Rey de Marien estaba -concorde con la relación que algunos cristianos enviados por el Al mirante, para informarse del hecho habian traido, de que habiendo llegado al pueblo principal donde residia Guacanagari, le vieron malo de las heridas, con que se escusó de no poder ir á visitar al Almirante, no quedó enteramente persuadido este gefe: no falta ron muchos del ejército, y el principal fué el padre fr. Bóil, que - aconsejaba que se prendiese á Guacanagari, porque habian queda do encomendados à él los cristianos hasta que diese mejor disculpa, y se descargase mejor de la muerte de los españoles; y en verdad parece que se podia sospechar que él mismo habia hecho el daño que achacaba à Caunabo: muchos lo han creido asi por

en la

Indicios muy convincentes, que podian provenir tanto de parte de la tim.déz natural de esos pueblos, como del testimonio de una conciencia culpable. Dice Pedro Martin de Angleria (autor fàcil en dar crédito à los primeros rumores populares, como lo han obser vado juiciosos críticos) que fué el Rey de Marien ciertamente convencido de haber sido el que mandó matar á los cristianos: que su herida fuè fiugida, y que el Almirante se disponia á tomar una jus. tisima venganza de su perfidia; pero otros historiadores mas clásicos y mejor instruidos, lo hacen inocente, y como se verá série de esta historia la conducta de Guacanagari, siempre tan afecto à los españoles, abona sobradamente su sincerida é inocencia en este cas de que se trata. Lo cierto es que el Almirante tomó el mas sábio partido, dejando à un lado su desconfianza, y no admitiendo los consejos violentos que le daban. „No resucitarémos los muertos (les decia) no conviene entrar en la tierra castigan„do, y pues no podemos establecernos en ella sin consentimiento de su dueño, ¿por qué con una guerra que se puede escusar nos he„mos de exponer à sus contingencias? bueno será asegurarnos pri,,mero, fortificar y poblar viviendo sobre la desconfianza, y con el tiempo ir averiguando el caso, y si se hallase culpado el caci ,,que, no se nos escaparà sin llevar el merecido castigo." No quiso Colòn dar aun á conocer que sospechaba de la fidelidad del Rey de Marien: quiso cultivar su amistad, y como le habia enviado à rogar por los cristianos que fuese á visitarle, pues que se hallaba tan malo que no podia salir de casa, luego el Almirante le fué à hacer la visita, y el cacique le conto con señas de gran sentimiento lo que habia sucedido como se ha espresado. Despues de haber hablado un rato, regaló este príncipe al Almirante ocho ceñidores de cuentecillas de unas piedrecitas de distintos colores, muy estimadas de aquellos isleños que llamaban civas: tres calabacillas llenas de granos y polvo de oro: una corona de oro, y mas de cien tejillos del mismo metal, y el Almirante en retorno le dió muchas cosillas de quincallería, que fueron mas estimados del cacique, que todo el oro de las minas de Cibáo. No obstante que estaba gravemente enfermo, quiso ver la armada, y lo que mas le gustaba eran los cabaItos, y para complacerle Colón hizo picar algunos en su presencia. Consideran lose el Almirante seguro de aquel príncipe, y teniendo ya bien confirmada su lealtad, trató de formar un establecimiento sólido pa a precaver estos y otros daños de la naturaleza del referido, y para reparo de lo que en adelante se ofreciese. Bien hubiera deseado fundar en el reino de su amigo Guacanagari, pero no hallaba que la provincia del Marien fuese à propósito, por ser tierra baja, y como se encharcaban las aguas la volvian mal sana, y à mas de esto no habia piedras ni materiales para edificar: fue ra de eso queria acercarse à las minas de Cibao. Resolvió, pues, que lo mejor era ad·lantarse àcia el léste, y el dia siete de diciembre salió de Puerto Real con toda su armada, con el intento de surgir en Puerto de Plata, cuyo país le habia parecido hermoso,

