Imatges de pàgina
PDF
EPUB

CAPITULO 5.°

Continua su viage el Almirante para Castilla. Llega á Lisboa. Lo que le sucediò en la córte de Portugal, y al fin llega al Puerto de Palos.

era

Partiò el Almirante á Castilla de la isla de Santa Maria el domingo veinte y cuatro de febrero, con buen tiempo, y despues el dos de marzo estando como cien leguas distante de las costas de España, sufriò una gran tormenta, no menos larga y cruda que la primera, que lo echò sobre las costas de Portugal, Cambió el viento un poco, y pudiera haber seguido su derrota para España; pero como estaba todavía la mar agitada, se viò precisado á entrar en el rio de Lisboa, y al instante despachò correos á los Reyes católicos de su venida, despues diò aviso al Rey de Portugal, pidiendo licencia para surgir en el puerto de la capital, que obtuvo; mas apenas habia echado las anclas, cuando el patron del galeon, armado de guardia le vino á decir que fuese á dar cuenta con él de su venida á los ministros del Rey. D. Cristobal Colón respondió que los Almirantes de los Reyes de Castilla como él, no estaban obligados á dar cuenta á nadie. Entonces se le dijo que enviase à alguno de su parte: no quiso el Almirante, diciendo que todo uno, ir él, ó enviar à alguno, aunque enviase un grumete: que no po. dia desamparar su navio, ni estaba obligado á ir donde lo llamaban. Dijo el patron que pues estaba en aquella determinacion, á lo menos le manifestase las cartas y comisiones de los Reyes católicos, para que le constase, y poder satisfacer á su capitan: le enseñó sus patentes el Almirante, y el patron del galeon se volvió dando cuenta á su capitan D. Alvaro de Acuña, quien al punto que lo oyó, fué à la carabela del Almirante con grande estruendo de artillería, y le hizo sus ofrecimientos. Luego que se supo en Lisboa que el Almirante venia de las indias, acudió muchísima gente àcia el puerto á la novedad, y se cubrió el mar de barcas portuguesas, queriendo cada cual ver aquellos hombres venidos del otro mundo, y á los indios con deseos de informarse del detalle de un acontecimiento tan grande. El dia siguiente recibió una carta del Rey de Portugal, alegrándose de su venida, rogándole que no se fuese sin verle, sobre lo cual dudó el Almirante lo que habia de hacer, y por no mostrar desconfianza, se determinó á dar gusto al Rey, que habia mandado se le diesen refrescos y todo lo que necesitase para sí y su gente de valde, y le aseguraba que no se le haria violencia 'bajo su palabra real: fué á dormir á Sacabén donde fue recibido magníficamente, y otro dia llegó á Valparaiso, donde estaba el Rey, que mandó saliesen á recibirle todos los nobles de la córte, y le hizo mucha honra mandandole se cubrie se y sentase. Despues de haberse entretenido el Rey con él, ing

formándose de las particularidades de su viage, le dijo, que segun las capitulaciones que habia entre él y los Reyes católicos, le pertenecía aquella conquista. Respon lió el Almirante que no sabia nada de tales capitulaciones, y que lo que á él se le habia mandado, era que no tocase á la Guinéa, y minas de Portugal, y que así lo habia observado. Despues de un buen rato se terminó esta audiencia con cumplimientos y ofertas de parte del Rey. Quedó la córte admirada de ver aquel piloto que pocos años antes tenian por un hombre plebeyo y lleno de ideas quiméricas. Respondió á todas las preguntas del Rey con gran juicio y seriedad, y conforme á la dignidad de un Almirante y virey. Entonces fué cuando se tuvo el grandísimo sentimiento de no haber admitido la propues→ ta de Colón tan felizmente ejecutada y verificada, que se habia desechado con tanto desprecio, y à la sazon era tan ventajosa para la España. Fué tanto el despecho, que hubo quien ofreciese al Rey de matar al Almirante para que no se supiese lo que habia descubierto; pero el Rey tuvo horror de semejante proposicion, y no lo consintió.

