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Tenian estos indios una idea muy superficial de la inmortalidad del alma de lo de la otra vida. En la relacion misma del Almirante Colòn que trae su hijo D. Fernando en la historia de su padre, dice que se ha fatigado mucho en entender lo que creen y donde van despues muertos, que especialmente procuró saberlo de Caonabo, que era el principal Rey de la Española, hombre anciano, sabio y de ingenio agudísimo, y le decia que van à cierto valle ò paraiso, donde cada cacique principal cree que está en su distrito, afirmando que allì volvian á hablar à sus padres y abuelos, y á encontrar sus amigos y gozar tambien de sus mugeres, y de todo género de deleites, segun su modo de pensar. Creian que haba un lugar destinado, para premiar à los buenos; pero no sabian de suplicio alguno destinado para castigar á los malos. Algunos estaban entendidos que iban a dar las almas al lago de Tiburón, en cuyas orillas habia muchos llanos cargados de árboles de mameyes, cuya, fruta es excelente, y no se atreven á comer de ella por respeto à los muertos, à quienes no querian privar de esta. fruta temiendo que si ellos las comian podian hacerles falta.

He apuntado el poder despòtico que ejercitaban los caciques sobre sus vasallos, y que estos de su parte eran muy obedientes à sus órdenes. Tenian pocas leyes estos pueblos y no eran muy severas, únicamente el latrocinio era tenido entre ellos por un delito atròz, y se castigaba, con mucho rigor; no habia ladrones por-que empalaban al que lo era, y no se podia interceder por el ladrón. (132) Con esta severidad se vivia con mucha quietud y paz en la isla, contentandose sus habitantes con el preciso sustento; y como no tenian ansia de hacerse ricos, no se vejaban unos à otros, y los mas sobrados ejercitaban de buena gana la hospitalidad, no como quiera entre parientes y amigos, sino que recibian con urbanidad en su modo á cualquiera desconocido, dàndole alvergue y buen trato en sus casas. Esto es en substancia lo que se ha podido averiguar de los ritos, costumbres y antiguedad de estos pueblos: el lector que quisiere saber mas en este asunto, puede ver la descripcion del padre fr. Romàn Panes, que tuvo órden del Almirante, por ser muy versado en la lengua de los bàrbaros, de formarla à fin de remitirla á los Reyes católicos: bien que D. Fernando Colón la la trae. En la historia de su padre capítulo 61 dice con acierto, que son tantas las fábulas y supersticiones de aquellas gentes, que no pudo sacar otro fruto sino que tenian idea de un Dios supremo, y que creen la inmortalidad de nuestras almas..

Cuando los españoles descubrieron la isla de Haytí y Quisqueya, que quiere decir aspereza y tierra grande, y Colón le puso la Española, la hallaron casi toda dividida en cinco reinos per

[132] Traslado al señor D. Luis Espino que no gusta mucho de que se agarroten estos caballeros, seducidos por las be llas teorias de Becaria..

fectamente independientes unos de otros, y lo demás que no entraba en esta division estaba bajo la denominacion de algunos señores ó caciques mucho menos poderosos que los cinco Reyes ó soberanos de la isla, y con todo no reconocían sujecion à nadie, y sus territorios llevaban el nombre de sus caciques. De aqueIlos cinco reinos el uno se llamaba Magua, que quiere decir reino del Llano: comprendia lo que se ha llamado la Vega Real que era un plan ò llanura de ochenta leguas de largo sobre diez de ancho. Entraban en ella una porcion considerable de rios, y arroyuelos, que derramaban sus aguas cargadas de arenas y de granos de oro, por venir de la vecindad de los ricos montes de las minas de Cibào, cuyas minas no pertenecian al Rey de Magùa que á la sazon era Guarionèx. En la capital de este príncipe se fundó despues por los españoles la ciudad de la Concepcion de la Vega. El segundo reino era el de Marien, mayor con mucho, segun el padre fr. Bartolomé de las Casas, que el reino de Portugal. Comprendia toda la parte septentrional de la Vega Real, que hoy se llama el Cabo Francés, su Rey era Guacanagari, y de su nombre los españoles le han puesto el nombre de Guarico.

El tercero era el de Magúa que cogia en su recinto las minas de Cibáo y todas las tierras que estaban à una y á otra orilla del rio Hastibonito. Su Rey Caonabo, era caribe de origen y como valeroso y capaz, se formó un estado considerable entre aquellos indios, haciéndose temer y estimar de ellos, no siendo ni valientes ni entendidos para poder resistir al poder de este aventurero. Los españoles formaron en el pueblo donde vivia la ciudad de San Juan de la Maguána, y el pais á donde está situa– do es lo que los franceses que lo poseen llaman la Sábana de San Juan. Caonàbo era el soberano mas poderoso de la isla, y el que mejor sabia sostenerse en la magestad de un Rey.

