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nir de secreto á quemar las casas y dar muerte à los castellanos: pareció conveniente prenderlo con todos sus principales, y enviar-los à Castilla. Asi se hizo con harto trabajo, y despues por descuido de un piloto, à quien se le habia entregado para su custodia, se le escapò de las manos, y tirandose a la agua se desapareció, valiéndose de la obscuridad de la noche. Sobrevinieron des. pues muchas lluvias y creció el rio: el Almirante á primero de marzo determinó volverse á Castilla, aprovechandose de esta coyun. tura, cargandose de los despojos de la casa de Quivio, con tres navios, dejando el uno á su he mano el Adelantado, con pensamiento de ir à la Española, y enviar socorro para fomento de esta nueva poblacion. Apenas rubo salido el Almirante à la mar que los indios de Quivo, persuadidos que los cristianos no tendrian el amparo necesario, asaltaron el pueblo sin ser descubiertos; pero el Adelantado que era hombre de valor, con seis ó siete castellanos · les hizo frente y los obligó à retirarse al monte que está cer-ca: volvieron despues a hacer sus escaramuzas con mucho brio, hasta que concurriendo entonces muchos de los nuestros que los perseguian y herian con las espadas, y un perro bravo que los acometía con fiereza, se pusieron en fuga dejando muerto un cris. tiano y siete heridos, entre ellos el Adelantado en el pecho, con una lanza que se lo atravezó Despues acometieron los indios lá barca que el Almirante habia enviado á tierra, donde iba poca gente, y como no podian reparar los muchos golpes de lanza que les tiraban, no pudieron dejar los remos, y por otro lado era tanta la · multitud de indios que acudia de todas partes que se arrimaban con sus canoas, que fueron heridos los mas de los cristianos, y muerto els capitan; asi acabaron infelizmente excepto uno que se pudo escapar é ir à dar noticia del desastre de la barca del pueblo, lo que causó mucho desmayo á la gente; y viendose tan pocos sin esperanzas de socorro, mayormente notando que los indios estaban muy soberbios con la victoria y no les dejaban sosegar un instante considerándose sacrificados, se pasaron at navio para salir de alli, y no podian porque la boca se volvió á tapar. Determinaron en fin mudar su poblacion á una gran playa descombrada, donde fabricaron un baluarte, plantando la artillería en lugares convenientes con que se defendian, porque los indios no se atrevian à salir de sus bosques de miedo de las balas que hacian su estrago en ellos. Entre tanto el Almirante cuidadoso de lo que pasaba en tierra envió otra barca à saber de la primera, y habiendo llegado á su noticia que la gente del Adelantado no se podia mantener en Veragua, y que estaba en tal desesperacion que ya no obedecian al Adelantado y à sus capitanes, se volviò á recogerlos, y en cosa de dos dias no quedó nada en tierra, sino el casco del navio que por la mucha broma ya no podia navegar. Alegres todos de verse ya juntos embarcados, se hicieron à la vela en los tres navios, tomando el viage del levante, la costa arriba de aquella tierra y llegaron á Porto-Belo, donde se vió precisado el Almirante

dejar un navio per la mucha agua que hacia, y por estar muy roto y maltratado, y siguiendo la costa pasaron arriba del puerto del Retrete, y el de una tierra que tiene muchas isletas, á las que el Almirante puso el nombre de Burbas, y hoy llaman el Golfo de San Blás: pasó mas adelante diez leguas al fin de la tierra firme que fue descubriendo cerca de doscientas leguas, hasta el Cabo de Mármol, nombre que dió á este término de la costa á donde llegó; y dejando la tierra firme à primero de mayo, tomò la via del norte para ir à la Española: reconociendo parte de la costa del Sud de Cuba el dia de San Juan, despues de muchos trabajos llegò á Jamaica, surgiendo en un puerto que llamò Santa Gloria. Allí le acontecieron muchas desgracias, pues à mas de perder casi todos sus navios en aquel viage, de modo que no tenia con que volver à Santo Domingo, se le amotinó el capitan D. Francisco de Porras (que lo era de uno de los navios) diciéndole que los habia engañado, y que él se queria volver à Castilla, y uniéndosele otros se embarcó con ellos, y anduvieron por la isla cometiendo graves insultos y robos. Volvieron al cabo de algunos meses á donde estaban el Almirante y su hermano el Adelantado, dando modo para poder volver á España y salir de tantos traba jos; y como estos no podian reducirlos con partidos honestos que les ofrecian, vinieron á las manos: esta fué la primera guerra civil entre españoles que hubo en las Indias, donde los rebeldes quedaron vencidos junto à un pueblo de indios, llamado Maima, y donde despues se pobló una ciudad llamada Sevilla de Jamaica.