Mandó al prior de Crato, que era la persona mas principal, que estaba cerca de la suya, que le hospedase; tuvo segunda audiencia del Rey, que le mostró mucho amor y le hizo muchos ofre cimientos: colmado de honras el Almirante se despidió del Rey, y le acompañaron todos los caballeros de la córte. Mandó su Magestad á D. Martin de Noroña que le guiase hasta Lisboa; pasó por la Villa Franca donde se hallaba la Reina que deseaba verlo: la besó la mano, y en habiéndola dado cuenta de su viage se partió muy agasajado y favorecido de la Reina; alcanzóle un gentil hombre del Rey, que le dijo en su nombre, que si queria ir por tierra à Castilla le mandaria acompañar y hospedar por todo el camino, dándole todo lo que fuese menester hasta los confines de Portugal. Recibió estas ofertas con la veneracion debida, mas no las admitiò, y el dia trece de marzo se hizo á la vela para Sevilla, con viento tan favorable, que el viernes quince à hora de medio dia entró con la maréa por la barra de Saltes, y surgiò en el puerto de Palos, de donde habia salido á tres de agosto del año antecedente de mil cuatrocientos noventa y tres; de manera que tardò en su viage siete meses y medio: tèrmino bien corto para tan sin. gular hazaña como la que ejecutò descubriendo con indecibles trabajos las islas de esta parte del Norte, que llaman de Barlovento, y haciendo el mayor viage en alta mar, que de memoria de hombre se habia emprendido, cuyas circunstancias tráen el historia◄ dor Antonio de Herrera y D. Fernando Colón muy por menudo, y con grandísima exâctitud refiriendo todo este viage; por lo que no me he detenido en detallarlo con prolijidad, sino apuntando lo que me ha parecido digno de una clara y sucinta relacion.

CAPITULO 6.o

Dá parte el Almirante de sus descubrimientos al Rey catòlico, quien le confirma sus privilegios, y honras. Se alcanza del Papa la aprobacion de la conquista.

Saltò en tierra el Almirante en Palos de Moguér, donde fué recibido à son de todas campanas, y con grande regocijo de toda la villa, admirando sus vecinos hazaña tan estraña, que nunca pensaron ni imaginaron que podia acabar tan dichosamente. Hacian gran misterio de que el Almirante hubiese salido de aquel lugar, y llevado la mayor y mas noble gente de aquella tierra conio eran los Pinzones, aunque uno de ellos usase alguna perfidia y desobe diencia. Súpose entonces que la carabela Pinta, que por la tempestad se habia separado del Almirante, habia arribado á Galicia: su capitan Pinzón fué en derechura á Barcelona en el mismo tiempo que Colón estaba aun en Palos, à dar cuenta del suceso á los Reyes catòlicos, quienes no le quisieron dar audiencia; mandaronle decir que no viniese sino con el Almirante, que era á quien habian enviado al descubrimiento, de que tuvo tanto pesar y enojo que se fué á su pátria indispuesto, y murió dentro de pocos dias. Otros historiadores dicen que llegó Pinzón con su carabela á Palos en la tarde del mismo dia que entró en ese puerto el Almirante, que sintió mucho ese encuentro inopinado, y tanto mas que Colón se habia que jado de que por su desercion no habia podido reconocer las minas deCibào, de donde se pudiera haber traido mucho oro á España. Que de este modo, no obstante el perdon que la habian concedido, temió que le arrestasen en Palos, motivo por qué salió al instante de aquel puerto y volviò luego que supo que ya no estaba allí el Almirante, pero tan gravemente enfermo, que de allí á poco murió de congoja. De cualquiera suerte que haya sucedido este caso, fué recibido Colón de todo el pueblo de Palos con los mismos honores que se hubieran hecho al Rey: se cerraron las tiendas: se repicaron todas las campanas de la villa, y las demostraciones fueron del mayor aplauso. Recibiò el Almirante estas muestras de honra con gran modestia, y luego que se desembarazó, dió aviso à los Reyes católicos de su llegada, y envió un sumario de lo que habia sucedido: despues se fué á Sevilla llevando consigo siete indios que le habian quedado, habiendose muerto los demás en la mar, con intencion de ir à Barcelona donde estaban los Reyes catòlicos. Alcanzóle en Sevilla la respuesta, y en el sobre-escrito decia la carta A D. Cristobal Colón, nuestro Almirante del Mar Occeano, Virey y Gobernador de las Islas que se han descubierto en las Indias. El tenor de la carta se reducia á felicitarle de su viage y empresa, que no tenia igual desde la fundacion de la monarquía, A ofrecerle mercedes y honras, con muchas muestras de estimacion