El reino de Xaragùa era el cuarto que tomaba su nombre de una gran laguna así llamada. Era el mas poblado y mas estendido de todos: comprendia toda la costa occidental de la isla, y una gran parte de la oriental de ella; pertenecia à Bohechio, cuya bermana Anacaona, tan amiga de los españoles, sucedió en su reino, y tuvo el fin tràgico que se ha referido.

El quinto era el reino de Higúay, que ocupaba toda la parte oriental de la isla, y tenia por límites ácia la costa del norte el rio Yaqui, y á la del sud al rio Ozama. Los indios de este reino eran muy guerreros, y dieron bien que hacer á los castellanos en diferentes sublevaciones. Su Rey era Cotubạnáma, que tenia su residencia ordinaria en la Península, que llamaban Sumàna.

En este estado estaba la isla de Haytí cuando los españoles la conocieron por la primera vez; pero el que viniese à su poder, no causó tanta novedad á estos pobres isleños, porque poco antes de este grande evento, que fué la fuente y origen de tantos males que experimentaron, les tenian profetizado que su tierra seria invadida por unos hombres extraños, conforme se relató esta

profesía al Almirante D. Cristobal Colòn fué de este modo. Tuvo un dia el padre del cacique Guarionéx la curiosidad de saber lo que seria de la suerte de la isla despues de sus dias; y consultó à los Cemes, despues de haberse preparado para oir sus oràculos con un ayuno rigoroso de cinco dias, la respuesta fué que dentro de un poco tiempo, vendrian unos hombres con barbas, y vestidos de pies á cabeza: que ellos harian pedazos sus Cemes y abolirian su culto: que traerian en la cintura unas armas de fierro tan terribles que partirían á un hombre de medio á medio, y que despoblarzan la isla de sus habitantes. Llenò de espanto esta prediccion á todos los que la oyeron, y no tardó en divulgarse. Compusieron sobre esta profesía los indios una cancion que tenian cuidado de cantar en sus fiestas mas lúgubres. Si este hecho es verdadero, y tan uniformemente referido por los autores de aquellos tiempos, que no es fàcil contradecirlo, no se puede dudar que fué un aviso de Dios, que preparaba sus ánimos para recibir la luz evangélica; bien que para juzgar en esto de predicciones, es menester grande crítica, pues hay mucho de supercheria.

Considerando atentamente el carácter de aquellos indios de la Española y los acaecimientos desde el descubrimiento del nuevo mundo, hasta la total reducion de los cinco reinos de la isla, se observará tambien que al mismo tiempo que con facilidad se iban descubriendo y poblando nuevas tierras en las Indias, y en especial se iba formalizando el gobierno político de misioneros celosos, que con la paciencia iban desmontando tanta maleza, para atraer en el modo posible á aquellos idólatras à la santa fé; dejándose entender cuanto sudor y trabájos les costaría á estos primitivos apòstoles entre tantas rebeliones, contradicciones y vejaciones de los mismos conquistadores, que mas atendian á saciar su avaricia, que à sujetarse á las leyes de los Reyes católicos con que proveian al mejor adelantamiento de la conversion de estos gentiles para persuadir su rudeza, sacarles de sus supersticiones, instruirles de los dogmas de nuestra santa religion, y sobre todo para vencer su natural repugnancia à abrazar la ley evangélica que no miraban como un yugo suave, sino durìsimo, pues creian que autorizaba à los castellanos para maltratarlos, y veian que mas y mas se iban destruyendo confor→ me algunos de ellos se sujetaban al yugo de la religion cristiana.

Tuvieron desde los principios como se ha visto, el gobierno espiritual de Santo Domingo con todas sus islas comarcanas mu→ chos varones de insigne virtud, por cuyo medio se convirtieron ca si todos los indios a nuestra santa fé. El que mas trabajó en la conversion de estos idólatras fué el vicario apostólico fr. Bernardo Bóil, y despues como se irà viendo, el illmô. D. Pedro Xuárez de Desa, primer obispo de la Vega, Alejandro Geraldino, segundo obispo de Santo Domingo, y otros muchos clèrigos y religiosos de varias órdenes, distinguiéndose principalmente los misioneros francis

