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año de mil seiscientos veinte y nueve de la flota española, donde halló muchas riquezas. En fin, el año de mil setecientos sesenta y dos, fue asaltada por el inglés que se apoderó de ella y la devolvió bajo de ciertas capitulaciones. (156)

Los indios que poblaron primero la isla de Cuba, tenian los mismos usos y eran de la misma índole que los de las tres grandes Antillas: desde luego tenian tambien el mismo origen, pues lo mas cierto es que todas las islas Lucayas grandes y pequeñas Antillas se poblaron de gente que pasó de la Florida, (157) era gente buena y manza, de buenas facciones, y que se gobernaba à su modo, teniendo sus caciques y sus pueblos ó rancherías, de doscientas ó trescientas casas de adobe y paja: no tenian religion: usaban sacrificios, pero se creyó que sus sacerdotes, que eran hechiceros, hablaban con el demonio, y pareció que se encontraban en sus tradiciones algunas pruebas de que en algun tiempo habian tenido conocimiento de la creacion del mundo y del diluvio. Decian que tres personas habian criado el universo: que las aguas habian cubierto toda la tierra: que de aquel diluvio solo un viejo habia escapado, quien habia fabricado una canóa grandísima, donde se habia él embarcado con toda su familia, y metido en ella animales de todas especies: añadian á esto que decia, la historia del cuervo y la paloma, la de la embriaguéz del viejo, y el delito de uno de sus hijos, como se refiere en el Génesis, con la excepcion que á aquel anciano le daban dos hijos no mas; el uno que vino á ser padre de los que andaban desnudos, en virtud de la maldicion que le echó su padre, y que de él procedian los indios de estas tierras, y el otro por haber alcanzado la bendicion de su padre, era el padre de los que andaban vestidos y de él habian procedido los castellanos: (158) vínose á descubrir esta tradicion de aquellos indios porque riñendo un dia Gabriel de Cabrera con un indio vie❤ jo de mas de sesenta años, le trató de perro indio con mucha ira, y este le respondiò;,,¿por qué me llamas perro? ¿no somos acaso ,,hermanos y descendientes de los hijos de un hombre anciano que ,,hizo la canòa grande para salvarse de una grande inundacion?” Hízole fuerza á Cabrera este razonamiento, y despues de varias preguntas y repreguntas que le hizo al indio, sacò lo que he referido; y como le pareció tan singular esta noticia, y tal vez que no le habian de creer sobre su palabra, dispuso que el mismo indio refiriése esto delante de los castellanos que sacaron de este discurso las consecuencias que quisieron; por lo que me toca, suponiendo que esta relacion fué verdadera, como de facto asi me lo parece, no hallo en esto cosa de que nos debamos admirar, por

[156] La historia de la Habana la escribió D. José Val, dés, editor que fué de la Aguila de México.

[157] Herrera decad. 1. lib. 9. p. 197. mihi,

[158] Creo que en esto la erraban de capirote segun el padre Mier.

que ya habia algunos años que los españoles conocian la isla de Cuba; el Almirante D. Cristobal Colón la habia reconocido en su primer viaje, y desembarcado en ella habia sacado algunos indios y llevádolos à la Española: á mas de esto en diversas ocasiones se habia tentado ir á ella á hacer algunos reconocimientos, por don de es muy factible que este indio viejo hubiese sabido de algun castellano lo que refirió à Gabriel de Cabrera.

Con todo hay mucha apariencia de que los antiguos habitadores de la isla de Cuba tenian algunas nociones de la otra vida, y en los de las demàs islas ninguna idea se les advirtió, ò si alguna tenian no sabian esplicarse bien sobre lo que sentian de la inmortalidad de las almas: esta conjetura se funda en lo que le sucedió al primer Almirante de las Indias D. Cristobal Colón en su segundo viage, cuando fué costeando y arribando á Cuba. Cierto dia que estaba oyendo misa en aquella isla, le vino à visitar un cacique viejo, y á regalar algunas frutas de su tierra: se sorpren. dió el cacique con la novedad que le causó lo que veia, y el respeto y veneracion que observó en los castellanos: no se atrevió à interrumpir el santo sacrificio de la misa; pero acabada ésta despues de haber saludado al Almirante, se sentò junto á él en cu clillas, y le hablò en estos términos, que refieren Herrera, Pedro Mártir de Angléria y otros. „Tú has venido á estas tierras con ,,grandes fuerzas, no las conocias, y con ellas has causado grandi. ,,simo terror; pero sabrás que nosotros creemos que despues de es,,ta vida hay otra, y que no van las almas todas despues que sa ,,len de los cuerpos à un mismo parage, que las que han vivido ,,bien, y sobre todo las que han fomentado la paz y el sosiego de ,,los pueblos, van á dar à un lugar lleno de delicias, donde gozan ,,de todo género de bienes y dulzuras con abundancia, y que las ,,que no han vivido bien, que han turbado la quietud pública, y se ,,han complacido en la confusion y en el desórden, seràn precipi,,tadas en un parage tenebroso, donde tendrán que sufrir muchos ,,tormentos: si piensas pues que algun dia has de morir, y que ,,Dios dá el bien ò el mal conforme à las buenas ó malas obras, ,,te guardarás mucho de ofender á los que no te hacen daño al,,guno." (159) Colón se admiró mucho del razonamiento del cacique y se aprovechó de lo que le dijo, para inspirarle al cacique conocimientos mas perfectos de nuestra religion, y à lo menos le dejó alguna tintura de los misterios del cristianismo.