*

y benevolencia, mandandole que se diese priesa para ir à Barcelona á fin de que se tratase cuanto antes lo que convenia al bien de los descubrimientos comenzados, y que entretanto viese sin pérdida de tiempo lo que convenía dejar ordenado en Sevilla. Contesto luego à esta carta el Almirante incluyendo dentro un memorial circunstanciado de todas aquellas cosas que juzgaba necesarias para volver á las indias, y se encaminò á Barcelona siendo para él un continuo triunfo; porque era tanta la admiracion de los pueblos por donde pasaba, que de todos concurria mucha gente á las calles y caminos, para ver los indios y las otras cosas que llevaba nunca vistas en Castilla. No se cansaba el tropél de las gentes en mirar á este hombre tan singular, que por derroteros desconocidos á toda la antigüedad, habia sabido encontrar un mundo nuevo; ¡icaba mas la curiosidad de los pueblos la diferencia grande que manifes taban los indios en su color, facciones y trages de nosotros, lo que movia á considerarlos como hombres de otra especie y naturaleza. Llegò en fin à Barcelona á mediados del mes de abril; mandòsele hacer un solemne recibimiento, como hombre que tan gran servicio acababa de hacer á la España: sal.eron á recibirle cuantas personas habia en la ciudad y en la cò te para honrarle mas, le esperaron los Reyes catòlicos sentados públicamente, y con ellos el príncipe D. Juan, con toda magestad y grandeza, en riquísimas sillas, debajo de docél de brocado de oro, y cuando llegò el Almirante á besar la mano à sus Altezas, hicieron la demostracion de levantarse: diéronle la mano, mandàronle levantar y traer silla, y lo hicieron sentar. Despues le mandaron relatar en alta voz las circunstancias mas notables de su viage Obedeció, refiriendo con prudencia y modo, las mercedes que debia á Dios, descubriendo tierras donde vivian tantas naciones bárbaras, que por este medio y las protecciones de los Reyes catòlicos podian adorarle, y recibir la luz de su santo evangelio: persuadiò à sus Altezas cuanta su esperanza de descubrir mayores tierras, y habiendo contado en breve algunas cosas de las mas notables de su viage, los Reyes se levantaron, y todo el mundo à ejemplo de los Reyes, pusieron las rodillas en tierra, dando gracias a Dios y entonando el Te Deum por la real capilla; le dieron licencia para que se fuese á su aposento, á donde le acompañó toda la corte, y así estuvo en ella con tan gran favor y benevolencia de los Reyes, que cuando el Rey salia por Barcelona llevaba á un lado al Almirante y al otro al Infante, y hacía otras honras notables; por esto á imitacion del soberano, los grandes y otros señores se esmeraron en honrarle, Como Almirante y virey, y el cardenal de España D. Pedro Gonzalez de Mendoza fué el primer grande que le llevó á comer á su palacio; le sentó en el lugar mas principal de su mesa: le hizo servir la vianda cubierta, y que le hiciesen salva, y desde entonces los mas grandes le hicieron servir asi cuando le convidaban à comer. Muy contentos los reyes de las relaciones que

una

era

hizo de su viage, le admitieron en su consejo privado (22) y desde que dió a conocer el medio que habia hallado para conquistar estas ricas provincias resolvieron enviarle á ellas en calidad de Almirante de las indias, título que le confirmaron conforme se lo habian prometido ántes, y le otorgaron todos los privi legios que pidió. (23) El auto de esta concesion es de veinte y ocho de mayo de mil cuatrocientos noventa y tres. El Rey le ennobleció à él y à toda su posteridad, y á sus hermanos D. Bartolomé y D. Diego (aunque á la sazon no se hallaban en la córte.) Hizo muchas mercedes y liberalidades, concediéndoles el título de Don: logró toda la familia llevar armas magníficas; al primero (D. Bartolomé) se le permitió llevar las de Castilla, y al segundo (D. Diego) las de Leon; pero á D. Cristobal Colón el Almirante le dió el Rey por armas cinco íslas de oro sobre un mar de plata y azul, con un mundo y una cruz por basa permitiendole que tragesen debajo las armas propias de su familia, esta es de los mas antiguos colombos de Placencia; y unida á ella las de Castilla y Leon, y que pusiese por orla este mote.

Por Castilla y por Leon

Nuevo mundo halló Colón. (*)

Premio justo y debido, por haber emprendido un descubrimiento nunca imaginado que acrecentó tanto la monarquía española, y estendió en tanto grado la conversion de innumerables almas, que mediante ella (como piadosamente la ponderó despues Tomas Bocio) no hay hora de dia y de noche, en que no estén celebrando misas, cantando salmos y alabanzas á Dios, respecto de que cuando en unas partes de las provincias católicas amanece, en otras anochece, ó es hora de tercia, sesta, nona, vísperas ó maitines, y añade que esto parece estar profetizado en la Sagrada Escritura en algunos lugares. (24) (25)

Dícese que despues que Colón hubo relatado las circunstancias de su viage, queriendo los señores de aquel consejo donde fué colocado por el Rey, disminuir la gloria que tan justamente habia adquirido, opacaron mucho su descubrimiento y navegacion por parecerles muy fácil, segura y fuera de todo riesgo, á escepcion del que se suele correr de ordinario en la maı: añadiendo que cual

[22] Barros de cad. 1. Asiç lib. 3 cap. 11. Surita tít. 5 lib. 1. cap. 29: cit. por Aevry infra.

[23] Fleury hist. eccles. an. 1439 lib. 117 pág. 175. [*] Véase a Muñoz, historia det Nuevo Mundo, pàgina 165 que dice

A Castilla y

á Leon

Nuevo mundo dió Colón.

Este rubro está mas sencillo.

[24] Tomás Bocio lib. 9 de signis eccles. sig, 37 cap. 1. p. 76 vid. psalm. 18. Habacuc. cap. 3 Isa. cap. 6 Malach 11 [25] Esta grandeza desapareció en 1821.

« AnteriorContinua »