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„Ha cinco años, Señor, que partì de estos reinos para la tierra firme. En todo este tiempo no se ha hecho cosa buena, ni en servicio de Dios ni en el de V. M. Viendo, pues, que aquella tierra se perdia, que el primer gobernador de ella fué malo, y el segundo peor, y que todo se encaminaba alli mal, determiné pasar à España á fin de informar á V. M. de lo que pasa. En lo que toca á los indios, es muy estraordinario que se dispute todavia sobre un punto que tantas veces ha sido decidido en los consejos de los Reyes católicos augustos abuelos de V. M. Sin duda se ha tomado esta determinacion para tratarle con todo rigor, por haber reflexionado sobre el gènio y costumbres de los indios. ¿Para qué hemos de referir aquì las rebeliones y perfidias de tan indigna gente? ¿Se ha podido jamàs reducir los indios sino con la fuerza? ¿Quién ignora cuanto aprecian el oro, y de cuánta industria se requiere para sacarselo, siendo de suyo tan desconfiados? ¿No han tentado todos los caminos para acabar con sus amos, y substraerse de su nuevo dominio? Por noticias que tengo de los de la tierra à donde he estado, y de las otras partes de las Indias que de camino he visto, soy de sentir.... que han nacido para la esclavitud, y solo en ella los podrémos hacer buenos.... No nos lisongeemos: es preciso renunciar sin remedio à la conquista de las Indias, y à los provechos del nuevo mundo, si se deja á los bárbaros una libertad que nos seria funesta. ¿Pero qué hay que oponer contra la esclavitud á que están reducidos? ¿No ha sido siempre al privilegio de las naciones victoriosas, y la suerte de los bàrbaros vencidos? ¿Se portaron de otra manera los griegos y los romanos con las naciones indómitas que sujetaron con la fuerza de las armas? Si en algun tiempo merecieron algunos pueblos ser tratados con dureza, son sin duda los indios, mas semejantes à bestias feroces que á criaturas racionales. ¿Qué diré de sus delitos y de sus excésos, que dan vergüenza à la misma naturaleza? ¿Se nota en ellos alguna tintura de razon? ¿Siguen mas leyes que las de sus brutales pasiones? Pero dicen que por el rigor de sus amos y tiranía de sus repartimientos no abrazan la religion.... ¿Qué pierde la religion con tales sugetos? Se pretende hacerlos cristianos casi no siendo hombres. Digan los ministros que han entrado hasta aqui en sus tierras ¿cual ha sido el fruto de sus trabajos, y cuántos verdaderos proscélitos han hecho?... pero son almas redimidas con la sangre de Jesucristo: convengo en ello. No quiera Dios que yo pretenda abandonarlos, y para siempre sea aplaudido el celo de nuestros piadosos monarcas para atraerlos al rebaño de Jesucristo; pero sostengo que la esclavitud es el medio mas eficáz, y añado que es el único que se puede emplear. Siendo ignorantes, estúpidos y viciosos ¿cómo se les podrá instruir en las cosas cesarias, si no son reducidos à una servidumbre saludable? Tan ligeros é indiferentes para renunciar el cristianismo, como para abrazarlo, los vemos muchas veces salir del bautismo para seguir sus antiguas supersticiones. Convendrà pues no abandonarlos á sí mis

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mos, sino dividirlos en cuadrillas, poniendolos bajo la disciplina de los mas virtuosos españoles, porque sin esta diligencia en vano se trabajaria en reducirlos à la vida racional de hombres, y jamás se lograría hacerlos buenos cristianos."

Fué oido con atencion el discurso del obispo, y recibido segun las disposiciones diferentes de los animos. Habiéndolo acabado se encaró el canciller con el lic. Casas, y en nombre del monarca le mandò responder, lo que hizo en estos términos.