COS

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El padre Vega gasta algunas fojas en detallar los progresos que hizo la religion en aquellos paises por medio de los frailes franciscanos á cuyo buen celo por la gloria de Dios y predicacion del evangelio debió mucho la América; pudiendo decirse que estos primeros apóstoles fueron los padres de los infelices indios, y que á merced de su buen celo embotaron en cierto modo los golpes terribles que daban sobre una gente escogida por ellos para ser instrumentos ciegos de sus desórdenes y de su codicia; y luego continúa diciendo.... En este estado estaban las cosas de la conversion de estos idólatras; pero servia de mucho obstáculo para sus progresos, como tambien para el adelantamiento de la conquista temporal el modo de vivir tan libre de los primeros españoles que habian venido en la compañia del Almirante Colón, y se habian establecido en la Española; porque atropellando todos los fueros del pudor y de la honestidad, vivian amancebados con las indias que habian escogido á su arbitrio, sin querer sujetarse al vínculo del matrimonio y sus obligaciones: conducta que escandalizaba à los neófitos, ocasionaba la perdicion de sus propias almas, y provo caba en sumo grado la ira de Dios. Procuraron pues los misioneros franciscanos, que entonces tenian todo el gobierno espiritual, oponerse al torrente de tan perjudiciales desórdenes, exhortandolos primero en lo privado, y moviéndolos à que dejásen tan mala vida, y se acordásen que eran cristianos, y despues en lo público tentando reducirlos con suavidad al cumplimiento de su obligacion; mas como veian que de ningun modo se querian enmendar, ocurrieron para el remedio al gobernador D. Nicolás de Ovàndo, llevando la voz principalmente el venerable padre fr. Antonio de los Mártires, y de comun acuerdo le representaron, que si queria agradar á Dios y cumplir con los rectos deseos de los Reyes católicos, con la importante comision que tenian de mirar por el bien de la conquista, debia dar las providencias mas sérias para desterrar tantos escándalos y pecados. Oyólos con benignidad Ovàndo y atendió à su representacion, librando un despacho con órden fuerte para que dentro de un tiempo que señaló, ó se casasen los españoles con las indias, ó las echásen de sus casas, lo que se ejecutó resultando tanto bien que mediante el vínculo del matrimonio que contrage➡ ron los mas principales de los castellanos con las indias mas nobles, ricas y hermosas, se estableció sólidamente una union mas estrecha entre los españoles y los indios de la isla, En este mismo año de mil quinientos seis, se estableció igualmente en España un gravísimo tribunál, compuesto de un arzobispo y dos obispos, para atender bajo de nuestras leyes á los negocios eclesiàsti→ cos de Indias, y en Sevilla se proveyó para habilitar las misiones de religiosos que se debian. enviar à que les dieran las raciones y todo lo necesario. (133)

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[133] Haroldo Epitome annal. min. an. 1506. pág. 742.

et 743.

CAPITULO 21.

Vuelve el Rey catòlico á Castilla: envia al gobernador Ovànido y al capitan Sebastian de Ocampo à saber si Cuba era isla. El Rey envia asimismo por tesorero de la isla á Miguel Pasamonte. Juan Ponce de Leon pasó á reconocer la isla de San Juan de Puerto Rico. Año de 1507.

Por la temprana muerte del Rey D. Felipe I. el hermoso que acaeció el dia nueve de octubre de mil quinientos siete, quedó toda la autoridad y administracion del reino por el arzobispo de Toledo con el consentimiento de la Reina viuda, y se deshizo el triunvirato que querian establecer los grandes, pues habian elegido para el gobierno de todas las cosas al condestable Velasco, á Manrique duque de Nàxera, y al arzobispo. No tuvo otro motivo el illmô. Ximenez de Cisneros para admitir tan pesada carga que impedir la introduccion de los principes estrangeros que intentaban disponer de todo, y entre ellos los que lo deseaban mucho eran el emperador Maximiliano, y el Rey de Portugál D. Manuel. Entre tanto disponia el arzobispo las cosas de este modo, volvió el Rey D. Fernando á Castilla el año de mil quinientos siete, despues de haber compuesto sus diferencias con la córte de Francia en órden à los negocios de Nápoles: tornó à tomar la administracion de los reinos de Castilla por su hija Doña Juana, princesa incapaz de gobernar, y madre del principe D. Cárlos su nieto, hasta que este saliese de su menor edad, y pudiése por sì empuñar el cetro. Agradecido el Rey católico á los buenos oficios del illmô. Ximenez, Juego que llegó à Castilla le revistió con la mayor solemnidad de las insignias cardenalicias que habia traido consigo, y sin saberlo el arzobispo le habia solicitado tan brillante dignidad del papa Julio II por sus nuncios cuando estaba en Nàpoles. Aunque el Rey D. Fernando tenia que atender à tanto cúmulo de negocios á los principios de su nuevo gobierno, no dejò por eso de establecer leyes utilísimas para la mas acertada administracion temporal y espiritual de los paises nuevamente conquistados en Indias, y activar los negocios que estaban ya proveidos tocante á ellas, desde el tiempo de la Reina que no se habian podido ejecutar hasta su vuelta. Puso el Rey particular cuidado en mandar que en las Indias, se diesen mucha prisa en las fábricas de las iglesias, disponiendo que se llevasen todos los materiales necesarios de que carecian. Como la iglesia Española estaba pacífica, se pasó todo este año sin novedad en ella teniendo cuidado su gobernador D. Nicolàs Ovándo de dar cumplimiento á las órdenes de la córte, desterrando los vagabundos de la isla y fomentando el aumento de ganado, que

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