Antes de esta conjuracion de Porras habia juntado el Almirante sus capitanes para tratar el modo de volver á Castilla, y despues de muchas consultas determinò Colòn enviar á avisar á Nicolás de Ovándo (que ya era comendador mayor de Alcántara) que estaba sin navios y perdido en la isla de Jamaica, y Alonso Sanchez de Carabajál, su factor, para que de las rentas que tenia en la Española, se le habilitase un navio proveido de municiones y bastimentos para salir de tantas penalidades y seguir su derrota á Castilla. Habia escogido para este fin dos sugetos de su mayor confianza, à D. Diego Mendez y Bartolomé Fiesco, hombres de mucho valor, porque parecia imposible hacer un viage de mar tan dilatado con canoas (como era preciso) habiendo casi doscientas y cincuenta leguas de distancia, desde donde estaban en Jamaica hasta Santo Domingo, pareciendo aun gran temeridad navegar en ellas de una isla á otra. Partieron pues las canoas à la Española favorecidos de una gran calma, como convenia, kabiendo dentro de ellas españoles que no hubieran podido resistir en cualquiera alteracion de la mar como los indios que son tan diestros que aunque se les aneguen sus canoas en medio del golfo, las vuelven á enderezar nadando, y se vuelven á meter en ellas. Diego Mendez llevaba órden del Almirante de pasar á Castilla en llegando à Santo Domingo, y Fiesco de volver á Jamaica à dar azon de como Mendez seguia su viage para España. En este despacho

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escribia el Almirante à los Reyes, dando cuenta de su viage y de sus adversidades, quejàndose amargamente del tratamiento tan injusto que habian usado con él; y es de advertir, que lo que mas le ponderaba era el carecer de los santos sacramentos de la iglesi+, quedando enfermo y agoviado de gota, si en aquel destierro le viniera la muerte. Por la inteligencia de este aparato que voy escribiendo, se reconoce que mas se atendia en estos viages á descubrir las tierras, saber de sus riquezas y producciones, que plantar desde luego la fé llevando misioneros para ello; bien que se observaba que el Almirante llevaba regularmente algun capellan, que le dijese misa á su gente cuando se podia, y es muy factible que en este último viage tan trabajoso se le hubiese muerto. Pasáronse ocho meses despues de la partida de la canoa, en * que ibane Diego de Mendez y Bartolome Fiesco, sin que se hubiese tenido. - noticia › de ellos, sospechándose que el mar. los habia tragado, lo que fomentó muchos alborotos. y las conjuraciones que se terminaron con la batalla arriba referida, en que fueron vencidos los rebeldes: íbase ya á realizar otro motin cuando permitió nuestro Señor que saliese del gran riesgo en que estaba el Almirante ocupado de remediar esta segunda sedicion con la venida de una carabela que enviaba el gobernador de la Española, y consolada la gente, se dis puso para salir de Jamaica...

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Mientras habia andado el Almirante en sus descubrimientos y pasaban estas cosas en Jamaica, gobernaba D. Nicolàs Ovándo la isla Española con bastante acierto. El feliz suceso de la última guerra de Higuáy le habia puesto en estado de dar la ley á toda la isla, y una sana politica pedia que se aplicase à conservar un pueblo subyugado y rendido que podia ser de grandísima utilidad à la colonia Española, y de quien absolutamente se necesitaba, si se pretendia sacar del seno de aquella tierra los tesoros que encerraba; pero á los principios no se media la importancia del descubrimiento del nuevo mundo, sino por la prodigiosa cantidad de oro y plata que se encontraba en él, y de todas las particularidades notables que una region tan nueva presentaba al espìritu de observacion: esta sola era la menor que ocupaba todos los ànimos. Los hombres dignos de contemplar la naturaleza bajo de aquellas vestiduras rústicas y antiguas, no se hubieran acercado sin cierta especie de respeto à aquella inmensa y desconocida region, à quien el trabajo y el arte no habian dado todavia sino una forma precàrea. Un suelo intacto cubierto de bosques impenetrables à los rayos del sol, les hubiera hecho conocer que habia allí una fecundidad prodigiosa que podia ser origen de un comercio inagotable y opulento. De la comparacion de las producciones espontàneas de aquel terreno con las del mundo antiguo bajo climas correspondientes, hubiera sacado un observador atento luces útiles para dirigir y perfeccionar el cultivo, tal vez observando que bajo un cielo ardiente, el hombre está privado de aquellos caractères de virilidad, que descubren la energía de su sexô, y el ardor de re