,,Señor.-Soy uno de los primeros castellanos que pasaron al nuevo mundo recientemente descubierto en el reinado de los invictos monarcas D. Fernando y Doña Isabél, predecesores de V. M. No me moviò ni la curiosidad, ni el interés, á emprender un viage tan largo y tan peligroso. La salvacion de las almas fué el único objeto de mis deseos. ¡Quisiera Dios que pudiera emplearme con todo el fruto que pedia una mies tan abundante, y que con la sangre de mis venas pudiera rescatar la pérdida de tantos

millares de almas sacrificadas infelizmente à la codicia ó á la impureza! He sido testigo ocular de la variedad de conductas que se ha tenido con los naturales de aquellas tierras. No acabaría jamás, y abusaría demasiado del honor que me hace V. M., si le hablàra con estension de tantos errores que he visto, ó he sabido por personas fidedignas. Me hé dado por entendido de ellos mas de una vez en este supremo consejo, y he informado á V. M. quien no habrà olvidado lo que en esta materia me he tomado la libertad de insinuarle; pero me parecería hacer traicion à la inocencia si dejara sin justa réplica delante de un congreso tan augusto, lo que acaba de proferir el illmô. obispo de tierra firme. En primer lugar, no puede hablar este prelado sino de los habitantes de su provincia. Y qué ¿no sería injusticia juzgar de todos los pueblos por uno solo? En segundo lugar se intenta persuadiros, que fueron necesarias tan bárbaras ejecuciones para castigar, ó para impedir la rebelion de los indios: ¿que nos digan por donde comenzó? ¿No recibieron estos pueblos á los primeros españoles con humanidad y mansedumbre? ¿No tenian mas gusto de ser pródigos de sus tesoros, que ánsias el español de recibirlos? Pero no se sació nuestra codicia: nos abandonaron sus tierras, casas y riquezas: quisimos quitarles tambien sus hijos, sus mugeres y su libertad. ¿Podiamos pretender que se dejásen ultrajar de un modo tan sensible, que se dejásen degollar, prender y quemar sin manifestar el mas leve sentimiento? A fuerza de declamar contra los infelices, se pretende insinuar que apenas son hombres; tengamos vergüenza de haberlo sido menos, y mas bàrbaros que ellos. ¿Qué otra cosa han hecho mas que defenderse, y siendo acometidos rechazar con las armas, las injurias y la violencia? Subministrò siempre la desesperacion armas à los que están reducidos al último estremo. Se cita el ejemplo de los romanos para autorizar la esclavitud de estos pueblos. ¿Así habla un cristiano y un obispo? ¿Es éste el evangélio que predica? Se arroja á decir que han nacido para la esclavitud, y

desde el principio del mundo han sido menos esclavos que los demàs hombres, sin interés y sin pasion. No lisongeemos nuestra codicia, ni nos dejémos cegar de la libertad que poseemos. Todas las naciones son igualmente libres, y á nadie le es permitido intentar cosa alguna sobre la libertad de otros. Tratemos à estos pueblos americanos como hubiéramos querido que nos tratasen si hubieran parecido sobre nuestras costas, con la misma superioridad de fuerzas que teniamos sobre ellos, cuardo los hemos descubierto. ¿Y quién impide esta igualdad de una y otra parte? ¿Desde cuando el derecho del mas fuerte ha prevalecido y prescripto contra el de la justicia? ¿Qué ley, que artículo del cristiano lo autoriza? ¿Qué derecho tenemos de hacer esclavos unos pueblos que nacieron libres, que nosotros invadimos sin que jamás nos hubiesen ofendido? Sean enhorabuena súbditos nuestros: la ley del mas fuerte lo autoriza.... ¿Pero por donde merecieron ser esclavos?