Tuvo mucho gusto el Almirante D. Diego Colón de los aciertos de Diego Velazquez en la conquista de Cuba, y sin dilacion de tiempo dió parte al Rey catolico de esta nueva adquisicion de isla tan hermosa, grande é importante, sin efusion de sangre, que le causò la mayor satisfaccion; pero por otro lado recibia sin cesar quejas del Almirante; verdad es que no obstante lo

[159] Que no olviden este razonamiento los que entre nosotros tratan de alterar el órden y desmoralizar al pueblo.

poco que lo quería, no dejaba de conocer que las mas de estas quejas provenian de la envidia de sus enemigos, y con todo le pareció conveniente despacharle á su tio D. Bartolomé con una carta de creencia muy circunstanciada, en la que le avisaba todo lo que habia de practicar para agradarle en su real servicio, poniendo remedio y enmienda en ciertos puntos. Siempre habia conservado D. Bartolomè su empleo de Adelantado, y le añadió el Rey la merced de la tenencia de la isla de la Mona de por vida con doscientos indios de repartimiento en la Española, y el cargo del trabajo de las minas de la isla de Cuba que le valia mucho.

Despues que los indios de esta se dieron à la corona de Castilla como està dicho, no quedaron tanto tiempo privados de la administracion espiritual como los de la Española: tuvieron la fortuna de tener uno de los mejores ministros evangélicos que fué el lic. D. Bartolomé de las Casas, quien despues se hizo tan célebre por su celo, y sus trabajos apostólicos, mirando siempre por la salvacion de las almas y conversion de los indios, y pasó con el capitan Diego Velazquez, de quien era amigo cuando fué á esta espedicion. Habia ido á Indias bien jóven, no habia mucho que se habia ordenado de sacerdote, y buscaba todas las ocasiones que se presentaban para señalarse en el ejercicio de su santo ministerio. Trabajó con grandes logros en la conversion de estos isleños que acababa de subyugar: los halló muy dóciles, y de tan bello natural que decia sin recelo, que era mucho mas fácil de atraer al cristianismo á estos infelices, que el mover y obligar á los castellanos á vivir con cristiandad. En efecto los indios de Cuba eran muy pacíficos, como se vió en el buen tratamiento que hicieron al primer Almirante cuando descubrió su isla, y al capitan Sebastian de Ocampo cuando por órden del comendador mayor de Alcántara D. Nicolás de Ovándo la rodeó, y el acogimiento que hicieron à Ojeda, y à otros capitanes que llegaron á ella llenos de trabajos. Eran devotìsimos de Nuestra Señora desde que un marinero de la tripulacion de Sebastian de Ocampo que por el año de mil quinientos ocho por orden del gran comendador fué à bajear, ó dar vuelta à la isla de Cuba, no pudiendo por enfermo seguir, se quedó con aquellos indios y enseñó al cacique alguna cosa de los misterios de nuestra santa fé, y les impuso en la devocion de la Santísima Virgen: hicieron iglesia en su honor, la adoraaban con muchas flores y enramadas por la mañana y á la tarde: iban todos los dias á saludar á Maria Santísima, y juntas las manos decian el Ave Maria, y muy pocas palabras de la salutacion angèlica, quedàndoles esta buena costumbre despues que sanó el marinero y se volvió à la isla. (160) El cacique y su gente guardaron inviolablemente la devocion á Nuestra Señora, y en su honor compusieron càntares y bailes, repitiendo en ellos muchas

[160] Esta sencilla esposicion no puede leerse sin conmacion y ternura.

veces Santa Maria. Este cacique despues de su bautismo que seria desde luego el año de cuatro, porque el primer Almirante llevaba clérigo que se lo pudiese administrar, preguntó que como se llamaba el señor grande de los cristianos que gobernaba en la Española, le dijeron que el comendador mayor, y respondiendo que asi se queria llamar, algunos de los aficionados de Ovándo le dieron este nombre que es lo mas probable, segun el órden de los tiempos que esto pasaba: y esta devocion á Nuestra Señora introducida por medio de este marinero al cacique comendador, y à su gente puede corroborar lo que antes tengo añadido, que aquellos indios fueron enseñados por algunos castellanos en algunos artículos de nuestra creencia, y que por su rudeza no podian relatar con claridad lo que se les habia enseñado. Con estos indios de tan bella inclinacion tuvo que esplicar su celo puro y desinteresado el padre Casas: la santidad de su vida, su entereza en contener à los castellanos para que no abusasen de las ventajas de su conquista, y no maltratàsen à estos nuevos súbditos: su ardiente caridad para con ellos, prendas fueron que le robaron todo el amor y la confianza de aquellos pueblos: con esto no solamente pudo ganarlos al rebaño de Jesucristo, sino que fué de grande apoyo para que el establecimiento de los castellanos en la isla no se arruinàse desde sus principios, y no se pudo conservar despues viéndose varias veces en vísperas de su total ruina, sino por el ascendiente que este varon tenia y se habia grangeado sobre los indios, quienes le obedecian en todo.