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producirse hubiera evitado à la especie humana la fatal herida que se la hizo con la pérdida de tantos americanos. En efecto ¿qué razon hay para que aquella impetuosa llama que devora y queina al habitante de las costas de Africa, apenas produzca una débil emocion en los sentidos del caribe, colocado bajo la misma latitud? ¿Se necesitaba mas para conocer que el clima que acababa de descubrirse debia tener sobre sus vencedores un influjo mortífero, y que era interés de estos dejar aquella tierra fecunda y húmeda à sus antiguos habitantes, estimulando su pereza con nuevas necesidades para establecer en ellos un comercio sólido, constante y ventajoso? ¡Cuánto honor hubieran hecho à los primeros conquistadores, y á los gobernadores de este nuevo pais estas reflexiones! ¡Y cuanto se hubiera aumentado con ellas la poblacion de los dos mundos! Pudo- preveerse desde entonces lo que ha demostrado la sucesion- de los tiempos, con respecto al gobierno de las posesiones americanas. A proporcion que la masa de los metales preciosos se fue disminuyendo en América, la industria y la necesidad fijaron su atencion en tesoros mas nobles y de mas producto. Observáronse despues con cuidado las producciones particulares de aquel pais, y se les-diò un cultivo que pagaron con usura: el occéano que hasta entonces habia gemido bajo el peso de un oro conquinado con la sangre de sus poseedores y de sus conquistadores bàrbaros, +mpezó à cargar sobre sus espaldas las riquezas territoriales del nuevo mundo con que se dió principio al comercio de la América. Aquí debemos hacer justicia à la còrte de España en recomendar à los gobernadores de lo descubierto el buen trato de los indios y su conservacion; pero sus órdenes se hallaban mal ejecutadas: aun en virtud de informes siniestros se viò precisada á espedir algu-nas, que parecian las mas acertadas y ocultaban consecuencias perniciosas, por el abuso que se hizo de ellas á fin de entablar una tiranía inexôrable, la misma que ha despoblado las mas ricas y vastas regiones de la América,

El comendador Ovàndo, de quien se suponia que se habia hecho bien cargo del trato y calidad de la Española, envió á los Reyes católicos una esposicion cuyo tenor era: que los indios no querian sembrar ni trabajar aunque se les pagaban sus jornales, à causa de la libertad, que por mandato de sus Altezas se les habia otorgado de nuevo: que tampoco querian comunicarse con los castellanos, y menos los podian juntar para doctrinarlos y atraerlos à la fé católica; de modo que por estas razones se experimentaba mucha hambre en la gente europea, de que resultaban enfermedades, y muchos se morian, y seguiria indefectiblemente la des. truccion- entera de la colonia; por cuyo motivo se veia en la presi cision de dar aviso de ello para que sus Altezas proveyesen el mas pronto remedio. Efectivamente proveyeron los Reyes católicos lo mismo que él deseaba: esto es, que apremiase à los indios que comunicàsen con los españoles: que trabajàsen para los castellanos pagandoles sus sueldos, segun la calidad de su trabajo,

mandando à cada cacique que tuviese cargo de un cierto número de indios fuertes, para que los hiciese ir á trabajar en los campos, óà las minas òá donde fuése menester, lo cual hiciesen Como personas libres y no como siervos, y atendiese á que fuesen bien tratados, y los que fuésen de ellos cristianos, mejor que los otros; que se juntasen á oir misa, y ser doctrinados en los misterios de nuestra santa fé en lugares diputados para ese fin; y por último que se acordase que aquel pueblo era libre, (102) y de ningun modo debia reducirse à esclavitud y gobernarlo con bondad, sin permitir que se le hiciese daño alguno; y sobre todo, que procurara especializarse con aquellos habitantes que abrazàsen la religion cristiana. Estas órdenes fueron dadas al gobernador Ovándo este año de mil quinientos tres, y despachadas en Medina del Campo; y aunque las instrucciones que llevaban eran concebidas con tanta discrecion y cordura, no obstante se interpretaron muy mal, y en efecto el comendador afectando que se conformaba a ellas, comenzó á establecer y format repartimientos de indios, que siempre fueron tan odiosos y perniciosos, dando á cada castellano cierto número de ellos, à unos cincuenta, à otros ciento, segun le parecia, con una cédula de concesion concebida en estos térmiros. „A vos, fulano, se os encomiendan tantos indios, de tal cacique, ,yensena tles las cosas de nuestra santafe catolica. (103)"

A los principios tenian los indios ocupados en las minas seis meses, y despues se mandó que ocho, que llamaban una demora, hasta el tiempo que tra an el oro á la casa de fundicion: alli se separaba el quinto del Rey y lo demàs dábase á sus dueños, que como gastaban mucho en galas y superfluidades, como percibian de ello, por esta causa, y por lo mucho que hacian trabajar á los pobres indos vinieron á minorarse. Como parecia al gobernador que solo asi se podian sustentar los castellanos, conservaba en cuanto podia los repartimientos que habia dado, y á tiempo volvia de nuevo á repartir, añadiendo à cada uno de los principales y amigos suyos, los que les faltaba, dejando á muchos sin ninguno: este método guardó todo el tiempo que gobernó en la Española, método que se estendió despues en todas las Indias.

Lo que puede parecer digno de admiracion, (bien que no hay que admirarse de cuanto ciega à los hombres la codicia hasta hacerles perder de vista sus verdaderos intereses, y aun sus mas urgentes necesidades) es que antes de llevar los indios recien conquistados á las minas, no los ocupaban en el cultivo de la tierra para que cesase una hambre tan dura y larga, que afligía en tanto estremo à los conquistadores. Si hubiera el gobernador Ovándo hecho esta reflexion, hubiera tenido de la mano à los castellanos

[102] ¡Bello recuerdo por medio de providencias contrarias á la libertad!

[103] Primero fuera que ellos las supieran, eran unos bárBaros idiotas como lo ha probado el illaó. señor Casas,

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