Dicen que son estúpidos, bru tales, y dados á los vicios, ¿quién lo puede estrañar? ¿Qué otras cos tumbres se pueden esperar de unos pueblos privados de la luz del evangelio? Tengamos làstima de ellos; pero no los oprimámos: procurémos instruirlos, alumbrarlos, corre girlos, y ponerlos en órden; pero no los exâsperémos. Si el reverendo obispo quiere reflejar en aquello que les achaca de viciosos en estremo, convendrá con migo, en que los mas de los vicios que tienen, los han aprendido de los mismos cristianos, y que en aquellos que los cristianos han tomado de los indios les han llevado su ventaja. ¿Acaso puede negarse que el orgullo, la avaricia, la ambicion, la blasfemia, la traicion, y otros muchos monstruos semejantes, no han aún inficionado à estos infelices, ni los han conocido, y que toda la ventaja que podemos lisongearnos tener sobre ellos, se reduce á la posesion de mayores luces, de mas despejado entendimiento y modo de pensar mas elevado? Ventajas todas que suplen sobradamente estos pueblos con su grande sencilléz, su mansedumbre inalterable, y el candor de su buena fé.

Dicen que no son capaces de gobernarse por sí mismos. ¿Cómo pues han perseverado tanto tiempo bajo el gobierno de sus caciques? ¿Quién les ha preservado de guerras hasta aquí intestinas que han turbado tanto en tan repetidas ocasiones los estados mas florecientes y mas bien arreglados de la cristiandad? Pero en fin, demos por supuesto lo que ante todas cosas se debe probar, esto es, que hayan menester tutores. ¿Y donde se han de hallar? ¿Entre nosotros?... ¿Y cómo hasta ahora han sido tratados? ¿No seria esto fiar á lobos el cuidado de los corderos? Todas las regiones del nuevo mundo estàn horrorizadas con los gritos de aquellos infelices que las pueblan, y gimen bajo de un yugo mas tirànico que el de los Phalaris y Dionisios. ¿Què diriamos si estos pueblos logrando la ocasion de hacernos en retorno tudos los daños que les hemos hecho, se pusieran en estarlo de aprovechare de ella? porque al fin al derecho de represalia, juntarian el que sugiere y da la necesidad para precaverse en lo de adelante.... No por esto se han

autorizado ni se autorizarán jamás en el tribunal de la posteridad las concusiones, los engaños, las violencias, las rapiñas y otros excésos por cuyos medios se han llegado á destruir pueblos innume. rables; con todo esto, son cristianos que pongo en paralelo con los idolatras, y lo que es mas de adminar, que se colorean todos estos delitos bajo de la especiosa apariencia del celo.

¿Qué diré del pretesto de religion conque se quiere cubrir una injusticia tan abominable? ¡Qué! las cadenas y los grillos han de ser el primer fruto que saquen estos pueblos del evangelio? ¿Cómo han de gustar de la santidad de nuestra ley unos corazones envenenados con el ódio, é irritados con el robo de lo que mas estiman en este mundo, quiero decir, de su libertad? ¿Se sirvieron los apóstoles y otros varones santos de tales medios para convertir las naciones? Fueron ellos mismos encadenados; pero à nadie pusieron en cadenas. ¿En qué paises del mundo los apósto les y otros ministros evangélicos han pensado tener derecho sobre la vida, hacienda y libertad de los infieles? ¡Qué estraño modo es este de predicar el evangelio! ¡Esta ley de gracia y de santidad, que de esclavos del demonio los hace disfrutar la libertad de verdaderos hijos de Dios, reduciendo á la mas dura esclavitnd, los que han nacido libres, vejando y azotando cruelmente á unos inocen→ tes, cuyo delito para nosotros no es otro que el no poder sufrir los trabajos que les imponemos, cubriendo su tierra de un diluvio de sangre, robándoles hasta lo mas necesario, y lo peor de todo escandalizándolos con los mas vergonzosos excésos! Vino Jesucris to á librarnos de la servidumbre, y no á reducirnos á la esclavitud. La sumision á la fé debe ser un acto libre; la persuacion, la suavidad, y la razon la predican. La violencia hará hipòcritas, mas nunca hará verdaderos cristianos. Seame permitido preguntar al reverendo obispo, ¿si desde la esclavitud de los indios se ha notado en ellos mas anhelo para abrazar la religion? ¿y si los amos á quienes han sido entregados han trabajado mucho en instruir y discipar su ignorancia? ¿Qué grande servicio ha hecho el repartimiento á la iglesia y à la religion? Cuando llegué por primera vez à la isla, estaba habitada por un millon de hombres; mas apenas queda hoy la centésima parte. La miseria, los trabajos, los castigos, la crueldad y la barbàrie, los han hecho perecer à millares, ¿Es un juego la muerte de estos miserables?... Los sepulcros tan vivos en horrorosas cuevas, donde no reciben ni la luz del dia, ni la del evangélio.... Ved, señor, lo que ocultan á V. M. Esto es lo que he visto, y nadie se atreverá à contradecir lo que he alegado en defensa de los pobres indios.... Ahora, juzgad la causa de estos infelices segun las màximas de vuestra sabidurìa, equidad y religion. Serà mny propio de vuestra sacra real magestad, en el principio de su reinado, poner en esto remedio." "Acabó el señor Casas su razonamiento implorando la clemencia del emperador ácia unos súbditos tan injustamente oprimidas, y diciéndole que le pediria Dios cuenta de tantas injusticias que podia impedir.