EL EDITOR.

Llega el momento dichoso y por mí suspirado de pagar un tributo de admiracion y respeto á este hombre estraordinario que el cielo en su misericordia se dignó suscitar para que enjugáse las làgrimas de millones de hombres afligidos por la tiranía española. Protesto delante de Dios que me ha de juzgar en el último dia de los tiempos, que quisiera en este instante recoger todas las làgrimas y suspiros exhálados por los miserables indios en la conquista de las Américas, y volar con ellos hasta el cielo á presentarlas al dignisimo Casas para que con tal ofrenda aumentàse aquella gloria con que Dios habrà remunerado su ardiente caridad. Al mentar su nombre, al recordar su memoria, al ver su retrato, mis ojos se anublan y mi corazon dá recios latidos de gratitud por sus finezas: quisiera asimismo poseer la elocuencia de Ciceron para tejerle el elogio de que es digno; pero mis suspiros y votos suplen por lo que falta à la rudeza de mis palabras.... ¡Ah! el elogio del señor Casas se lo tejen sus mismas acciones, y el gran poéma con que se celebran dignamente sus virtudes él mismo se lo ha formado, sin necesidad de un panegirista mezquino como yo; fijémonos ya en un hecho constante en la historia de la conquista de las Indias, y hallarémos demostrada esta verdad. En el periódico Cent

zontli número 7 que publiqué en mi arresto en San Francisco, sufrido por la tiranía de Iturbide, insertè un artículo copiado de los manuscritos del padre Vega, autor de la obra que doy á luz, cuyo rubro es el siguiente.,,La causa de la humanidad pleiteada en el tribunal del emperador Carlos V. por D. Francisco de Quevedo, obispo del Darien, el lic. D. Bartolomé de las Casas, y un religioso franciscano cuyo nombre se ignora." He aquí el hecho.

,,Habiendo concurrido á comer en la casa del Dr. Mota, obispo de Badajoz, del consejo del emperador varios individuos, como D. Juan de Zúñiga, hermano del conde de Miranda que despues fuè ayo de Felipe II., y el Almirante de Indias D. Diego Colón, acabada la comida se trató de sobre mesa de la defensa de los indios que valenteaba el lic. Casas. Como el obispo del Darien no pensaba del mismo modo que éste en cuanto al repartimiento de los indios, se acalorò la conversacion y disputaron vivamente, la que no habria terminado si no la cortàra el obispo de Badajoz, precisado à asistir al consejo. Luego que llegò á palacio contó al emperador lo que habia pasado en su casa; y como estas contestaciones dividian la córte, se picó la curiosidad del monarca que deseaba instruirse en estas arduas materias, y no le pesó encontrar personas que pudieran manifestarle el pró y el contra de cosa de tanta importancia para determinarse con acierto. Díjole al obispo que queria oir á entrambas partes, y mandó con vocar una junta en que hiciésen valer sus razones. Fueron pues citados, el obispo del Darien, el señor Casas y D. Cristobal Colón. Tambien quiso el emperador que concurriése un padre franciscano que acababa de llegar de la isla Española, cuyo nombre he dicho que se ignora. En la sala donde se debia celebrar la junta se ha. bia levantado un trono muy alto, y el dia señalado pasó á ella S. M. seguido de sus ministros y de un lucido acompañamiento. Era numerosa la concurrencia de córte, el negocio de importancia, y la presencia del príncipe hacia augusto el congreso.

Sentáronse al pie del trono sobre una banca puesta al lado derecho el señor de Chevres, el Almirante Colón, el obispo del Darien, y el lic. Aguirre. Sobre la banca de la izquierda se colɔcaron el gran canciller Gatinàra, el obispo de Badajoz, y otros muchos consejeros de estado; el lic. Casas y el religioso franciscano, estaban arrimados en frente del emperador. Sentados de este modo y reinando un gran silencio, se levantaron á un mismo tiempo Monsieur de Chevres y el gran canciller, cada uno por su lado subiendo las gradas del trono, y despues de haber hablado en voz baja un rato con el monarca, y que volvieron á sus asientos, el gran canciller mandó à nombre de S. M. al obispo del Darien que se esplicáse sobre el negocio de repartimientos de indios. El obispo se escusó hasta por segunda vez de hacerlo diciendo que el asunto por su naturaleza pedia ser tratado en secreto; pero mandándosele que habláse porque todos los que se hallaban presentes habian sido llamados para asistir à aquel acto, obedeciò el obispo y dijo:

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