y fértil, y buscar allí buen asiento para poblar. Pero fueron tan contrarios los vientos, que se vió en gran trabajo, de tal suerte que hubiera perecido en la costa à no haber aparecido como à dos leguas del léste de Monte Cristo un rio grande que salia à la mar, donde entró. Tiene este rio como cien pasos de ancho, y forma un buen puerto, aunque descubierto por el norte: domina el puerto una cordillera de montes, y desde la cima se descubre una yega muy graciosa. Hizo el Almirante reconocer el pais, y le aseguraron que sus tierras eran muy buenas, y podian ser mas fértiles sangrando el rio que se podia pasar por acequias el agua dentro de la pe blacion, y para hacer molinos, y conseguir otras comodidades para edificar: que se encontraban en cualquiera parte piedras buenas para fabricar, y otras de cal para hacer mezcla. En vista de estos, buenos informes, determinó el Almirante poblar alli: mandó desembarcar la gente que venia bien cansada, y trazò el plan de la ciudad que queria fabricar sobre una plataforma bastantemente ancha situada y rodeada de montes, y como cada cual metia mano á la obra, bien presto tuvo la colonia en que alojarse, y ponerse á cubierto: era lo mas urgente y no se necesitaba mucho tiempo, ni el mayor empeño para hacer casas de madera, de paja, y de hoja de palmas. Mas tiempo se gastó en fabricar la iglesia, el arsenal, y la casa del gobernador, porque se hicieron estas fabricas de piedra y cal de que habia abundancia, y despues se fueron haciendo las casas públicas de piedra, las demás de madera y paja, conforme la posibilidad de cada uno. Esta nueva ciudad fuè la primera que se fabricó y fundó por los europeos en el nuevo mundo, y el Almirante la puso el nombre de Isabel, en memoria de la Reina Doña Isabel. Corrió el padre fr. Bernardo Boil con la fabrica de esta primera iglesia (42) de las Indias tratando desde luego de edificar un monasterio para vivienda de sus misioneros, siendo la primera diligencia á que debia atender, y en efecto no perdieron tiempo el vicario apostòlico y sus doce compañeros; porque apenas pusieron pie en tierra en la isla, y concluyeron su iglesia y convento, que comenzaron à trabajar en la conversion de los indios; aunque se puede decir con Gomara (43) que la habian principiado los Reyes catòlicos que sacaron de pila los indios que recibieron la gracia del bautismo dignándose de ser sus padrinos. (44) Que el vicario apostólico (el padre Bóil) fabricase la iglesia primitiva de I:s Indias consta de los autores que con gran diligencia registró el citado D. Gabrel de Cárdenas, siendo repugnante como se ha dicho que el padre Marchéna acompañase á Colón en su primero y segundo viage,

[42] D. Gabriel de Cárdenas. Prólogo à los comentarios del Perú Circafinem,

[43] Francisco Lopez Gomara fol. 3 hist. Indiaş ibid, cap. milagros, conversion fol. 19 parte 1.

[44] Gonzal. Fernand. de Oviedo, lib. 2 cap. 7 crón, ind, est por Cardenas prólogo ut supra.

y en caso de haberse fabricado en la Navidad iglesia macisa, y convento de ramas en memoria del padre fr. Juan Perez de Marchena por los franciscanos que segun mi congetura, fueron con Colón en su primera navegacion. Como halló el Almirante en su segundo viage destruido su presidio y abrazado, y en consecuencia ni rastro quedaria de la iglesia y casa Pereciana, que quiere Oraldo fuese la única que hubiese y encontrase el padre Bóil; de todos modos le fué preciso al vicario apostólico erigir iglesia, y alojar á sus compañeros los que de pronto tal vez fabricaron casas pajizas sueltas al derredor de la iglesia hasta tanto se pudiese hacer un monasterio formal donde pudiesen acomodarse; siendo mas verosimil que por la diversidad de institutos de sus misioneros cada cual quisiese vivir aparte por entonces.

Estando la gente entretenida en la construccion de esta nueva ciudad, y de sus casas, se hicieron sentir los efectos de la ham. bre; sea porque no hicieron bien las provisiones dé boca; sea que por el poco cuidado en su distribucion y guarda, estaban escasas y podridas, añadiendose la fatiga del viage, el trabajo continuado de las obras en el que todos estaban iguales, la mudanza de temperamento, y los excesivas calores; comenzaron los nuestros à enfermarse de golpe, y el Almirante como que llevaba todo el peso de la flota, y de todo lo que se disponia en tierra para corresponder á las esperanzas que de él se habian concebido en tan importante negocio, cayó primero enfermo, y aunque en cama, solicitaba la obra de la villa y daba calor á los trabajos, aprovechándose como hábil político de las disposiciones en que hallaba á los suyos, que con la esperanza de enriquecerse no perdonaban cualquiera fatiga sufriendo con entereza los rigores del hambre y de la necesi– dad; y para entretenerlos con sus esperanzas de una fortuna muy grande y cercana, determinó enviar à reconocer las minas de Cibào; mas como por su enfermedad no podia ir en persona à saber do que creia ser Cipango encargó esta comision á Antonio de Ojeda, esforzado capitan, dándole un destacamento de quince soldados bien armados. El capitan Ojeda era hidalgo que habia servido al duque de Medina Sidonia, de cuerpo pequeño, pero se decian cosas increibles de sus fuerzas y agileza, de un animo intrépido y grande, capaz de mayores empresas, mas ambicioso que nadie, de un corazon muy altivo, nada interesado, y de un genio muy fecundo en arbitrios: ninguna dificultad apocaba su gran valor; pero era desgraciado en sus empresas, tanto que zozobraba en las mas bien concertadas. Luego que salió el capitan Ojeda de la Isabel, caminó ocho ó diez leguas por un país despoblado, y entrando por una cañada de montes muy estrecha, dió en una hermosa vega llena de poblaciones bien cultivada, y entrecortada de un gran número de arroyuelos, que van por la mayor parte à dar al rio Yaqui. Desde donde estaba Ojeda no tenia que andar mas que diez ó doce leguas para ganar las minas de Cibáo; pero como todos los caciques, le recibieron con mucha cortesìa, y tenia que atravesar muchos arro

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