Tuvo órden despues el padre franciscano de hablar, obedeció y aseguró, que habiéndosele mandado bajo de obediencia en dos distintas ocasiones que contáse los indios, habia hallado que habian perecido en aquel tiempo muchos millares, que se veian dis minuir cada dia en número, y que respecto á los daños y males de la isla que se intentaban remediar, le parecian incurables. Dijo despues que se temia mucho hubiesen llenado la medida los delitos de los castellanos en las Indias para que Dios les echáse fuera de las nuevas conquistas, que contra sus propios intereses y toda razon habian enteramente despoblado de sus habitadores naturales; porque en fin añadió....,,Cuando el Señor le dijo à Cain, ved la ,,sangre de vuestro hermano Abél, que desde la tierra levanta el „grito àcia mi.... no era mas que la sangre de no muerto injus,,tamente; y si la sangre de un hombre derrama da inícuamente cla,,ma al cielo por venganza, ¿qué clamores no darà la de tantos ,,infelices derramada cada dia inhumanamente? Pues señor, por la ,,sangre de Jesucristo, y por las llagas de San Francisco mi pa,,dre, suplico á V. M. que lo remedie, poniendo fin á una tira,,nía, cuya continuacion le atraerà sin remedio sobre su real coro,,na, y á todos nosotros todo el peso de la justa indignacion del ,,Rey de los Reyes nuestro Señor Dios."

El Almirante Colón fué el último á quien se le mandó dijese su sentir, y en pocas palabras dijo.... Que jamás habia aprobado los repartimientos; añadiendo, que si no se apresuraba el remedio, bien presto las Indias no serian mas que un desierto vastísimo. (161) Que no habia tenido en parte otro motivo para volverse à España, que el de representar esto mismo al difunto Rey católico....

Levantóse luego el obispo del Darien pidiendo la palabra; pero el gran canciller le dijo de parte del emperador que habláse por escrito.

De allì à poco murió dicho obispo de una fiebre aguda que lo llevó dentro de tres dias, y no se volvió ya á tratar mas de este grave negocio de las Indias. El señor arzobispo Pradt en su tratado de las colonias, ha presentado en una bella hipótiposis á la América defendiendo sus derechos á presencia de todas las naciones, y haciéndole gravísimos cargos à la España. En este razonamiento en que no tiene lugar la ficcion poética ni retórica, comparece el señor Casas como un gigante armado con la masa de Hércules, pleiteando la justicia de esta nacion afligida. Sus voces atronado ras llaman da atencion del universo, y aun parece que los manes de las víctimas inmoladas por el furor rabioso de los conquistadores salen de la tumba para presenciar esta escéna, y girar en

[161] Esta prediccion tuvo su cumplimiento: en el dia no se conoce un indio ni en la isla Española ni en la de Cuba; el éxito de tales profesias indica que estas esposiciones no fueron acaloradas ni fabulosas.

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